Todas las ciudades del mundo están atravesadas por túneles: ferrocarriles, autovías, servicios varios. El túnel es una fórmula correcta y habitual para descongestionar las urbes modernas. Muchos recordamos aquellas vías de ferrocarril que atravesaban las zonas industriales de nuestras ciudades y que separaban barrios enteros cada vez que un “mercancías” pasaba por allí. Que decir de los cables eléctricos y de teléfonos que rallaban el cielo de nuestras calles saltando de fachada en fachada y de poste en poste. Y en las zonas medievales, como reliquia histórica, vemos unos canales centrales por donde un día bajaron las “aguas sucias”. También hemos perdido de vista los canales de riego, los pequeños riachuelos y las torrenteras que aliviaban las montañas de los alrededores inundando nuestras calles cuando llovía torrencialmente. Hoy todo eso son espacios que ocupan diferentes estratos de nuestro subsuelo metropolitano.
Así pues, a nadie le extraña cuando las impenitentes obras aparecen en la puerta de sus hogares para excavar una zanja, ya sea para realizar una reparación o para introducir uno de esos servicios. Es algo que, por lo general, supera los límites de la simple molestia, pero como acostumbra a ser algo limitado en el tiempo y posee una lógica de necesidad innegable, nadie se queja más allá de las barrabasadas innecesarias que se generen debido al mal proceder de los “técnicos”. Los problemas empiezan cuando las obras se alargan en el tiempo, en ese momento cualquier pequeño ruido innecesario, cualquier proceder fuera de lugar, cualquier trabajar sábados y domingos o en horarios que no dejen dormir… es una tortura para los vecinos que ya han sido condenados a padecer ese suplicio en teórico beneficio de la ciudad. Así debieron ser, en Barcelona, las obras del Carmelo que terminaron ultrajando la vida de un centenar de familias. Qué se puede decir cuando ves un bloque de pisos partido por la mitad, mostrando las fotos familiares, los abiertos cajones de la cómoda, la escobilla del wáter… y a un anciano llorando amargamente la pérdida de toda una vida bajo los escombros aún a pesar de que no hubo víctimas. Los hogares tienen alma, pero no cuentan.
El bien de la ciudad prevalece. Así se lo han dicho a los vecinos de la Sagrera que llevan más de tres años asaetados con las obras del intercambiador para la línea 9. Aún así, entre protesta y protesta, saben que el día que su suplicio acabe, tendrán un nuevo servicio en la puerta que revalorizará sus viviendas. Sólo piden que no les agredan más de lo necesario, porque el capitalismo y las obras no entienden nada sobre el bienestar de los ciudadanos. En cuanto a los profesionales de la siquiatría sólo significan un aumento de la clientela.
¿Y el AVE?
“Nari nan, nari nan, nari nan”… como diría “La Trinca”. Un túnel que atravesará la ciudad de punta a punta (de Sants a la nueva estación del Norte que en origen debió ser la única), obligando a los convoyes a circular a una velocidad reducida, con subidas, bajadas y curvas no adecuadas para este tipo de medio y generando una serie de vibraciones que otros medios de transporte subterráneo no harían jamás. Por si fuera poco, el AVE, por el centro, no supone ningún plus para la ciudad y pone en peligro a muchos edificios, incluido el popular Templo de la Sagrada Familia. Por si todo esto no fuese suficientemente indignante, se ha evitado, mediante oportunos desvíos, pasar por delante de los hoteles más importantes, reduciendo el impacto a este colectivo que, además, pretendía un apeadero en pleno Paseo de Gracia.
El AVE que hoy se construye nada tiene que ver con aquel que a principio de los años ochenta diseñamos con nuestro corazón todos los barceloneses y la mayoría de catalanes. Aquel tenía una única estación en lo que hoy es el centro comercial de “La Maquinista” y lanzaba su vías hacia Francia en busca de París y después el resto de capitales europeas. Con el tiempo también llegaría a Madrid, pasando por las grandes poblaciones del Vallés (Sabadell y Terrassa) y acercándose al flamante aeropuerto internacional de la Catalunya Central. El AVE de nuestros corazones nos abría al mundo, este de hoy le ofrece un par de paradas en nuestra ciudad al metro de Madrid.
