martes, 20 de enero de 2009

Refexiones ante el nuevo New Deal de Obama

Imagen tomada de www.taurillon.org.

Franklin Delano Roosvelt fue la respuesta de la ciudadanía norteamericana frente a la agotadora crisis del 29. Una crisis tan atroz que se extendió hasta más allá de aquellas elecciones de 1932. La respuesta de Roosvelt contra la crisis fue su New Deal (nuevo trato). Aquel nuevo trato imponía algo, tan antiamericano, como el intervencionismo económico del gobierno y hacía caso a algo que aterraba a los economistas liberales (verdaderos culpables del crack del 29): las teorías keynesianas y del subconsumo.

El New Deal, posiblemente, se equivocó en la pretensión de reducir el gasto federal y equilibrar el presupuesto nacional, pero se tiene que tener en cuenta que, en los años anteriores, su predecesor en el cargo de presidente, con una base económica liberal, había agotado los recursos económicos del país intentando contrarrestar aquella gran depresión. Pero, aunque sorprenda, Hoover ya había iniciado algunas de estas medidas que ahora Roosvelt convertía en norma.

El crack y sus consecuencias eran el problema, así pues se pretendía contraatacar esa sintomatología reactivando el consumo y la inversión haciendo llegar el dinero a las manos de los consumidores… ese esfuerzo fiscal es el que podía agotar al país intentando reactivar la producción. Por otro lado, ya se habían empezado a poner controles a la banca para evitar otro desangramiento bursátil.

Roosvelt contaba con una herramienta que hoy muchos no tienen: el control de su propia moneda. Con la autorización del Congreso, pudo autorizar la concesión de créditos más baratos y en más cantidad, lo que hoy sería una bajada del precio del dinero, pero mediante una fórmula que incidía más rápidamente sobre la economía. También eliminó el patrón oro de la moneda, con lo que se facilitaba el comercio exterior. La supresión del patrón oro, a nivel internacional, no se acabaría de definir hasta los años sesenta, como respuesta al vampirismo económico de la Francia de De Gaulle. Roosvelt, no obstante, fue más allá prohibiendo la posesión de oro en manos particulares y confiscándoselo. El precio del oro queda, finalmente, fijado por el poder federal. Pero también este plan tuvo que hacer rectificaciones porque, tras sabotear la Conferencia Económica de Londres de 1933, donde se pretendía acabar con los aranceles y restaurar el patrón oro, un año después restaura el patrón oro, aunque aprovechando para modificar su precio de 20 a 35 dólares por onza con lo que acababa de devaluar la moneda norteamericana y haciéndola más atractiva para las exportaciones y, claro, menos para las importaciones. Para hacer efectiva esa devaluación, emite papel moneda por valor de 3.000 millones de dólares. Ese fue el beneficio efectivo, porque el aumento de impuestos, dado el estado crítico de quienes debían pagarlos, no supuso, todavía, ningún aumento para las arcas de la nación. Por otro lado, aquel primer año, las prácticas del New Deal habían supuesto un gasto de 10.000 millones. A nivel estatal, en los años siguientes, los gastos estatales aumentaron hasta un 83%. Y esa supone la gran crítica del neoliberalismo actual hacia el New Deal, sin embargo, los EE.UU. de aquellos años ya estaban descubriendo un cambio importante en su economía doméstica y la depresión tanto económica como psicológica del 29, empezaba a dar paso a un nuevo amanecer de la economía del gigante. De hecho, el desempleo había descendido espectacularmente, todo y que, gran parte de la economía, seguía formando parte de actividades sumergidas.

La única crítica real posible al New Deal se sustenta en la pérdida de nivel adquisitivo de los trabajadores con sueldos bajos y precios en continuo ascenso… pero que es eso ante la perspectiva de unos precios sostenidos y la población sin empleo ¡No hay color!

El neoliberalismo, no obstante, no duda en cargar contra las medidas que hicieron de Roosvelt el presidente más querido de EE.UU, y ello es debido a las correcciones keinesianas que introdujo sobre el sistema económico liberal norteamericano. Y entre las ideas de Keynes, la que más solivianta a los liberales, es la concepción de la economía liberal como un proceso cíclico que empieza y acaba en grandes crisis económicas. Ciclos que las técnicas keinesianas tratan de evitar.

La cruel realidad es que las empresas no quieren economistas keinesianos, sólo liberales, porque son los que favorecen la obtención de beneficios directamente, sin pensar en el entorno, pero a la hora de la verdad, cuando todos estos procesos de suma avaricia llevan a los diferentes tipos de crisis, sólo un proyecto económico de corte keinesiano puede regenerar las estructuras sociales y económicas para superar el desastre.

En la crisis actual son muchas las voces que intentan advertir a Barak Obama sobre los peligros de un nuevo New Deal, pero espero que el flamante presidente se pare a ver los intereses de esas voces neoliberales antes de escuchar lo que dicen.


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