martes, 27 de julio de 2010

Autodeterminación

El derecho a la autodeterminación no es en sí mismo, ni tiene por qué serlo, un proceso de independencia. Por otra parte, aunque a algunos les haya gustado presentarlo así, tampoco es un proceso de reafirmación. La autodeterminación no es más que la formula que permite aceptar o rechazar una formula de constitución más acorde con la realidad de un pueblo.

Fue el presidente norteamericano Woodrow Wilson en su discurso en el congreso con los Catorce Puntos que debían conformar el orden mundial, el que dijo que los intereses de los pueblos debían merecer igual consideración que los intereses de los gobiernos, cuestión que debería ser amparada por el derecho a la autodeterminación. Desgraciadamente, cuando Wilson llegó a Versalles, las negociaciones para poner punto y final a la Gran Guerra eran en realidad una olla de grillos. La germanofobia de Francia dominó todos los campos y más allá de esto Wilson sólo obtuvo la fundación de la Sociedad de Naciones para… seguir estudiando sus propuestas. No obstante, y a pesar de algunos fracasos iniciales, las ideas de Wilson se han ido imponiendo: la frustrante Sociedad de Naciones tuvo una secuela importante en la ONU, el nacimiento de la UE y otras asociaciones económicas de países que acaben con las barreras económicas… Pero sus puntos estaban decididos a pacificar la Europa de aquella primera mitad de siglo y… no pudo ser.

Sólo Canadá otorga, periódicamente, el derecho de autodeterminación a Quebec y, una y otra vez, los quebequeses, con su derecho a hablar francés intacto, deciden seguir siendo canadienses. Para la mayoría de habitantes de Quebec es un orgullo ser canadienses precisamente porque son ellos los que lo han elegido así y además saben que el resto del país les da un reconocimiento particular y respetuoso a sus características diferenciales. En cambio, otras naciones sin estado como Escocia y Catalunya, están viendo aumentar, cada vez más, su tendencias separatistas, debido a la presión integradora y poco respetuosa que el resto de sus estados manifiestan contra ellas.

En el caso de Catalunya, la autonomía era una buena respuesta a su personalidad, sin embargo, el resto del estado, con características diferenciales o no, quiso un destino similar, así que sin tener estas en cuenta se creo aquello del “café para todos”. Nacieron comunidades tan absurdas como Madrid, Murcia, Extremadura… donde las características diferenciales o históricas no pintaban nada, aquello no era más que un aparcelamiento de poderes para gastar más dinero y ridiculizar los sentimientos de aquellos para quienes si tenían importancia. Además, con esta estrategia, las “ciudades autónomas” de Ceuta y Melilla, se han puesto en grave peligro, de cara al futuro, según evolucionen las relaciones con Marruecos.

El colmo del absurdo ha llegado a Catalunya de la mano del tribunal constitucional y algunos partidos políticos foráneos (por mucho que afirmen lo contrario) que han tomado la decisión de imponer la lengua de Castilla, como hizo Franco, cueste lo que cueste. Claro que para ello se usan subterfugios como el bilingüismo que, si fuera real en su ideario, no podría diferenciarse demasiado del que propugnan los partidos más catalanistas. Sin embargo, estos maestros del escarnio, se centran en ejemplos como las guerras de los carteles.

La ley dice que todos los rótulos deben estar en catalán y en castellano, sin embargo, como es lógico, el gobierno catalán sólo multa a los que no aparecen en catalán. Esta es la excusa de los anticatalanes para afirmar que no hay paridad lingüística. La respuesta es que deben ser las instituciones castellanas las que sancionen en el otro caso, pero que resultaría absurdo dado que el castellano no corre peligro pues el 100% de la población los conoce, cosa que no sucede con el catalán aún siendo la lengua autóctona.

Cierto que para muchos la enseñanza del castellano en las escuelas no está bien vista, pero la cruel realidad es que son más los mal llamados bilingüistas que abolirían el catalán de las aulas. A unos y a otros sólo cabe una respuesta y es que la ignorancia jamás puede ser un derecho.

Y eso mismo cabría decir al resto de España. No se puede opinar si sólo se conoce una cara del problema, pero mucho menos si lo miras desde lejos. Después de más de cien años escuchando por toda la geografía injuriosas afirmaciones sobre los catalanes, o es de extrañar que cada día haya más personas que piensen en la independencia como única solución, sin embargo, aún hoy es posible que no gane esta opción. De todas formas si persisten en faltar al respeto a todo un pueblo llegará el día en que no hará falta siquiera un referéndum de autodeterminación.

Rectificar es de sabios y, tal vez, la suerte aún no esté echada.

Imagen del presidente de EE.UU. Woodrow Wilson extraída de la Wikipedia.

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