¿Qué es eso de que Barcelona se va a presentar a los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022? O es que el cambio climático va a hacer que por fin nieve en la ciudad Condal o a alguien se le ha caído un tornillo y está muy mal.
Sí, ya sé que los tiempos han cambiado mucho y entre los transportes, que deduzco se crearán hasta los Pirineos, y los avances tecnológicos que pueden fabricar y mantener hielo y nieve en el mismísimo Dubay, todo es posible. Pero esa no es la cuestión.
Pascual Maragall ya la “cagó” en su día con la historia del Forum, como “el Petit Napoleó”, también el pensó que si se habían podido hacer los magníficos juegos del 92, se podía hacer cualquier cosa... Y se equivocó más que la paloma de Alberti.
Los políticos mediocres creen que son ellos los que pueden organizar unos JJ.OO. o cualquier evento similar y técnicamente es así, pero con ello sólo demuestran su arrogancia y desconocimiento de la realidad. Unos JJ.OO. son mucho más que un tecnicismo, son un sentimiento. Cuando Barcelona acogió los juegos de 1992, el sueño olímpico llevaba creciendo en el corazón de los Barceloneses, de los catalanes y me atrevería a decir que de media España, desde el mismo óbito de Franco... y en algunos casos más tiempo aún, incluso desde los tiempos de
Cuando Narcís Serra pidió la candidatura contaba con un enorme respaldo emocional de toda la ciudadanía. Se podría decir que el acalde no fue más que un intermediario de la voluntad de los barceloneses. La candidatura podía prosperar o no, pero era seguro que aquellos juegos eran nuestros juegos.
Pascual Maragall creyó apuntarse el tanto, aún se cree el alcalde de los juegos, pero a pesar de su personalismo desmesurado, fueron los juegos de una inmensa horda de voluntarios, de una ciudadanía que salía cada día a las calles para ver el colorido emocional y a conocer a sus nuevos invitados que paseaban por las calles con las acreditaciones colgadas al cuello. Igual te hacías una foto con el equipo de atletismo femenino de Antigua, que te pisoteaba el equipo de Bascket de EE.UU. porque no te veían allí abajo. Barcelona fue una fiesta, pero fue una fiesta que se estuvo preparando mucho tiempo antes... incluso antes de aquel: ...”a la ville de Barcelone”.
Señor Hereu, no se haga más pajas mentales, el espíritu olímpico no se puede inventar en un despacho. En un despacho se pueden firmar alianzas, rellenar documentos, tomar decisiones, inventar marcas... pero para conocer que hay en el corazón de los barceloneses se ha de estar con ellos y eso usted hace mucho tiempo que no sabe que quiere decir. Sr. Hereu, estos son sus juegos, no sé si los logrará o no, aunque lo dudo. Pero tampoco me importa demasiado, porque no son mis juegos ni lo son de los barceloneses. Barcelona 2022 no nos hará amigos para siempre, más bien nos hará más tristes que nunca.
El lobby turístico, el que fomentó el AVE por el corazón de la ciudad, se frota otra vez las manos... ¿Qué nos va a costar esta vez hacerles contentos?
“¡Visca Barcelona!”... “Visc a Barcelona”, pero, cada vez más, me encantaría marcharme.
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