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domingo, 4 de diciembre de 2011

La irresponsabilidad verbal de los recién llegados

En 2003 el tripartito puso a Maragall como presidente de la Generalitat después de años y años de pujolismo. Era un importante cambio, pero que se tomó con cierta calma. Ya fuera la heterogenia del grupo que acababa de llegar o la aceptable situación económica de aquellos momentos, hicieron posible que la fraseología empleada en aquellos momentos no nos alarmara como hoy. Pero lo cierto es que ya en aquellos momentos tuvimos que escuchar el caso de las famosas facturas escondidas en los cajones. Aquel caso ya nos ilustró que quien marcha siempre afirma dejar unas cuentas muy saneadas y quien llega afirma que le han dejado una deuda de tres pares de…

Lo que sucede es que, a pesar de que dos y dos siempre serán cuatro, a la hora de hacer las cuentas parece que no todo cuenta igual. Está claro que en el último trasvase de poder en Catalunya también se obró ese milagro de los panes y los peces al incluir en las cuentas, como existente, un dinero que Madrid aún no había devuelto a Catalunya en función de los compromisos adquiridos. Por si fuera poco, gran parte de ese dinero estaba ligado a una serie de infraestructura que al amparo del factor crisis se decidieron suspender. Como consecuencia, el gobierno entrante se encontró con un agujero presupuestario que, estrictamente hablando, no podía achacar al saliente. Sin embargo, vivimos en un sistema político de alta competitividad y el equipo de Mas, sin pensarlo, quiso eludir su responsabilidad para con Catalunya y prefirió unas “cuentas claras” que le cubrieran las espaldas. Incluso contrato una cara auditoría para dejarlo claro Lo que no pensaron estas mentes preclaras de la política, es que estaban haciendo visible, fuera del país, hasta el último resquicio de nuestra economía y, con ello, entregaban e poder a los mercados sobre nosotros mismos. Mientras el mundo entero lleva a cabo una economía basada en la contabilidad creativa (incluso Alemania, recordemos cómo llegó al pacto del euro) ara que no se la coman los mercados. Nuestras derechas entrantes prefieren lanzar al viento mensajes de ruina financiera para llenar de mierda a quienes les precedieron. Si por ello el pueblo tiene que sufrir el ataque de la especulación financiera con paro, pobreza e incluso hambre, poco importa. Como dice el refrán, “vaya yo caliente y ríase la gente”.

Si Catalunya ya fue un buen ejemplo de esa irresponsabilidad verbal de los políticos, el colmo es sin duda el gobierno autonómico de Casilla La Mancha, donde la señora Cospedal ha dejado su economía en el lugar de la simple basura, eso sí, después de subirse el sueldo a ella misma y a todos sus subordinados directos de su propio partido. Así se demuestra que se además de irresponsable se puede ser cínico, solo hace falta que la gente pague, calle y a la hora de votar escuche más veces nuestras mentiras que las de nuestros adversarios. Para eso están los nuevos medios de comunicación privados (con Intereconomía a la cabeza) de los que Goëbels estaría muy orgulloso. Si Hitler hubiera contado con ellos, tal vez hoy sería el nuevo Jesucristo.

Digo esto porque si creen que Rajoy nos va a sacar de la crisis con su cambio milagro, lo tienen claro. De hecho a mí me preocupa lo que va a decir, o incluso inventar, sobre el contenido de los cajones que ahora encuentre. De su irresponsabilidad depende el verdadero futuro de nuestra economía. Y si no encuentra o no dice encontrar nada en los cajones, será capaz de asumirlo y reconocer que… ¡Al loro, que no estamos tan mal, hombre! ¿De verdad que con la que está cayendo va a ser capaz de reconocer que, en ese aspecto, Zapatero lo ha hecho bien? Eso aún está por verse, pero viniendo de donde viene yo no me lo creo.

Imagen sacada de www.mi-web.org

viernes, 11 de noviembre de 2011

Alemania debería abandonar el euro

Sarkozy y Merkel se reúnen periódicamente como amos soberanos de Europa. Puede que algunos países como Finlandia puedan compartir parte de sus idearios económicos, pero la realidad es que esta confabulación de los dos más fuertes no es sana. Especialmente cuando Francia y Alemania imponen a los demás países unas medidas que lejos de ayudarles a combatir la crisis aún la agrava más. Pocos recuerdan que precisamente los teutones no alcanzaron los mínimos necesarios para entrar en el pacto del euro. Entonces se hizo una excepción que recuerda aquello del café para todos (torrefacto en este caso).

A nadie le parece curioso que esta confabulación franco-germánica pretenda ahora expulsar del euro a gran parte de los recién llegados y poner en un segundo nivel a Grecia, Portugal, Irlanda, Italia y España. Entre tanto, después de tres años necesitando que el BCE baje el precio del dinero y devalué la moneda para crear más líquido que sirva para compensar la diferencia entre el precio de la deuda soberana teutona y la de los hermanos pobres, seguimos viendo que el euro sigue adaptado solo a las necesidades de Alemania ¿Entonces, si es Alemania la que exige y la que no permite responder al BCE como se necesita, no sería lógico que, para el bien de todos y la supervivencia de la UE, fuese Alemania la que abandonara el euro?

Hay más razones, pero vemos que el gran problema de Italia y España es el paro y el elevado valor de la deuda soberana. Ninguno de estos dos países debe seguir reduciendo su déficit porque eso solo sirve para reducir más su ya escuálida masa empleada. Los dos grandes países latinos de Europa necesitan una inyección de líquido y una mayor competitividad del euro. Las medidas necesarias son potestad del BCE, pero mientras este esté al servicio de la economía insolidaria de Alemania, no se puede lograr.

Entre tanto el BCE se dedica a sacar bancos centroeuropeos de la banca rota. El último de ellos financió una excesiva ce ilógica compra de armas griega a empresas, precisamente, de Alemania y Francia. Las empresas armamentísticas de esos países parece que no han notado la crisis, gracias a las bancas de esos países que aceptaron la “hipotecación” de Grecia. Y si no paga… no se preocupen, para eso sí está el BCE.

Palabra de Merkel, palabra de Sarkozy… ¡Te alabamos dios del capital!

Imagen tomada de observadorjuvenil.wordpress.com



viernes, 28 de octubre de 2011

Crisis: ¿hemos tocado fondo?


