domingo, 2 de junio de 2013

Pragmatismo de derechas, idealismo de izquierdas.


Siempre decimos que las derechas se diferencian menos entre sí que las izquierdas… ¿De verdad? Yo no creo que tengan tanto en común un neocon, un fanático ultracatólico, un patriotero franquista, un arribista, un monárquico, un populista centralista, un neoliberal o un burgués tradicional periférico… y sin embargo todos ellos caben en un solo partido o en partidos dispuestos a pactar en los momentos más absurdos.
Ya nadie se acuerda que en 1996 Aznar, un populista centralista procedente del neofranquismo, pudo ser presidente gracias al apoyo de PNV y CiU, partidos de la burguesía periférica a los que el primero acusaba de nacionalistas. Pronto se olvidaron de aquellas consignas gritadas de “Pujol, cabrón, habla español”. Tras el pacto el líder catalán se mostró satisfecho con la colaboración del líder popular y este llegó a decir que “hablaba catalán en la intimidad”. Supongo que con ese acento tejano que le es tan natural.
¿De verdad se imaginan a Cayo Lara pactando con Jorqueras para gobernar España? Puede que me equivoque, pero estoy convencido de que, incluso en Catalunya, ICV-EUA (los socios catalanes de Cayo Lara), mantienen unas enormes diferencias con ERC o las CUP. Veo difícil que en unas elecciones nacionales se presentaran juntos. Sin embargo todos están de acuerdo de que los ciudadanos son lo primero y que, si los catalanes desean un referéndum por la independencia, lo más democrático es que lo tengan (lo que luego defiendan en ese referéndum creo que es lo de menos). Pequeñas sutilezas en el camino a tomar hacen imposible esa coalición.
De hecho la culminación de esa postura tiene un ejemplo muy notable en la escisión sufrida hace ya algunos años en ERC cuando Àngel Colom, exsecreatrio general, decidió partir y crear el PI junto a la también disidente Pilar Rahola. Claro que alguien podría hablar de mero personalismo en esta iniciativa. Pero en la escisión más reciente que termino con la creación de los partidos paralelos Solidaritat y Agrupació, el personalismo era lo de menos porque sus programas, aunque similares, daban mucha importancia a las sutilezas que los separaban. Pero el ejemplo no acaba aquí, sino que, antes de las pasadas elecciones, los tres partidos se reunión para llegar a un acuerdo que les permitiese presentarse a las elecciones en conjunto y no perder fuerza. Fue un desastre, las sutilezas se habían tornado insalvables. Es más, algunos miembros de Agrupació, en el colmo del absurdo, decidieron que no se presentarían a las elecciones, pero que propondrían a su electorado que votasen a CiU, un partido de derechas, antes que a ERC o Solidaritat. Así que, a pesar de todo, lo que pareció un triunfo de ERC, resulta que muchos de los votos que podían entrar dentro de su espectro, se perdieron en una Solidaritat que no obtuvo representación e incluso en una CiU que ni siquiera defiende los mismos valores.
Así pues, tenemos que concluir que si bien las derechas tienen unos fines muy diferentes, son capaces de pactar en un camino común a sabiendas que, tarde o temprano, ese pragmatismo pactista eliminará a las izquierdas de su camino. En cambio la izquierdas, que tienen como objetivo común a los ciudadanos, son incapaces de ponerse de acuerdo en ese camino y no son capaces de formar un frente común.
Por si todo esto no fuese suficiente, algunos miembros de las izquierdas, para lograr mayor representación, han aceptado parte de los caminos de la derecha y se han derechizado más de lo admisible. Tal es el caso del PSOE y, sobre todo, de UPyD a quien muchos ya denominan, no sin razón,  la marca blanca de Falange.
La última vez que en Europa tomaron conciencia las izquierdas y se unieron en el Frente Popular, el mundo cambió. Por desgracia lo hicieron para oponerse a un rival demasiado poderoso: el fascismo. La batalla solo concluyó cuando se logró separar a las derechas mundiales más moderadas, y entre estas y la izquierda, lograron vencer, en una Guerra Mundial, al fascismo. Pero nuestro país no tuvo tanta suerte. Aquí el país se perpetuó durante cuarenta años y no dejó el poder hasta haberse asegurado de dejar muchos (demasiados) cabos atados y que, ahora, nos impiden progresar.
Si queremos que esto cambie no nos queda otra solución que recuperar aquel espíritu de unidad que trajo el Frente Popular, pero en esta ocasión tendremos que prescindir de la fuerza que entonces fue su pegamento: el PSOE. Y es que los socialistas de hoy no son más que una caricatura de lo que fueron y están muertos en una fosa de corrupta burguesía que los hace más similares a la derecha de lo que ellos mismos son capaces de reconocer mirándose al espejo. Figuras como Navarro o Talegón, fuentes de sana autocrítica, solo hacen que mostrar al mundo hasta qué punto se ha desviado el PSOE de su camino.
Finalmente hay que hablar de una enorme cantidad de izquierdistas, que desilusionados con lo aberrante del actual sistema, han decidido no ir a votar nunca más. Estos, sin quererlo, son el mejor arma de las derechas contra la ciudadanía. Porque no tenemos que olvidar que el principio de las derechas no es el ciudadano, sino el yo y lo mío.


