sábado, 16 de enero de 2010

Municipales olímpicas de Infierno


¿Qué es eso de que Barcelona se va a presentar a los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022? O es que el cambio climático va a hacer que por fin nieve en la ciudad Condal o a alguien se le ha caído un tornillo y está muy mal.

Sí, ya sé que los tiempos han cambiado mucho y entre los transportes, que deduzco se crearán hasta los Pirineos, y los avances tecnológicos que pueden fabricar y mantener hielo y nieve en el mismísimo Dubay, todo es posible. Pero esa no es la cuestión.

Pascual Maragall ya la “cagó” en su día con la historia del Forum, como “el Petit Napoleó”, también el pensó que si se habían podido hacer los magníficos juegos del 92, se podía hacer cualquier cosa... Y se equivocó más que la paloma de Alberti.

Los políticos mediocres creen que son ellos los que pueden organizar unos JJ.OO. o cualquier evento similar y técnicamente es así, pero con ello sólo demuestran su arrogancia y desconocimiento de la realidad. Unos JJ.OO. son mucho más que un tecnicismo, son un sentimiento. Cuando Barcelona acogió los juegos de 1992, el sueño olímpico llevaba creciendo en el corazón de los Barceloneses, de los catalanes y me atrevería a decir que de media España, desde el mismo óbito de Franco... y en algunos casos más tiempo aún, incluso desde los tiempos de la República.

Cuando Narcís Serra pidió la candidatura contaba con un enorme respaldo emocional de toda la ciudadanía. Se podría decir que el acalde no fue más que un intermediario de la voluntad de los barceloneses. La candidatura podía prosperar o no, pero era seguro que aquellos juegos eran nuestros juegos.

Pascual Maragall creyó apuntarse el tanto, aún se cree el alcalde de los juegos, pero a pesar de su personalismo desmesurado, fueron los juegos de una inmensa horda de voluntarios, de una ciudadanía que salía cada día a las calles para ver el colorido emocional y a conocer a sus nuevos invitados que paseaban por las calles con las acreditaciones colgadas al cuello. Igual te hacías una foto con el equipo de atletismo femenino de Antigua, que te pisoteaba el equipo de Bascket de EE.UU. porque no te veían allí abajo. Barcelona fue una fiesta, pero fue una fiesta que se estuvo preparando mucho tiempo antes... incluso antes de aquel: ...”a la ville de Barcelone”.

Señor Hereu, no se haga más pajas mentales, el espíritu olímpico no se puede inventar en un despacho. En un despacho se pueden firmar alianzas, rellenar documentos, tomar decisiones, inventar marcas... pero para conocer que hay en el corazón de los barceloneses se ha de estar con ellos y eso usted hace mucho tiempo que no sabe que quiere decir. Sr. Hereu, estos son sus juegos, no sé si los logrará o no, aunque lo dudo. Pero tampoco me importa demasiado, porque no son mis juegos ni lo son de los barceloneses. Barcelona 2022 no nos hará amigos para siempre, más bien nos hará más tristes que nunca.

El lobby turístico, el que fomentó el AVE por el corazón de la ciudad, se frota otra vez las manos... ¿Qué nos va a costar esta vez hacerles contentos?

“¡Visca Barcelona!”... “Visc a Barcelona”, pero, cada vez más, me encantaría marcharme.

martes, 12 de enero de 2010

Liberalismo: utopía de peaje.


Cuando era joven era liberal. La economía liberal parecía la panacea, la solución a todos los problemas del mundo, pero me equivoqué. No era más que otra teoría perfecta para un mundo perfecto que muy poco tienen que ver con el mundo real. El liberalismo económico se basa en la perfección de los mercados y en un egoísmo racional y solidario de los agentes que intervienen... ¿Y cuándo ha sido racional o solidario el egoísmo?