No sé si la cosa se podrá mantener, pero por fin hay una luz al final del túnel. Pero, como dice el chiste, ahora vendrá el tonto de turno y la apagará. Desgraciadamente el problema de nuestro país es el peor: el paro. Llevamos años diciendo que desgraciadamente ese es un problema endémico de España, lo que pasa es que con la fiebre del tocho nos hicieron creer que éramos otro país. Y entre tanto llegaron miles de emigrantes a los que una multitud de malos empresarios sin escrúpulos se dedicaron a explotar sin pensar en el mañana. Y los precios de todo se dispararon mientras los salarios se quedaban más atrancados que el wáter de Carpanta. Entre los unos y los otros se instalaron en nuestro país un montón de vampíricas multinacionales para aprovechar la coyuntura y las subvenciones de turno, mientras los polítiquillos de zona sonreían a los flashes y alargaban la mano por debajo de la manta. Desde 1999 a 2007 vivimos un engaño que sirvió para enriquecer a los amigos de alguien mientras nos dejaban al resto con el culo al aire... y todo con el beneplácito y para el beneficio de una banca con menos empatía que Jack el destripador. Después, cuando la crisis empezó a asomar su peluda patita por debajo de la puerta, levantaron el vuelo los príncipes de la oscuridad, mientras aquellos que se hicieron llamar empresarios presionaban para obligar a bajar el precio de los despidos y así liberarse de sus últimas responsabilidades y huir con el oro muy lejos de los daños causados.
Ahora el paro alcanza índices que rozan el límite de la revuelta social (en países donde no existen las estructuras familiares del nuestro ya hace tiempo que habría una guerra civil). Y eso que gran cantidad de toda aquella inmigración que llegó, se ha marchado en busca de nuevos horizontes. Sin embargo, los que se quedaron, buscan una salida airosa y muchos de ellos han empezado a abrir negocios. Si unimos a esto que los cierres continuados habían dejado infinidad de locales vacíos y que ahora empiezan a bajar los alquileres, estamos diciendo que se ha abierto una nueva esperanza al resurgir de los negocios a pequeña escala.
Para que la economía a gran escala vire hacia la recuperación aún nos faltan los dos mismos detalles de siempre: que baje el precio de la vivienda un 40% y que los capitales empiecen a abrir el grifo del crédito. El resto de la economía está esperando. El gran peligro es que a algún político loco le dé por ceder a las descerebradas pretensiones neoliberalistas de la CEOE, y rebaje los listones del despido, porque entonces nos encontraríamos con una nueva oleada de parados que ya no nos permitiría remontar la economía en al menos seis o siete años.
Entonces, además de estar empezándose a ocupar locales vacíos, qué ha cambiado para ver esa luz al final del túnel. Pues es el sector inmobiliario, el culpable de nuestra mala situación actual y el generador de la perniciosa euforia previa a estos momentos. Si bien es cierto que aún quedan infinidad de los llamados expertos en el sector que insisten en que es el momento para comprar (más llevados por sus intereses que por la realidad, como siempre), ya hay un grupo que está cogiendo el toro por los cuernos y reconoce que los precios de la vivienda están entre un 25 y 45% por encima de lo que permite la economía. Y si alguien se decide a empeñarse para comprar en estos momentos se abre la puerta a quedar en el lugar del ejercito de desahuciados que empieza a poblar nuestro país. Los expertos (los sinceros) no entran en las tonterías de si los costes de producción o los valores del suelo… y mucho menos en aguantar los precios vendiendo lo mejor del mercado a las mafias rusas. La racionalidad vence y ya se habla de una bajada de precios constante durante los próximos dos años o hasta llegar a los llamados valores de reconstrucción económica. Esto es lo que es, lo que será y lo que siempre fue, pero hay una diferencia: los expertos han reconocido la realidad y ese es el primer paso para encontrar las soluciones que necesitamos.
Nuestro drama es haber creído en ese neoliberalimo que no soluciona nada. Si se quiere salir de las crisis hay que coger el toro por los cuernos y jugársela. Uno o es keynesiano (neokeynesiano que las teorías del inglés se han retocado y perfeccionado mucho en las dos últimas décadas) y sigue abriendo puertas, creando impuestos y subvencionando todas las salidas, o es shumpeteriano y deja que todo lo inútil y falaz se hunda antes de abrir el grifo. En cualquier caso toda solución supone grandes sacrificios, pero no esta continua sangría que nos está extenuando sin salir del agujero. Más al contrario, nos arrastra hacia una depresión sin límites.
La luz está ahí, pero ahora toca proteger el empleo y acabar con los pillos que entorpecen todos los esfuerzos de la ciudadanía. Es el momento de encontrar fuentes de financiación y apostar por una sola vía esperando haber acertado en la elección porque no hay mucho margen de maniobra.
¿Y los datos del paro?
Los datos del paro son la confirmación de todo lo dicho. No se ha protegido bien el empleo y se ha hecho demasiado caso a los malos empresarios capitaneados por una CEOE que ha resultado ser la abanderada del absurdo y pernicioso neoliberalismo. Ese que en lugar de buscar salidas económicas solo pretende justificar las acciones egoístas de un sector muy pequeño de la sociedad.
Una ley básica de la lógica dice que si algo parece absurdo y al aplicarlo no funciona es que es absurdo. Y al abaratamiento del despido me remito.
Y si entre tanto Sarkozy, la Merkel y el BCE recobran la cordura, mejor. Pero en esta Europa de egoístas conservadores no podremos tener muchas esperanzas de verdadero apoyo.
Imagen extraída de www.elpuntavui.cat

miércoles, 19 de octubre de 2011

El dinero ni se crea ni se destruye, solo cambia de manos.


Sobre el principio de que el dinero ni se crea ni se destruye, solo cambia de manos, se explica esquemáticamente qué es una crisis. Porque los desencadenantes son muy variados, pero la razón fundamental es que una economía en movimiento hace que cada euro real forme parte de las cuentas de muchas personas y empresas, pero cuando el movimiento de ese euro se frena ya no puede ocupar todos esos espacios a un tiempo y quedan huecos en la economía que no se pueden rellenar. Hay tres posibles soluciones: eliminar de la ecuación a los elementos con más huecos, crear más euros que ocupen los sitios que falta o la que se intenta con frustrante desespero de volver a acelerar los intercambios económicos. El problema de la última opción es que si todo el mundo intenta ahorrar y deja de gastar y seguir endeudándose para poder pagar sus deudas actuales, se generan más huecos en lugar de movimiento. Así es como se pasa de la crisis a la depresión. El vídeo explica cual es la única solución viable para salir rápidamente de esta y otras crisis. Los estados deben recuperar sus soberanías económicas y romper sus relaciones con las grandes multinacionales.


viernes, 22 de abril de 2011

Islandia o el día que falló el capitalismo a medida.


Islandia o el día que falló el capitalismo a medida.

Llevamos mucho tiempo sospechando que existe un gobierno mundial en la sombra. Los paranoicos creen que existe un Gran Hermano que observa cuanto hacemos y vigila que el funcionamiento del mundo no se separe demasiado de sus expectativas. Tal vez no estén demasiado equivocados, pero puedo asegurarles que no todo sale como ellos esperan.
Hubo una vez un país donde el Gran Hermano capitalista quiso hacer un experimento para diseñar su sociedad perfecta. Seguramente ya había probado muchas otras fórmulas en otros muchos países, pero todas fracasaron; al menos en parte. Pero Islandia parecía que, con una especie de matriarcado, había encontrado la fórmula perfecta. Durante años las adolescentes se quedaban embarazadas y tenían bebes que criaban los abuelos maternos. Entre tanto la madre seguía sus estudios orientados a entrar en el mercado de trabajo de la mejor forma posible, pero sin alejar sus expectativas de recuperar la maternidad lo antes posible. En ese tiempo de dedicación las parejas cambiaban y un buen día formaban familias donde los hijos volvían.
Hay quien pensara que esas estructuras familiares eran anómalas. Pero para un sistema capitalista era perfecto. Los individuos femeninos dominaban por su aptitud para la maternidad y esta se ejercía mientras aún no formaba parte del mercado laboral. Cuando llegaban a este mercado estaban perfectamente preparados, pero además tenían un incentivo en forma de hijos, que los hacían lo suficientemente dóciles para los empresarios. Los abuelos se podían permitir cubrir las necesidades de los primeros años de esos bebes porque, a su vez, eran muy jóvenes. Los varones aceptaban parejas con hijos y creaban en torno a ellos esa familia que, a su vez, necesitaba de más hijos para afianzarse.
El verdadero defecto de ese sistema estaba en que era necesario un gran nivel adquisitivo para mantenerse. La reducción del mismo o un encarecimiento inmobiliario podía llevarlo al traste. Y eso es lo que sucedió. El mundo entero confiaba en un sistema bancario como el islandés y este no supo protegerse de los productos financieros tóxicos provenientes de EE.UU.. El problema había sido que muchos ahorradores de la City quisieron invertir en un sistema financiero seguro. El problema es que los productos financieros de la isla eran limitados y tuvo que recurrir a paquetes externos sin pensar en el origen de estos. Las finanzas de Islandia se volvieron tóxicas, pero el exceso de volumen también generó un encarecimiento de los recursos financieros del país… incluidos los inmobiliarios. Cuando estalló la crisis la banca rota estaba asegurada.
Pero aquí llegó otro de los contratiempos con los que no contaba el Gran Hermano. La sociedad islandesa, con su forma de construirse también había permitido que, si bien la cultura media de los islandeses no era muy superior a la de otros países, si que era más uniforme y, por tanto, los individuos que la constituyen son menos manipulables. Así que cuando llegó el momento que en otros países supuso retirar el pan a sus ciudadanos para salvar sus bancos, los islandeses se plantaron. Forzaron a gobierno y jueces para que auditaran a sus entidades financieras y enviaran a prisión a los directivos ineptos que habían propiciado aquella situación. Pero, por su parte, la City sigue exigiendo que le devuelvan los activos invertidos. El resto de países se ha puesto de rodillas ante la City y ha tragado, pero los ciudadanos islandeses han dicho no. ¿Por qué tenemos que pagar las malas inversiones de otros después de perder las nuestras? Y tienen razón, pero como el resto del mundo no ha tenido narices de plantarle cara a la City, esta sigue presionando a Islandia.
El Gran hermano, periódicamente, permite que los especuladores generen una espiral de beneficio ficticio que infla los precios de todo en una burbuja que, al reventar, empobrece a las clases medias y bajas, y derriba a los nuevos ricos que no se han afianzado correctamente al sistema. Los miembros de ese sistema centrado en la City no se ven perjudicados, solo se daña a la clase media que seguramente ha ido vendiendo parte de sus derechos por una vida mejor y, cuando ya cree que lo ha logrado, estas crisis les dejan en la miseria y sin poder recuperar los derechos perdidos.
¿Qué o quién es la City?
La City es la herramienta financiera principal del Gran Hermano. Se denomina así porque la mayoría de sus ramificaciones se muestran desde la ciudad de Londres (la City).
El Gran Hermano pretende controlar los recursos naturales y financieros del mundo y para ello controla, mediante los bancos y las multinacionales, a los países más importantes del mundo. Todos estamos supuestamente a su sombra, pero también ellos se equivocan.
El Gran Hermano promociona guerras, revoluciones, medidas políticas y económicas, pero, ante todo, genera movimientos sociales con el pensamiento de que es lo mejor para ellos y tiene que ser lo mejor para todos. Ante una idea general no dudan en sacrificar a peones y, si es necesario, pueblos enteros.
El escritor y periodista Daniel Estulín identificó, creo que con bastante acierto, a este Gran Hermano con el llamado Club Bildelberg. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que, si bien lo forman las personas más poderosas del mundo, sus intereses y pensamientos no siempre son coincidentes. Por estas grietas, que nosotros desde el suelo difícilmente podemos adivinar, se les pueden escapar muchas cosas de su perfecto control. Si somos capaz de hacer palanca en esas gritas podremos desarmar el Estado mundial del Gran Hermano.
¿Cómo y dónde introducir la palanca?
Esta crisis económica mundial significa el fracaso del actual sistema financiero. Pero ante todo tenemos que tener claro que lo que ha fallado es el capitalismo actual. Sin la amenaza del comunismo, el capitalismo ha dejado de dar una parte a los trabajadores. Los directivos de grandes empresas, para su máximo beneficio personal, han decidido cargarse el estado del bienestar que necesita de mucho dinero para mantenerse y sigue el camino de convertir en sus esclavos a toda la sociedad. La crisis ha demostrado que, una vez han asignado a sus directivos el dinero que se dedicaba a trabajadores, inversores y, sobre todo, al resto de la sociedad, esta se contra hasta hacer quebrar los sistemas financieros.
Tenemos que tener muy claro que las empresas deben limitar el número de sus directivos y los ingresos que adquieren y, aunque parezca no tener nada que ver, se debe sancionar con penas de cárcel el uso de cuentas en paraísos financieros. Estos paraísos financieros permiten a la City esconder la mayoría de las acciones que el Gran Hermano va ejercer sobre nosotros.
Y dicho todo esto ya hemos dado el objetivo que debe tener toda revolución que se quiera ejercer para hacernos libres. El próximo día hablaremos de los medios que el Gran hermano utiliza para atenazar nuestros movimientos y evitar que nos sublevemos cuando, según él, no debemos hacerlo. Aunque, no sé porque, pero me parece que ya los intuís… ¿No?