Imagen tomada de http://ordorenascendi.blogspot.com 

lunes, 27 de mayo de 2013

Un sentimiento fruto de la incomprensión y los intereses personales



Como estado plurinacional, la España de las autonomías se construyó en base a su propia autoincomprensión. Pretender que Extremadura, La Rioja, Madrid o las dos Castillas, entiendan o se equivalgan a los territorios Gallegos, Vascos o Catalanes, resulta a un tiempo absurdo y perverso, ya que vacía de contenidos los verdaderos significados constitucionales de nacionalidad y cultura de esos territorios.
Es obvio que no se pueden pedir peras al olmo y dejar en manos de una nación el futuro de otras. Sin embargo, la España de las autonomías ha creado un falso estado federal donde la nación castellana se ha hecho dueña de los destinos de todas las demás naciones de España, apropiándose de ese nombre para sí.
Cuando leo en la Carta para los Derechos Humanos de la ONU que “todo hombre tiene derecho a una nacionalidad”, miro con tristeza mi pasaporte español. No porque tenga algo contra España, sino por la decepción que esta me ha producido. Quisiera ser español, pero solo lo soy de nacionalidad oficial, porque ser español hoy quiere decir ser castellano y yo, a pesar de que esa es mi lengua más que ninguna otra (cosas de la educación “españolizadora” del franquismo), no soy castellano. Si tengo derecho a una nacionalidad, ¿por qué no puede ser la catalana?
Sé que a alguien de Madrid, Cáceres o incluso Zaragoza, esto le pueda parecer absurdo porque identifican español y castellano sin problemas y creen que lo catalán, vasco o gallego no merece valor alguno; pero sé que tampoco ninguno de ellos es capaz de imaginarse la situación al revés. Y la prueba es que nunca se ha permitido a ningún político catalán, vasco o gallego (de verdad, Rajoy no vale) dirigir el gobierno democrático (lo más cercano fue la vicepresidencia de Serra que era un catalán moderado bajo la presidencia de un líder carismático castellano-andaluz), en cambio hemos vivido bajo el dominio de dos talibanes de la castellanidad como Aznar y Rajoy (el último posiblemente no sea ese talibán, pero sí su equipo de gobierno que, ante su falta de liderazgo, aún ha resultado más nocivo para la España plurinacional, que intentaba dibujarse en la Constitución original del 78, que el propio Aznar).
El factor cultural, y la falta de respeto que la España castellana ha mostrado siempre a él, son la primera gran barrera. Mientras el Estado Central malgasta sin compasión millones de euros en una cultura llena de Fiestas Nacionales e Institutos Cervantes para apoyar una cultura que nunca peligró, mientras, más que cicatear a las CC.AA. que procesan culturas diferentes, trata de asfixiarlas en lo que constituiría un clarísimo Genocidio Cultural. Y es que precisamente ese Estado Central que en su día se comprometió a divulgar la cultura de todos para reducir esas diferencias, ha terminado convirtiéndose en un elemento de castellanización poco objetivo, que lejos de buscar la comprensión y la tolerancia entre los pueblos de España, ha abusado de espolear a los unos contra los otros. Así que no es raro que un extremeño, con todo el desconocimiento que la miseria de sus líderes le han inculcado, habla de los catalanes con la mayor ponzoña de que es capaz sin haberse preocupado de confirmar toda esa información que le llega de un solo tipo de fuentes. Igualmente, en el otro lado, no faltará el catalán que verá en ese mismo pueblo extremeño a un insaciable vampiro que en lugar de agradecer sus sacrificios aún anhela chuparle las últimas gotas de sangre que le quedan en sus venas. Pero por una extraña razón esos temas económicos siempre se manifiestan con una repudia de sus respectivas culturas que se tachan de simple ignorancia.
A esto, al señor extremeño solo puedo decirle una cosa. Si tan terrible es la cultura catalana y tan nocivos económicamente son los catalanes para su Extremadura natal, ¿qué interés ofrece forzar a Catalunya a seguir perteneciendo a España… su España?
Está claro que es una pregunta retórica porque solo expresa una contradicción creada por una pandilla de generadores de odio con el fin de cambiarlo por votos y que les ha funcionado muy bien. Es una pregunta que solo puede ser retórica ya que todas la respuestas posibles solo aportan nuevas contradicciones.
Sin alejarnos demasiado de la idea cultural, está el factor histórico. Sé que creerán que ahora les hablaré de 1714 y Els Segadors, pero se equivocan. No hace falta ir tan lejos, porque las desproporcionadas medidas catalanofóbicas de las dictaduras de Primo de Rivera y Franco, son suficiente bagaje histórico y razón más que suficiente, por sus aspectos de represión nunca compensada por la España “Democrática”, como para pedir la Independencia. España, en la historia reciente, ha sido una mala madre para los catalanes, no es de extrañar que ese hijo quiera volar lejos de la casa paterna. La cuestión ahora es ver si Catalunya es mayor de edad para decidir o deberá recurrirse a unos asuntos sociales internacionales para separar al vástago de unos padres que solo le han reportado malos tratos.
Mientras todo esto sucede cuesta entender que esos padres, lejos de frenar esos insultos y malos tratos contra su hijo, siguen en la misma línea dañina y sin reconocer lo mucho que ese hijo le ha dado a pesar de la poca correspondencia paternal.
La crisis del País Valencia, el LAPAO, la ley Wert, los toros, las declaraciones de Arenas, Bono, la carta de algunos intelectuales castellanos que pretendían hablar en nombres de los catalanes (algunos supuestamente progresistas), los continuos ataques de la prensa (en especial ABC, El Mundo, La Razón y La Gaceta), la inversión del CNI para desprestigiar a líderes catalanes (ya nunca sabremos si la trama de los Pujol tiene algo de realidad o es  solo el fruto de las acciones corruptas del Estado Central), los ataques gratuitos hacia los representantes del pueblo catalán… y podríamos seguir mostrando agravios, posiblemente cada vez más anecdóticos, pero que siempre dañan el corazón de los catalanes alejándolos de España.
Porque señores, no es que Catalunya se independice, sino que los catalanes sienten que España no los quiere. Y no los quiere porque si así fuera los querría tal y como son, sin “españolizar”, sobre todo cuando la palabra españolizar realmente quiere decir castellanizar, porque fuera de los Països Catalans no se entiende de otra forma. Y sí, este es otro agravio, el que el PP castellanizante de Valencia, ha hecho prohibiendo la denominación de País Valenciano o Païs Valencià. Y lo que es peor, contra la mayoría de los habitantes de su comunidad.
La España castellana ha confundido igualdad con homogeneidad… y eso sí que no. Catalunya ha dicho: NÚNCA MÁS.
Con lo fácil que hubiese sido una reconciliación, pero me temo que a final de cuentas a los políticos de uno y otro lado les ha podido la ceguera e incluso la avaricia. Sin embargo, la tan cacareada denominación de “peseteros” que han puesto de sambenito a los catalanes, resulta que es una característica mayor de la España castellana (y castellanizante).

