sábado, 14 de febrero de 2009

Entrada para un "adiós".


Imagen tomada de www.unav.es.

Dicen que mientras hay vida hay esperanza, pero cuando ves apagarse lentamente su luz, de forma tan triste y dolorosa, deseas que todo se acabe lo antes posible. Lo deseas y lo repudias porque otra parte de ti se aferra a esos recuerdos de amor que te van desgarrando y confundiendo conforme ahondas más y más en ese interminable “adiós”.

Ya casi ni se mueve, tan solo su mirada de ojos grandes, apretados y tristes augura que de un momento a otro se desencadenará la nada.

Un espasmo… otro. Sus ojos están más allá de un punto de visión. Más espasmos que se encadenan y se hacen continuos, pero van bajando de intensidad. Los músculos ya no tienen energía ni para colaborar con la Parca que termina de manifestarse en una quietud total.

Se acabó. Su dolor físico pasó y ahora sólo queda un dolor anímico que no le pertenece.

Ya sé que sólo era un ratón, pero era mi ratón. Aquel al que nunca quise ponerle un nombre para que la brevedad de su vida no me importara, pero otra vez me equivoqué. Me importó y duele. Nadie te quita la posibilidad de querer y eso tiene que ser bueno, pero…

Si un ratón puede dejar semejante vacio… qué será de una persona. Alguien quiere más razones para negarme a conocer a nadie que, un día, también pueda abandonarme y me deje un enorme agujero en el que quepa mi desdicha… ¡No quiero!

(…)

4 comentarios:

Bolzano dijo...

Que suerte tuvo tu ratón de tener un compañero de viaje como tú.
Estoy seguro que se sentiría orgulloso, si pudiera, de la despedida que le has hecho.

Elizabetha dijo...

Los animales pueden llegar a hacer más compañía y dar más afecto que los humanos. A veces los infravaloramos por ser pequeños y por tener otros hábitos que no comprendemos del todo (aunque creemos comprender desde nuestra limitada lógica). Sólo nos damos verdadera cuenta de lo grandes que son esos compañeros de piso alternativos cuando nos tenemos que despedir de ellos y nos queda la melancolía de los recuerdos compartidos.

Yo también estoy segura de que, de saber leer, le hubiera encantado tu despedida.

Por cierto, gracias por los ánimos que me envías en tu último comentario. Hoy mismo me han entrevistado para ser coordinadora pedagógica y ha ido bastante bien. Sólo me queda esperar el veredicto.

Un abrazo

Vicent dijo...

Tengo que pediros disculpas por lo que parece y no es. Una persona tan despistada como yo no podría tener jamás animales de compañía.
El texto es un ejercicio sobre el drama de querer a algo o a alguien por el miedo al dolor de perderlo. He aprovechado en impacto visual de un ratoncito porque hace años se coló uno en casa y me tuve que ver en la tesitura de matarlo. Tras superar con gran maestría y habilidad todas las trampas de las que sacaba la comida para picarme yo los dedos después, decidí envenenarlo con tipex. El veneno lo inmovilizó y cuando lo cogí me miro con esos ojos infantiles y tiernos y creando en mí una oleada de terribles remordimientos.
Era necesario sacarlo de casa, era un peligro, pero la profunda tristeza que me dejó no es fácil de olvidar, así que he aprovechado ese recuerdo para dar forma al actual texto.
Pido disculpas porque no es lo mismo... ¿verdad?

Mimí dijo...

Me ha encantado, desde luego, qué dulzura de bigotes, jejeje.
No me gustaría verme en el trance de tener que eliminarlo, la verdad.
Un abrazote desde los mares de Extremadura.