domingo, 10 de marzo de 2013

Más sobre cómo nos manipulan cambiando el significado de las palabras




Como la iglesia y la derecha, infiltrados en todos los estamentos, nos engañan con la lengua, han prohibido poner Lenin como nombre de pila bajo la argucia de decir que el "sentir popular" (a ver qué coño entienden por eso) lo reconoce como un apellido. Hasta donde sabemos (tras consultar la base de datos de los mormones y que recoge todos los apellidos que hay o ha habido en los últimos 150 años en todo el mundo) "Lenin" no es ningún apellido, de hecho era el apodo de Vladimir Ilich... por cierto, sí es legal poner como nombre de pila Ilich, igual que lo es Martín, León o Lope... todos ellos más reconocidos como apellidos, aunque al parecer ese ambiguo "sentir popular" no debe reconocerlos como apellidos, ni siquiera en el caso de aquel chaval burgalés llamado Martín Martín Martín.
No sé a quién pretenden engañar. Después de todo hace mucho que les vimos confundir los términos castellano y español para excluir a gallegos, vascos, catalanes... Con el tiempo fueron denominados esos ex-españoles (desde su sentir patriótico y nada nacionalista) como nacionalistas perversos, separatistas y secesionistas, lo que pudo justificar cualquier execrable acto y palabra contra ellos. Curioso que los muy tontos aceptaron con orgullo esos roles, pero lejos de acatar su castellanización por las buenas y por las malas, plantearon una resistencia pasiva que les permitiera sobrevivir hasta tiempos mejores. Así los sentimientos de esa España desespañolizada por el nacionalismo castellanizante (me gusta decirlo así porque es la verdad y porque a ellos, después de más de 100 años en un punto de vista diferente, ni siquiera son conscientes de ello... aunque a los más fanáticos les puede doler) se desvincularon de esa otra España que lo entiende todo en una sola lengua, una sola cultura y una sola forma de entender las cosas centrada en la provinciana Madrid. De todos sus problemas solo reconocieron el del provincianismo y quisieron solucionarlo haciendo de Madrid, de la noche a la mañana, una metrópolis y crisol de culturas a base de ser un nudo de comunicaciones y marcar el centro del mundo en el llamado kilómetro cero. Pensaron que la muy castellana Madrid absorbería el saber de todos esos caminos, pero se olvidaron que ellos querían que ese saber fuese únicamente en castellano, y en lugar de unir las culturas como hicieron Nueva York, Londres o París; Madrid puso en pie de guerra a todas esas tendencias y más pareció una ciudad del sur de EE.UU. donde durante años unos "honrados" encapuchados perseguían a los hombres triunfadores de color para grabar en sus carnes su resentimiento, su envidia y su frustración. Y entre tanto ese Pandemónium crecía contaminando al resto de un país olvidando que muchos de sus resquicios abonaban con su ignorante desconocimiento, las esporas de incomprensión que crecían, igual que una colonia de hongos o bacterias, en centenares de placas de Petri.
Y debajo de todo esto subyace el significado de una sola palabra: España. Las muchas formas de entender España que para una "patriótica" masa de ignorancia castellana, había excluido el resto de naciones que componían el verdadero crisol que pudo enriquecer ese Estado y que, a fuerza de castellanizar, los había terminado por envilecer. De este modo, siglos después de que España perdiera su imperio por esa misma ceguera, ahora empezaba a estar sentenciada a dividirse. Todo por culpa de pervertir el significado de las palabras.
Pero la perversión lingüística, donde ya dije que la iglesia y la derecha siempre han tenido la máxima responsabilidad, se ha reflejado en muchos más detalles. Nos grabaron a fuego el temor al rojo (donde la Fiesta Nacional ha servido de brutal catalizador), al comunismo y han intentado relajar las palabras fascismo, franquismo, conservadurismo o tradición (si es necesario se modifica hasta la historia de nuestro propio país). Cada vez que un político o ideólogo de la derecha tradicional "española" habla, hay que prestar atención al uso pormenorizado de sus palabras. Ellos no descuidan nunca el uso de nacionalismo para identificar las españas desterradas que buscan su propio camino, pero nunca llamaran así a esa Gran Castilla que las convirtió en proscritas y pervirtió la palabra nacionalidad. Ellos son patriotas, nosotros separatistas, nuestra autodeterminación es secesionismo, el comunismo es marxismo... no, estalinismo puro, y no aceptar que la banca se ha de salvar a costa de sacrificar hasta el último ciudadano, es el radicalismo antisistema. Pensar libremente es conspirar, manifestarse es atacar al sistema.
Por un momento, bajo sus palabras, me parece oír la voz de los Borg de Star Trek: Somos españoles, la resistencia es fútil y vais a ser asimilados.

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