Imagen tomada de www.granma.co.cu

miércoles, 15 de mayo de 2013

Medidas necesarias para intentar reflotar el país



Medidas necesarias para intentar reflotar el país

La Troika ha impuesto la austeridad a Europa. Por otro lado Alemania necesita urgentemente mano de obra barata para subsistir y está induciendo medidas adicionales que aumenten el paro y reduzcan drásticamente los salarios del sur de Europa. Está claro que romper con esas dos tendencias negativas es básico para volver a la senda de la economía positiva. Sin embargo tenemos que superar otros dos problemas básicos para ir en dirección contraria: por un lado tanto la Trioka como Alemania intentarán bloquear las inversiones a los países que se desvíen del plan, y por otro está la crisis propia de nuestro país, nacida del ladrillo, la avaricia de la banca y una inadecuadas inercias en los modos públicos que aún no se han sabido resolver adecuadamente.
De este modo, cuando planteemos las medidas que deben servir para sacar a nuestro país de la crisis tendremos que tener en cuenta tanto las barreras como el problema autóctono que ha facilitado la actual profundidad de la crisis. Pero no son las únicas circunstancias que debemos tener en cuenta, pues todas las crisis revelan  otros problemas, que de no solucionarse, terminarían impidiendo el crecimiento adecuado. En nuestro caso hemos descubierto la injerencia de economías extranjeras como la China o las mafias rusa, china e italiana, también tendremos que tener en cuenta otros factores como el expolio histórico que ejerce la iglesia católica, la indolencia de una parte de la ciudadanía, la falta de una correcta distribución de las atribuciones administrativas, la corrupción o el abuso en las contrataciones de asesores y todo adornado por una jurisprudencia que sigue favoreciendo a una parte de la sociedad en detrimento de otra. Todo esto hace que la sociedad española jamás trate los problemas desde el punto de vista más idóneo en cada momento y se la pueda manipular para que unos ciudadanos actúen contra otros en su propio perjuicio.
Dicho todo esto empezaremos a explicar medidas a tomar que puedan salvar a nuestro país, pero partiendo desde un país real y no desde el objeto de interés de cada sector. Estas medidas, no obstante, en algún momento pueden parecer muy originales, pero necesarias dado el nivel de resistencia que ofrecerán algunos sectores acostumbrados a controlar facetas que no les pertenecen y que, por tanto, imposibilitan los valores de recuperación.
Lo primero que hace falta es dinero, lo que generalmente implica financiación, pero que debido a las medidas de austeridad es un camino vetado. No en vano los partidos pervertidos por el sistema neocon modificaron la Constitución imponiendo una clausula donde se prohíbe explícitamente déficits elevados. Está claro que esa cláusula debe abolirse, pero también está claro ya no podemos financiar de los impuestos tradicionales ya que estos, al menos en lo que respecta a las clases más modestas, ya están muy por encima de lo admisible, pero es que además ya están imposibilitando la recuperación económica a base de hacer que las nuevas empresas no logren tener capacidad de desarrollo con expectativas de beneficios. Vemos cada día abrir nuevos negocios, porque los ciudadanos luchan e intentar avanzar, pero la falta de alternativas les hace fracasar una y otra vez, quedando, tras cada intento fallido, en una situación más precaria que antes.
Dicho esto debemos comprender que el dinero que necesitamos es para que circule en la economía interna. La gente debe tener salarios que les permitan comprar y los negocios deben vender, pero para que esto ocurra todo el dinero debe partir desde las manos de los ciudadanos y no de los bancos que piensan en alternativas de negocio y en deudas propias. Los bancos que en los tiempos de vacas gordas eran una buena alternativa de financiación, al llegar las vacas flacas se han convertido en el sumidero por donde se nos escapa el líquido de nuestra economía. Por tanto es básico buscar una alternativa a los bancos para poder desarrollar la economía.
En un pasado la banca sirvió como adecuada herramienta del sistema capitalista pues permitía juntar los capitales necesarios para iniciar cualquier aventura emprendedora, tras su conversión en aventureros financieros han ido despojando esa potestad a los grandes empresarios en una afán de poder que ha terminado por arrasarlo todo. Desgraciadamente las Cajas de Ahorro, que tenían que haber sido la alternativa en la actual situación, fueron despojadas en los últimos años de su independencia y sus características singulares, para convertirlas en una especie de bancos corruptos que han ayudado a amplificar este desastre.
No sé si ahora crear nuevas entidades como las antiguas cajas de ahorro puede servir para algo, pero está claro que debemos inventar un nuevo sistema o institución que lleve a cabo el servicio que no están dando los bancos.
Imaginemos que ese algo actuará como los bancos otorgando líneas de crédito aunque a un interés un poco por encima de la que afirman tener los bancos actuales. La diferencia con estos es que, esta entidad, nunca prestará un dinero que no tenga. A cambio a los clientes que guarden sus ahorros en esta entidad no recibirán más intereses que en otra entidad, pero no pagarán ningún tipo de comisiones. Por su parte esta entidad, que estará participada por el Estado, no entrará en ningún tipo de negocio financiero. Por supuesto esta entidad no podrá salir a bolsa. A cambio, el Estado, tomará esta entidad como propia para todos sus movimientos financieros, pudiendo otorgar  a algunos de sus productos ventajas fiscales únicas. Está claro que una vez creada esta entidad el Estado retirará todas sus participaciones de las demás entidades financieras y ya no volverá a ayudar a ninguna entidad privada.
Dicho esto, no obstante, el Estado deberá permanecer atento para colaborar de cualquier otro modo con cualquier iniciativa que se considere apropiada para el desarrollo de la economía básica.
Por otro lado seguimos sin solucionar la financiación del Estado que es esencial para que todo lo demás funcione. Y como ya hemos dicho solo tiene dos fuentes posibles y ya sabemos que enfrentándonos a la Troika nos fallará la más importante. Por otro lado, respecto a los impuestos si podemos hacer algo y es reduciendo estos, pero dándoles mayor efectividad creando impuestos que graven la salida de dinero fuera del país y persiguiendo más efectivamente el fraude. Por otro lado se deberán eliminar las ventajas fiscales que algunos grupos o lobbies poseen (no entraremos, por ahora, en detalles). A pesar de la ambigüedad de lo dicho, puedo asegurar que esas medidas, una vez definidas, podrían llegar a sostener la financiación del Estado siempre que se actúe adecuadamente en lo que voy a llamar triple eje: “márquetin, producción y venta”. 
Así pues, ya tenemos localizados los objetivos de intervención para salir de la crisis:
-Tenemos que proveer al Estado de la financiación adecuada.
-Debemos lograr que el dinero llegue a los ciudadanos para que circule.
-Crear un entorno fiscal sostenible.
-Y, por último, y como veremos en su momento es lo más importante, equilibrar, a favor de nuestra economía, el triple eje.
Ninguna de estas medidas deberían tener una trascendencia directa (en apariencia) con la economía exterior, y sin embargo habrá presiones para que no se pueda trabajar en ellas adecuadamente. Por otro lado tampoco ninguna de estas medidas trabaja directamente ninguno de los parámetros habituales sobre los que se realizan todas las intervenciones financieras. Bueno, esto, como ya veremos en su momento, no es del todo cierto, pero hay que entender que tal y como está concebida la zona euro, un Estado individualmente no tiene atribuciones para intervenir ninguno de esos parámetros. La idea, pues, será trabajar esos parámetros sin hacerlo realmente, pero eso es muy complejo.
Sobre parte de algunas de esas medidas ya hemos hablado alguna vez, pero en los próximos días trataremos de explicar el modo de llevarlo a cabo superando los numerosos obstáculos que se opondrán a tales medidas.


jueves, 25 de abril de 2013

Derecho a la vida



Derecho a la vida


Cuando estudié las religiones, en los remotos tiempos de la escuela, me contaron que el hinduismo basaba sus creencias en la reencarnación. Según me explicaron, los hindúes pensaban que a este mundo se viene a sufrir, pero mediante las reencarnaciones cada uno tenía la posibilidad de perfeccionarse hasta un objetivo máximo que llevaba al nirvana.
Si uno no es hindú o conoce muy bien esa filosofía, esta forma de pensar se hace muy extraña. Supongo que eso pasa con todo y el abstruso tema del “derecho a la vida” no es diferente.
Sí, porque uno pensaría que eso del derecho a la vida sería una idea del humanismo de izquierdas, pero resulta que eso que tiene ese nombre tan bonito, no es más que una de esas trampas lingüísticas a las que nos tiene acostumbrados el conservadurismo más recalcitrante.
Resulta que el derecho a la vida está defendido por aquellos que hacen creíble esa afirmación tan hindú de que a la vida se viene a sufrir. Al menos para los que no son millonarios, porque según las creencias de los pro-vida (así se hacen llamar sus partidarios) la vida es un valor por sí mismo, pero su protección es meramente biológica.
Llaman derecho a la vida a permitir vidas de sufrimiento extremo y a invalidar el derecho a decidir de la madre, aun cuando el ser que ha de nacer ni siquiera esté formado.
Lo más curioso de todo esto es que los mismos que amparan la prohibición del aborto (que es en lo que al final se resume sórdidamente el derecho a la vida), acostumbran a ser partidarios de la pena de muerte, la abolición de los derechos sociales, la entrega de poder político a las estructuras religiosas, la abolición de derechos laborales (tendencia a la esclavitud), la aprobación del tradicionalismo que incluye las fiestas violentas y los toros, la aprobación del militarismo y el patrioterismo… En pocas palabras, el derecho a la vida implica realmente la obligación a tener una vida de sufrimiento extremo para todos aquellos que no son de su casta.
Porque, señores, los antiabortistas no son realmente los que están contra el aborto, sino los que imponen la imposibilidad de tomar esa decisión a los demás. Y ya hemos visto demasiadas veces como la antiabortista de turno ha viajado con su hija adolescente, en un supuesto viaje de compras a Londres, para que esta no tenga que sufrir los valores que mamá defiende dentro de las fronteras patrias.
Por supuesto que, el hecho de que la interrupción del embarazo se lleve a cabo en una clínica privada allende de nuestras fronteras, implica un importante desembolso económico que está fuera del alcance de aquellos que tampoco tienen acceso a medidas y educación sexual adecuada. Porque esa es otra, los pro-vida tampoco aprueban la educación sexual y la gran mayoría de los aspectos de la planificación familiar. Por lo menos fuera de su familia.
En pocas palabras, la pantomima del derecho a la vida es realmente, no un derecho, sino una obligación y no precisamente a la vida, sino a la “malamuerte”. Y es que el derecho a la vida, entre otras cosas, también implica negar el derecho a una muerte digna.
Así, señores, no se engañen por la belleza de las palabras. Cuando alguien le hable del derecho a la vida, recuerden que no les habla en realidad de un derecho para nadie, sino de una de esas maldiciones a las que nos condena la derechona a aquellos que no tenemos suficiente atractivo en una cuenta en Suiza.

