El gobierno de Rajoy la ha metido la pata hasta la cadera y
sigue sin quererse dar cuenta de la realidad. Para que se entienda con toda
claridad y sin ningún tipo de dudas, diré que el PP, de la mano de Mariano
Rajoy y su gobierno, ha mandado a España a pique. Claro que en esta
desventurada trayectoria no ha estado solo. La prensa cavernaria le ha guiado
en su camino suicida y aún le sigue indicando el camino hacia el pozo sin
fondo, pero la responsabilidad de seguir por ahí es solo suya… suya y de su
descerebrado entorno.
Ya no existen economistas con credibilidad que nieguen la
evidencia de que Catalunya puede sobrevivir, y muy bien, sin España, pero todos
dudan de la capacidad económica de España ¿Entonces cómo es posible que el
gobierno del PP haya pasado todo el año que lleva de mandato cargando contra
Catalunya, su cultura y su ciudadanía? Si hace un año solo se podía garantizar
un 48% de independentistas, en los últimos días más del 80% de la población
catalana demanda un referéndum de autodeterminación. De hecho, al 30% de indecisos de hace un año,
se le han sumado algunos de los que antes no querían saber nada sobre el tema
de la Independencia, y esto solo se debe a una cosa: el acoso continuado del
gobierno y sus adláteres contra el pueblo catalán.
¿Tal vez piensa Rajoy que manipulando un poco la
Constitución a su antojo, como ya ha hecho en otras ocasiones, puede declarar
el estado de excepción para Catalunya? Sinceramente, para ellos solo
significaría dar un pequeño paso en su dictatorial camino hacia la supresión de
las libertades, pero la realidad es que la reconversión de Catalunya en un
nuevo Ulster, sobre todo cuando los independentistas catalanes han mostrado un
pacifismo extremo en todo momento, cerraría a España todas las puertas a nivel
internacional por muchos años y, al final, el único fin lógico sería la
Independencia de Catalunya … y posiblemente con una ampliación considerable del
territorio que se independizaría. La situación en que quedaría el resto de
España sería calamitosa y, lo que es peor, sus nuevas condiciones ya no serían
negociables. Por si esto no fuese suficiente, durante el tiempo que tuviese
lugar el estado de excepcionalidad, los envíos económicos de Catalunya a España
se reducirían día tras día, pero sin favorecer la productividad del país, que
también se reduciría a favor de terceros países.
Seguramente los nacionalistas españoles que piensan en la
vía militar para conservar la España UNA, creen en la posibilidad de establecer
un estado de sitio, que es la figura más próxima que permite la Constitución
para declarar la guerra a Catalunya. En este caso necesitarían la unanimidad
del Senado y el Parlamento, cosa hoy por hoy imposible. Aunque, tal vez, con el
apoyo del partido socialista, el PP podría modificar, por la vía de urgencia,
la Constitución. Aunque lograsen ese punto, el proceso necesitaría de más de 20
días para llevarse a cabo, tiempo más que suficiente para declarar la Independencia
y pedir ayuda a estamentos internacionales, a la par que invalidando la
decisión de la Cortes mediante la anulación de un número suficiente de las
cartas de representación en el Parlamento de España, más que suficiente para
invalidar cualquier modificación constitucional. Por lo que es una vía
imposible, salvo fraude que, como es lógico, no es algo que le importe mucho al
PP. Sin embargo, nuevamente sería nefasto para España y aceleraría el proceso
de Independencia.
Finalmente Gallardón ha abierto una nueva vía para impedir
la Independencia sin bajarse del burro. Para el decepcionante ministro de
justicia la solución es de tipo policial. El ministro cree que deteniendo al
presidente de la Generalitat como instigador a la secesión o cualquier otro
cargo, que él y sus acólitos tengan a bien inventarse, detendrían el proceso de
la consulta de autodeterminación que ya llevaría (gracias al PP más que a
nadie) a la inevitable Independencia. Pero se olvida que las leyes que pretende
utilizar no se han aplicado nunca, son una invención de su propio partido (las
creó el gobierno Aznar para frenar el Plan Ibarretxe) y deberían ser
despachadas por el Tribunal Superior de Justicia. Tampoco tiene en cuenta que
originalmente serían potestad del TSJC donde el PP no tiene el control
absoluto, así que se llevaría a cabo una guerra entre juzgados para dirimir a
que tribunal compete. Todos estos procesos podrían llevar más de 2 años para
decidirse. En ese tiempo ya se habría realizado el referéndum y declarado la
Independencia por una mayoría abrumadora, además el detenido o detenidos se
habrían convertido en figuras de relevancia internacional que perjudicarían
ostensiblemente la imagen de la España resultante. La vía Gallardón, pues, es
otro callejón sin salida para el integrismo del gobierno de Rajoy.
