Imagen
de Victor d’Hondt tomada de la Wikipedia.
Las bondades de la
democracia son tan reales que hace mucho tiempo que empezaron a seducirnos.
Desde sus más oscuros inicios, sin embargo, siempre hubo alguien alertándonos
de sus caras más perversas. El propio Platón nos advirtió sobre el hecho de
darles capacidad para opinar a patanes y personas sin buen criterio, y su
nefasta solución era apartar a estas personas del don de decidir por sí mismos.
A lo largo de la
historia, personas más o menos sabias han intentado transformar los poco
abundantes ejemplos democráticos, ya sea para mejorar la utilidad de la
democracia o para obtener beneficios personales… o para un grupo social
determinado. Entre esas formas de “perfección” han llegado a nuestra época
infinidad de reglamentos, sobre todo electorales, que como la famosa ley d’Hondt
que decora (manipula) nuestro sistema electoral. Por cierto, el sistema d’Hondt
de repartición de los votos, en realidad no es ninguna ley de ningún tipo, aunque
sí se aplica por ley… en nuestro caso dentro de las leyes electorales.
¿Pero de qué puede
servir una democracia que está limitada por conceptos, sistemas y leyes? Lo
cierto es que de nada. Todas esas limitaciones surgen para protegernos de algo,
pero en el fondo somos conscientes que solo sirven para proteger a una oligarquía
de poderosos de la “Democracia Real”. Estos poderosos siempre encontraran
fórmulas para desviar nuestra atención y siempre que descubramos el verdadero
problema de nuestras democracias, nos ofrecerán una alternativa que ya ha
pasado previamente sus “controles de calidad”. No es de extrañar, pues, que ante las demandas de Democracia Real del
movimiento 15M, los partidos poderosos nos ofrecen una alternativa de listas
abiertas, pero como diría Lluis Llach “no es això companys, no es això” (no es
eso compañeros, no es eso).
Un hombre un voto,
y que todos los votos tengan el mismo valor, es el principio fundamental de la “Democracia
Real”, pero la democracia también implican una serie de principios para el buen
gobierno de un Estado. Dentro de esos principios hay uno muy importante,
incorporado en el siglo XVIII a los conceptos de democracia, que es la separación
de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. En nuestro país, siempre buscando
mayorías absolutas o limitando en lo posible la diversificación parlamentaria,
el poder ejecutivo intenta secuestrar al legislativo y encima politiza el
judicial. Y si no tuviéramos bastante, el sistema judicial aún sigue
contaminado por las reminiscencias de una dictadura que hace cerca de 40 años
que supuestamente desapareció y la influencia de lobbies ultraconservadores
como el de la iglesia.
Que ahora una miríada
de políticos que se nos antojan corruptos (me temo que es algo más que un
antojo), totalmente inmunes a las peticiones de un pueblo supuestamente soberano
y serviles con las fuentes del poder económico, no es más que una consecuencia
de todas esas perversiones introducidas al sistema. Perversiones que han
alcanzado el grado de inasumibles dentro de una crisis que ha llevado a gran
parte de la población al estatus de miseria mientras amenaza al resto con lo
mismo. Y entre tanto el mal llamado sistema, defiende las prebendas de sus
oligarquías beneficiarias en lugar de responder a las demandas del pueblo. El
mejor ejemplo proviene, claro está, del partido en el poder que, en lugar de
lavar con energía sus trapos sucios, opta por denunciar a todo aquel que muestre
su dedo acusador sobre alguna de las ingentes deshonras que ellos mismos van
dejando al aire.
Mientras el pueblo
demanda una “Democracia Real”, nuestro gobierno se comporta como el paradigma
de todo lo que no debe ser en democracia e intenta aplastar todo semilla de
algo que se asemeje a ese ideal democrático. No es de extrañar pues que todas
esas demoníacas oligarquías ligadas al poder de España hayan estigmatizado y
usado todas sus artes ocultas contra el referéndum de autodeterminación del
pueblo catalán. Para ello se han escrito y se han inventado miles de argumentos
más o menos coherentes, apelando a la historia, a la ciencia, a la religión,
pero en último término su único argumento remotamente democrático se basa en
una Carta Magna, que de tan violada por ellos mismos, tiene todas sus líneas
ilegibles y sus páginas pegajosas. La Constitución que cada instante se
incumple contra ese pueblo al que le han robado su soberanía, es el arma que
usarán contra la única semilla de esperanza, ilusión y democracia que crece a
lo largo y ancho de la piel de toro.
¿Volverán a vencer
o esta será su lucha final y el amanecer de una Democracia Real?
Solo de ti depende.
Piensa en democrático.
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