domingo, 24 de marzo de 2013

El camino del BIEN (INTRODUCCIÓN)

Imagen tomada de http://laiguanailustrada.blogspot.com.es/2010/04/graphics-puerto-hurraco-rip.html

El ser humano, hace miles de años que decidió vivir en comunidades cooperativas. Es posible que esa opción ni siquiera surgiera siendo Homo Sapiens, sino miles de años antes formando parte de especies antecesoras. Aunque también entra dentro de lo posible que algunos, o incluso muchos, de los individuos, optaran por una vida en solitario, al final se perdieran en la noche de los tiempos por no lograr que sus descendencias sobrevivieran a la individualidad. Esto último pudo ocurrir como consecuencia, tanto de la selección natural, como porque ellos o sus herederos acabaran formando parte de un colectivo. De todas formas, la forma en que cada una de estas posibilidades sucediera es algo que tiene poca importancia para la cuestión que nos atañe, y es el hecho de que el ser humano sea un ser gregario lo que realmente nos importa. Los individuos al margen de la sociedad solo nos interesan en el presente y solo cuando pueden ser fuente de conflicto.
En todo colectivo o sociedad las relaciones entre los individuos son esenciales para el funcionamiento del todo. El colectivo puede funcionar como una máquina bien afinada o ser un caos que al final va a llevar a ese colectivo al desastre. Así pues, para la supervivencia de los grupos humanos, hace falta una organización, pero el establecimiento de esas organizaciones es a su vez una de las fuentes de conflicto más importantes que existen. El ser humano siempre siente la necesidad de ocupar uno de los puestos importantes dentro de su organización. Esto obliga a establecer reglas que garanticen la máxima eficacia del grupo en la elección de los individuos que ocuparán cada puesto especializado y así garantizar la máxima eficiencia y la supervivencia del grupo.
Otro de los grandes problemas humanos, desde sus orígenes, es la relación entre diferentes grupos que, además, pueden haber creado sus estructuras internas en base a unas reglas diferentes. La colaboración y el comercio entre grupos puede beneficiar a todos, pero a menudo las relaciones contienen reivindicaciones sobre un entorno o relaciones entre individuos que atentan contra las reglas establecidas en uno o varios grupos. La resolución de estos conflictos no es trivial y puede llevar a que incluso se resuelvan por la fuerza.
El uso de la fuerza, la violencia o las posiciones de poder, pueden generar un sentimiento de injusticia, de enfado o incluso de odio en uno o varios individuos. Es por esto que la resolución de los conflictos y el desarrollo individual y grupal de estos sentimientos, pueden ser la base de un problema mayor y que se perpetúe en el tiempo. Las sociedades humanas nunca han sido perfectas en sus relaciones, pero lo peor del caso es que tampoco han aprendido a drenar adecuadamente esos sentimientos de sus individuos. De este modo vemos en nuestra historia como muchos conflictos ancestrales han llegado a nuestros días sin que tengamos muy claras las razones de esos conflictos. En muchas ocasiones parece que esos conflictos quedan razonados en toda una base documental, pero realmente aceptar eso en las series de masacres entre hutus y tutsis que desembocaron en la matanza de cerca de un millón de personas en 1994 (me niego a aclarar de que etnia), solo se entiende (imposible justificar) en base a esas cadenas de odio ancestrales que deshumanizan a la víctima a ojos del agresor igual que al agresor a ojos del Mundo. Sin duda todos los genocidios parten de esa misma premisa: “odio deshumanizador cuyo origen se confunde”.
Pero no todos los conflictos ancestrales son entre colectivos, de hecho algunos de los más arraigados pueden estar definidos en grupos pequeños como poblaciones algo aisladas. En nuestro país fuimos convulsionados en 1990 por la Masacre de Puerto Hurraco, que no vamos a pormenorizar, pero que definiremos como la errónea resolución de conflictos dentro de la comunidad y que terminan resolviéndose en una orgía de odio e ira.
Hay que advertir que no todos los actos de violencia que suceden hoy son fruto de estos esquemas, sino de otros sentimientos y necesidades humanas. Sin embargo, la falta de resolución de las cadenas de odio generadas a partir de esos actos, al final puede desembocar en uno de esos conflictos cuyo origen se confunde y termina por producir más violencia.
Desde este punto de vista ya podemos entender que las sociedades modernas tienen que ser capaces de identificar esos sentimientos de odio y drenarlos de forma no traumática para evitar que resurjan más adelante transformados en una violencia más o menos irracional. Desgraciadamente somos más dados a permitir el enquistamiento de estos conflictos que a su resolución. Es posible que para las sociedades que contienen latentes estos problemas sea difícil identificarlos, pero si estudian atentamente su pasado hay una cosa que los delata: la violencia. Todos aquellos colectivos internos que fueron añadidos al colectivo mayor mediante la violencia contienen la semilla del problema. Solo hace falta regar esa semilla con algo de odio o injusticia para que el problema germine. Es curioso, no obstante, ver que la planta que nazca de esa semilla, según haya transcurrido más o menos tiempo desde el problema inicial, puede parecerse más o menos a la planta original.
No hace falta ser muy avispado para advertir que en España hay muchas de esas semillas que por culpa de la falta de aptitudes de nuestros gobernantes están empezando a asomar sus primeros brotes del suelo. La habilidad que hace falta para resolver los conflictos que se plantean no parece que se encuentre, no obstante, en las cabezas de ninguno de sus líderes. Esto nos permite afirmar que el proyecto de España como colectivo puede estar fracasando.
Pero una vez más vamos a rectificar nuestro camino, porque no es el conflicto lo que nos interesa sino su resolución. Y para resolver los problemas nada mejor que drenar el odio mucho antes de que pueda alimentar esas semillas de discordia que difícilmente se pueden eliminar de la sociedad. Solo a fuerza de que el tiempo transcurra sin alimentar esa semilla puede desecarla y hacer que desaparezca. Desgraciadamente el ser humano es lo bastante imbécil como para manifestar su poder cuando lo obtiene, olvidando las riadas de malestar que eso genera en toda sociedad y cada vez que una de esas riadas alcanza una de esas semillas… Así pues es esencial que el buen gobernante intente ser ecuánime, justo, tolerante, respetuoso y procure tratar a todos sus gobernados al mismo nivel, pero ante todo tiene que ser muy comprensivo con los diferentes colectivos que constituyen su comunidad y ser capaz de compensar todas las diferencias que se generen. Gobernar no es fácil, y sin embargo son muchos los que persiguen esa posición aun siendo conscientes de no estar preparados para ello. Así que el primer conflicto que debemos resolver es el de evitar que ejerzan el poder individuos que lo entiendan como un valor personal en lugar de un servicio al colectivo social. Desgraciadamente las fuentes de poder alternativas, colectivos poderosos o lobbies como las instituciones religiosas, asociaciones patronales, banqueros, grupos de millonarios, militares… pueden manipular la elección de los gobernantes usando la financiación, los medios de comunicación, la amenaza, la manipulación de los mecanismos de elección o incluso la fuerza. En cualquier caso, cualquiera que haya podido manipular esa elección, lo ha hecho con la obtención de un cierto beneficio al que no va a renunciar y al que “su gobierno” deberá responder.
