La naturaleza “cuantiza” la energía, le divide en unos paquetes o cuantos para desplazarla en ondas electromagnéticas. La frecuencia o la amplitud nos dice, también, el tamaño de los quantos, en cuanto a la intensidad nos da el número de quantos en función del tiempo. Esos cuantos, según los trabajos que hablan de la dualidad onda-partícula, serían los fotones, si no tienen masa, pero electrones, protones, neutrones... también comparten esta idea. Toda masa lleva asociada una o varias ondas electromagnéticas, sin embargo, la energía y las partículas mínimas siempre tienen valores concretos o cuantizados. Aunque se han encontrado partículas subatómicas que dividen a las partículas atómicas (mediante aceleradores y colisionadores de partículas), estas siempre tienen valores cuantizados. Esto, o algo parecido, constituye la base de uno de los campos elementales de las ciencias que estudian la naturaleza del Universo (del Universo microscópico en este caso): la física cuántica y la física estadística. Un campo abierto por Albert Einstein, aunque luego pretendiera mirar hacia otro lado con su famosa frase: “Dios no juega a los dados”.
Imitando a la naturaleza, el ser humano encontró una solución similar para transmitir información (voz y datos) con mayor facilidad. Convertir las señales analógicas naturales en digitales, pero con nuevas normas, facilitó mucho el avance de la tecnología y en especial de la informática.
Las señales que llamamos analógicas, gracias a la física quántica, sabemos que a un tamaño muy muy pequeño tienen que estar cuantizadas de alguna manera, pero nosotros no somos capaces de discernirlo puesto que también estamos formados de esos micro cuantos. De tal manera el comportamiento de esas señales es el de una continuidad a nivel infinitesimal.
Cuando trasmitimos una conversación radiofónica, esta va enclaustrada en unas ondas electromagnéticas con una frecuencia determinada y con una modulación interna que diferencian la conversación para que los aparatos reproductores hagan eso... reproducirla. No vamos a entrar en detalles. La falta de espacio para más emisoras en el espectro radiofónico puede llevar a su digitalización, proceso por el que se logra que varias emisoras puedan ocupar una misma frecuencia. Tampoco especificaremos más.
La digitalización implica cuantizar las señales analógicas dando valores numéricos a cada nivel de la onda y que se representa después en código binario. Ese código binario llega al receptor que repone el valor de la onda y recompone la señal uniendo cada cuanto que le llega. De este modo una cuantización fina, con un muestreo abundante dará una señal muy poco diferenciada de la original y con menores pérdidas de transmisión, pero una cuantización grosera dará a su vez una señal final muy alejada en calidad de la original, ya que se habrán perdido detalles importantes de la señal inicial.
Mucho cuidado, pues, hay que tener con la digitalización. Así que no nos debe extrañar que resulte tan errónea la digitalización de los conceptos humanos tales como la libertad.
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