Llegados a este punto son muchos los que se preguntarán si
existe alguna posibilidad de evitar la Independencia de Catalunya y, aunque
parezca difícil creerlo, la respuesta es que sí. Pero dudo que la única persona
que pueda lograrlo esté capacitada para llevarlo a cabo. La persona en cuestión
es la responsable última de la situación actual: Rajoy. Digo responsable última
porque es quién ha provocado los últimos pasos en este camino. Todos sabemos
que fue Aznar quien descubrió que vilipendiar a los catalanes y a los vascos, y
poner a unos españoles contra otros, le daba votos; pero la falta de visión de
aquel le impidió reconocer el precio de su ruin estratagema. Lo más triste es
que, desde el año 2000, esta forma de hablar y conducirse se ha convertido en
el sello del PP, hasta el punto expulsar a todos aquellos individuos que no se
encontrasen cómodos con ella. Con todo, la reciente victoria del PP no era
suficiente para generar este irrefrenable impulso independentista. Sin embargo
el gobierno de Rajoy, desde su llegada se impuso la labor de acabar con el
Estado de derecho, sus objetivos principales los derechos de manifestación y
huelga, en segundo lugar acabar con las autonomías. Para esta labor no dudo en ejercer
unas agresividades verbales y policiales
totalmente descontroladas, a la par que un despotismo irrefrenable. Como el PP
ya tiene entre ceja y ceja todo lo que es diferente, y las culturas catalanas y
vasca lo son sin ninguna clase de dudas, su carga en esos ámbitos fue aún
superior si cabe. Encontrar una Catalunya totalmente organizada y con una
ventaja temporal en la lucha contra la crisis fue vista como una oportunidad
para imponer sus propósitos neofranquistas de unidad. Rajoy y los suyos
pensaron que la repudia del pueblo catalán a los abusivos recortes del govern
de Mas serían suficiente para colar su ideario totalmente contrario al espíritu
de cuantos viven en Catalunya. Se equivocaba, porque si sus ideas no podían ser
asimiladas, el modo faltón y desvergonzado en que lo hizo aún generó mayor
repudia. Sin embargo, incapaz de reconocer sus continuados errores, fue
aumentando la presión sin tomar consciente de cómo se aceleraba la maquinaria
de la independencia.
¿Pero cómo puede evitar Rajoy la Independencia de Catalunya?
Es difícil concretarlo, pero esencialmente le hacen falta
dos cosas: mucha mano izquierda y no menos suerte. Porque cuando alguien ha
hecho tanto daño, como él y su gobierno, deberá vencer, con muy buenas y
delicadas maneras, la resistencia emocional que ha creado. En pocas palabras y
para que se entienda, Rajoy debería bajarse los pantalones hasta los tobillos.
Bueno, antes dije que no lo creía capaz de llegar a esa solución, pero lo
cierto es que en otros ámbitos Rajoy ya tiene mucha práctica para actuar así,
no en vano cuando esta con Ángela Merkel es incapaz de dar pasos muy largos
porque sus pantalones a ras de suelo se lo impiden.
Rajoy ha perdido una oportunidad única al no aceptar la mano
que le tendió el President Mas que, por cierto, nunca fue partidario del
proceso de Independencia, pero que la presión del pueblo catalán, harto de las innecesarias
humillaciones del PP (y alguno más), no ha encontrado otra salida… y encima
esta le ilusiona. Cuando Mas fue a Madrid con un poco atractivo Pacto Fiscal,
Mariano no comprendió que Mas le decía realmente: “el pueblo catalán ya no
aguanta más y quiere la Independencia, pero a mí, como buen burgués, no me
apetece ese camino; ayúdame y yo te ayudo, fírmame este Pacto y yo les vendo la
moto”. Rajoy lo entendió un chantaje y se la jugó a los dados… y perdió. Al
volver a Catalunya, Mas fue recibido por miles de Independentistas a quienes
CiU intentó compensar con sus más afines armados de senyeras sin estrellas. No sirvió
de nada. Seguramente, mientras esgrimía su sonrisa bien peinada, aquella del “¡Guapu!
¡Gracies!”, se decía, emocionalmente cabizbajo: “La suerte está echada”.
Pero insisto en que a Rajoy aún le queda una posibilidad y,
esta vez, no es dimitir. Porque ahora
unas elecciones pondrían al PSOE en el poder y, aunque lograran frenar el
proceso, no frenarían la voluntad del pueblo catalán sin ilegalizar al Partido
Popular. Y es que, en la coyuntura actual, todos sabemos que el PP, tarde o
temprano volvería y, entre tanto, la separación entre Catalunya y España aún habría
aumentado. Tal vez la próxima vez la cuestión no sería, siquiera, tan pacífica.
Porque es verdad que la suerte está echada.
Rajoy debe aguantar y solucionar el problema antes de irse.
Primero debe llevar a cabo una crisis de gobierno invalidando y desautorizando
las acciones de los ministros Wert, Gallardón, Montoro, Fernandez, Margallo y
Bañez que deberían ser cesados de inmediato. Así mismo Rajoy debería
desautorizar las reiteradas declaraciones de Cospedal , Valcarcel, Vidal-Quadras, Aguirre y Monago. A partir de
ese instante Rajoy deberá ser muy fino con todo lo que toca, porque en
Catalunya ya se han pedido elecciones autonómicas y el gobierno entrante manifestará, sin duda, una voluntad independentista muy importante. Del modo en
que compense las ansias de libertad del pueblo catalán y cómo consiga aliarse
con CiU (que a pesar de todo se prevé como vencedora de esas elecciones),
estarán sus posibilidades de evitar la independencia. El proceso no será breve
y durante él deberá intentar retrasar la fecha del referéndum a cambio de
autorizarlo y, en con el tiempo ganado, deberá ponerse a la labor enterrar las
hachas de guerra y lograr acabar con las diferencias entre unas regiones y
otras que ha usado durante años como fórmula para ganar votos. Solo si los
catalanes vuelven a encontrarse cómodos en una España que reconozca su cultura y que les respete de verdad, existe alguna
posibilidad de que el SÍ no gane con diferencia en el inevitable referéndum de
autodeterminación.
La elección de Rajoy ya no es si es duro o no, ahora debe
decidir si tiene la altura de rebajarse o sigue siendo el gusano que lleva un
año rompiendo España.
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