Creo que hasta aquí ya hemos llegado a un cierto conocimiento de lo que son los grandes problemas colectivos, sin embargo estos problemas pudieron haberse llegado a solucionar, en un principio, si las relaciones individuo a individuo no hubiesen ocultado ningún tipo de problema. Pero lo cierto es que esto aún parece menos factible porque individuo a individuo aún guardamos más diferencias que entre grupos sociales. Quién no ha viajado en un transporte público y ha escuchado una airada conversación donde uno de los individuos se quejaba de las acciones de un tercero no presente y que a nosotros, en la distancia, más allá de los colores emocionales con que lo pinta el interlocutor, nos parecen diferencias ridículas.
Otra vez las emociones y las diferentes maneras de entender el mundo son la barrera que nos separan a un individuo de otro. Es ahí donde tenemos que intervenir: en las emociones y en las diferentes formas de entender el mundo. Para las diferentes formas de entender el mundo hemos inventado una serie de protocolos o reglas de conducta que tienden a suavizar esas diferencias, pero que por desgracia esos protocolos no se mantienen igual para todos. Aunque, si a pesar de las posibles diferencias entre los protocolos, lográsemos que las emociones no chocaran, también evitaríamos el conflicto. Pero esto último es realmente complejo, porque si bien tenemos un cierto control sobre nuestras emociones, o al menos sobre las reacciones que estas nos producen, ya es más complicado controlar las emociones de las personas que nos rodean. Así desde los comienzos de las sociedades, se ha hecho arte y ciencia sobre el control de esas emociones mediante religión, mentalismo o psicología. En la actualidad casi todos hemos oído hablar de términos como la Inteligencia Emocional, la PNL (programación neurolingüística) o el Coaching que no son más que fórmulas para intentar controlar nuestras emociones e intentar interpretar y controlar las de los demás. Todo esto está muy bien y tiene muchas posibilidades, pero a pesar de las afirmaciones de aquellos que se ganan la vida con ello, no son fáciles de usar, así que tenemos que buscar un mejor camino o uno que sea capaz de facilitar la obra de estas técnicas.
A lo largo de la historia también han existido una serie de corrientes sociales destinadas, más que a resolver el conflicto, a evitarlo mediante el uso del BIEN. Desgraciadamente todas esas corrientes o han desaparecido o, lo que es peor, han sido tergiversadas e introducidas dentro de una estructura de poder. Por desgracia para esas teorías filosóficas no podían obtener la necesaria extensión entre la población sin ser rellenadas con un contenido religioso que permitiera llegar a las personas pudieran tener un grado de comprensión suficiente, al tiempo que estimulaba con la suficiente fuerza para arraigar. Así vimos nacer la religión del dios Atón en el antiguo Egipto, el Mazdeismo en Persia o el cristianismo original.
Las religiones del BIEN, originalmente,  hacían que sus súbditos no plantearan enfrentamientos con las otras comunidades ni el poder más allá de transmitir sus ideales de un individuo a otro. Sobre los primeros cristianos siempre nos quedará la imagen de grupos de ellos rezando pacíficamente en el centro de un circo romano mientras se soltaban fiaras hambrientas para que los devoraran. Sin embargo, lo verdaderamente importante de aquella comunidad original era el de la renuncia a los derechos propios a fin de evitar el conflicto. Pero hay que recordar todo esto va contra los instintos humanos de supervivencia y este cristianismo, como cualquier otra corriente similar, no era sostenible en el tiempo. Sobre todo si aplicamos las leyes evolutivas y vemos que aquellos que fueran capaces de traicionar una parte de esas renuncias tendrían más posibilidades de sobrevivir. De este modo, poco más de 100 años después de su nacimiento el cristianismo era la religión mayoritaria en el área mediterránea, pero sus valores también habían mutado hasta el punto de existir grupos capaces de imponer “la palabra de Dios” por la fuerza, algo totalmente impensable para un cristiano primigenio. Con la pérdida de la calidad de mansos los nuevos cristianos también habían perdido su capacidad para evitar los conflictos y se convirtieron en fuente de los mismos. Por otra parte, mientras la filosofía cristiana perdía sus valores para salvar a la humanidad, ganaba otros para dominarla e incluso gobernarla. Fruto de ese proceso de captación del poder por parte del cristianismo surge la Edad Media; denominada así porque en un principio se supuso que no había ocurrido gran cosa y era solo un intermedio entre el Imperio Romano y el Renacimiento, pero que en realidad todo era producto del control que la Iglesia Católica hizo de la documentación de aquella época. En la Edad Media los libros, documentos y las escuelas que permitías su copia o creación, estuvieron totalmente bajo el control del poder eclesiástico, pero con la aparición de la imprenta y las escisiones protestantes, el poder documental se escapa al control de la Roma católica y esa es la base de una nueva época llamada Renacimiento y que, curiosamente, tendrá su máxima expresión artística en la Italia católica.
La Edad Media también fue una época donde la iglesia católica procuró integrar en su seno todas las ramificaciones cristianas, pero al final los coptos y los ortodoxos lograron su independencia, sin embargo corrientes como el arrianismo y los cátaros, sucumbieron. Precisamente fueron los cátaros uno de esos grupos que intentaron conservar parte del espíritu del cristianismo original y que por ello tienen para nuestros ojos un atractivo especial. Sin embargo, el papado vio en los cátaros a un feroz enemigo y por eso los demonizó y ordenó su exterminio. Dudo que los cátaros alimentaran de odio ninguna semilla romana, más bien en este proceso una cuestión de poder.
Pero no nos salgamos del tema y para terminar esta introducción, seamos conscientes de que una cultura de tolerancia, control de instintos y capacidad para ser capaces de ceder algo en nuestros derechos (tampoco hace falta dejarse morir como aquellos valientes primeros cristianos) puede evitar infinidad de conflictos. Pero solo puede lograrse con una buena educación libre de dogmas, especialmente religiosos. Si después somos capaces de usar convenientemente aquellas técnicas como la Inteligencia Emocional, sin fines egoístas, podremos crear una sociedad base que, bien dirigida, sea capaz de drenar todo su odio y evitar la mayoría de conflictos y ser capaz de solucionar los restantes con mayor facilidad.
El poder del BIEN es muy grande, aunque para ello hace falta evitar que todas las fuentes de poder estén dominadas por seres inútiles, egoístas y carentes de empatía. Y también tenemos que ser capaces de educar a todos los individuos en una filosofía del bien, pero libre de dogmas.