Imagen bandera extraída de www.33ff.com

viernes, 19 de noviembre de 2010

La muralla del capitalismo


A menudo tomamos a EE.UU. como ejemplo del triunfo de las economías de mercado. De hecho, para los neoliberales, los fundamentos económicos de ese país son el gran ideal, la meta a conseguir. Sin embargo, si viajan a Nueva York, a la zona más glamorosa de Manhattan… digamos en la quinta avenida unas manzanas antes de llegar a Central Park por el sur, verán unos edificios que les harán abrir boca y ojos por igual, lujosas tiendas llenas de los productos más selectos de todo el planeta. En fin, habrán llegado al corazón mismo del capitalismo. Ahora procuren poner los pies en tierra y mírenlos bien y miren el suelo que les rodea. No son las baldosas modernistas del Paseo de Gracia de Barcelona, de hecho ni siquiera se acercan a la vistosidad de las aceras de cualquier pueblo de provincias. Ante ustedes hay unas enormes placas de cemento liso, muy funcionales, pero con el único atractivo que el de los ennegrecidos chicles allí olvidados. Y si miran al asfalto de la transitada calle, es posible que detecten más de un profundo socavón en él. En mi última visita vi como uno de los valerosos ciclistas de la Gran Manzana introducía su rueda delantera en uno de ellos, lesionándose ambas muñecas.

El centro del universo capitalista es deslumbrante por arriba y decepcionante por abajo. De hecho nos deslumbra la inversión privada y nos decepciona la financiación pública. No es extraño en un país donde se vanaglorian de tener controlados sus impuestos. Dicen que su gran poder está ahí, pero… ¿es eso cierto?

Desde Central Park hasta el Sur de Manhattan, donde rutila el distrito financiero, se encuentra la capital oficiosa del capitalismo (la oficial sigue morando en la pérfida Albión). El lujo, la miseria, los trajes italianos, el sudor, la victoria y la peor de las derrotas se pasean por aquellas cuadriculadas calles, que no son más que un gigantesco puntito dentro de la enormidad olvidada de Nueva York. Sólo una porción dentro del más pequeño de los cinco sectores de la ciudad: Brooklin, Queen’s, Bronx, Staten Island y Manhattan. ¿Pero, qué es del resto de la Gran Manzana? Tan sólo el escenario de unos pocos fotogramas de cine y, sin embargo, allí, como en el resto de ese gran país, se esconde la verdad sobre el capitalismo. Barrios de emigrantes sin un sitio en la sociedad, barrios de clase media, barrios de clase baja, barrios de triunfadores, barrios de fracasados… todos los estratos de una sociedad que está terminando de digerir que ya no es el país de las oportunidades, porque los dueños del dinero han establecido un muro virtual muy difícil de escalar. Entre tanto, muchos ciudadanos que creyeron en el sueño americano han tenido que lanzar la toalla después de dejarse la piel en la construcción de ese gran Estado siempre inacabado. Tal vez un cáncer de estomago les alcanzó y, sin seguro sanitario y después de hipotecar sus sueños, termino por morir al no tener con que pagar sus últimas dosis de quimioterapia. Eso sí, algún oscuro ejecutivo se ahorró millones en impuestos a la hora de colocar el último ladrillo de la muralla invisible.

EE.UU. paga menos impuestos que cualquier país europeo, pero sus servicio a los ciudadanos son igualmente inferiores. Sin ir más lejos, ya hemos visto que el mantenimiento de una ciudad como NuevaYork haría ruborizar de vergüenza a cualquier alcalde europeo y de indignación a sus conciudadanos. Ese es el significado último del “estado del bienestar”. En Europa nuestras ciudades gastan fortunas en servicios e infraestructuras que se han de financiar con impuestos. En EE.UU. es la iniciativa privada la que construye y las administraciones sólo mantienen lo que se puede con sus presupuestos, así que todo está pensado para que ese mantenimiento sea lo más barato posible, pero aún así, frente a la puerta de Tíffanis pueden verse algunos lindos socavones, y bajo el subsuelo, el subway mantiene la misma cara llena de cremas desde hace un siglo y sin hacerle ni una pequeña operación de verdadera cirugía estética.

Nueva York, a pesar de todo, sigue fascinando a sus visitantes y, en cuanto a sus habitantes, están tan orgullosos de su ciudad que no la cambiarían por ninguna otra. Pero es la ciudad de la inversión privada, en el país de la inversión privada. Allí el juego es otro donde los ganadores ganan más y los perdedores lo pierden todo. Así que cuando en mi ciudad veo excrementos en las aceras (una rareza en Nueva York), mendigos haciendo cola en un comedor público, turistas de mochila o políticos de derechas intentando expulsar a los emigrantes, me pregunto: ¿Dónde estarán construyendo la muralla?

viernes, 1 de octubre de 2010

¡Esto se acaba!

La huelga general del día 29 ha quedado atrás. Los sindicatos dicen haber triunfado. El gobierno prefiere afirmar que reinó el civismo. Los partidos anti trabajadores o neoliberales (PP, PNV, CiU, etc.) afirman que ya no hay vuelta atrás y alguno aún critica al gobierno a pesar de que se ha bajado los pantalones bien a su gusto. Pues a mí todo eso me importa un rábano. Yo no hice la huelga para sumarme a una cifra inútil. No hice la huelga para que el gobierno le dore ahora la píldora a unos sindicatos que no me representan. No hago la huelga por una palmada en la espalda y, el que crea que esto se ha acabado aquí, lo lleva claro.

En Barcelona, dicen las noticias, unos antisistema se enfrentaron a la policía. Algunos medios especifican que no se trataba propiamente de antisitema sino de delincuentes habituales que aprovechaban las “infraestructuras” de estos.

¿Se han vuelto todos locos?

Entre tanto, las empresas que compran y venden el prestigio financiero, le han quitado puntos a la fiabilidad de la deuda española. Para eso sirve, señor Zapatero, besarle los culos a los líderes financieros.

