sábado, 11 de enero de 2014

DISCURSO (6 de 7)



Respeto. Sí, respeto. Eso es lo único que deseamos todos y, sin embargo, cuanto nos cuesta darlo.
La mayor parte de las veces no somos conscientes de cuan irrespetuosos podemos llegar a ser. Esa es una falta de respeto que nace del desconocimiento y la ignorancia, pero que tiene una fácil solución siempre que queramos aprender.
Pero existe otra falta de respeto que surge de la parte más animal de nuestro ser: del odio y del miedo. Odio y miedo que están mucho más relacionados de lo que a menudo nos creemos.
Yo, casi siempre he vivido en Barcelona. Un enclave de paso para muchos y punto de llegada para otros. A pesar de lo habitual y continuado de ese hecho, siempre ha existido gente con miedo a la diferencia y que, por tanto, ha actuado con notable falta de respeto hacia ella.
Paradigmática fue la llegada de inmigrantes procedentes de toda España en los años 60 y 70. Los llamados barrios obreros, el Casco Antiguo y el Área Metropolitana, fueron colonizados por gallegos, andaluces, extremeños, murcianos, castellanos... Fruto de aquella llegada masiva de trabajadores, con sus respectivas familias, se atacó un status quo que luchaba directamente contra la represión franquista. Y si bien muchos de aquellos inmigrantes planearon su particular resistencia al régimen, la gran mayoría habían llegado en un precario modo de supervivencia que el régimen pretendía usar y uso como cojín para amortiguar la resistencia del catalanismo. Y es en ese punto donde aparecieron las peores fricciones entre los antigüos y los nuevos catalanes que llegan a constituir auténticos guetos castellanizantes dentro de las áreas industriales de Catalunya. Nace así una serie de continuadas fobias y faltas de respeto entre unos y otros. Las guerras dialécticas entre polacos y xarnegos, llegan a menudo a las manos para alegría del régimen franquista que casi ve desaparecer la enorme fuerza que la resistencia del catalanismo de los años 50 llevó a la histórica huelga de tranvías. Así, a comienzos de los 70, solo el PSUC, por medio de las Asociaciones de Vecinos, parece crear un nexo entre ambas sociedades y hacer una tímida resistencia a un régimen que se apaga (esto nunca lo entendió Jiménez Losantos, pero un día explicaremos la razón).
Fue aquel el peor momento que vivió Barcelona en lo que es la falta de respeto, pero se superó porque hubo una figura que sirvió para cambiarlo todo: Francisco Candel. La definición de los otros catalanes que hizo, sirvió para que unos y otros pudieran entenderse y comprenderse. Y los individuos que se comprenden ya no tienen excusas para no respetarse. Aunque hubo dos factores que ayudaron a que ese hecho se produjera: por un lado el tiempo (factor necesario e inevitable) y por otro la normalización e inmersión lingüística, que sirvió para que los catalanes pudieran recuperar su esencia cultural. Durante los años 80 se superaron así, casi dos décadas de desencuentros. Sin embargo, fue tan grande el escollo a superar que durante muchos años aún quedarán individuos que, a ambos lados, intentarán negar una realidad: que aquellos nuevos catalanes ya no son nuevos y que, mayoritariamente, se sienten integrados en la nueva Catalunya que igual baila una sardana que una sevillana, que domina el castellano mejor que muchos castellanos y escucha orgullosa los versos de Verdaguer y Maragall. Pero que es consciente de que hace falta andar muchos caminos y ha aprendido a aceptar hoy, con más facilidad, sus diferencias con marroquíes, peruanos o chinos.
Inevitablemente siempre habrá personas que sientan miedo a las diferencias, es algo casi inherente al ser humano, pero hoy, en esta tierra, hay una mayor voluntad y capacidad de comprensión para superarlo. Una comprensión necesaria, siempre, por ambos lados.

Pero el respeto, tan necesario, aún no es una conquista global. Por eso me gusta tanto una frase dicha por alguien con quien en realidad no me siento muy afín (pero sí con la frase): “Yo voy a luchar para que todos los unionistas de Catalunya tengan la oportunidad de votar "no" a la Independencia”. Porque tal es el espíritu de la democracia y, en último extremo, el verdadero respeto.
Yo no me puedo sentir a gusto entre personas que solo piensan en imponer su voluntad a los demás, aunque comparta sus ideales respecto a lo que sería un mundo mejor. Soy de esas personas que respeta el derecho de cualquiera a ser infeliz si esa es realmente su voluntad. Es difícil saber porque alguien desea una cosa diferente a la que deseamos los demás, pero aspiro a entenderlo porque deduzco que podré aprender muchas cosas interesantes, e incluso importantes, con ello.
Pero no puedo respetar a quien no respeta, porque lo primero que me está diciendo esa persona es que a ella no le importan ni los sentimientos ni el bienestar de los demás y ya no merece que me interese por ella.
No sé si han visto en Internet el vídeo de un camionero que atraviesa uno de los ejes viarios ocupados por la Vía Catalana justo después de deshacerse. Enrabietado con la espera, empieza a insultar a los manifestantes y a decir toda clase de inaceptables obscenidades que acaban en un rabioso “¡Viva España!”. En un primer momento lo colgó en las redes esperando apoyos y, sin embargo, se ha convertido en una de las mayores fábricas de independentistas. Encima, salvo los pocos descerabrados de costumbre, ha conseguido que muchas personas de otros lugares de España, comprendan un poco mejor el sentir de los catalanes y qué es lo que ha llevado al actual proceso soberanista.
Este señor, espero que comprendiendo lo que había hecho, retiró el citado vídeo de las redes, sin embargo ya circulan demasiadas copias para que le sirva de algo. Los que valoramos el significado del respeto esperamos una disculpa pública, pero dudo que se atreva a decir esta boca es mía después de dar tan nefasta imagen. Supongo que en lo único que pensará en este momento es en desaparecer y que se lo trague la tierra antes que en dar la cara.

Por desgracia, tanto la falta de respeto al pueblo catalán, que es casi continuada, incluso en importantes medios de comunicación, como respuestas poco afortunadas de algunos supuestos catalanes de bandera, no hacen que el actual clima sea muy agradable... para nadie. Por eso, desde aquí, piensen lo que piensen y crean lo que crean, solo pido, a unos y a otros, respeto.

Por cierto, sería deseable, y una muestra de respeto, que dejaran algunos (muchos, demasiados) de ligar al President Mas con el movimiento independentista. Si quieren ser respetuosos, deben entender que “El Procés” nació después de los ataques recibidos contra el Estatut (especialmente azuzados por el PP) y es una voluntad del pueblo catalán que han pillado al President Mas y a CiU, totalmente a contrapie.

Puede que Mas haya intentado obtener algún tipo de beneficio de este movimiento, no lo dudo pues es algo muy propio de los políticos, pero es una muestra de respeto necesaria, que no se personalice en él este proceso, ya que con ello se ningunea la voluntad de los catalanes. Y en especial los de izquierdas, que somos la mayoría de los que nos movemos en esta senda.

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