domingo, 10 de marzo de 2013

Más sobre cómo nos manipulan cambiando el significado de las palabras




Como la iglesia y la derecha, infiltrados en todos los estamentos, nos engañan con la lengua, han prohibido poner Lenin como nombre de pila bajo la argucia de decir que el "sentir popular" (a ver qué coño entienden por eso) lo reconoce como un apellido. Hasta donde sabemos (tras consultar la base de datos de los mormones y que recoge todos los apellidos que hay o ha habido en los últimos 150 años en todo el mundo) "Lenin" no es ningún apellido, de hecho era el apodo de Vladimir Ilich... por cierto, sí es legal poner como nombre de pila Ilich, igual que lo es Martín, León o Lope... todos ellos más reconocidos como apellidos, aunque al parecer ese ambiguo "sentir popular" no debe reconocerlos como apellidos, ni siquiera en el caso de aquel chaval burgalés llamado Martín Martín Martín.
No sé a quién pretenden engañar. Después de todo hace mucho que les vimos confundir los términos castellano y español para excluir a gallegos, vascos, catalanes... Con el tiempo fueron denominados esos ex-españoles (desde su sentir patriótico y nada nacionalista) como nacionalistas perversos, separatistas y secesionistas, lo que pudo justificar cualquier execrable acto y palabra contra ellos. Curioso que los muy tontos aceptaron con orgullo esos roles, pero lejos de acatar su castellanización por las buenas y por las malas, plantearon una resistencia pasiva que les permitiera sobrevivir hasta tiempos mejores. Así los sentimientos de esa España desespañolizada por el nacionalismo castellanizante (me gusta decirlo así porque es la verdad y porque a ellos, después de más de 100 años en un punto de vista diferente, ni siquiera son conscientes de ello... aunque a los más fanáticos les puede doler) se desvincularon de esa otra España que lo entiende todo en una sola lengua, una sola cultura y una sola forma de entender las cosas centrada en la provinciana Madrid. De todos sus problemas solo reconocieron el del provincianismo y quisieron solucionarlo haciendo de Madrid, de la noche a la mañana, una metrópolis y crisol de culturas a base de ser un nudo de comunicaciones y marcar el centro del mundo en el llamado kilómetro cero. Pensaron que la muy castellana Madrid absorbería el saber de todos esos caminos, pero se olvidaron que ellos querían que ese saber fuese únicamente en castellano, y en lugar de unir las culturas como hicieron Nueva York, Londres o París; Madrid puso en pie de guerra a todas esas tendencias y más pareció una ciudad del sur de EE.UU. donde durante años unos "honrados" encapuchados perseguían a los hombres triunfadores de color para grabar en sus carnes su resentimiento, su envidia y su frustración. Y entre tanto ese Pandemónium crecía contaminando al resto de un país olvidando que muchos de sus resquicios abonaban con su ignorante desconocimiento, las esporas de incomprensión que crecían, igual que una colonia de hongos o bacterias, en centenares de placas de Petri.
Y debajo de todo esto subyace el significado de una sola palabra: España. Las muchas formas de entender España que para una "patriótica" masa de ignorancia castellana, había excluido el resto de naciones que componían el verdadero crisol que pudo enriquecer ese Estado y que, a fuerza de castellanizar, los había terminado por envilecer. De este modo, siglos después de que España perdiera su imperio por esa misma ceguera, ahora empezaba a estar sentenciada a dividirse. Todo por culpa de pervertir el significado de las palabras.
Pero la perversión lingüística, donde ya dije que la iglesia y la derecha siempre han tenido la máxima responsabilidad, se ha reflejado en muchos más detalles. Nos grabaron a fuego el temor al rojo (donde la Fiesta Nacional ha servido de brutal catalizador), al comunismo y han intentado relajar las palabras fascismo, franquismo, conservadurismo o tradición (si es necesario se modifica hasta la historia de nuestro propio país). Cada vez que un político o ideólogo de la derecha tradicional "española" habla, hay que prestar atención al uso pormenorizado de sus palabras. Ellos no descuidan nunca el uso de nacionalismo para identificar las españas desterradas que buscan su propio camino, pero nunca llamaran así a esa Gran Castilla que las convirtió en proscritas y pervirtió la palabra nacionalidad. Ellos son patriotas, nosotros separatistas, nuestra autodeterminación es secesionismo, el comunismo es marxismo... no, estalinismo puro, y no aceptar que la banca se ha de salvar a costa de sacrificar hasta el último ciudadano, es el radicalismo antisistema. Pensar libremente es conspirar, manifestarse es atacar al sistema.
Por un momento, bajo sus palabras, me parece oír la voz de los Borg de Star Trek: Somos españoles, la resistencia es fútil y vais a ser asimilados.

sábado, 9 de marzo de 2013

Democracia aquí y ahora



Imagen de Victor d’Hondt tomada de la Wikipedia.

Las bondades de la democracia son tan reales que hace mucho tiempo que empezaron a seducirnos. Desde sus más oscuros inicios, sin embargo, siempre hubo alguien alertándonos de sus caras más perversas. El propio Platón nos advirtió sobre el hecho de darles capacidad para opinar a patanes y personas sin buen criterio, y su nefasta solución era apartar a estas personas del don de decidir por sí mismos.
A lo largo de la historia, personas más o menos sabias han intentado transformar los poco abundantes ejemplos democráticos, ya sea para mejorar la utilidad de la democracia o para obtener beneficios personales… o para un grupo social determinado. Entre esas formas de “perfección” han llegado a nuestra época infinidad de reglamentos, sobre todo electorales, que como la famosa ley d’Hondt que decora (manipula) nuestro sistema electoral. Por cierto, el sistema d’Hondt de repartición de los votos, en realidad no es ninguna ley de ningún tipo, aunque sí se aplica por ley… en nuestro caso dentro de las leyes electorales.
¿Pero de qué puede servir una democracia que está limitada por conceptos, sistemas y leyes? Lo cierto es que de nada. Todas esas limitaciones surgen para protegernos de algo, pero en el fondo somos conscientes que solo sirven para proteger a una oligarquía de poderosos de la “Democracia Real”. Estos poderosos siempre encontraran fórmulas para desviar nuestra atención y siempre que descubramos el verdadero problema de nuestras democracias, nos ofrecerán una alternativa que ya ha pasado previamente sus “controles de calidad”. No es de extrañar, pues,  que ante las demandas de Democracia Real del movimiento 15M, los partidos poderosos nos ofrecen una alternativa de listas abiertas, pero como diría Lluis Llach “no es això companys, no es això” (no es eso compañeros, no es eso).
Un hombre un voto, y que todos los votos tengan el mismo valor, es el principio fundamental de la “Democracia Real”, pero la democracia también implican una serie de principios para el buen gobierno de un Estado. Dentro de esos principios hay uno muy importante, incorporado en el siglo XVIII a los conceptos de democracia, que es la separación de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. En nuestro país, siempre buscando mayorías absolutas o limitando en lo posible la diversificación parlamentaria, el poder ejecutivo intenta secuestrar al legislativo y encima politiza el judicial. Y si no tuviéramos bastante, el sistema judicial aún sigue contaminado por las reminiscencias de una dictadura que hace cerca de 40 años que supuestamente desapareció y la influencia de lobbies ultraconservadores como el de la iglesia.
Que ahora una miríada de políticos que se nos antojan corruptos (me temo que es algo más que un antojo), totalmente inmunes a las peticiones de un pueblo supuestamente soberano y serviles con las fuentes del poder económico, no es más que una consecuencia de todas esas perversiones introducidas al sistema. Perversiones que han alcanzado el grado de inasumibles dentro de una crisis que ha llevado a gran parte de la población al estatus de miseria mientras amenaza al resto con lo mismo. Y entre tanto el mal llamado sistema, defiende las prebendas de sus oligarquías beneficiarias en lugar de responder a las demandas del pueblo. El mejor ejemplo proviene, claro está, del partido en el poder que, en lugar de lavar con energía sus trapos sucios, opta por denunciar a todo aquel que muestre su dedo acusador sobre alguna de las ingentes deshonras que ellos mismos van dejando al aire.
Mientras el pueblo demanda una “Democracia Real”, nuestro gobierno se comporta como el paradigma de todo lo que no debe ser en democracia e intenta aplastar todo semilla de algo que se asemeje a ese ideal democrático. No es de extrañar pues que todas esas demoníacas oligarquías ligadas al poder de España hayan estigmatizado y usado todas sus artes ocultas contra el referéndum de autodeterminación del pueblo catalán. Para ello se han escrito y se han inventado miles de argumentos más o menos coherentes, apelando a la historia, a la ciencia, a la religión, pero en último término su único argumento remotamente democrático se basa en una Carta Magna, que de tan violada por ellos mismos, tiene todas sus líneas ilegibles y sus páginas pegajosas. La Constitución que cada instante se incumple contra ese pueblo al que le han robado su soberanía, es el arma que usarán contra la única semilla de esperanza, ilusión y democracia que crece a lo largo y ancho de la piel de toro.
¿Volverán a vencer o esta será su lucha final y el amanecer de una Democracia Real?
Solo de ti depende. Piensa en democrático.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Tras la muerte de Chávez


