martes, 15 de octubre de 2013

Opacidad presupuestaria

                                            OPACIDAD PRESUPUESTARIA



La falta de transparencia de las administraciones es un lastre que nos impide salir de la crisis. No porque sea la causa de nuestro problema (que indirectamente sí lo es), sino porque nos impide evaluar la profundidad del mismo y anticipar que efectos tendrían la aplicación de según qué medidas.
Europa lleva muchos años demandándonos esa necesaria trasparencia y nuestros sucesivos gobiernos les prometen que sí mientras hacen juegos malabares para lograr que todo siga igual. Y entre tanto, la ciudadanía pagamos las consecuencias de tan meditada desidia.
El bipartidismo funcional del Estado, tal y como ocurrió en tiempos de los Liberales de Sagasta y los Conservadores de Del Castillo, es una fuente de corruptelas que maniatan a las administraciones. Bajo estas premisas es fácil pensar que el aligeramiento administrativo de las estructuras del Estado, a base de suprimir funcionarios, puede ser la solución, pero en realidad es una puerta abierta a una corrupción mayor.
La supresión de puestos funcionariales supone la ocupación de los puestos por asesores y cargos a dedo de los propios partidos políticos que se alternan en el poder. De este modo se genera una politización partidista de las administraciones que entonces, no solo anquilosa el sistema, sino que termina desviando fondos casi sin pretenderlo, de las rutas necesarias a las más funcionales para los partidos que en cada momento ostentan el poder.
No es raro, pues, ver que en Europa, por lo general, son los países acusados de mayor corrupción, los que tienen los porcentajes de funcionarios, respecto a la población, más bajos.
Austria podría ser la excepción al tener un funcionario por cada 17,1 habitantes, pero a continuación están Italia cada 16,57, Portugal 16,41, Chipre 15,50 y España 15,02. Nuevamente Alemania, con 13,66, sería una excepción relacionable con la tradición de austeridad germánica.
Por otro lado, son los países más comprometidos contra las prácticas corruptas y, en general, con un mayor nivel de vida, los que poseen más funcionarios. Así tenemos a Dinamarca con un funcionario cada 5,82 ciudadanos, Suecia 7,22 y Finlandia 7,98. Sin embargo, mantendremos en observación los países que siguen a continuación (las tres repúblicas bálticas), hasta que poseamos más datos.
Es de suponer que el número de funcionarios, no es algo decisivo, sin embargo es algo a tener muy en cuenta. Y en el caso de España tendremos que relacionarlo con el exceso de cargos políticos no electos, asesores y, en general, empleados de las administraciones que no son funcionarios y son puestos a dedo.
Otro de los detalles que enervan hasta la saciedad en está inercia de opacidad política, es la opacidad en la elaboración de presupuestos. Por lo general se elaboran unos inmensos libros de datos, pero de los que es imposible extraer los flujos económicos, quedando sin definir los orígenes y, al final, incumpliendo los destinos porque las cifras terminan por no coincidir.
Lo primero que habría que preguntarse es por qué se terminan aprobando siempre estos presupuestos en sedes parlamentarias, y la respuesta es sencilla... demasiado sencilla: los presupuestos son aprobados por una mayoría parlamentaria que negocia en base a unos puntos determinados de esos presupuestos, pero sin entrar en el cuerpo económico de los mismos que es idéntico desde hace décadas por mucho que el país haya cambiado. Así, pues, siempre nos quedará la duda de a dónde va realmente todo ese dinero que constituye el grueso presupuestario.
Sin embargo, después, esos mismos presupuestos, terminan pormenorizando hasta los céntimos de los nuevos terrenos a los que realmente tienen que dar respuesta, y es así como se construye la exagerada profusión de apartados que convierte a estos presupuestos en una obra enciclopédica.
¿Nunca nadie ha pensado en hacer una división presupuestaria convirtiendo cada departamento, cada ayuntamiento, cada autonomía, en un conjunto de entradas y salidas imbricadas las unas en las otras, de forma que pudieran verse las cifras no coincidentes? Claro que no. Eso supondría tener que cambiar un manual de estilo que hoy hace que los presupuestos se escriban solos sin tener que justificar realmente el cuerpo central de los mismos.
Nosotros en nuestros hogares conocemos hasta el último céntimo que entra y que sale, y crean que hacer lo mismo en las administraciones no sería muy difícil, solo costaría trabajo. El trabajo de unos funcionarios de carrera a cargo de los cuales ningún partido en el poder quiere dejarlos. Sumen ustedes mismos dos y dos... y que conste que no hablamos de dinero.
El último eslabón de esta cadena oxidada es el Tribunal de Cuentas del Estado que, según creo, está analizando en estos momentos las cuentas de hace siete años. Realmente un tribunal inútil, dado que cualquier delito importante relacionado con las cuentas del Estado, prescribe a los cuatro años. De todas formas dará igual porque ellos mismos son incapaces de deshacer el nudo gordiano que hay en el interior de esos presupuestos y, por tanto, también en los resultados contables posteriores. Para más INRI, este inservible tribunal de cuentas tiene una enorme asignación de recursos financieros dentro de esos mismos presupuestos... ¿Creen de verdad que entre bomberos van a pisarse la manguera?
Así pues, de los valores contables ofrecidos por el Estado no podremos fiarnos nunca. De ellos solo podremos saber unas pocas cosas. Sabremos el dinero que los quitan y que nunca es el que ellos dicen, si no el que a nosotros realmente nos duele al salir de nuestros bolsillos. También podremos conocer el que vamos a recibir y que siempre es inferior al presupuestado. Y finalmente, podremos tener la seguridad de que en ese enorme agujero negro que es la administración central, se ha perdido gran parte de lo que tantos esfuerzos nos costó, pero que realmente no será de provecho para nada útil.
Y este es el drama de la falta de trasparencia. Pero el drama de esta realidad es que, aunque sea a menor escala, esta misma tradición se está trasladando hacia el resto de administraciones y empezando por un ente no menos absurdo y anacrónico como el de las diputaciones provinciales.
No sé si algún día saldremos de esta crisis, pero la trasparencia sería un paso muy importante para lograrlo.
Entre tanto, para cualquier tema, toda afirmación en un sentido u otro es indemostrable si entra en juego el tema económico. Incluido el de la Independencia de Catalunya. Con las actuales informaciones económicas es imposible que nadie establezca planes de viabilidad o de inviabilidad... pero lo peor es que, en caso de que Catalunya optara por no independizarse existe exactamente la misma información para confirmar si eso es viable o inviable. Y el que pretenda hacer afirmaciones rotundas, en un sentido u otro, miente. Así que, en último lugar, a los catalanes (como al resto de españoles) solo les queda hacer lo que les dicte su corazón.
               


