domingo, 11 de diciembre de 2016

Ya no cambian la historia... Nos cambian el presente


El Papus 20 de Septiembre de 1977, Abogados de Atocha 24 de Enero 1977...

Estos dos casos, que explican claramente el estado en que muchos votaron a favor de la "Constitución de 1978", solo fueron excepcionales por su tamaño. A diferencia de ETA y el Grapo, el terrorismo de ultraderecha daba mucho más miedo porque la víctima podría ser cualquiera que se saliera de la mediocridad opiácea que exigía la doctrina franquista. En cambio ETA, aunque había aprendido a no preocuparse por las víctimas y daños colaterales, siempre apuntaba a la oligarquía imperante, y en el peor de los casos era más democrática con sus carnicerías.

Después de aquello, la Triple A, el Batallón Vasco Español y los Grupos Armados Españoles, provocaron 74 actos terroristas, con 66 muertos, pero solo en 33 se abrieron diligencias policiales y solo 17 acabaron en sentencias firmes.

Desgraciadamente, los crímenes de la ultraderecha no se limitaban a esos grupos terroristas y, en demasiadas ocasiones, la más que probable colaboración de elementos de los cuerpos de seguridad del estado, garantizaban una aterradora impunidad para los criminales. De hecho, muchos crímenes llegaron a no aparecer en la prensa, o hacerlo solo a nivel local y hasta los hay que pasaron por accidentes. Porque el terrorismo de ultraderechas no quería desestabilizar una situación política que le era favorable, por eso solo debía aterrorizar de forma selectiva a los grupos con pensamientos alternativos, el público en general no debía sentir su presencia. Precisamente eso fue lo que hundió, años más tarde, al GAL. Una vez se convirtieron en portada de la prensa, ya no aterrorizaron solo a sus víctimas potenciales sino a toda la sociedad, y entonces los cuerpos de seguridad del estado se vieron obligados a intervenir.

Ahora parece bastante difícil bucear en el pasado para descubrir todas las historias que nos cuentan la realidad de pasado reciente, que muchos vivimos, y cuyos recuerdos chocan frontalmente con la historia oficial que nos venden. Afortunadamente, hasta hace poco menos de una década, muchos autores se atrevieron a escribir cientos de libros a los que nadie prestaba demasiada atención, cuya venta resulto un negocio ruinoso, pero que hoy nos permiten rescatar los apartados documentales de un pasado que sí es el que recordamos. En mis manos, en estos momentos (mientras escribo esto) tengo "El MITO de la Transición" de Ferran Gallego, publicado ya en 2008, y que nos habla del periodo que va del declive del propio Caudillo, hacia 1973 y hasta los albores de la Constitución en 1977.

Pero qué podíamos esperar de un país que siempre ha ocultado su  verdadera historia, ya sea para no avergonzarse de la realidad o para manipular “patrioteramente” a sus individuos, hasta el punto de crear un Instituto Histórico dedicado exclusivamente a ese fin y en el que la manipulación chapucera de documentación histórica era una de sus características principales.
Desgraciadamente, para algunos de nosotros, la mentira que se nos está contando es muy evidente porque nosotros lo vivimos y, obviamente, no era así.

Ya no cambian la historia... Nos cambian el presente.