Imagen tomada de  www.sitiosargentina.com.ar

La muerte de Chávez, como la de cualquier líder carismático, abre un abanico de posibilidades, cada una de ellas más desalentadora que la anterior, para Venezuela. El comandante fue un presidente atípico: autoritario pero a un tiempo muy empático con un pueblo cansado de sufrir a las oligarquías que alimentaron el bipartidismo anterior a su etapa.
Chávez ha sido acusado de antidemócrata y represor de las libertades y, aunque hay mucho de cierto en ello, esas acusaciones pierden sentido cuando llegan de la mano de unos individuos que usaron el bozal del capitalismo salvaje para oprimir y callar a todo un pueblo.
No sé si Chávez, que era un gran creyente, irá al cielo o al infierno, pero hay que reconocer que, a pesar de sus grandísimos errores y su enorme bocaza, Chávez le dio una oportunidad a millones de venezolanos desprotegidos y una esperanza a muchas más personas olvidadas a lo largo de toda Latinoamérica. Chávez  ha muerto, pero ha dejado como herencia el bolivarismo, que es una especie de neosolcialismo que arranca del ideario del comunismo cubano y el sandinismo nicaragüense, pero con unos toques muy personales. No en vano también es conocido como chavismo. Ahora todo dependerá de la altura como personas y la capacidad de liderazgo de sus herederos. El bolivarismo se va a poner a prueba en Venezuela, sin embargo, el germen de esas teorías ya ha echado raíces en otros países de la América de habla hispana, destacando Bolivia y Ecuador. Ambos países, dentro de esas teorías, han tomado caminos muy diferentes. Mientras Bolivia ha abierto un escenario de enfrentamiento con todas las formas de capitalismo extranjeras usurpando con muy poca cabeza las propiedades que estas tienen en su país, el presidente Correa en Ecuador muestra una faceta más dialogante propia de un gran líder y ahora, con la desaparición de Chávez, puede convertirse en la figura a imitar en el bolivarismo internacional.
No puedo decir si el bolivarismo es bueno o malo, como tampoco puedo hacer ninguna de esas afirmaciones sobre Chávez, pero sobre lo que sí estoy seguro es que el bolivarismo puede ser una respuesta muy adecuada al capitalismo salvaje que está destruyendo al mundo en estos tiempos y sería conveniente que algunas de las fórmulas del bolivarismo viajaran más allá de la América Hispana.
Sea como fuere, Chávez ha puesto a su persona y a Venezuela en los libros de historia; de este modo, cuando cualquier venezolano de siglos posteriores lea la historia universal, podrá sentirse orgulloso de esas líneas trascendentes sobre su país a finales del siglo XX y comienzos del XXI.

viernes, 1 de marzo de 2013

Trampa para tontos

Imagen tomada de la web de "El Periódico".

En su momento ya explique que la declaración de soberanía que había aprobado el Parlament era una trampa para tontos y expliqué las razones. Pues bien, el gobierno del PP nos ha descubierto esa faceta de retardaditos mentales que ya intuíamos (la verdad es que era más una certeza que una intuición).
Como ya explicamos en su día y nos ha recordado el President Mas, la citada declaración no tiene contenido jurídico, es un mero ejercicio de expresión de la voluntad de un pueblo. Si el PP hubiera callado esa declaración simplemente hubiese salido una vez en la prensa internacional en un rincón sin importancia, pero al darle importancia será como ponerle un megáfono.
El PP va a llevar al TC esta declaración y este no debería acercar la petición a trámite. En este lógico caso el Gobierno español habrá quedado como el idiota que es, pero si por azar el TC aceptara la propuesta a trámite, la trampa para tontos podría cerrarse.
Por el simple hecho de aceptar a trámite esa demanda los valores democráticos del TC ya serían puestos en tela de juicio. Se habría caído en la trampa de la catalanofobia. Pero las repercusiones aún podrían ser más importantes si el TC terminara sancionando a favor de la demanda del PP (ojo a la intencionada forma en que confundo gobierno y PP). Como la declaración de soberanía no es más que eso (una declaración) solo debe suponer una expresión de la mayoría de la cámara catalana, así que su sanción es a la vez una sanción contra la libertad de expresión ya que no atenta contra ningún principio democrático (al contrario es la expresión de la democracia suprema) al ser solo expresión. Sin embargo su prohibición, junto a la prohibición del Referendum, convertiría cada proceso electoral en Catalunya como un referendum de independencia en sí mismo y otorgaría validez a esos procesos electorales, en caso de victoria de partidos secesionistas, para declarar directamente la Independencia de Catalunya.
Es decir, y para abreviar, la denuncia del PP al TC contra la declaración de soberanía del Parlament, podría resultar, a la postre, la Independencia de Catalunya. Es por eso que dijimos que era una trampa para tontos y el primer tonto ya ha picado.