Esto es triste, pero no duele demasiado, ya hace mucho que aprendimos a que nuestros sueños fueran robados con las escusas más absurdas. Tampoco es tan doloroso ver el enorme agujero que alcanzará más de treinta metros de profundidad pegándose a la fachada de tu edificio. Empieza a ser algo molesto que algunas empresas de transportes se nieguen a traerte según que artículos hasta casa porque tienen que llevarlos a mano y por pasos muy estrechos durante demasiados metros. Ni el año mal durmiendo porque una grúa chirria a las 7:30 de la mañana y otra a las 23:15 amenazando con colarte una viga por la ventana (sábados y domingo inclusive).
Lo verdaderamente molesto es que aún existan políticos sinvergüenzas que se atrevan a decir, a los medios de comunicación, que nadie quiere las obras en la puerta de su casa y que por eso la gente se junta a protestar. Y el adalid de esta clase de insultos a la ciudadanía es nuestro alcalde, el señor Hereu… ¿Señor Hereu –por curiosidad- cuantas obras tiene en la puerta de su casa?
Junto a mi bloque tengo ya una vía de metro (línea 1) y otra de tren, además, por la otra manzana de más abajo pasa otra de metro (línea 2) y aún otra más abajo otra de tren. Todas se construyeron aquí y no hubo ninguna de las actuales quejas ¿No desmiente eso las reaccionarias manifestaciones del alcalde? Pero es que metro y cercanías, además de las vibraciones que convierten la toma de un baño normal en un jakuzzi, ofrecen un servicio que da valor a nuestras vidas y nuestros hogares… ¿Pero el AVE? (este AVE, quiero decir).
El túnel del AVE, para pasar bajo la línea 1 y cercanías, bajara hasta unos 30 o 40 metros de profundidad, sin embargo, en un par de manzanas tendrá que ascender a sólo dos. Esa será una rampa brutal que deberá realizar a baja velocidad pues a continuación tendrá que hacer una ese con dos ángulos rectos. El AVE es un tren de vagones largos y no adaptados para el subterráneo, las vibraciones que generará serán unas seis veces mayores que las líneas de cercanías (las peor adaptadas al paso subterráneo). A partir de ahora ya no tendremos jakuzzi, directamente nos expelerá del baño con todo el agua de la bañera.
Parece que este desastre ya no tiene remedio, tal es la voluntad de nuestros mediocres políticos, ¿pero alguno ha pensado en compensarnos por el desaguisado? ¿Para qué? ¿Quién de los afectados volvería a votarles? Como son votos perdidos seguros ya se aprovecha para barrer toda la mierda hacia el mismo agujero. Cuando se acaben las obras, el tramo afectado de la calle Mallorca se convertirá en una vía rápida por donde miles de coches pasearan sus humos y bocinas ante el rojo de la Meridiana. Las estrechas aceras de ese tramo que nunca permitieron poner una marquesina a las paradas de autobús, seguirán igual de menguadas y los negocios, que hoy han abandonado la calle asfixiados por la obras, ya nunca volverán, porque nadie va a hacer nada para que esta zona se recupere. Así que a la paletada de tierra le seguirá una de mierda y el alcalde feliz. Entre tanto, una manzana más abajo, bajo el colegio de curas se ha realizado una pequeña zona de maniobras para la línea 2 y han compensado al colegio con un carro de millones que ha servido para que este verano lo hayan reformado de arriba abajo. Curiosamente ese es el colegio electoral donde nos toca votar… ¿pretendían que no nos enteráramos o es que les da igual?
Enlaces interesantes que pueden ayudar a la comprensión de este artículo:
http://www.cucadellum.org/2008/07/nota-de-prensa-de-ave-pel-litoral-ave.html
http://www.cucadellum.org/2009_02_01_archive.html
La actual imagen corresponde a la llegada de la tuneladora bautizada como “Barcino” y fue publicada en la web de “La Razón”. Los actuales problemas informáticos que padezco me impiden publicar fotografías propias más actuales y, sin duda, más interesantes.
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