Un millonario de 68 años (callaremos su nombre porque
a la mayoría nos la trae al pairo), recostado en una tumbona, junto a su
flamante piscina, contesta a las preguntas de un periodista especializado en
temas de economía. En un momento dado, como no quiere la cosa, dice:
-Si Europa quiere salir de verdad de la crisis debe
elevar la edad de jubilación a los ochenta años. De este modo se puede liberar
a los jóvenes de este gasto... de esta carga.
Si esto no les indigna ni un poquito es que están
ustedes muertos. Aunque usted pueda ser otro millonario más, solo que su mente
posea el más pequeño atisbo de instinto de justicia, estas palabras deben
indignarle hasta lo más profundo de su ser. Y me temo que ni siquiera hace
falta acudir a las aberrantes contradicciones contenidas en las dos frases de
ese individuo. El solo hecho de imaginar a un anciano de más de setenta años
cavando una zanja, a mi me recuerda a aquel sepulturero que cavaba su propia
tumba.
Otro caso similar lo tenemos con Esperanza Aguirre
(aquí si diremos su nombre). Sale a los medios de comunicación para explicar
las bondades de su plan de ahorro a base de reducir a la mitad el número de
diputados de su parlamento autonómico. Aquellos con neuronas fáciles de
contentar jalean su idea y no faltan otros presidentes autonómicos (de su misma
ideología política, claro) que afirman haber pensado la misma solución ¿Cómo
no? Sin embargo no es capaz de darnos una cifra cuando le preguntan que cuánto
se ha bajado su sueldo... “Mucho y demasiadas veces” viene a ser, a groso modo,
su respuesta. Nos recuerda aquel “Això
ara no toca” de Jordi Pujol, pero en sibilino. La Doña quiere ahorrar en
diputados, en sindicatos y en partidos políticos... siempre que no se trate del
propio, claro. Pero esto último tampoco nos lo va a aclarar y si alguno de sus
despistados hampones abre boca para decir que los recortes serán 96, ella se la
tapará diciendo aquello de que “no dijiste que eran solo 36”. No vaya a
tener ahora que detallar que le quitará la dentadura postiza al anciano, la
piruleta al niño y, si se tercia (que si le sale del moño hacerlo lo hará, que
no es por no hacerlo...) la silla de ruedas al paralítico.
Sonrisa y para casa que los tontos se quedan con eso y
a los listos no hay que darles tiempo a pensar.
¿Pero no estábamos pidiendo democracia real? ¿Pues si
reducimos el número de diputados no descenderá la representatividad y serán los
partidos mayoritarios los favorecidos? Claro, así el PP se mantendrá en el
poder aunque los votos sigan bajando. Así pues no se trata de ahorrar dinero...
sino ahorrar en democracia. Porque también está claro que cuando la cámara no
es todo lo representativa que debe de ser la corrupción la termina por dominar
y, como ya sabemos, la corrupción es uno de los mecanismos de perpetuación de
las crisis más efectivo que se conoce. Por eso con el PP nunca saldremos de
este agujero en que nos hemos metido.
Y ahora díganme… dígannos… díganse, ¿no hay razones
para protestar? ¿Siguen pensando que el movimiento 15M es una inutilidad?
Si ustedes no, yo sí pienso que ha llegado la hora del
cambio. Pero no hablo de esos miles de cambios que barren la mierda bajo la
alfombra y que el partido en la oposición nos ofrece en cada cita electoral.
Hablo de un cambio profundo y decidido como el de aquella canción de los Sirex
que se llamaba “La Escoba”.
Para los que no supieran a lo qué me refería.
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