Cada uno ha usado esta jornada de huelga para lo que le ha venido en gana y todos han dejado de lado otra realidad que está creciendo muy al fondo de la sociedad, pero que ya empieza a asomar sus gritos: ¡Esto se acaba!

Cada vez hay más delincuentes y antisistemas, en más lugares, que aprovechan cualquier celebración para armar la gorda sin aparente objetivo. Cada vez hay más locos que cogen un arma y se lían a matar inocentes. Cada vez hay más pirados, más tarados, más fanáticos, más presentadores televisivos que mean fuera de tiesto… Nadie se da cuenta de que cada día hay más frustración porque algunos viven cada vez mejor y todos los demás peor, y puestos a disparar es más fácil apuntar a un vecino desconocido que va a representar, en su imaginación, a ese represor que sigue chupando su sangre.

En Barcelona cierran una factoría de Nestlé y abren varias líneas de producción en la de Guadalajara y un jefe de esta última factoría se alegra públicamente sin percatarse del significado de ello. El tonto jefecillo se erige, sin sentido, en un blanco para las iras de unos agraviados que olvidan cual es su verdadero enemigo.

Los catalanes y los vascos son insultados porque un partido político heredado del franquismo, así lo ha facilitado, y cuando estos pueblos intentan reivindicarse, los “sinrazón” irrazonables se inventan un boicot a los productos catalanes.

Siempre mordemos a nuestro vecino y dejamos que el de arriba se escape, pero ya hemos empezado a matarnos entre nosotros y los amos se ríen.

Cuando hace 20 años le planté cara a los sindicatos por su falta de visión, reaccionaron atacándome a mí como no eran capaces de hacerlo a sus verdaderos opositores. Veinte años sirviendo ideas que actualicen las herramientas de los trabajadores sin escuchar. Los sindicatos se aburguesaron y ahora toda la sociedad pagaremos con el retorno a los tiempos de la revolución industrial. Pero ahora no sufrirán sólo los empleados fabriles, ahora sufrirán, médicos, técnicos informáticos, abogados de segunda… empleados y técnicos en general que les ha llegado el momento de postrarse al régimen de los grandes ejecutivos. Algunos han tenido la poca cabeza de convertir sus ahorros en acciones de esas empresas y aún se subordinado más a la opresión del sistema. Porque esta nueva élite no responde ni ante clientes, ni accionistas y menos aún los trabajadores. Estos nuevos daimios o señores feudales sólo rinden su espada ante otro señor que tomará su puesto y su empresa para proseguir su explotación.

El neoliberalismo ha matado los mercados, ahora sólo existen feudos. Y la masa de siervos y esclavos lucha por un sofá, un televisor, una salida al cine… si tiene la suerte de ser útil, porque si no lo es su lucha será por un cantón de pan duro, o un asiento en una patera rumbo a otro feudo lejano.

Y entre tanto nos venden pipas, kikos, religión, política y sindicatos. Como si pudiéramos elegir algo más que la mierda que rellena nuestros platos.

Pero “esto se acaba”. Se escucha un grito que sale del fondo de los más profundos agujeros. Un grito de personas que, siendo capaces de pensar, ya no aguantan más. Ellos saben dónde está el problema. Y si no, tampoco importa, porque el grito crece y lo alcanzará todo: ¡Esto se acaba!

Si los neoliberales no empiezan a rectificar en todo el mundo su sistema ya no se sostiene. El Antiguo Régimen cayó con la Revolución Industrial, desde entonces son muchos los que han intentado regresar a aquellas cuotas de poder despóticas. Bien, ya las han alcanzado y superado, ahora, cada vez que nos aprieten un poco más las tuercas a todos, sólo están acortando el tiempo que les queda. ¿Cómo llegará su final? Eso es algo que aún no se sabe porque de ellos depende. Yo les pido que sean racionales, porque esto que llega hará malos a los más inocentes, como ya ha pasado muchas veces a lo largo de la historia.

¡Esto se acaba!

Imagen tomada de lacomunidad.elpais.com

viernes, 21 de mayo de 2010

¿Son justos los ajustes de ZP?


Galleguizando la pregunta diría: ¿Cuándo es justo un ajuste presupuestario?

Con esta nueva pregunta queda respondida la primera, pero para los que no lo entiendan, especificaré diciendo que, no es justa, pero es necesaria. No obstante las primeros resultados de este ajuste serán necesariamente malos, de hecho el Gobierno ya rectificado sus perspectivas de crecimiento a la mitad (justo lo contrario de lo que ha hecho el FMI, lo que explica que sus informes tengan menos capacidad de acierto que Carlos Jesús de Raticulín, eso sí, influyen más en las reglas establecidas que las fases lunares).

Es evidente que ZP no quería tomar ese camino, pero las presiones externas le han obligado, de ahí que no haya emprendido, con tiempo suficiente, una labor pedagógica sobre el tema que reduzca el impacto de la crítica. En Alemania, por ejemplo, llevan tiempo anunciando la necesidad de esos recortes y reforzando las explicaciones con frases como que “los alemanes han estado mucho tiempo viviendo por encima de sus posibilidades”. Se supone que algo parecido hubiese tenido que llevarse a cabo en nuestro país, aunque creo que no hubiese tenido mucho valor decir que aquí también han estado los alemanes viviendo por encima de sus posibilidades durante mucho tiempo. Y si no que se lo pregunten a los mallorquines.

De todas las fórmulas planteadas, la única que se ha explicado debidamente es la subida de impuestos. Precisamente esa medida es la más protestada por el PP, el partido que aquí defiende el neoliberalismo más duro y, en último término, responsable de la actual crisis. Es obvio que la subida de impuestos ralentizará la economía y retrasará la salida de la crisis, pero hay cuentas que pagar, y las sucesivas bajadas de impuestos habidas en los últimos veinte años, han limitado la capacidad de regeneración de las arcas del Estado en “estados carenciales”. Dice la economía clásica que la bajada de impuestos aumenta la circulación de líquido, pero todo tiene un límite y, personalmente, yo también creo que ese límite se sobrepasó a comienzos de siglo.

Tampoco a mí me gustan las medidas tomadas, en especial las de largo recorrido como la subida de la edad de jubilación que me parece más que absurda y ya le dedicaré un artículo en otro momento (palabra). Pero lo que me preocupa no son las medidas tomadas, sino las que no se han tomado. Con las actuales fórmulas volveremos a pagar los de siempre los excesos de otros, así que era necesario echarle güebos y atacar a especuladores y directivos de empresas. También es necesario proteger el empleo encareciendo el despido (justo lo contrario de lo que demanda la desprestigiada Patronal) y abaratando el empleo (que es lo que hace falta de verdad). Sobre este tema, si hay alguien del gobierno interesado, estoy dispuesto a darles una gran cantidad de sugerencias que creo nos podrían sacar de la crisis mucho antes de lo esperado (incluso teniendo en cuanta nuestros graves problemas estructurales de nuestro país).

Es bonito decir “¿Qué pague la cris quien la generado?”. Todos estamos de acuerdo con esta frase, pero quién es el guapo que se lo hace pagar… ¿Tú? Así que no nos queda más remedio que apechugar con el marrón… otra vez. Lo que debemos exigir son garantías de que no nos la van a volver a dar con queso nunca más. Debemos exigir medidas que controlen los movimientos de los capitales en maniobras de especulación que desestabilicen la economía legítima y, sobre todo, que se protejan nuestras estructuras sociales adecuadamente. Todo esto, dicho así, parece muy ambiguo, pero si decimos que, antes de la crisis, no hubiésemos intentado evitar el reventón de la burbuja inmobiliaria y la hubiésemos roto nosotros, el suceso se hubiese producido con un entorno económico más favorable enganchando sólo a los especuladores (ver artículo sobre quiénes son los especuladores) y poco más. Hoy no tendríamos que lamentar el hacho de que muchas familias se estén quedando en la calle.

En resumen: lamentamos las actuales medidas más propias de un partido de derechas que de izquierdas, pero las aceptamos como necesarias. Eso sí, las creemos necesarias, pero insuficiente y, sobre todo, queremos unas garantías y seguros como únicos responsables de la recuperación. No es muy justo que se le pongan medallas al presidente de “Súper Banco” o “Súper Empresa” cuando ya se han forrado de billetes y luego no se nos valore a los ciudadanitos de a pie cuando pagamos la reconstrucción de la ruina económica que él ha creado para engrosar sus cuentas de las Islas Caimán.

Imagen tomada de http://castillaunida.files.wordpress.com/2008/11/zp.jpg

lunes, 10 de mayo de 2010

LA CORRUPCIÓN DE LOS MERCADOS: EL ESPECULADOR.

