domingo, 20 de noviembre de 2011

¿Por qué ningún programa electoral tiene en cuenta una eventual invasión zombie?

Una abuela corre, tirando del bracito de su nieta, que acaba de recoger en la guardería, para coger el autobús. La niña, algo soñolienta tras una siesta deficiente, se resiste a los empellones de la mujer y el conductor del autobús, impasible ante la escena, es impelido por su propio afán de llegar a destino en el tiempo establecido. A dos metros de la parada la mujer despide con la mirada su oportunidad. Se gira hacia la nieta ignorante de lo que pasa y le da una simbólica palmada en el trasero mientras le explica, en tono desagradable, “hemos perdido el autobús”.

Qué fácil nos es juzgar. Aquí vemos a una abuela que pega a la nieta y se deja llevar por esa histeria hueca que hemos asociado en los últimos años a los viejos de nuestro país. Pero cuál de esos viejos es capaz de pegar a su nieta pequeñita. Aquí hay algo más.

Esta mujer ha dejado en casa sola a su propia madre con Alzheimer. Hace tiempo que “serveis socials”, en cumplimiento de la ley de dependencia, tenía que haberle puesto algún tipo ayuda. Su hijo y nuera trabajan más horas de las que tiene el día. No era así antes de la crisis cuando una jornada normal y otra reducida les permitían un salario con asistenta, hijos, e incluso echarle una mano a ella. Hoy no se pueden permitir ni una señora que pase a buscar a su hija a la guardería. De hecho, para poder pagar la piedra en el cuello en que se ha convertido la hipoteca, tienen que obviar alguna de las comidas. También tendrá que dársela con su jubilación, la pobre abuela estresada que suerte tendrá si al llegar a casa su propia madre, en un despiste natural de su enfermedad, no la ha volado por los aires.

Más trabajo o ninguno, pero los que se enriquecieron en los supuestos tiempos de bonanza aún se esconden en un rincón a contar los billetes… de quinientos, claro.

No se aprovechó en 2002, el cambio de moneda, para buscar a los estafadores y sacarlos de la circulación. No se desactivo la burbuja inmobiliaria cuando sus fabricantes abandonaron el gobierno en 2004. Y ahora, cuando una crisis mundial nos pasa por encima, nos empujan como un lastre hacia el fondo, pero los ladrones flotan. Solo somos capaces de ver a una mujer dando un palo en el culo a su nieta pequeña.

Pero eso sí, la tonta ciudadanía sigue votando a los de siempre y sigue dando las mismas pobres excusas de siempre: el voto útil, sus propuestas son infantiles, para que vamos a dejar a otros que aún tienen que llenarse… Es lo que los especialistas llaman el voto zombie. Es decir que nuestra democracia está sostenida por el voto zombie que se come, como buen muerto viviente, nuestros cerebros ¿Y sigue sin extrañar a nadie que ningún programa electoral tenga un plan preventivo contra una invasión zombie?

Imagen extraída de www.thinkinfreak.com

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