lunes, 6 de enero de 2014

DISCURSO (3 de 7)



Los medios de comunicación intentan controlar nuestras vidas y a un tiempo decirnos qué es lo que tenemos que consumir. Más aún, a qué tenemos que dedicar nuestros desnutridos presupuestos.
Cuando apareció la TDT nos dijeron que nuestra TV iba a sufrir un gran y maravilloso cambio. Y al principio parecía que así sería. Sobre todo durante aquel tiempo en que pudimos ver hasta 6 partidos de fútbol por semana y en abierto.
Fue un maravilloso cambio para los que nos gusta el fútbol. Pero eso no duró, y hoy si quieres ver fútbol debes aflojar la mosca.
Yo ya no veo más que los resúmenes... y a veces.
¿Por qué tendría que tragarme, pues, sus programas bazofia y toda la retahíla de anuncios con los que se financian?

Las grandes cadenas son, a un tiempo, las fábricas de opinión más perfectas que existen. Nos colocan a un grupo de contertulios a hablar de un tema y la gente, que acostumbra a no informarse, acepta los argumentos expuestos como los únicos existentes y las palabras de las voces más afines como verdades absolutas.
Después hay un montón de pequeñas emisoras donde se sube el grito y se sesga el discurso para, dentro de una parroquia menor, liderar ejércitos de zombies.
Así, cuando uno se libra de todas esas cadenas y mira, por encima de ese plano, la realidad de nuestro país, se sorprende de ese eterno bipartidismo en las urnas que está totalmente injustificado en las hazañas de nuestros gobernantes.
Está claro que alguien se ha tomado muchas molestias y ha gastado ingentes cantidades de dinero para llevarnos a la situación en que estamos. Es decir, alguien tiene que estar ganando mucho con nuestra miseria, porque de otro modo no tendrían sentido esos esfuerzos.
Por eso tenemos que desconfiar y poner en cuestión cuanto sale de la TV y, en general, de los medios de comunicación. Poco importa la supuesta orientación de esos medios.
Para esas personas en que su mejor amistad es la televisión, tiene que ser muy difícil aceptar que su mejor amigo resulta ser un mentiroso compulsivo y que en raras ocasiones lo hace para favorecerles a ellos. Es más, la televisión intenta perturbar sus puntos de vista para obtener su apoyo en cuestiones posiblemente muy poco razonables e incluso faltas de toda ética.
Igual que muchos ciudadanos confiaron en los directores de sus agencias bancarias, como si fuesen realmente sus amigos, y se dejaron engañar para adquirir las famosas “Preferentes”, la televisión es otro de esos falsos amigos en que, al confiar en él, terminas saliendo perjudicado y además perjudicas a cuantos te rodean.
Pero ya se sabe que, donde muchos salen perjudicados, unos pocos salen muy beneficiados... y encima todo eso es legal.

Y ahora, sobre todo cuando vaya a votar, o no vaya a hacerlo, piense hasta que punto está mediatizado por esos falsos amigos, que lejos de dar la cara, le hablan desde el otro lado de un cristal.

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