En momentos de crisis se hacen necesarios acuerdos entre los diferentes sectores de la sociedad. Nadie duda de que esta crisis ha alcanzado los niveles que ha alcanzado por culpa de unos sectores de la sociedad muy específicos y que, como de costumbre, va a ser muy difícil hacérselos pagar. Aún así hay que tomar medidas “contra” ellos (sí, he dicho contra) para que no se vuelva a repetir.

En esencia, los malos de esta película son los especuladores. Pero, ¿quiénes son los especuladores? Usamos el término de especulador muy alegremente, pero nunca somos capaces de ponerles cara y ojos porque descubriríamos, en demasiadas ocasiones, lo cercano a nosotros que es este individuo.

Hay muchos tipos de especulador. En general nos gusta pensar que este señor es extranjero y que trae su dinero aquí porque va a recibir grandes intereses con muy poco riesgo. Pensamos en los inversores de enormes áreas de casas ligadas a campos de golf, bloques de viviendas en zonas exclusivas de las grandes ciudades… Pero lo cierto es que ese inversor extranjero al que culpamos, no sin cierta razón, lo hace a través de los bancos prestando dinero a los banca de aquí para que invierta en cualquier oportunidad de beneficio que salga. Y ese dinero, en los tiempos de bonanza, formó parte mayoritaria de las hipotecas. La gran ventaja que ofrecía esta inversión en nuestro país es que, a diferencia de lo que ocurre en el resto del mundo, el impago no sólo implica la pérdida de la propiedad por parte del deudor (embargo y desalojo de la vivienda), sino que, además, parte de la deuda sigue pendiente aún.

Pero, dado que este inversor extranjero no actúa directamente sobre su inversión y que sólo hace que contratar un producto bancario que se le ofrece, resulta que no es el tipo de especulador al que nos referimos. Después de todo ¿quién está ofreciendo en realidad ese producto?: “La Banca”. Así pues, la banca es nuestro primer culpable, pero a un tiempo, como depositario del dinero y única institución habilitada para prestar el dinero que hace falta para salir de la crisis, también es una respuesta a la solución del problema. Ante el dilema que actuar “contra” la banca plantea, no es fácil tomar medidas.

En estos momentos la banca, una vez perdida la inversión extranjera, no dispone de suficiente líquido para prestar a las empresas que desean salir de la crisis. Por otro lado, muchos de estos bancos vendieron activos “lentos” al Estado para hacerse con un líquido que han invertido en adquisiciones fuera de territorio español (véase como Santander adquirió grupos financieros en EE.UU. y Reino Unido), lo que constituye un fraude a la economía de nuestro país. Por otro lado, los ejecutivos de esos grupos bancarios tienen salarios y retribuciones varias, muy salidos de los niveles racionares. Un dinero, el que cobran estos ejecutivos, que puede parecer pequeño frente al capital de la empresa, pero que es enorme frente a los salarios que se ahorran en despidos de su personal de base y que, en muchos casos, podría significar el préstamo que salvaría una o varias pequeñas o medianas empresas. Por tanto esos salarios, primas y demás retribuciones a ejecutivos, sobre todo en una época de crisis, resultan una inmoralidad. Esa es la razón por la que el estado pidió a finales del pasado verano su moderación. Moderación que la banca descartó de inmediato… y parece que no se puede hacer nada al respecto, tal es el poder de la banca en nuestro país.

De todas formas, la banca, por volumen especulativo, puede no ser el peor enemigo de la economía. Hay otro tipo de especulador más pequeño, pero que por su gran número es más importante. De cuantas personas no hemos escuchado que adquirieron propiedades inmobiliarias antes de la gran subida y las vendieron después con gran beneficio, o que ahora, aprovechándose de las necesidades de personas endeudadas, adquieren pisos a bajo precio para alquilar, especialmente a emigrantes (a los que se cobra por encima del valor del mercado) o por semanas a turistas “low cost”. Incluso, aunque parezca hipócrita porque es una fuente de inversión empresarial, que me dicen de los que invierten en bolsa y hacen saltar su dinero de oportunidad en oportunidad.

Realmente toda búsqueda del máximo beneficio es especulativa, la cuestión está en delimitar donde está la línea que separa el simple negocio de la amoralidad. Porque, aunque queramos creer lo contrario, todo movimiento de dinero tiene unas consecuencias que no deben ser obviadas y si lográramos unas transacciones más éticas, posiblemente no se lograrían tan grandes beneficios, pero se suprimirían gran parte de los peligras que llevan a una crisis o agravan estas.

jueves, 8 de abril de 2010

El Estado como intermediario entre empresariado y trabajadores.

Para un liberal en su máxima expresión (no es la opinión de todos), la intervención del Estado en el establecimiento de las normativas laborales y los salarios, es un ultraje. Ellos creen que empresarios y representantes de los trabajadores pueden llegar a acuerdos en función de las exigencias del mercado. Por desgracia el trato entre estos dos grupos siempre viene definido por la ley del más fuerte. Nuestro país ha sido ejemplar en estas situaciones. Cuando a finales de los setenta se liberó el derecho de huelga, los sindicatos pusieron en jaque al mundo empresarial, pero con su presión lograron mejorar el nivel adquisitivo real de los trabajadores y, de rebote (no fue su intención), demostrar que muchos sectores económicos estaban totalmente obsoletos. El Estado se encontró con un INI lleno de empresas inviables, como Altos Hornos de Sagunto, otras a las que urgía una renovación, como Iberia y RENFE y otras que se sostenían por su estado de monopolio: Telefónica, CAMPSA, Tabacalera… Para responder a la tarea que a los gobiernos de la época se les planteaba, tuvieron que plantar cara al sector obrero, lo que les descalificaba ante estos. Por si esto no fuera suficiente, la Unión Europea exigía unos esfuerzos adicionales que afectaban más a este sector que al empresarial (la UE, antes Mercado Común, nunca fue muy sensible a las necesidades de los trabajadores). Este conjunto de cosas y la fuerza de los sindicatos en aquellos momentos, aunque estos no fuesen capaces de reconocerlo, desautorizó al gobierno como mediador en las relaciones empresa-obrero. Afortunadamente fueron tiempos económicamente buenos y en nuestro país más. Tiempos en que se pudo poner el listón cada vez más alto hasta llegar a 1992. Los juegos olímpicos, la Expo de Sevilla y el año cultural de Madrid. El momento propició el primer exceso inmobiliario con una sobrecontratación de obreros de la construcción que necesariamente no se podría mantener después del año olímpico. Para la oleada de trabajos llegaron obreros de todas partes pues no existían tantos albañiles y obreros especializados en nuestro país. Polonia e Irlanda fueron dos de los países que más trabajadores aportaron a nuestras obras, pero cuando estas terminaron regresaron, sin problemas, a sus países de origen. Las grandes obras terminaron en 1991 y con ellas los grandes pedidos a otras industrias que estas necesitaban, así que del boom se pasó a la crisis, pero esta aún se pudo contener unos meses mientras el efecto del turismo, suscitado por aquellos eventos, compensaba parte de aquella pérdida. Así fue como la mayoría de españoles se percato de la recesión en 1993.

Durante las vacas gordas habían mejorado las remuneraciones de los sectores relacionados con la construcción (de ahí que muchos obreros del norte de Europa vinieran a ganarse un plus en nuestro país), pero cuando la cosa retornó a cifras normales las infraestructuras de todo el entorno inmobiliario habían crecido más de lo necesario y no podían sostenerse a un ritmo más bajo. Las grandes empresas encontraron salidas a su crisis, pero no las pequeñas. Por su parte los trabajadores fueron los más afectados. Por si esto no fuese suficiente, la bonanza había creado anormalidades económicas que quedaban al descubierto en la crisis. Ante las amenazas de huelgas que perturbaran el proceso de recuperación, el gobierno de Felipe González se inventó una ley de huelga en que los servicios mínimos ya no paralizaran más el país. Poco se imaginaban que acababan de decantar la balanza del lado de las grandes empresas que, a partir de aquel momento aprendieron a imponer servicios mínimos que convertían a la huelga en una herramienta inútil.

Aquella crisis del 93 fue breve porque no fue global y los bajos precios de la construcción en nuestro país respecto a la de otros países europeos hizo que muchos jubilados de esos países adquirieran propiedades en nuestro país salvando el mercado antes de lo esperado.