domingo, 27 de enero de 2013

Opacidad presupuestaria



Generalmente la opacidad de las cifras de los flujos económicos que maneja la administración central resulta insoportable. A pesar de las numerosas demandas de las administraciones autonómicas y de la UE, la transparencia en las cuentas de los sucesivos gobiernos de Madrid, son una mera promesa que se incumple año sí, año también. Es por ello que todos los estudios de cuentas medianamente fiables sobre lo que es el agujero negro de los Ministerios centrales, se debe elaborar partiendo de los flujos de entrada y salida elaborados por las administraciones locales y autonómicas, y solo en los casos donde exista una relativa transparencia ya que, de una forma supuestamente deliberada, también hay CC.AA. cuyo manejo del dinero emula la opacidad de la administración central. Esta ya sería, por sí solo, una razón definitiva para no permitir que Madrid controlara los recursos de los españoles, porque el gran drama de la España de las Autonomías ha sido, sin duda, no ser capaces de deshacernos del lastre centralizador. Las duplicidades y oscurantismo de los gobiernos centrales son la fuente de unas corruptelas que después, como una metástasis cancerosa, se extiende por todas sus ramificaciones para tumorizar gravemente a las corporaciones locales y autonómicas de todo el país.
En un país como el nuestro, donde se dio vida a un proceso autonómico esperanzador, la existencia de los gobiernos civiles y las diputaciones provinciales, solo han servido para minar esas autonomías y aumentar formidablemente el gasto del conjunto. Las propias CC.AA. debían haber asumido todas las competencias de esas instituciones, ahorrando millones a la administración. Así mismo, para mantener la coordinación, el Senado debió haberse convertido en una cámara de coordinación de esas autonomías.
Por su parte, los ministerios centrales debieron transferir la mayoría de sus funciones para un control local mucho más eficaz, manteniendo la centralización solo a un nivel de coordinación inter-autonómico y reduciendo al mínimo sus onerosas estructuras para un mayor ahorro y eficacia administrativa.
Desgraciadamente, la opacidad, combinada con la alegría contagiosa de algunas comunidades a la hora de hacer sus cuentas, ha llevado a estados de déficit presupuestario insostenibles. No es, sin embargo, el tema de este artículo las alegrías presupuestarias, menos aún sabiendo que cada vez que se tratan hay quien se siente ofendido sin que, a mi modo de ver, existan razones para ello.
Como hemos dicho, ante la opacidad de las cuentas centrales, solo podemos permitirnos un análisis a trvés de las cuentas locales e intentar hacer justificaciones, extrapolaciones y aproximaciones de lo que pasa en el interior de ese agujero negro que habita en Madrid.
La Generalitat de Catalunya llevó a cabo un estudio en 2001 (con el gobierno Aznar en Madrid y el de Pujol en Barcelona) donde se demostraba que, por flujos monetarios, el déficit presupuestario para con Catalunya suponía una cifra similar al 9,2% de su PIB (http://independencia-catalunya.com/Estudio%20Generalitat.pdf). Eran “buenos tiempos” para la macroeconomía de cifras, y tanto el PIB, como los ingresos por impuestos, gozaban de una salud excelente. Con todo, un diferencial del 9,2% era algo inaudito en cualquier lugar de Europa donde el mayor diferencial de una región (incluso en sistemas mucho más centralizados) no superaba el 3% (el 6%, de forma excepcional, se mantuvo durante 15 años y solo en algunas de las más ricas regiones de Alemania Occidental, para compensar el atraso de la parte Oriental, tras la reunificación alemana).
Las promesas de transparencia presupuestaria del gobierno Aznar tampoco faltaron entonces, pero entre tanto objetaron contra el resultado de estas cuentas. El gobierno central afirmaba poseer un superávit presupuestario que era referencial y que debía ser aplicado como una neutralización de estas cuentas, dando por supuesto que lo que al final aportaba Catalunya era una cantidad inferior (todo y que ese dinero no volvía a su origen, ni volvió nunca; casi 2.100 millones de euros perdidos en la administración central en un solo año); de este modo el déficit se reducía a un 7,5%, que visto desde el punto de vista del benefició, el gobierno Aznar lograba reducirlo a una cifra (totalmente artificiosa) del 6,1%. Que teniendo en cuenta que esos eran los buenos tiempos que siempre nos ha vendido el PP, aún puede considerarse como una cifra escandalosa y perfectamente entendible como de total expolio a Catalunya... y eso que, como hemos visto, la cifra real aún es mucho más aberrante.
Finalmente, aquel estudio de la Generalitat, aún aceptando las objeciones del gobierno central, determinó que la balanza fiscal de Catalunya con la administración central en una media entre 1986 y 2001, en tanto por ciento sobre el PIB y flujo monetario, con aceptación de las neutralizaciones del gobierno central, se establecía en el 7,6%. Eran 15 años de continuada transgresión presupuestaria (más .
Pero estamos hablando de 2001 y no contamos con cifras posteriores. Seguramente hay análisis más modernos (de hecho tenemos constancia de uno realizado por “La Caixa” en 2004, pero no hemos podido acceder a él), pero lo que importa es que, a pesar de as promesas, las peticiones y la insistencia de la UE, las cifras de Madrid siguen manifestando niveles similares de opacidad, con el agravante de que puntualmente se permiten realzar afirmaciones negando la evidencia sobre la perpetuación del expolio, pero sin aportar las cifras que implicarían un cierto grado de transparencia por el que podíamos empezar a evaluar el grado de eficacia de esa administración central. Administración que, desde el 15M, está totalmente cuestionada habida cuenta el gran número de consejeros y asesores que pululan por ella sin hacer nada, pero cobrando sueldos de escándalo.
Mientras se cuestiona en la calle el trabajo de las administraciones políticas, la crisis también ha dañado todas las fuentes de ingresos del Estado, con más razón las de las autonomías, pero aún es más hiriente el estado de las cuentas de muchos ayuntamientos que vivieron un anormal éxtasis bajo el influjo de la fiebre del ladrillo. Cuando la crisis empezó a mostrar sus primeros signos, las necesidades económicas de las administraciones locales, autonómicas y también centrales, seguían una línea ascendente. Por aquel entonces el Gobierno Central, para evitar el pánico, negó lo que para muchos ya era una evidencia (más en un país donde ya se esperaba el reventón de una burbuja inmobiliaria desmedida, desde hacía al menos cuatro años), también intentó compensar los primeros síntomas aumentando el gasto público. Esta es una política, que, en contra de lo que pueda suponer, yo no cuestiono, es más, valoro positivamente. Lo que sucede es que junto a este aumento del gasto orientado a infraestructuras, debía afinarse mucho en poner freno en los gastos superfluos que la inercia de los superávits presupuestarios había generado. Por ejemplo, era una necesidad limitar el número de asesores y consejeros, evitar informes innecesarios, buscar sinergias y, sobre todo, detectar fisuras económicas difíciles de justificar. Pero nada de esto se hizo y todo el gasto pasó a aumentar la deuda.
Lo peor del caso es que la mayoría de las administraciones también habían adquirido innumerables compromisos que debían ejecutarse y pagarse, pero los ingresos de que dependían ahora decrecían. Algunas de esas administraciones incluso se habían endeudado contando en que los ingresos seguirían la línea de los mejores tiempos y casi ninguna había pretendido compensar parte de aquel gasto con la eliminación de las inercias que las anteriores alegrías habían generado. Digamos que los políticos, en general, han demostrado ser unos pésimos gestores, por ello dar demasiado presupuesto y demasiado poder a algunos de ellos, no parece una idea  muy buena. Y es que eso de los gastos superfluos resulta una idea muy mal entendida por la clase política española, ya que cinco años después, cuando la crisis ya nos ha explotado en las narices, aún vemos como el Gobierno central aplica criterios de “austeridad” para las CC.AA. y la ciudadanía en general, mientras persiste en querer alimentarse con los ismos ingresos de antaño. De hecho ha suspendido las inversiones hacia las CC.AA., ero ha mantenido, e incluso aumentado, la maquinaria de derroche interior amparándose por ese escudo que supone la opacidad de las cuentas centrales.
No es de extrañar que el ciudadano perciba en esta actitud un deje de chulería por parte del Gobierno del PP. Y seguramente, más que una percepción, sea una cortina de humo que “mal disimula” maniobras susceptibles de ser juzgadas como corrupción. Sin embargo, la corrupción puede existir o no, pero de lo que no hay duda alguna, es de que los gastos de la administración central no se justifican y, en cambio, ese mismo gobierno declara a cada uno de los ciudadanos de este país como un ente sospechoso que debe justificar hasta el último miserable céntimo con las palmas de las manos abiertas y los bolsillos vueltos del revés.
Y todo esto mientras las grandes fortunas, los grandes ejecutivos, la banca, la iglesia... aquellos a quienes la ciudadanía, con bastante más objetividad que el gobierno y sus medios de comunicación afines, ya empezó a culpar de esta crisis desde mucho antes de que llegara; se marchan de rositas e incluso se financian a costa del esfuerzo, el sufrimiento y en ocasiones hasta la vida de esos mismos ciudadanos.
No ayuda tampoco ver como, políticos que han terminado su decepcionante paso por las administraciones, ingresan en la empresa privada para ocupar cargos, con jugosos sueldos, para los que no han hecho méritos y mientras cientos, miles de ciudadanos, incluso de esas mismas empresas, salen camino de las oficinas del INEM. Sobre todo cuando se adquiere conciencia de que esos mismos ex políticos ayudaron  a privatizar esas empresas, en lo que ya se considera un expolio, o beneficiaron a sus ejecutivos con viejas políticas poco claras.
Con todo este sarao, si el Gobierno no es culpable de corrupción, seguro que lo es de imbecilidad supina y, está claro que con la que está cayendo aún es peor. Que este gobierno complique el acceso a la justicia, cargue contra las demandas soberanistas de Catalunya y, sobre todo, intente criminalizar cada uno de los movimientos ciudadanos que le señalan, solo consigue avergonzarnos un poco más de está España que le ha dado al PP su patente de corso.