El liberalismo, tal cual, podría ser una buena filosofía económica, siempre y cuando los mercados fuesen perfectos, pero por desgracia los mercados distan mucho de esa perfección. Para tratar con esos mercados reales, tan lejanos del ideal necesario, existen tantas formas de liberalismo como liberales hay. Al final son aquellos que comandan los mercados los que imponen la forma de liberalismo que les conviene y que, por lo general es la que menos le conviene a ese mismo mercado.
El ideal de liberalismo es que existiese una autoridad, lo más ajena posible al mercado, con mayor poder que ninguno de los actores que intervienen en el mismo, que vele por la libertad de todas las transacciones. Generalmente esa autoridad deben ser los Estados y las asociaciones internacionales de estos. Las autoridades deben velar por la perfección de los mercados, pero cuando algunas empresas adquieren suficiente poder en alguna parcela de este, el mercado se pervierte. También si el elemento privado, base del liberalismo, interfiere en las políticas de la autoridad, el propio mercado queda corrompido.
Cuando el mercado se corrompe el liberalismo hace daño y arrastra toda la economía hacia el beneficio de unos pocos a costa del daño de muchos. La famosa mano invisible de Adam Smith es atada y todas las transacciones que se produzcan en ese mercado llevarán al enriquecimiento de unos y al empobrecimiento de mucho hasta desembocar en una crisis masiva.
Las multinacionales, la corrupción administrativa, la especulación, la intervención de la banca en los mercados, la financiación de los partidos, las modas, los intereses regionales, las ansias de poder, la religión, el control de la prensa, la falta de cultura, los derechos de patente, la SGAE, las complicaciones burocráticas, los favoritismos… son algunos de los muchos elementos que perturban la necesaria placidez de ese estanque llamado mercado que debería volvernos la imagen de nuestras intervenciones en él como si de un espejo se tratara.
En los próximos capítulos iremos analizando, uno a uno, todos esos elementos que perturban y corrompen ese mercado, con la idea, de, al final, poder teorizar si es posible llevar a término la filosofía del liberalismo o si tenemos que diseñar nuevos conceptos para la economía y un nuevo sistema más real y más útil.
Imagen tomada de la Wikipedia.
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