Para la economía liberal el empresario siempre procura buscar el máximo beneficio de forma directa o quiebra, pero no hace trampas o si las hace se le termina pillando y se le saca del juego económico. Pero qué ocurre cuando no hay empresarios sino ejecutivos que se juegan muy poco aún llevando a la quiebra las empresas que dirigen y cuyo beneficio personal, a menudo, discrepa de esa empresa. Además, las nuevas súper empresas, son tan grandes que pueden cometer enormes errores y prevalecer en ellos sin arruinarse, es más, pueden forzar a que otras empresas de menor envergadura sigan la estela de sus errores bajo la amenaza de verse fuera de ese mercado. Es decir, que los mercados reales están dirigidos y no por las supuestas autoridades sino por las grandes compañías que no buscan el máximo beneficio, como necesita un liberalismo perfecto, sino la máxima ventaja respecto a los competidores y el beneficio personal de los directivos.

Hay que tener claro que para que una empresa cobre mayor ventaja sobre sus competidores, la mayor parte de las veces, los esfuerzos no se dirigen hacia el mayor beneficio sino hacia la creación de impedimentos a la competencia para que ella no pueda obtener ese beneficio. Por otra parte el beneficio de los directivos no sólo no está ligado al de la empresa sino que además, la mayor parte de veces está muy lejos de este.

En el sistema económico real, pues, el liberalismo es una utopía que de pretenderse llevar a cabo ofrece unas ventajas a esos tramposos del sistema que genera desastres en cadena de gran envergadura, tales como la especulación, que terminan por arrastrar a todos los mercados a puntos sin salida donde los cambios traumáticos para regenerar la economía son obligados: crisis.

Una vez establecida una crisis hay muchas formas de encararla y nuevamente las medidas liberales parecen las más lógicas, pero es ficticio. Toda crisis obliga a la regeneración de todas las estructuras, sin embargo las de los tramposos del sistema siguen indemnes, así que la aplicación de esas medidas sólo implica el sacrificio de unos pocos para cimentar una nueva crisis en el futuro.

Dicen que una gripe sin tratar invalida a un individuo durante una semana, pero que si trata sólo lo hace durante siete días. Eso mismo sucede con esas medidas liberales, con una clara diferencia, las medidas liberales ponen el termómetro en la boca de los grandes ejecutivos y la aplicación de otras medidas más... sintomáticas, se lo pone en el culo ¿Qué medidas creen que preferirán?

Para muestra un botón. Si aumenta el paro qué solución propondrán, pues abaratar el despido, cuando lo lógico sería abaratar el empleo.

El liberalismo es una gran filosofía económica, como también lo es el comunismo, pero ambas fallan en el momento de su aplicación porque están ideadas para sistemas perfectos que no pueden existir en la realidad. Ambas, habida cuenta el elevado precio que nos cuesta a los ciudadanos de a pie su aplicación, resultan ser utopías de peaje.

domingo, 10 de enero de 2010

¿Es hoy más difícil ser emprendedor?


Cuando se monta un negocio o una empresa hay que hacer un plan de negocio. En ese plan se deben establecer las necesidades para el establecimiento de ese negocio y los gastos que suponen, así mismo se deben tener en cuenta las tasas e impuestos para, en último término, calcular el precio de coste total del producto a vender. De ahí conoceremos el valor mínimo al que podremos vender nuestros productos.

En el mismo plan de negocio se debe hacer una especulación fundamentada de la venta de nuestros productos, de este modo partiendo de lo anterior y calculando nuestras necesidades de beneficio, obtendremos el precio al que deben salir a la venta nuestros artículos. Cualquier fallo de cálculo podrá dejar sin sentido el resultado final, pero la falta de una base sólida para esos cálculos es el principal problema con el que se encuentra todo el que inicia un negocio.

Antiguamente era más fácil, si tenía un local en lugar determinado y veía a sus vecinos obligados a realizar largos trayectos para la obtención de un producto determinado, era señal de que la venta de ese producto allí podía ser beneficiosa. Panaderías, carnicerías, pescaderías, papelerías, kioskos… los negocios de barrio funcionaban siempre que no apareciera alguien haciendo la competencia y nos superara en aptitudes para el negocio. También entonces las soluciones eran fáciles: se podía mejorar el negocio, cambiarlo, trasladarse o sucumbir. En cualquier caso uno tenía capacidad de elección y el barrio no perdía nada en ningún caso, sólo podía ganar. Pero con la aparición de las grandes superficies todo cambió. Estas habían visto como la gente se trasladaba a los ejes comerciales de las grandes ciudades, de vez en cuando, porque había mucho más donde elegir, sin embargo pocos podían hacerlo por medios propios y los transportes públicos limitaban el transporte de las compras. Con esta idea fija los primeros centros comerciales se ubicaron fuera de las ciudades, con grandes plazas de aparcamiento y, generalmente, poniendo una línea de autocares gratuita desde el centro de la ciudad hasta el centro comercial. Primero parecía que no saldrían adelante pues debían superar una inercia del mercado muy importante, pero pronto, con algunas adaptaciones por parte de estos centros, fueron robando cuotas de mercado a los demás.

