lunes, 29 de octubre de 2007

Beatificación deshonrosa





El pasado fin de semana tuvo lugar otro de los muchos actos vergonzosos del Vaticano hacia España. Nuevamente la Conferencia Episcopal Española y el Opus Dei están detrás de un uso político de las beatificaciones de 498 “mártires” bajo “las garras ensangrentadas de los rojos”.


Por lo que hemos podido saber el acto ya estaba programado desde hace tres años, bajo el papado de Juan Pablo II, un Papa que ya demostró su amistad con este tipo de injerencias contra el buen gobierno de España en demasiadas ocasiones, sin duda potenciadas por su amistad con la secta del Opus Dei que sacó a su papado de la banca rota.


Según cuentan, desde hace muchos años, varios de los casos de martirio ya debían haberse llevado a la beatificación, sin embargo, importantes personajes de la iglesia, que no nos han sido revelados, decidieron unificarlos en un solo acto de beatificación para evitar un continuo goteo. Cabe decir que, por lo menos dos casos, hace más de doce años que esperaban esa beatificación, sin embargo, muchos otros, en un principio, ni siquiera habían sido tenidos en cuenta. Curiosamente, de los más de 50 casos que hay reconocidos como mártires en el lado nacional, ninguno ha sido tenido en cuenta para esta masiva beatificación.


Hablando de cifras, la ceremonia de beatificación ha sido seguida “in situ” por unos 40.000 feligreses, pero entre ellos faltaban los familiares de muchos de esos beatos que no acudieron al acto por la vergüenza que les producía la politización, por parte de la Conferencia, de este acto en el que, nuevamente, se han visto banderas de la España fascista. Uno de los representantes de esas familias, pocas horas antes del acto, se dirigía a los micrófonos de los medios de comunicación para reivindicar la no relación de su familia y de su familiar muerto, ahora beato, con las tesis de quienes lo han usado como bandera, a pesar de morir mártir en manos de milicianos anarquistas.


Para el recuerdo queda la imagen de Prat de La Riba y otras personalidades de creencias católicas, aunque demócratas, a quienes la Generalitat y el Gobierno Republicano ayudaron a huir del caos en que la retaguardia republicana se había convertido. La sublevación franquista, allí donde no había vencido, provocó que las masas se revelaran desordenadamente contra los supuestos traidores. De aquel caos surgió un nuevo orden extremo en que anarquistas y comunistas, ayudados por toda clase de expresidiarios y exaltados tomaron las calles sin que los gobiernos electos pudieran hacer nada más. Cuando Prat de La Riba, y otros como él, llegaron a las zonas nacionales, fueron apresados, torturados y ejecutados. Como dijo en más de una ocasión, Franco no quería que quedara un solo rojo en la península, pero en esta definición no separaba católicos de ateos ni miembros de las derechas y de las izquierdas, únicamente le importaba que no quedaran vestigios de democracia sobre el suelo patrio. Este fue el padre y amor de la iglesia española que hoy beatifica los mártires según el color preferencial de aquel que fue llevado bajo palio a los altares.


Muy lejos ha quedado el día, allá por 1972, cuando la iglesia católica pidió perdón por su colaboración en los crímenes franquistas, un tiempo en que un obispo tuvo narices de plantar cara a la oscuridad del franquismo y abrir una puerta al cambio, Vicente Enrique y Tarancón, que tiempo después llegó a cardenal y fue para muchos, el obispo rojo. Pero hoy la iglesia católica ya ha hecho suya otra elección, ha mostrado sus cartas y ha dicho quien es. Ha beatificado su voto masivo en una urna eterna y aunque hay miles de creyentes que no comparten su afiliación política, ahora ya saben que tendrán que romper con una inercia de pecado por el gobierno de sus príncipes negros. Con esta beatificación ya sabemos en qué punto se ha enrocado el séptimo poder… ¡Descanse en paz!





Todo es importante, pero poco lo es más que el respeto a las demás personas.

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