No todo fue tan positivo como cabria esperar porque a aquella crisis, poco después siguió otra internacional que pilló a España sin levantar aún el vuelo. Además, aquella ley de huelga hizo que los trabajadores españoles empezaran a perder rápidamente ventajas sociales que habían costado más de un siglo de luchas. En aquellas fechas el ministro Solchaga impuso unas medidas de choque que perjudicaron muchísimo a los trabajadores, pero que sacaron a nuestro país de aquella crisis. Una vez levantada la situación todos esperaban que, poco a poco, fueran retornando a aflojarse las apreturas de los que habían subvencionado la recuperación, pero los escándalos de corrupción, las campañas de unos medios de comunicación interesados y la poca educación democrática de nuestro país, entregó, en las elecciones del 1996, el gobierno al partido de la derecha más rancia. Y, para muchos, el cinturón ya no se volvió a aflojar jamás.

Si bien en el momento de las elecciones ya se había superado la crisis, la mayoría de sectores no había retornado a la normalidad y el nuevo gobierno aprovechó para endurecer aún más las medidas de Solchaga, pero generando algunas concesiones a los sindicatos para estabilizar la situación social. Entre tanto, aprovechando la creciente inversión extranjera en bienes raíces (jubilados ingleses, turistas y blanqueadores de dinero en su mayoría), se liberó suelo protegido que empezó a hacer crecer de nuevo la maquinaria del sector inmobiliario.

En los siguientes años los trabajadores no tenían con que luchar, pero el pelotazo inmobiliario generó un espectacular estado de bonanza que permitió a los sindicatos aliarse con el gobierno para evitar la aniquilación total de los últimos beneficios sociales que le quedaban a la clase trabajadora. Los trabajadores, además, se tenían que endeudar para poder llegar a los nuevos precios que alcanzaban sus viviendas, lo que permitía a los poseedores de más de una vivienda jugar a la especulación con ellas y acrecentar la espiral loca de ese sector.

Durante ocho años nadie puso freno a la locura del ladrillo y, aunque era obvio que terminaría por estrellarse, el gobierno fomentó más y más el sector.

Nuevamente en 2004, fenómenos ajenos a la economía, llevaron al cambio de gobierno en unas elecciones. Los nuevos gobernantes eran conscientes del problema creado en ese sector, pero a un tiempo quedaron seducidos por el poderío económico aparente que daba al país. De este modo se vieron pillados entre las tendencias para frenar la escalada inmobiliaria y las estadísticas de crecimiento. Por otro lado, desde finales de los noventa, se había producido una escalada de la inmigración, especialmente para trabajar en el sector inmobiliario. Pero, a diferencia de 1992, estos nuevos inmigrantes no eran mano de obra especializada y venían de países a los que no pretendían volver (por lo menos no inmediatamente). El tan cacareado efecto llamada, como llamaron algunos, llenó el país de mano de obra barata que, en demasiadas ocasiones, algunos empresarios sin escrúpulos contrataban ilegalmente. La falta de mano de obra hubiera podido paralizar el sector del tocho, pero gracias a estos pobres inmigrantes deseosos de una vida mejor, muchos siguieron enriqueciéndose a costa de todos.

Así crecía el parque inmobiliario mucho más allá de lo necesario, con pisos de mal construidos, sin aportar nada bueno a las clases trabajadoras y provocando un fuerte movimiento especulativo. Y de la especulación a la corrupción sólo hay un paso que se dio con excesiva frecuencia.

Es obvio que la situación era insostenible y sólo hacía falta un pequeño empujoncito para derribar el castillo de naipes y este terminó por llegar entre 2008 y 2009 en forma de una crisis financiera mundial provocada por el asesamiento financiero del gabinete Bush que permitió auténticos desbarajustes empresariales e hipotecarios.

Ahora estamos inmersos en esa crisis y, a pesar de la gran bajada que han tenido que experimentar los productos inmobiliarios en nuestro país, estamos muy lejos del reventón de la llamada “burbuja inmobiliaria”. Sin duda, el haber llevado el precio de la vivienda al valor real hubiese perjudicado a especuladores y bancos que aún intentan ir frenando la caída a costa de medidas que siguen perjudicando la economía.

Pero el sector inmobiliario no es el que nos interesa, sino la crisis en sí que ha vulnerabilizado un poco más a la clase obrera y ha facilitado que se le amputen más derechos.

Por ahora el gobierno, en sus medidas anticrisis, no ha cargado totalmente en los trabajadores el esfuerzo de recuperación. Sin embargo los sectores neoliberales aprovechan para pedir el despido libre o sucedáneos como la bajada de las clausulas de despido. Entre tanto, los blindajes contractuales de los grandes ejecutivos no sólo no se tocan, sino que siguen repartiéndose unos beneficios obtenidos de lo que se ahorran con trabajadores y pequeños inversores. En estos momentos, esa clase que un día fue llamada proletariado y hoy es la clase media-baja, está totalmente desprotegida y si el gobierno no lo hace, si se deja en manos de teorías idealistas liberales, sus derechos quedarán reducidos a un estado inferior al de los inicios de la Revolución Industrial.

Tal vez ha llegado el momento de implementar algunas medidas que permitan a los trabajadores luchar por sus derechos en igualdad de condiciones que las empresas. Y si no es posible, el estado deberá seguir siendo mediador en todas las disputas y decantándose preferentemente del lado del más débil.

domingo, 13 de septiembre de 2009

¿Ha reventado la burbuja inmobiliaria?


Últimamente son muchos los medios de comunicación y entidades oficiales que insisten en decir que la burbuja inmobiliaria ha explotado. Palabras que no son contrarrestadas ni por inmobiliarias, ni constructores, ni bancos… ni intermediarios. Sólo los ciudadanos dudan de este hecho, sobre todo cuando tienen que enfrentarse a la adquisición de una vivienda. Los precios apenas han bajado entre un 10 y un 15% en el mercado… ¿Es ese el tan cacareado reventón de la citada burbuja?

Hace un año, cuando la crisis aun no nos había enseñado su letal directo de derechas, las calles estaban llenas de carteles de “se vende”. En estos momentos, cuando más de una familia se debe estar viendo obligada a vender su vivienda habitual para sobrevivir, los carteles escasean ¿Por qué?

Si hemos sido testigos, durante más de ocho años, de un complot de bancos, constructoras, inmobiliarias e intermediarios (y algún que otro funcionario corrupto), para crear y mantener una burbuja inmobiliaria que les reportaba pingües beneficios, no sería posible que ahora se estén aliando para que el inminente reventón (yo no creo que haya estallado todavía) no les genere demasiadas perdidas.

En mi buzón aparecen frecuentemente papeles dónde “un particular” está interesado por un piso en la zona. Cuando lo contactas todo son pegas y termina haciéndote una oferta que no alcanza ni el 40% del valor en el mercado actual, después intenta regatear y puede llegar a subir hasta el 60%. Hay se queda, lo que da a entender que el precio real de los pisos es un 40% más bajo que el del mercado actual… Pero esa no es razón para que las ofertas hayan desaparecido de las fachadas, sobre todo cuando los intermediarios siguen marchando casa por casa haciendo esas mismas ofertas ¿Entonces cuál es la razón?

Debo reconocer que algo se me escapa, pero no tengo ninguna duda de que existe alguna clase de fuerza, algún comprador avispado, que se ha hecho con ese material sobrante del mercado y que está logrando que el precio nominal de la vivienda se mantenga artificialmente alto. Incluso en edificios de nueva construcción no se llega a ver aquel antaño habitual “venta de pisos”. Recién acabados muestran sus cristales impolutos, sin manchas de pintura, y sólo en un par de balcones aparece un teléfono móvil o el símbolo de una inmobiliaria, sólo los locales restan eternamente en venta… ¿Qué está pasando?

Pase lo que pase, este es un gran paso a tras. Poner diques ante una riada sin dejar escapar algo de agua, sólo sirve para obtener una explosión más violenta, pero algo más tarde. Si la burbuja termina de estallar justo cuando estemos apunto de superar la crisis, sólo servirá para terminar con nuestros esfuerzos por superarla. Por oro lado, si tiramos abajo ahora todo el mercado inmobiliario, podremos empezar a reconstruir este sector sobre una base sólida y bien asentada. Es curioso que las mismas personas que quieren imponer medidas liberales, como el abaratamiento del despido, para solventar la crisis, sean los que están poniendo trabas al libre mercado inmobiliario durante la crisis. Como cambia su percepción liberal cuando es su bolsillo el que se resiente, ¿no?

El mercado inmobiliario empezó a dispararse en 1994, justo al terminar el frenazo del anterior tirón inmobiliario, el del 92. Al principio, la crisis post-olímpica, que se alargó hasta la primavera del 96, mantuvo esa subida dentro de unos niveles aceptables, pero la salida de la crisis y el aumento de la inversión extranjera (especialmente la inglesa) dispararon el mercado de las áreas costeras primero y el de las grandes ciudades después. Con la llegada al poder del PP se tomaron erróneas medidas que favorecieron a los beneficiarios del sector y se inicio una escalada brutal de los precios y donde los fenómenos de corrupción no dejaron de producirse.