Al principio aquello supuso una competencia casi igualada entre los mercados de barrio, las tiendas de barrio, los ejes comerciales y los centros comerciales; pero los precios y los cambios de hábitos en la vida de las personas, que cada vez tenían menos tiempo libre, empezaron a decantarse del lado de esos lugares donde además te facilitaban las bolsas (que luego usabas para la basura). Mientras los ejes comerciales, por su mayor variedad de productos, aguantaron, las tiendas de barrio no pudieron competir. Pero cuando esa pérdida ya se había producido, las mismas cadenas de tiendas de los centros comerciales empezaron a invadir los ejes limitando la oferta. Hoy es muy difícil encontrar zapatos o ropa diferente de la que nos ofrecen los grandes comercios. De hecho tenemos que elegir entre marcas fabricadas por trabajo “malpagado” o infantil, realizado en algún obscuro país del tercer mundo, o productos sin marca y fabricados con materiales de baja calidad. Todo aquel producto intermedio que solía tener mejor diseño y calidad que las marcas ha ido desapareciendo porque no encuentra puntos de venta y son empresas que han cerrado sus puertas o se ha vendido a las grandes multinacionales que a su vez trasladaron la producción al tercer mundo.

El triunfo de los centros comerciales los convirtió en centros oligopólicos ya que además de eliminar una forma de venta (la de los comercios de barrio), también eliminó la variedad de los ejes comerciales. Ahora vayas donde vayas sólo encuentras unos productos caros e indeseables que ni nos son útiles ni nos gustan. Creo que la mano invisible de Smith nos la han cambiado por la mano tonta de Pijote.

Esto que vemos en el comercio local también se está dando a otros niveles. Roosevelt ya se dio cuenta de este peligro que se originaba en las grandes multinacionales y que creaban un mercado dirigido donde no existía una verdadera competencia, por eso cargó contra Rockefeller y obligó a dividir su “Standard Oil” entre las siete hermanas. Fue una difícil y costosa mediada para procurar salvaguardar el libre mercado, pero fue una medida temporal. En aquel momento fueron muchos los que culparon a esa tendencia oligopolística la causante del Crash del 29, pero más allá de la división de las empresas de Rockefeller, muy poco más se hizo. Así, a lo largo de los años, las grandes multinacionales han nacido y crecido fagocitando a la competencia, aún más desde el nacimiento de la OMC. Los grandes ejecutivos se han puesto el traje de liberales y han fagocitado a su antojo a las medianas y pequeñas empresas con capacidad para triunfar y a las que no han podido absorber las han arruinado con prácticas poco éticas.

Con este papelón hemos llegado a la segunda década del tercer milenio con una dificultad infinita para crear un nuevo negocio y sabiendo que si los grandes oligopolios detectan nuestro triunfo en las primeras etapas, nos pisarán y exterminarán. Nosotros, como responsables de nuestra pequeña empresa, responderemos con nuestros capitales personales, pero si nos erigimos en un David capaz de desbancar al Goliath de turno, los ejecutivos que ordenaron nuestra ejecución, dejarán su arruinado gigante con un maletín en la mano lleno de millones. Despues de todo, para estos individuos, tampoco son importantes sus propias empresas, sino su propio beneficio. En cambio, los empleados, accionistas y clientes de esa gran empresa quedarán desasistido y perderán todo. Las leyes de ningún país hace responsable a los grandes ejecutivos de sus decisiones dañinas, el resto de ciudadanos cargarán con las pérdidas.

