sábado, 4 de agosto de 2007

Maestro suicida


Ser un suicida no es tan fácil como la gente piensa. Ya sé que muchos creen que basta con apretar el gatillo y reventarse la sesera, pero la mayoría de los suicidas también pensamos en el estado en que va a quedar nuestro cadáver. Por eso, suicidarse, es tan difícil… muy, pero que muy difícil, porque las muertes más bellas, esas que dejan un cadáver al que amar, siempre implican la ayuda exterior. Esa y no otra es la razón de que yo siga vivo. Para que miles de suicidas logren un bello final alguien, capaz de entenderlos, debía sacrificarse y permanecer vivo en este horrible mundo.
Al principio lo hacía gratis, pues ya es una gratificación ver la obra maestra de un suicidio perfecto, aunque sea con un poquito de ayuda, y si, además, consigues ver la cara de los familiares, cuando descubren aquel cadáver primoroso y amoroso, es algo que te llena el espíritu suficiente como para vivir unos diez días más. Sin embargo, con el tiempo, aquel hobby se convirtió en algo bastante oneroso. Comprendí que si quería seguir dando este servicio, desgraciadamente al margen de la ley, debía cobrar por ello. Por otra parte, la aportación de ciertos capitales, a su vez, permitía perfeccionar el arte del suicidio. Además tanto la publicidad como el anonimato no pueden convivir juntos sin la ayuda del dinero, la herramienta perfecta para hacer encajar todas las contradicciones del mundo.
El dinero convirtió el arte en oficio y a este en negocio. Un negocio que debía asegurarse con un capital de reserva listo para ser empleado en los mejores abogados en caso de… de rescisión del negocio.
Como es lógico hoy, un suicidio limpio y elegante tiene un precio que garantiza todo lo que el suicida desea y eso sólo por 60.000€.
Y no… no voy a contarles los detalles que yo también tengo que comer. Pero si me necesitan ya saben todo lo necesario, así que no duden en llamarme. La satisfacción está garantizada… por lo menos la mía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya Vice, ¡este relato es muy original! Me ha invitado a seguir leyendo... El de la telefonista no me ha dejado nada fría, supongo que igual que al muerto... jejeje. Y bueno, el del osito de peluche, sin comentarios... vamos, que me encanta cómo escribes.
Un saludo desde el cielo.
Luna_Xana.