Aparejado a este boom vinieron otros fenómenos aún menos controlados: la demanda de mano de obra muy barata (en ocasiones tendente a la esclavitud) y la subida de precio de las materias primas y el suelo. Esos tres efectos colaterales son, por si solos, tan dañinos como la propia burbuja, así que los analizaremos por separado.

La mano de obra mayoritaria de la construcción fue la inmigración ilegal. Por lo general la inspección laboral fue muy tolerante o no supo frenar una tendencia producto de la alegría de ese mercado laboral. Un mercado laboral que, a pesar de la inmensa demanda, no debía otorgar ventajas a los trabajadores como las obtenidas en el boom del 92. Entre tanto, la contratación de inmigración de todo tipo generó una espiral de efecto llamada de la que sólo se beneficiaban los constructores. Con la caída de la construcción, esa bolsa de trabajadores foráneos quedaba sin fuente de ingresos y se vertían sobre todo el mercado, con las mismas condiciones, lo que producía una paralización salarial y extendía la bolsa de desempleo. Si en su momento se hubiese vigilado a este sector, también en este ámbito, la crisis actual hoy sería más leve.

El boom de la construcción solicitó, cada vez, más y más materiales de construcción, haciendo subir sus precios tan sólo por la ley de la oferta y la demanda. Pero además, no había materiales para todo lo que se construía por lo que al principio se empezó por importar algunos de ellos, sin embargo, pronto la industria aumentó su producción. Puede parecer que si se aumentó la producción también se puede reducir ahora, pero no es tan sencillo. Antes del boom sólo las fábricas de ladrillos más rentables tenían cabida en el mercado, con el boom se abrieron factorías de materiales cuyos costes de fabricación eran mayores sin aportar un plus de calidad. Incluso aparecieron factorías de productos de menor calidad. Así mismo, las factorías ya existentes, rebajaron, muchas veces sus controles de calidad para crear más producción y sobreexplotaron yacimientos de materias primas con un encarecimiento suplementario. Volver ahora a las calidades normales y precios originales no será sencillo.

Finalmente, igual que el que compró una vivienda en pleno boom no se resigna a vender más barato, el dueño de suelo edificable tampoco aceptará menos dinero por su posesión. Si tenemos en cuenta que, por lo general, los dueños de suelo no acostumbran a tener problemas económicos dado que sus ingresos no dependen de ese suelo, será muy difícil que el precio del suelo vuelva a bajar.

Con todas estas premisas, el valor de la vivienda que subió de un 500% a un 600% desde 1994 a 2007, ha bajado ahora de un 10 a un 15%, pero debe bajar aún de un 60 a un 70%, para que se pueda aceptar como reventada la burbuja inmobiliaria. Una vivienda que en 1994 costaba 10.000.000 de pesetas, unos 60.000€ hay, con la bajada actual, cuesta de 260.000€ a 320.000€, cuando su precio debería descender a unos 130.000€.

No, la burbuja inmobiliaria no ha reventado ¿Por qué, entonces, las administraciones se empeñan en decir que sí?

Sólo hace falta ver como protegen las ventas de pisos… incluso sus imágenes. Alguien duda de dónde ha salido esta…

lunes, 25 de mayo de 2009

Optimismo contra la crisis.


Imagen tomada de www.que.es

 

La crisis tiene un sentido más allá del tejido económico. No es que no afecte a las personas en paro o a aquellas otras que, de una forma u otra, han visto alteradas negativamente sus posibilidades económicas. No es eso. Lo que sucede es que la crisis también tiene una dimensión anímica en las personas que no se han visto afectadas. Personalmente sólo conozco dos personas que han quedado en paro en los últimos seis meses, sin embargo, en ese tiempo, conozco ocho casos de personas que les han diagnosticado un cáncer, dos depresiones, una fibromialgia y catorce enfermedades de larga duración. El universo de mis muestras (mi familia, amistades y conocidos) es grande y la crisis económica se ha mostrado de más formas que no sólo el desempleo, pero por encima de todo está ese pesimismo patológico capaz de desencadenar todos los males del mundo.


Estoy… estamos cansados de escuchar a políticos corruptos y ociosos dispuestos a sacar partido de la situación, a economistas agoreros, a empresarios listillos, a liberales descerebrados y a plañideras obtusas que sólo se dejan llevar como marionetas. Estamos cansados, sin saberlo, de que nos impongan un aura negativa a todo cuanto nos rodea, porque sabemos que es una excusa para arrebatarnos lo que nos pertenece.


Alguien, en algún momento y en algún lugar, obró mal con el único fin de enriquecerse. Seguramente ese alguien convenció a otros “álguienes” que siguieron enriqueciéndose impunemente durante bastante tiempo, sin embargo, en un momento dado, un fenómeno no controlado (siempre los hay) cambió el entorno económico y dejo al descubierto los errores de su pretendido gran negocio. Cuando la gran pelota de malas actuaciones quedó al descubierto desencadeno un conato de crisis, una llama que se extendió aprovechando otras bolas de acciones económicas erróneas a lo largo del globo. Y el incendio creció y creció porque los que habían ganado mucho dinero con aquellos fraudes legales, y que ahora podían usarlo para achicar el desastre, decidieron apartarse del mercado y llevarse su… nuestro dinero. Así fue esta crisis como así son todas las crisis y, como siempre, esos mismos que nos han robado, quieren echar mano a nuestros bolsillos para arreglar lo que ellos rompieron.


Hasta ahora, en todas las crisis, eso ha colado y pensamos que otra vez pasará. De ahí nuestro desánimo, nuestros nubarrones en la cabeza, nuestra fuente de desgracias. Y cuando vemos todo negro también todo parece salir mal. Es como una espiral que cae a un agujero sin fondo, un pez que se muerde la cola, un… ¡Basta!


Tenemos que cambiar la inercia de las cosas, contrarrestar a quienes disfrutan de nuestro desánimo y a quienes vuelven a sacar provecho de él. Tenemos que plantar cara a todos esos aprovechados que nos vienen con las mismas apreturas de siempre que, al final, sólo sirven para que ellos se lucren.


Si nos dicen que la solución es la moderación salarial debemos insistir en que la solución es la subida salarial, que sólo ella permitirá cubrir pagar nuestras deudas y poner suficiente dinero en circulación para reactivar la economía.


Si nos dicen que la solución es abaratar los despidos debemos contestar que la solución es encarecerlos porque los malos empresarios siempre acuden a la solución más fácil y después se dan cuenta, demasiado tarde, de que se han deshecho de quienes podían haber salvado su empresa.


Si nos dicen que se ha de inyectar dinero a las entidades financieras para que tengan líquido, se les contesta que el dinero se le ha de dar a los ciudadanos para que paguen sus deudas que, a final de cuentas, es lo que tiene sin dinero a los bancos. Y si un banco así no puede salirse es mejor que quiebre porque seguramente ha realizado operaciones inadmisibles y si se le inyectara dinero sería como tirarlo a la basura porque con el tiempo el problema volvería a emerger y volvería a desencadenar una oleada de problemas.


Si nos dicen que debe implantarse la austeridad fiscal, debemos contestar que hay que cubrir a los perjudicados por la actual crisis y que lo que hay que hacer es aumentar los impuestos a las personas que ganan cantidades abusivas de dinero (grandes ejecutivos y especuladores) porque ellos son los causantes de esta desgracia y poner un fuerte impuesto al suelo ya que su liberación es la causante de nuestra desgracia.


Si nos dicen que es una desgracia que se hunda el mercado inmobiliario debemos contestar que la desgracia fue no haberlo reventado antes de que nos escupiera toda su basura especulativa encima y que ahora, ya demasiado tarde para salvarlo, debe bajar más de un 60% si quiere seguir vivo.


Si nos dicen que debemos ser emprendedores tenemos que estar de acuerdo pero que primero se debe sacar una ley que prohíba los altos salarios que cobran los ejecutivos de las grandes empresas sin hacerse responsables de ni una sola de sus acciones.


Si nos dicen que todo está muy mal… cerremos la mano y apuntemos al cielo con nuestro dedo corazón. Hay que ser optimistas e intentar luchar, con todas nuestras fuerzas contra los que pretenden abrir un enorme agujero bajo nuestros pies.