Cada día que pasa es más difícil ser un emprendedor porque cuanto más se liberan los mercados menos libres son, hemos pasado de las normas gubernamentales a las normas de un mercado corrompido por los grandes ejecutivos de las grandes empresas.

domingo, 3 de enero de 2010

El recurso del PP contra el Estatut



1. En el apartado de definición de lo que es Catalunya según el Estatut dice que esta es una "Nación", el PP, cómo no, dice que no hay más nación que la española, cosa que en la constitución del 78 ya se tuvo mucho cuidado de no poner. A pesar de las presiones de Fraga, se logro que siempre se utilizara la palabra Estado para recalcar la realidad plurinacional de España, únicamente se resbala al hablar de "soberanía nacional", un desliz que no tiene por qué impedir la denominación de nación catalana. Por si esto no fuese suficiente, el estatuto andaluz, del que tan orgulloso se siente este PP anticatalán, reza que "Andalucía es una realidad nacional", es decir, prácticamente lo mismo que repudia del Estatut catalán.

2. El Estatut catalán osa hablar de las inversiones del estado y que deberán realizarse según el PIB, es decir, siguiendo un procedimiento liberal que fomente el aumento del PIB en todas las regiones, lo que por ende aumentaría la recaudación global del Estado. En teoría es lo que defienden los preceptos económicos del PP. Pero como lo pone el Estatut catalán denuncia ante el TC bajo la argumentación de que... "Toda discriminación positiva es inconstitucional". Por supuesto, su enorgullecedor estatuto andaluz dice a ese respecto que las inversiones del estado se llevarán a cabo en base a la población. Es obvio que la discriminación positiva de este otro estatuto es más descarada aún, pero además sólo fomenta la procreación, Tal vez hubiese sido mejor que hubiesen puesto directamente "¡follad, follad malditos!" ¿Estará la iglesia detrás de este artículo?

3. En el articulado respecto a las competencias dice que estas se dividirán en exclusivas, compartidas y ejecutivas, según el PP esa división invade las atribuciones del Estado (aquí si es Estado el español, creo que no vieron Barrio Sésamo cuando tocaba). Pero esto sólo es así en el caso del Estatut ya que Andalucía copia este artículo casi literalmente y allí no es anticonstitucional, ¿por qué?

4. En el articulado sobre los nuevos derechos hubo mucho revuelo a la hora de aprobar el Estatut, precisamente porque Unió, de Convergencia i Unió, ponía muchas pegas a todo lo que se separaba de los preceptos religiosos, no en vano son el principal partido Democristiano de España. Se intentó eliminar la enseñanza religiosa y abrir una puerta a la eutanasia, pero Unió bloqueó esos posibles acuerdos llevándolos a una ambigüedad que casi los invalida. Al final se habla del derecho a una enseñanza laica y a una muerte digna sin especificar. Curiosamente el estatuto andaluz goza de más libertad en la promulgación de ese articulado aunque al final se limita a una mera copia del catalán. Sin embargo el PP sólo tacha de inconstitucional al primero.

5. En el apartado de relaciones con el Estado se habla de una comisión bilateral Generalitat-Estado y el PP juzga como inconstitucional esa comisión, pero en el estatuto andaluz también se habla de una comisión bilateral Junta-Estado y ahí no es inconstitucional, ¿por qué?

6. Finalmente en el apartado de justicia catalanes y andaluces hablan de la creación de un consejo de justicia propio y, mientras el catalán, para el PP, rompe con la unidad de la justicia, el andaluz no. Curiosamente en ningún apartado de la constitución española habla de unidad de la justicia, sino de la independencia de esta, cosa que en el TC, como ya sabemos no se cumple. La trampa está aquí porque son los jueces los que tienen afectación personal sobre el tema y el PP espera que el TC, por cuestiones meramente personales de sus miembros, dañen la carta catalana.

