Imagen tomada de www.pirru.net. Esta es la imagen que se ha divulgado de Eluana, joven y bella. Antes del accidente que hizo de ella un vegetal. Esta hermosa imagen se ha usado de forma interesada para dar una imagen de que se dejaba morir a un ser lleno de vitalidad, pero el padre de Eluana tenía buenas razones para no cambiar esa imagen. “Bastante grave es ver ese cadáver enchufado a una máquina cada día, no voy a dejar en el recuerdo esa imagen, prefiero ver la que fue mi niña”. En el senado italiano, algunos ultracatólicos, dejaron caer algunas lagrimas cuando se informó sobre el deceso oficial de Eluana, pero ¿quién creen ustedes que entiende más de dolor?
Murió Eluana.
Murió Eluana Englaro. Que Dios la guarde en su seno, pero el de verdad, no el que usurpó la iglesia romana hace 1700 años, no el de la miseria y la hipocresía… ¡No!
Murió una muchacha de 17 años que llevaba suspendida en la inexistencia otros 17 años y, por fin, sus familiares podrán llorarla como se merece. Tiene que ser muy duro velar un cadáver toda una vida. Terrible ver como un cuerpo, que un día fue joven y bello y fue capaz de contener alegres sonrisas, se consume insuficientemente alimentado por un tubo nasogástrico y un suero eternamente clavado a su brazo. Horroroso ir olvidando a la hija viva mientras se acaricia a un insensible vegetal que comparte su ADN. Eluana se había convertido en algo similar a los no muertos de los juegos de terror, un vampiro inocente que chupaba la vida de sus seres queridos.
Sólo hay dos cosas peores que la muerte de un hijo: su desaparición sin respuestas y cuyas esperanzas de volver a verlo se enquistan en el dolor con el paso de los años y la otra es Eluana, un coma sin retorno donde el hijo ya se ha ido y nos tenemos que conformar con una carcasa vacía que nos obliga a reeditar el dolor y el luto cada día.
Murió y ahora la familia tendrá derecho a llorar y Eluana podrá, por fin, ser recordada por la sonrisa que un día fue y no por esa carcasa inane que se burlaba de la humanidad.
Pero no la muerte de Eluana no ha sido una conquista fácil, vivía en un país tan ultracatólico como el nuestro. Vivía en Italia, o más bien vivió, porque la persona que respondía al nombre de Eluana hace mucho que murió. La mismísima sombra negra del Vaticano se agarró al cuerpo inocuo, que yació de hospital en hospital, sin dejarlo escapar, chupando de él su ansiada dosis de notoriedad, sin pensar en la angustia y agonía de los verdaderos responsables del ser que un día fue.
Beppino Englare, el padre de Eluana, ha llevado, de tribunal en tribunal, una titánica lucha durante años. No sé si esa lucha le permitió evadirse de la terrible realidad, pero sí estoy seguro que al luchar por la muerte digna del soma en que se había convertido aquel trozo de su corazón, también estaba luchando por la vida. Pero, cuando finalmente consiguió un dictamen favorable del, en teoría inapelable, Tribunal Supremo Italiano, las fanáticas hordas ultracatólicas, con el presidente del gobierno, Silvio Berlusconi, a la cabeza, se lanzaron en un sangrante ataque contrarreloj para cambiar la ley, la constitución y, si hiciera falta, las leyes de la naturaleza, con el único fin hacer más daño, de crucificar a aquellos que no acatan las leyes de un Dios corrompido por las voces de la iglesia. Si Beppino pensó que su calvario acababa se equivocaba. El dolor de un padre aún tuvo que ver como se mancillaban sus derechos para impedir lo que por ley y por natura debía ser.
Por fin, el día uno de febrero llegaba el comienzo del fin. Eluana fue trasladada desde Lecco, dónde pasó su vida vegetativa, a Udine. Allí la esperaba un equipo de médicos voluntarios que le permitiría morir en paz. Entre tanto Berlusconi, el Vaticano seguían presionando, pero al fin lograron desconectar a Eluana y, cuatro días después, el mundo puede llorar a un símbolo. El símbolo de una lucha por el derecho a la muerte y la vida que, al final, son lo mismo.
Murió Eluana y ya descansa en paz, pero el rencor de los ultracatólicos no está dispuesto a dejar descansar a quienes le dieron la vida, a los que le permitieron la muerte. El Vaticano ha anunciado la excomunión para todos aquellos que participaron en la naturalización de Eluana. Un Vaticano que hace sólo unos días levantó ese castigo a un sacerdote que sigue negando el Holocausto.
En el caso de Eluana, pase lo que pase a partir de ahora, ha vencido la vida y los fundamentos democráticos por encima del fanatismo clerical.
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