Ayer encendí la TV y me llevé una dramática sorpresa. Resulta que debían haber anunciado el fin del mundo y los cerebros pensantes de las cadenas se habían vuelto tan locos que habían dado un giro hacia la inteligencia de sus parrillas de programas.
La programación infantil de la mañana no sufrió demasiadas variaciones. De hecho los dibujos animados para niños de 2 años suele ser, habitualmente, lo más inteligente que nos ponen. La diferencia en el día de ayer es que todas las cadenas ofrecían, a primera hora de la mañana, ese tipo de programación. Incluso los canales de noticias, en lugar de alegrarnos el desayuno, como cada día, sacando imágenes de gente despanzurrada y en porciones, como los quesitos, habían creado unos monísimos dibujos con los que narraban las noticias de una manera tan amable que daba asco… Casi vomito.
Más tarde, el programa “Vivir de Puta Madre” nos mostraba las bondades curativas de las buenas viandas y el calimocho de media noche. Y el programa de Ana Capullito de Alhelí, sacaba a un grupo de científicos que terminaban tirándose de los pelos por la manía de uno de ellos de dejar la tapa de la centrifugadora abierta. Gracias a la brillante periodista conocimos las peores conductas de que eran capaces las ratas de laboratorio. También nos presentó a sus dos nuevos colaboradores: Howkins y Muñoz Molina. Al parecer quiso hacerse con los servicios de Punset, pero la fiebre intelectual lo tenía solicitadísimo.
Hacia el mediodía se centraban los programas literarios y, tal era la competencia, que incluso yo recibí una invitación como contertulio. Decliné por el bien de la cultura y por… bueno aún no sé porque rehusé ir.
Pensé que no habría Gran Hermano, pero me equivoqué. Sin embargo, tras la reclamación de los herederos de Orwell, se había reorientado el programa. Cuando se abrió la pantalla a los nuevos concursantes y vimos que los habían encerrado en una biblioteca y se les forzaba a leer un mínimo de trescientas páginas por día y presentar un comentario de texto cada viernes como prueba para seguir o ser expulsados.
El mundo… la televisión no se había tornado inteligente, se había vuelto loca.
Ayer se jugaba la final de la Copa Leña de fútbol, pero tenía el mal presentimiento de que la suprimirían… Me equivoqué. Eso sí, los comentarios resultaban algo chocantes:
Muy buenas noches desde la bella ciudad de Jumenta, donde el aire huele a primavera y la luna brilla sin que ninguna aburrida nube se atreva a mitigar su fulgor. Concretamente nos encontramos en el Estadio de la Galleta María, obra del arquitecto Julián Gorostiza de finales de los ochenta. El estilo usado es el clásico inglés, pero con mucho más hormigón y menos vigas férricas al aire…
Dejamos nuestros comentarios de presentación porque ya salen los dos equipos finalistas: el Atlético Menisco y la Universidad del Patadón…
Y después de recitar las alineaciones, el locutor hace lo propio con un poema de Gongora y apago el televisor. Apago porque seguro que si miro otro canal me encuentro con la versión fílmica del Ulyses de Joyce que transcurre, casi en su totalidad, dentro de una única habitación.
¡Madre del amor hermoso!
Con esta televisión sólo descansas en los anuncios… ¿Dónde está mi querida Belén Esteban? Seguramente se la han llevado a Stanford para impartirle un máster en literatura inglesa. En cuanto al resto de GH’s que antes, junto a las brigadas de pseudoperiodistas de Carmeles, Patiños y compañía, regurgitaban bilis sobre el “buen” nombre del resto de famosillos, ahora se han metido a monjes de clausura. Eso sí, a la espera de un documental sobre sus vidas.
Una televisión sin insultos, sin descalificaciones, sin programas vacios de contenidos, sin palabrotas, sin el lenguaje chabacano… Una televisión culta, inteligente, educativa…
¡No! No señores. Esto no hay quien lo aguante. ¿a quién iríamos a culpabilizar de nuestros errores si esto fuese así?
Bueno… Tal vez entonces nos acordaríamos de los políticos. En especial de todos esos que se pasan la vida metiendo la mano en la saca y cuando los pillan se las apañan para echar la culpa a otros. Aún podríamos salvar la televisión si programas como “La Noria”, en lugar de llevar a personajes famosamente intrascendentes, invitara a Tamayo, Camps, El Bigotes, la señora Cospedal, Hereu… y toda una serie de personajillos con los que disfrutaríamos viéndoles sacar los higadillos a la par que se hacía una operación sanitaria en el país.
Así es, la televisión no puede ser seria, ni culta, ni educativa, porque tiene dos fines opuestos a todo eso: ser el circo (pan y circo) y actuar como fábrica de opinión de sus dirigentes. Cuanto más distracción, más público. Cuanta menos educación y más chabacanería, público más inculto y susceptible de aceptar como propia la opinión que se les vende. Esa y no otra es la razón de nuestra televisión. La televisión, es pues, el arma más peligrosa contra el pueblo, de ahí que se pretenda regular Internet que es su competencia natural y aún no está plenamente controlada por los grandes medios de comunicación de masas… Es decir, aún no está mediatizada.
2 comentarios:
La España de charanga y panereta
Belén esteban, julián muñoz... y todos esos payazos que contribuyen a la sumersión cada vez más y más profunda de los ciudadanos en la ignorancia. Una vergüenza enorme, sin duda.
No creo que ellos sean la vergüenza. Lo verdaderamente vergonzoso es que esos programas sigan siendo rentables. Y no afino más porque seguro que me buscaría enemigos donde aún no los tengo... pero el liberalismo puro y duro manda y, Belén Esteban y compañía son rentables, ese es el drama.
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