Estas son las bases anticonstitucionales con las que el PP quiere que el TC ampute el autogobierno catalán. Todo es producto de unas ambigüedades y el revanchismo de un partido que jamás pudo meter cabeza en el territorio catalán. Y es que los catalanes, según parece, son los únicos que no les perdonan ser los herederos del franquismo radical. Ahora veremos qué clase de viento mueve las hojas de la judicatura española y del TC. Ahora veremos si de verdad tiene futuro el Estado español o es un mero parche como empieza a intuirse. En manos del TC no está sólo el Estatut, está también la credibilidad de un proyecto mayor ¿Es "justo" que sea el poder más alejado del pueblo el que determine el futuro de España? Porque ya sabemos que los recursos del PP no se sostienen bajo la luz literal de esa ley que llamamos Constitución, pero la justicia la imparte cada uno de los individuos que sustentan ese poder y en sus manos está el futuro dictamen. Nunca tan pocos pudieron joder a tantos con tan poco.

viernes, 1 de enero de 2010

Justicia y ley


Este es un tema que acostumbramos a dejar en manos de los profesionales: jueces, abogados, fiscales... Sin embargo no tenemos dudas en comentar nuestros prejuicios y nuestras discrepancias sobre los dictámenes, pero las cosas no son realmente así.

El diccionario tiene muchas definiciones para cada una de estas dos palabras, pero, con respecto a justicia, me quedaré con aquella que dice que es la virtud que nos inclina a dar a cada uno lo que le pertenece. No parece que esta definición necesite de grandes atributos ni profesionalidad para llevarlo a cabo, no obstante, la palabra "justicia" ha llegado a definir a todo ese "Poder Judicial" (el tercer poder) tan profesionalizado y tan hermético demasiadas veces.

La ley es algo más obvio. Todos imaginamos, tras esa palabra, una inmensidad de libros con códigos, civiles, penales, mercantiles... La ley precisa de doctores en la materia que sepan interpretar la existencia o no de delito, a aclarar si las acciones de personas físicas y judiciales se atienen a derecho. La ley llevada a sus límites necesita de los jueces que dictaminen... ¿qué dictaminen justicia?

Tenemos, pues, un problema lingüístico de bulto. Si miramos un diccionario de sinónimos, justicia y ley no lo son y, a pesar de ello, damos por hecho que ambas van de la mano. Entre los sinónimos de justicia hayamos "legalidad", pero entre los de ley sólo objetos que determinan una norma, un camino a seguir o un camino prohibido. Así pues, la ley debe ser clara y está reglada en uno o diversos códigos estrictos: estatutos, códigos, reglamentos... puede interpretarse, pero la norma ya existe y sólo puede cambiarse mediante una serie de procedimientos que también están reglados. La justicia no.

De justicias hay tantas como personas y de nada sirve que exista un juez para dictaminar sobre ella ya que, por mucho que se empeñe, sólo dictaminará en base a una ley (en el mejor de los casos), pero su justicia será tan personal como si el dictamen lo hubiera realizado un cabrero analfabeto desde la cumbre de una montaña. Ambos dictaminarían con la misma justicia: la del individuo.

Porque la justicia es una virtud inherente al individuo, pero que muta con sus experiencias y su capacidad de pensamiento. ¿Cómo puede entonces un juez separar al servidor de la administración del individuo que siente y piensa?

Cada día vemos como se interpreta la ley en los juzgados por personas que tienen brazos y piernas y, lo que es peor, vivencias anteriores, creencias políticas y religiosas... que tienen prejuicios que podrían invalidarlos como jueces. También vemos como los tribunales superiores tienen más de un juez y que estos discrepan entre sí. Y lo que es más hiriente, ahora vemos como el Tribunal Constitucional, que tiene que interpretar las directrices del legislativo y el ejecutivo y, por ende, las de todo un Estado. Así tenemos a un grupo de doctores de la ley, llenos de prejuicios ideológicos y que tienen muy poco que ver con el pueblo sobre el que van a influir, dirimiendo el curso de sus vidas.

Dicen que en los estados democráticos los poderes legislativo, ejecutivo y judicial son independientes y no interfieren unos en los otros. También dicen que los tres emanan del pueblo. No sé si eso es justo, pero presiento que nunca lo sabremos, porque conocemos la ley, pero no podemos conocer más que una justicia (la nuestra) y, de tanto en tanto, algún dictamen judicial que no veremos obligados a acatar, pero del que seguro discreparemos, pero no por ley... sino por justicia.

Para acabar les dejo una pregunta: ¿Cuál de las dos es más ciega, la justicia o la ley?