 

Pensemos que sólo el optimismo puede sacarnos de esta, como de otras, crisis, pero el optimismo no quiere decir que no perdamos nuestra precaución. No dejemos que los especuladores de siempre nos enreden con sus duros a cuatro pesetas... otra vez.

 

sábado, 19 de enero de 2008

¿Por qué no sirven las medidas neoliberales para achicar una crisis?


¿Por qué no sirven las medidas neoliberales para achicar una crisis?



Hasta hace treinta años parecían la fórmula más eficaz y rápida de enfrentarse a una crisis estatal y, a ese nivel, puede que aún lo sea. Los denominados “paquetes de medidas” se centraban en una bajada del precio del dinero, una devaluación de la moneda para facilitar la exportación, reducción de impuestos, reducción del gasto público, subvenciones, flexibilidad laboral y congelación de salarios. La devaluación monetaria implicaba una subida de precios de los productos de importación a la que, por simpatía, seguían los productos nacionales, pero facilitaba la venta al exterior de estos. Estas medidas incidían favorablemente en las empresas, pero a costa de los trabajadores que perdían muchos empleos y veían mermados sus niveles adquisitivos, en algunos casos, hasta el endeudamiento.


Los paquetes de medidas debían encontrar un rápido cambio en la tendencia económica de lo contrario consumía totalmente los llamados recursos pasivos de ese Estado. Un periodo muy largo de aplicación de esos “paquetes de medidas” generaban un empobrecimiento de la población que podían llegar a la ruptura social, por eso se debían rectificar lo antes posible, sin embargo, estas rectificaciones, por parte de gobiernos de esa tendencia, no siempre eran completas. Así, aunque el país no quedara en la pobreza, implicaba la imposibilidad de volver a aplicar esos paquetes de medidas porque ya se había consumido, totalmente el recurso social.


Ya hemos dicho que las medidas funcionan provisionalmente para salvar una crisis estatal, pero que sucede si la crisis es mundial, como lo fue la crisis del petróleo de los años 70. El primer país que aplique esas medidas tendrá una ventaja temporal, pero los siguientes perderán esa posibilidad porque el recurso exterior desaparecerá y, sin embargo, las contraindicaciones del paquete causarán el mismo daño. Ya en aquella época se vio que los estados y empresas que no se comportaron al modo que se consideraba entonces como razonable, son las que mejor paradas salieron. Estados Unidos, a pesar de ser la madre del neoliberalismo, salió fortalecida de la subida del petróleo por dos factores, el hacho de que la mayoría de empresas petrolíferas eran norteamericanas y su poderoso estado se cuidó de mantenerle una situación ventajosa en el planeta; de otro lado fue la dolarización del mercado petrolífero y de las economías de los estados del sur en América que genero una ventaja económica para EE.UU. impresionante. Si el dólar subía o si bajaba siempre implicaba unos ingresos adicionales para el gigante americano frente al creciente empobrecimiento de los estados dolarizados. EE.UU. solventó la crisis con su nuevo colonialismo económico. Por su parte Japón, que se vio muy afectado por la crisis, tuvo un valiente ejemplo de resistencia en Toyota. Mientras sus rivales despedían a empleados de años y años (algo difícilmente asimilable por una cultura japonesa que tiene en la empresa su centro neurálgico), Toyota mantuvo los empleos y siguió su trabajo aunque el producto no se vendiera. Toyota se endeudó hasta casi la quiebra, pero cuando el vendaval pasó, las ventas se dispararon, sólo esta empresa contaba con los productos y los empleados especializados para las nuevas demandas. Su paciencia, durante casi cuatro años, le supuso más de una década de dominio en el mercado automovilístico japonés y un lugar excepcional en el mercado mundial. Ha llovido mucho desde entonces, pero aún hoy tener un Toyota es tener algo más que un coche normal.


En los últimos treinta años se han alternado crisis mundiales y momentos de desarrollo y, poco a poco, se ha ido demostrando que los métodos tradicionales o neoliberales, funcionan cada vez peor y los innovadores y los keynesianos han demostrado su mayor efectividad (aunque más lentos por lo general). El ejemplo más importante es, sin duda, el tristemente famoso “hundimiento de los tigres asiáticos”. El FMI y el Banco Mundial, anticiparon el problema cuando apenas despuntaba, pero se equivocaron en las medidas a tomar. Forzaron a los países afectados a “paquetes de medidas” donde, en último término, era la inversión extranjera suponía la tabla de salvación de esas economías. Sólo China se negó a aceptar esas medidas y, por tanto, la ayuda del BM. Por su parte, Indonesia, rectifico cuando el peligro real empezaba a verse, ambos evitaron lo peor, mientras el primero superó la crisis poniéndose en cabeza de la economía mundial, el segundo evitó el gran desastre que tuvieron que sufrir otros estados.


La gran base de esa tragedia estaba en el hecho de que entre las inversiones extrajeras hay dos tipos (como el colesterol). Las inversiones estructurales que fomentan empresas y se quedan en el país para ver como florecen y crean beneficios. Inversiones valerosas, arriesgadas y que no necesariamente obtienen un gran beneficio… quién va a ser tan tonto de invertir así. Existe otra forma de inversión, la del dinero cobarde, en la forma de préstamos a corto plazo y altos intereses que cuando las cosas no pintan bien dejan de ofrecerse y dejan un enorme vacío en el país en que se ofrecen. Normalmente los estados con economías sólidas cierran la puesta a estos préstamos que terminan por descapitalizar al país, pero son los que las teorías antiproteccionistas y neoliberales aconsejan… y así lo hicieron, por mediación del FMI, en Asía, Rusia, Argentina… los resultados, por diferentes razones, ya los conocen.


Hoy nos encontramos enfrentados a otra crisis mundial donde el petróleo y la subida de los precios de las materias primas y cereales, han sido la base (por el enorme aumento de las compras del gigante chino) y el fallo de las hipotecas estadounidense el desencadenante. En el fondo del tarro guardamos las guerras de Irak, la mala actitud económica de Bush, los esfuerzos de los especuladores en España para que la burbuja inmobiliaria no explote y el agotamiento de muchos pozos petrolíferos. Nuestro país, en los últimos años, ha desarrollado su economía, contra pronóstico, gracias a la afluencia de una enorme inmigración que, por desgracia, ha estado trabajando, a menudo, de forma ilegal. Los empresarios de los sectores de la construcción e inmobiliario han sido los grandes beneficiado, pero ahora que les toca arrimar el hombro se retiran. Primero intentaron invertir en el sector energético, pero la crisis del petróleo les obliga a extender sus tentáculos más allá. Su lógica solución seria las inversiones en el sector tecnológico, pero son empresarios acostumbrados al dinero fácil y este sector implica mucha inversión en investigaciones que no siempre se recuperan, además, prefieren una mayoría de empleados no cualificados donde es más fácil hacer trampa y no descartan llevar sus factorías a países del tercer mundo. Entre tanto, la crisis de la construcción (antes dejar de construir que vender a precios justos), puede dejar una enorme cantidad de emigrantes sin empleo ni modo de subsistencia y para los que el regreso a su país no es una opción. Así, hoy, el castillo de naipes se sostiene sobre un hilo, se ha de ser imaginativo… pero si aplicamos un paquete de medidas… el hilo se romperá.


Mi propuesta para enfrentar la crisis inminente (en algunos países ya ha dado comienzo). Es romper ese hilo, pero habiendo empezado a construir un edificio bien fundamentado a su lado. Si se revienta sin compasión la burbuja inmobiliaria también se atrapará el capital de los especuladores que han estado jugando con algo que es un derecho constitucional y que, por tanto, no ha producido ningún beneficio al país. Sin embargo, si dejamos que la burbuja se mantenga hinchada y sólo soltando gas de tanto en tanto para compensar las fluctuaciones, pero permitiendo que los especuladores rescaten poco a poco su dinero, nos quedaremos sin nada. El desplome de los precios de los pisos romperá con muchas constructoras e inmobiliarias, pero dado que el precio será bajo, volverá de nuevo a crecer poco a poco, aunque sin llegar a los índices actuales, generando oportunidades de negocio más saneadas que las actuales. Por su parte, el control actual, por parte de los especuladores, facilita que las constructoras pequeñas, verdadera base del negocio, agonicen para un mejor control del negocio de las grandes, que pueden invertir cuando y donde les viene en gana. Así mismo, la actual estructura del negocio facilita las corruptelas a todos los niveles, lo que genera un mayor gravamen para el ciudadano de a pie.


Hoy por hoy, la economía española está centrada en el ladrillo que ha superado al estable sector del turismo, ya va siendo hora de que las tendencias inversoras empiecen a ser un poco más originales… igual que nuestras fuentes energéticas.