jueves, 10 de octubre de 2013

¿Fachas? ¡No , gracias!


En Barcelona el 12 de Octubre es uno de esos festivos de libre disposición por parte de los comerciantes en que estos pueden abrir, pero de año en año son cada vez menos los que abren. La cuestión es que los comerciantes pueden tener mucha disposición, pero no así los ciudadanos que evitan, en la medida de lo posible, salir a la calle ese día para evitar encontrarse con las hordas llegadas allende de toda España con el único fin de gamberrear y cometer tropelías en la Ciudad Condal, enfundados en una sabana con símbolos “preconstitucionales” (fachas para quien no le vayan las ambigüedades literarias).
De este modo, lo que tenía que ser un día de negocio igualitario, a pasado a serlo solo para las grandes superficies que se pueden permitir un sistema de seguridad propio que ahuyente a los fachas violentos de sus comercios.
En los últimos años la presencia de los Mossos d’Esquadra ha evitado grandes desmanes, sin embargo esta vez, con una exagerada y poco adecuada presencia de Policía Nacional, no dudamos que los grupos antifascistas, en especial los de origen anarquista (sustrato natural de esta ciudad), saldrán a hacer frente a posibles grupos de fachas provocadores. Espero equivocarme, pero si sale la Policía Nacional a las calles (con su parcialidad desmesurada), el caos puede estar garantizado. Creemos que el Gobierno Central, con esta actitud tan poco ecuánime y tan irracional, solo pretende desestabilizar la paz ciudadana que reina provocadoramente en una Catalunya altamente reivindicativa.
Así que, si el sábado pasa algo, pregunten a Fernández.

