sábado, 7 de enero de 2017

Trabajo suicida

El presidente de Dentsu, Tadashi Ishii, junto a otros dos altos cargos de la empresa, piden perdón públicamente por el suicido de una de sus trabajadoras por exceso de trabajo. AP   
Imagen y texto de la misma tomados de eldiario.es



Hace unos días The Guardian publicaba una noticia que me hacía pensar:
Uno pensaría, de entrada, que la dimisión de su presidente es lo mínimo que se podía esperar, especialmente si lee el comienzo de la noticia, pero luego, pensando más, uno se hace cruces de cómo se llega, racionalmente hablando, a esa situación. Y, sin embargo, la situación no es tan anodina, ni siquiera fuera del Japón. Precisamente recuerdo el escándalo de los suicidios laborales de Francia, acaecidos poco antes del inicio de esta crisis, que lleva acompañándonos una década ya. En aquella oleada de suicidios, que no fue solo uno, nadie dimitió. Ni siquiera, en apariencia, se tomaron las debidas medidas para cortar la tendencia. Eso sí, hicieron lo posible para que la prensa dejara de hacerse eco de aquellas muertes, aduciendo que las noticias de suicidios animaban a otros suicidas potenciales a seguir el mismo camino. Me pregunto qué entenderían ellos por suicidas potenciales.
A través del escándalo de Francia y recordando a los cientos de otras víctimas que optaron por el suicidio en todo el Mundo, incluido nuestro país; uno se da cuenta de que llegar al suicidio por sobrecarga de trabajo no es tan extraño. En Japón ha dimitido el Presidente de una Gran Compañía, pero en el nuestro jamás ha dimitido nadie por ello. Es más, dudo que, tras un suicidio, se lleve a cabo una investigación laboral que destape los entresijos del avariento sistema laboral establecido por el empresariado español. Es más, dudo que se investiguen correctamente, ni siquiera los accidentes laborales. Al final siempre está el fallo humano, el no recurrir a las medidas de seguridad establecidas, etcétera, pero nadie dirá que el trabajador, agotado mentalmente o extenuado físicamente, olvidó uno de los pasos necesarios para su seguridad. Y, lo que es peor, cuando uno suprime una medida de seguridad más de una vez, sin que suceda nada malo, tiende a saltarse ese paso que implica malgastar un tiempo precioso y no remunerado.
Los sueldos demasiado bajos ya son un fallo de seguridad, pero eso nadie te lo cuenta. Las empresas intentan deshacerse de aquellos empleados que siguen los pasos debidos porque son demasiado caros o tienden a pagar por objetivos en lugar de por horas. Que esto sea admitido es un terrible error, máxime cuando en caso de accidente se libera a la empresa de toda responsabilidad ante el fallo humano. Está claro que anteponer la tarea a su proceso es una decisión empresarial y, por tanto, al reducir lo pagado es la empresa la máxima responsable de los males que de ello se deriven.
Por otro lado, volviendo al tema de los suicidios, no es el exceso de trabajo la única razón laboral de esta lacra mayor de lo que muchos pudieran pensar. Un lenguaje empresarial demasiado eufemístico y plagado de frases “motivadoras”, a menudo encubre un maltrato psicológico a sus empleados, una sobrepresión o un trato desigual, que impulsan situaciones de mobbing, mal clima laboral o competencias nocivas. Y todo ello son razones más que obvias que pueden llevar, en un momento dado, a un trabajador a una situación psicológica de riesgo. Si eso añadimos el actual miedo a perder el puesto de trabajo, estamos sobre un volcán del que estoy seguro que todos conocemos más de una erupción.
Pero tranquilos, señores, que aquí los presidentes de nuestras empresas están totalmente a salvo y nadie los va a obligar a dimitir por unos cuantos trabajadores muertos ni ninguna otra pequeñez de esas.