lunes, 10 de mayo de 2010

LA CORRUPCIÓN DE LOS MERCADOS: EL ESPECULADOR.

En momentos de crisis se hacen necesarios acuerdos entre los diferentes sectores de la sociedad. Nadie duda de que esta crisis ha alcanzado los niveles que ha alcanzado por culpa de unos sectores de la sociedad muy específicos y que, como de costumbre, va a ser muy difícil hacérselos pagar. Aún así hay que tomar medidas “contra” ellos (sí, he dicho contra) para que no se vuelva a repetir.

En esencia, los malos de esta película son los especuladores. Pero, ¿quiénes son los especuladores? Usamos el término de especulador muy alegremente, pero nunca somos capaces de ponerles cara y ojos porque descubriríamos, en demasiadas ocasiones, lo cercano a nosotros que es este individuo.

Hay muchos tipos de especulador. En general nos gusta pensar que este señor es extranjero y que trae su dinero aquí porque va a recibir grandes intereses con muy poco riesgo. Pensamos en los inversores de enormes áreas de casas ligadas a campos de golf, bloques de viviendas en zonas exclusivas de las grandes ciudades… Pero lo cierto es que ese inversor extranjero al que culpamos, no sin cierta razón, lo hace a través de los bancos prestando dinero a los banca de aquí para que invierta en cualquier oportunidad de beneficio que salga. Y ese dinero, en los tiempos de bonanza, formó parte mayoritaria de las hipotecas. La gran ventaja que ofrecía esta inversión en nuestro país es que, a diferencia de lo que ocurre en el resto del mundo, el impago no sólo implica la pérdida de la propiedad por parte del deudor (embargo y desalojo de la vivienda), sino que, además, parte de la deuda sigue pendiente aún.

Pero, dado que este inversor extranjero no actúa directamente sobre su inversión y que sólo hace que contratar un producto bancario que se le ofrece, resulta que no es el tipo de especulador al que nos referimos. Después de todo ¿quién está ofreciendo en realidad ese producto?: “La Banca”. Así pues, la banca es nuestro primer culpable, pero a un tiempo, como depositario del dinero y única institución habilitada para prestar el dinero que hace falta para salir de la crisis, también es una respuesta a la solución del problema. Ante el dilema que actuar “contra” la banca plantea, no es fácil tomar medidas.

En estos momentos la banca, una vez perdida la inversión extranjera, no dispone de suficiente líquido para prestar a las empresas que desean salir de la crisis. Por otro lado, muchos de estos bancos vendieron activos “lentos” al Estado para hacerse con un líquido que han invertido en adquisiciones fuera de territorio español (véase como Santander adquirió grupos financieros en EE.UU. y Reino Unido), lo que constituye un fraude a la economía de nuestro país. Por otro lado, los ejecutivos de esos grupos bancarios tienen salarios y retribuciones varias, muy salidos de los niveles racionares. Un dinero, el que cobran estos ejecutivos, que puede parecer pequeño frente al capital de la empresa, pero que es enorme frente a los salarios que se ahorran en despidos de su personal de base y que, en muchos casos, podría significar el préstamo que salvaría una o varias pequeñas o medianas empresas. Por tanto esos salarios, primas y demás retribuciones a ejecutivos, sobre todo en una época de crisis, resultan una inmoralidad. Esa es la razón por la que el estado pidió a finales del pasado verano su moderación. Moderación que la banca descartó de inmediato… y parece que no se puede hacer nada al respecto, tal es el poder de la banca en nuestro país.

De todas formas, la banca, por volumen especulativo, puede no ser el peor enemigo de la economía. Hay otro tipo de especulador más pequeño, pero que por su gran número es más importante. De cuantas personas no hemos escuchado que adquirieron propiedades inmobiliarias antes de la gran subida y las vendieron después con gran beneficio, o que ahora, aprovechándose de las necesidades de personas endeudadas, adquieren pisos a bajo precio para alquilar, especialmente a emigrantes (a los que se cobra por encima del valor del mercado) o por semanas a turistas “low cost”. Incluso, aunque parezca hipócrita porque es una fuente de inversión empresarial, que me dicen de los que invierten en bolsa y hacen saltar su dinero de oportunidad en oportunidad.

Realmente toda búsqueda del máximo beneficio es especulativa, la cuestión está en delimitar donde está la línea que separa el simple negocio de la amoralidad. Porque, aunque queramos creer lo contrario, todo movimiento de dinero tiene unas consecuencias que no deben ser obviadas y si lográramos unas transacciones más éticas, posiblemente no se lograrían tan grandes beneficios, pero se suprimirían gran parte de los peligras que llevan a una crisis o agravan estas.

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