sábado, 9 de marzo de 2013

Democracia aquí y ahora



Imagen de Victor d’Hondt tomada de la Wikipedia.

Las bondades de la democracia son tan reales que hace mucho tiempo que empezaron a seducirnos. Desde sus más oscuros inicios, sin embargo, siempre hubo alguien alertándonos de sus caras más perversas. El propio Platón nos advirtió sobre el hecho de darles capacidad para opinar a patanes y personas sin buen criterio, y su nefasta solución era apartar a estas personas del don de decidir por sí mismos.
A lo largo de la historia, personas más o menos sabias han intentado transformar los poco abundantes ejemplos democráticos, ya sea para mejorar la utilidad de la democracia o para obtener beneficios personales… o para un grupo social determinado. Entre esas formas de “perfección” han llegado a nuestra época infinidad de reglamentos, sobre todo electorales, que como la famosa ley d’Hondt que decora (manipula) nuestro sistema electoral. Por cierto, el sistema d’Hondt de repartición de los votos, en realidad no es ninguna ley de ningún tipo, aunque sí se aplica por ley… en nuestro caso dentro de las leyes electorales.
¿Pero de qué puede servir una democracia que está limitada por conceptos, sistemas y leyes? Lo cierto es que de nada. Todas esas limitaciones surgen para protegernos de algo, pero en el fondo somos conscientes que solo sirven para proteger a una oligarquía de poderosos de la “Democracia Real”. Estos poderosos siempre encontraran fórmulas para desviar nuestra atención y siempre que descubramos el verdadero problema de nuestras democracias, nos ofrecerán una alternativa que ya ha pasado previamente sus “controles de calidad”. No es de extrañar, pues,  que ante las demandas de Democracia Real del movimiento 15M, los partidos poderosos nos ofrecen una alternativa de listas abiertas, pero como diría Lluis Llach “no es això companys, no es això” (no es eso compañeros, no es eso).
Un hombre un voto, y que todos los votos tengan el mismo valor, es el principio fundamental de la “Democracia Real”, pero la democracia también implican una serie de principios para el buen gobierno de un Estado. Dentro de esos principios hay uno muy importante, incorporado en el siglo XVIII a los conceptos de democracia, que es la separación de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. En nuestro país, siempre buscando mayorías absolutas o limitando en lo posible la diversificación parlamentaria, el poder ejecutivo intenta secuestrar al legislativo y encima politiza el judicial. Y si no tuviéramos bastante, el sistema judicial aún sigue contaminado por las reminiscencias de una dictadura que hace cerca de 40 años que supuestamente desapareció y la influencia de lobbies ultraconservadores como el de la iglesia.
Que ahora una miríada de políticos que se nos antojan corruptos (me temo que es algo más que un antojo), totalmente inmunes a las peticiones de un pueblo supuestamente soberano y serviles con las fuentes del poder económico, no es más que una consecuencia de todas esas perversiones introducidas al sistema. Perversiones que han alcanzado el grado de inasumibles dentro de una crisis que ha llevado a gran parte de la población al estatus de miseria mientras amenaza al resto con lo mismo. Y entre tanto el mal llamado sistema, defiende las prebendas de sus oligarquías beneficiarias en lugar de responder a las demandas del pueblo. El mejor ejemplo proviene, claro está, del partido en el poder que, en lugar de lavar con energía sus trapos sucios, opta por denunciar a todo aquel que muestre su dedo acusador sobre alguna de las ingentes deshonras que ellos mismos van dejando al aire.
Mientras el pueblo demanda una “Democracia Real”, nuestro gobierno se comporta como el paradigma de todo lo que no debe ser en democracia e intenta aplastar todo semilla de algo que se asemeje a ese ideal democrático. No es de extrañar pues que todas esas demoníacas oligarquías ligadas al poder de España hayan estigmatizado y usado todas sus artes ocultas contra el referéndum de autodeterminación del pueblo catalán. Para ello se han escrito y se han inventado miles de argumentos más o menos coherentes, apelando a la historia, a la ciencia, a la religión, pero en último término su único argumento remotamente democrático se basa en una Carta Magna, que de tan violada por ellos mismos, tiene todas sus líneas ilegibles y sus páginas pegajosas. La Constitución que cada instante se incumple contra ese pueblo al que le han robado su soberanía, es el arma que usarán contra la única semilla de esperanza, ilusión y democracia que crece a lo largo y ancho de la piel de toro.
¿Volverán a vencer o esta será su lucha final y el amanecer de una Democracia Real?
Solo de ti depende. Piensa en democrático.

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