martes, 12 de enero de 2010

Liberalismo: utopía de peaje.


Cuando era joven era liberal. La economía liberal parecía la panacea, la solución a todos los problemas del mundo, pero me equivoqué. No era más que otra teoría perfecta para un mundo perfecto que muy poco tienen que ver con el mundo real. El liberalismo económico se basa en la perfección de los mercados y en un egoísmo racional y solidario de los agentes que intervienen... ¿Y cuándo ha sido racional o solidario el egoísmo?

Para la economía liberal el empresario siempre procura buscar el máximo beneficio de forma directa o quiebra, pero no hace trampas o si las hace se le termina pillando y se le saca del juego económico. Pero qué ocurre cuando no hay empresarios sino ejecutivos que se juegan muy poco aún llevando a la quiebra las empresas que dirigen y cuyo beneficio personal, a menudo, discrepa de esa empresa. Además, las nuevas súper empresas, son tan grandes que pueden cometer enormes errores y prevalecer en ellos sin arruinarse, es más, pueden forzar a que otras empresas de menor envergadura sigan la estela de sus errores bajo la amenaza de verse fuera de ese mercado. Es decir, que los mercados reales están dirigidos y no por las supuestas autoridades sino por las grandes compañías que no buscan el máximo beneficio, como necesita un liberalismo perfecto, sino la máxima ventaja respecto a los competidores y el beneficio personal de los directivos.

Hay que tener claro que para que una empresa cobre mayor ventaja sobre sus competidores, la mayor parte de las veces, los esfuerzos no se dirigen hacia el mayor beneficio sino hacia la creación de impedimentos a la competencia para que ella no pueda obtener ese beneficio. Por otra parte el beneficio de los directivos no sólo no está ligado al de la empresa sino que además, la mayor parte de veces está muy lejos de este.

En el sistema económico real, pues, el liberalismo es una utopía que de pretenderse llevar a cabo ofrece unas ventajas a esos tramposos del sistema que genera desastres en cadena de gran envergadura, tales como la especulación, que terminan por arrastrar a todos los mercados a puntos sin salida donde los cambios traumáticos para regenerar la economía son obligados: crisis.

Una vez establecida una crisis hay muchas formas de encararla y nuevamente las medidas liberales parecen las más lógicas, pero es ficticio. Toda crisis obliga a la regeneración de todas las estructuras, sin embargo las de los tramposos del sistema siguen indemnes, así que la aplicación de esas medidas sólo implica el sacrificio de unos pocos para cimentar una nueva crisis en el futuro.

Dicen que una gripe sin tratar invalida a un individuo durante una semana, pero que si trata sólo lo hace durante siete días. Eso mismo sucede con esas medidas liberales, con una clara diferencia, las medidas liberales ponen el termómetro en la boca de los grandes ejecutivos y la aplicación de otras medidas más... sintomáticas, se lo pone en el culo ¿Qué medidas creen que preferirán?

Para muestra un botón. Si aumenta el paro qué solución propondrán, pues abaratar el despido, cuando lo lógico sería abaratar el empleo.

El liberalismo es una gran filosofía económica, como también lo es el comunismo, pero ambas fallan en el momento de su aplicación porque están ideadas para sistemas perfectos que no pueden existir en la realidad. Ambas, habida cuenta el elevado precio que nos cuesta a los ciudadanos de a pie su aplicación, resultan ser utopías de peaje.

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