domingo, 23 de octubre de 2016

Del morir y el pervivir de los partidos

Imagen extraída de http://astroboy-en-multiverso.blogspot.com.es/2014/11/la-rosa-marchita.html

El PP siempre fue un partido podrido. Era la herencia de AP y antes del mismísimo franquismo. Por si no era suficiente, en el PP, además de las estructuras de la quebrada económicamente AP, se juntó la flor y nata del reaccionarismo de la agonizante UCD. Por eso no se puede decir que al PP lo corrompiera el poder, ya era corrupto desde su nacimiento y no ocultaba su lenguaje introxenófobo (contra vascos y catalanes) para conquistar el voto cazurro. A pesar de todo ello, muchos españoles olvidadizos le dieron el gobierno en 1996, con la inestimable ayuda de la Convergencia de Jordi Pujol y el PNV vasco.
Los primeros 4 años de Aznar fueron de neoliberalismo de perfil bajo y caramelos populistas como el final del Servicio Militar Obligatorio (la mili). Esto convenció a muchos de una falsa bonhomía del PP que llevó a su mayoría absoluta en el 2000. Fue entonces cuando los de Aznar se quitaron la máscara y dieron el primer empujón a este país hacia las cataratas por las que ahora nos desmoronamos. La parte positiva es que durante esos cuatro años se pudo descubrir en el PP a personas honradas, coherentes o inteligentes. Se les pudo reconocer porque les vimos abandonar el partido en plena euforia aznarista. Los Piqué, Pimentel, Herrero de Miñón y muchos otros, abandonaron lo que reconocían como un basurero de corrupción que crecía estructuralmente como sustento del partido.
Nuestro presente, sin embargo, no es totalmente culpa de aquello, porque muchos otros tuvieron tiempo de desactivar la bomba económica que se había implantado en el corazón de nuestra economía, pero no supieron o no quisieron.
De todas formas no es la bomba lo que nos interesa remarcar, sino esa pérdida de capital humano que sufrió el PP antes de las elecciones de 2004. Ninguno de aquellos prohombres ha vuelto a ocupar un lugar relevante en la política de otro partido y, sin embargo, posiblemente fuesen el único capital humano que daba valor a ese partido. Lo que ahora queda en el PP solo puede ser considerado como mediocre y tolerante (en el mejor de los casos) con la corrupción.
Nos fijamos en esto porque en los últimos años hemos visto un fenómeno similar en el PSC catalán. Lo hemos visto en el PSC porque en el PSOE hace muchos años que los barones controlaron esa faceta y es muy difícil ver ascender a alguien que estos no quieran.
Si hoy Iceta y Parlón parecen mantener un duelo con el PSOE de los barones, es solo porque los últimos votantes que le quedan al partido en Catalunya no aceptarían otra cosa, pero, en realidad, solo buscan un punto de confort que les permita mantener viva la credibilidad de sus últimos votantes, pero sin enemistarse realmente con el núcleo duro del PSOE.
Los verdaderos valores del PSC, los que mantenían el ideario de sus inicios en los años 70, saltaron de la formación y se unieron a la corriente procesista (más cercana al socialismo obrero), aunque sin presentar un partido propio en las diferentes elecciones o metidos en coaliciones en JxSí o con ERC.
Si la flor y nata del PSC se marchó del partido… ¿Qué les queda?
¿Y con estas premisas qué podemos esperar del Golpe de Mano en el PSOE? ¿Habrá salida en masa de la Flor y Nata del PSOE?
Me temo que en el PSOE han hecho tarde. A los no corruptos, a los no mediocres y a los coherentes, ya solo les queda “vencer o morir”. Pero como a los Golpistas de Susana Díaz y a los barones de Felipe González no les apetece que se saquen los muertos de sus armarios y controlan las reglas del partido, la guerra es desigual. Defenestraron a Pedro Sánchez reinterpretando torticeramente las normas del partido, impusieron una gestora que no estaba descrita en las mismas, y ahora esta ignora una recogida de firmas que debería ser definitiva en las mismas normas.
Y, entre tanto, en el PSOE y nadie se rebela contra la rebelión. Nos recuerda tanto al 18 de Julio de 1936, pero dentro de un tubo de ensayo. Como si de un experimento de laboratorio llevado a cabo en una clase de historia de la ESO.

¿Veremos saltar la coherencia, la no mediocridad y la coherencia, o tendremos que esperar a la caída de Alicante, cuando ya nada tenga remedio? 

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