La imagen que aparece en este artículo, como no, está extraída de “El Jueves”.

martes, 1 de octubre de 2013

Pescar la Independencia








Cuando era un chaval mi tío me enseñó a pescar. Me enseñó a montar la caña, el sedal, los plomos y el anzuelo. También me explico cuando era necesario poner la boya y cuando no. Como todo chaval, solo me sentí interesado por la pesca con las cañas más grandes. Porque en ellas se armaban los anzuelos mayores que era sinónimo de peces más grandes. Pero solo una vez viví el ejemplo de pescar un hermoso pez de más de dos kilos. Aquel día me enseñó la verdadera técnica de la pesca cuando el pez, que está en su medio natural, posee una gran fuerza.
Lo más importante para el pescador es que el pez no se suelte del anzuelo, pero en contrapartida esté se moverá agresivamente para desprenderse de él. Por ello, el pescador deberá dejarle sedal y permitir que este se mueva sin pegar tirones. Cada vez que el pez se siente liberado sin estarlo, el pescador debe recoger hilo hasta tomar contacto con el pez. Sin duda, la molestia de este tirón, en que el pescador puede ganarle algún metro de hilo, hará que el pez vuelva a moverse violentamente y, de nuevo, el pescador deberá ceder hilo a fin de que este no tironee.
Este proceso es una prueba de paciencia para el pescador que durante un buen rato cederá mucho más hilo del que recuperará. Pero poco a poco el agotamiento irá venciendo al pez y este estará más cerca de ser pescado.
No fue el caso de mi tío cuyas cañas de playa solo estaban pensadas para doradas y lubinas, pero la pesca en alta mar, donde pueden atraparse, con los aparejos adecuados, peces mucho mayores que el propio pescador, no difiere demasiado en cuanto a la técnica. El problema aquí es que los aparejos han de ser más fuertes y la paciencia y habilidad del pescador mayores.
Personalmente, jamás he podido poner en práctica lo que me enseñó mi tío, seguramente erré en alguna de las primeras lecciones que me enseñó, porque nunca he logrado que pique un solo pez, así que difícilmente podía poner en práctica la técnica descrita.
Después de años de frustraciones marinas, creo que he encontrado el tiempo y el lugar donde aplicar las técnicas con que me adiestró mi tío.
El gobierno español es un gran pez, un gran tiburón blanco o posiblemente una cría de Magalodón enfurecida. Nuestra pesca ha de consistir en lograr independizarnos de su tiranía. La caña y el anzuelo hace tiempo que alguien las puso en juego y el gigante, hasta ahora, se ha movido sin problemas con el anzuelo metido casi en sus entrañas alimentado con trozos de nosotros mismos sirviendo a un tiempo de cebo y alimento. De como dirimamos el proceso de pescar nuestra independencia, dependerá que la logremos o que el monstruo nos coma para siempre. Puede que nadie se haya percatado de ello, pero esta vez la lucha es a muerte y, en este ámbito de cosas, hoy por hoy, se juega más el pescador que la presa. Porque de tiburones aún quedan, pero este pescador es irrepetible.
Y el monstruo se agita salvajemente, se alimenta del brazo de nuestra cultura, de los impuestos, las pensiones, la educación, los derechos elementales, la sanidad... y encima se atreve a insultarnos, a enviarnos sus sicarios para apalear a nuestros hijos, nos obliga a marcar nuestro territorio con sus símbolos y nos acusa de incumplir la ley del mar, donde el pez grande se come al chico. Pero nosotros debemos darle sedal y marcar un límite en el carrete... ¡Hasta aquí! Y después dejar un poco más para que el bicho se calme y... entonces tirar... tirar tan rápido como podamos, tan fuerte como se nos permita, hasta obligar al monstruo a moverse sin sentido y ... entonces darle de nuevo sedal y que cometa sus nuevos errores, pero ya no debemos alimentar más al monstruo. Dejemos que diga lo mal que estaremos lejos de sus fauces y fuera de la seguridad del mar; dejemos que muerdan a Gibraltar y a Gran Bretaña, que se pongan en ridículo, que muestren su saña a los pocos que aún creen aquí en el bicho... que se muerdan la cola... Y en el próximo tirón tal vez lo saquemos hasta la orilla.