lunes, 20 de febrero de 2012

Contaminación farmacológica del suministro de agua en Barcelona



El consumo del agua del grifo para beber puede ser uno de los grandes peligros para nuestra salud. El agua que abastece la ciudad de Barcelona está, otra vez, en el punto de mira. Hace algunos años el suministro se basaba en el agua de algunas minas de agua (la ciudad es rica en ellos), el suministro de El Llobregat y el del Besós. Los que tenían la mala suerte de beber agua procedente del Llobregat (la mitad sur de la ciudad) veían salir por sus grifos una sustancia lechosa y maloliente que para consumir como agua de boca debían dejar reposar unos quince minutos. Pasado ese tiempo se asentaba un soluto blanco y la parte superficial mejoraba algo su sabor y olía menos. De todas formas siempre se dijo que aquel exceso de derivados del cloro que se usaba para potabilizarla no debía ser demasiado bueno para la salud. Por otro lado los que tenían la suerte de beber agua de minas como la de la Font de Canyelles en Sant Andreu, tenían un agua de una calidad excelente, y algo menos buena era el agua del Besós. Desgraciadamente la entrada de roedores en las minas y las filtraciones freáticas, terminaron por hacernos perder el primer suministro. Respecto al Besós, durante los años 70 y 80 bajó tanto su caudal por sobreexplotación de sus afluentes, que se terminó por abandonar su uso. De todas formas, aunque se extrajo más agua a El Llobregat, era insuficiente para el suministro de toda la ciudad. Por eso se complementó con agua del Ter cuya calidad no era muy buena, pero sí superior a la que seguiría sirviendo al lado sur de la ciudad.
En la actualidad vuelve a entrar en la ecuación del suministro agua del Besós y, según se informó a la prensa, ahora se mezcla toda junto a la proveniente de la potabilizadora de agua marina de El Prat de Llobregat y que, supuestamente, debía aumentar la calidad del producto final.
Sin embargo, cuando hablamos del agua que se nos suministra y la comparamos con el agua embotellada vemos que están muy lejos de parecerse. Todo y que Aguas de Barcelona se ha preocupado mucho de que la mayor parte de los días su suministro no sea totalmente repugnante (posee hasta un equipo de catadores para lograr la mejor ecuación del sabor), es inevitable notar el sabor del cloro y, probablemente, el del flúor que se añade estúpidamente desde comienzos de los años 90. Hay que recordar que desde la divulgación de algunos apuntes sobre los experimentos de los Nazis, sabemos que la adición de flúor al organismo sirve reducir la capacidad de concentración de los individuos y tranquilizarlos. No tenemos datos respecto a dosis, ni cuáles son los verdaderos mecanismos de esos efectos, pero sabemos, sin lugar a dudas, que no estamos ante un aditivo inocuo. Incluso la razón por la que se adiciona esta sustancia al agua de muchas ciudades, la protección contra las caries dentales, está puesta en duda. De cualquier forma, las cantidades de cloratos, cloruros y fluoruros en el agua que se distribuye en nuestra ciudad seguro que cumplen lo estipulado por las reglamentaciones pertinentes. A ese respecto, si tuviéramos que quejarnos deberíamos hacerlo a los legisladores.
La función básica de los cloruros y cloratos, es la de eliminar los microorganismos patógenos que hubieren podido superar las primera fases de potabilización. En algunos países este proceso llamado cloración es substituido por la ozonificación y, muchas veces, acompañado por el uso de radiación ultravioleta. Estos procesos son muy apreciados en EE.UU. y dan como resultado unas aguas de mayor calidad en cuanto a sabor, pero son más caros y peligrosos, ya que el ozono (O3) tiende, por un lado a generar reacciones químicas muy violentas, y por otro a convertir una parte del agua en agua oxigenada (H2O2) que posee una elevada toxicidad (aunque no es que los derivados del cloro sean precisamente muy sanos). Sin embargo, de todos es sabido que dejando en reposo una mezcla de agua con agua oxigenada, esta última se va reduciendo poco a poco llegando, en un momento dado, a desaparecer completamente. Este proceso de reducción química se puede acelerar con el uso de un catalizador. Así el agua ozonificada nos obliga a tener grandes superficies de almacenaje para que el agua tenga tiempo de alcanzar su estado óptimo. Como en el proceso de almacenaje es posible que el agua  vuelva a desarrollar microorganismos susceptibles de ser patógenos, esta debe ser irradiada con luz ultravioleta en el momento de iniciar su distribución.
En cualquier caso, el problema que ahora nos preocupa no sería muy diferente se usara el que se usara como método de depuración. Se trata de las sustancias orgánicas e inorgánicas que van asociadas al agua. Las primeras fases de filtrado y sedimentación, garantizan la eliminación de todas aquellas que moléculas que no se disuelven perfectamente con el agua, incluso parte de las que si lo hacen. Los métodos a usar en todo el tratamiento y la cantidad y tipo de sustancias admitidas en el producto final para darle la consideración de potable al agua, está definido por el Real Decreto 140/2003 del 7 de febrero de ese año  y la orden del Ministerio de Sanidad y Consumo 3719/2005 del 21 de noviembre. La lectura de ambos documentos resulta una estéril forma de perder el tiempo, salvo que uno tenga pasión por los textos de ámbito legal. Su lectura, así mismo, no resulta todo lo tranquilizadora que uno debería desear ya que no especifica ni una sola barrera capaz de evitar un desastre como el que sospechamos ya se está dando en las aguas de nuestra ciudad. Todas las grandes medidas son siempre a toro pasado.
La cuestión es que, desde hace aproximadamente una década, se viene observando que los humedales del delta de El Llobregat están sufriendo cambios que empiezan en una variación de su fauna microbiana. Los primeros estudios ya alertaron de una alarmante cantidad e antibióticos sintéticos disueltos en el agua. Las autoridades se tomaron el problema muy en serio pero después de 10 años han perdido la pista en dos afluentes (Anoia y Cardener) donde ya es sabido que se están realizando vertidos ilegales de diferentes fármacos, aunque no se han logrado interceptar. Este problema no es exclusivo de este río, sino que según la OMS se está haciendo muy habitual en el mundo occidental, donde centenares de ríos, lagos y acuíferos muestran cantidades, incluso peligrosas, de sustancias farmacológicas. Sin ir más lejos se han detectado en el Ebro, el Ter y el Tordera, por nombrar algunos ríos catalanes.
Con todo, cuando esta noticia saltó a la prensa se nos hizo creer que el agua que se nos suministraba a los consumidores estaba a salvo. Se habló de continuados análisis para proteger nuestra salud. Pero he aquí que desde hace unos cuantos días el agua de consumo humano tiene un olor, cuando se usa en las variantes de spray (en microgotas) muy peculiar.
Es posible que si usted no es una persona olfativamente muy sensible no lo detecte, pero aquellas que si lo son y hayan consumido el metamizol (Nolotil) la identifiquen. La olor es repugnante y se produce por la mezcla de determinados derivados del cloro con una de las sustancias resultantes de metabolizar el metamizol. Cuando estas personas toman un comprimido de un medicamento que lo contiene, como el conocido Nolotil, durante varios días sufren repulsión al olor del agua del grifo y la lejía. Sin embargo, ahora, ese olor se puede detectar únicamente en el agua de nuestra ciudad, mientras que la lejía, sin mezclar con esa agua, sigue oliendo a la lejía de siempre.
Soy consciente de que la concentración del derivado del metamizol que se halla en el agua del grifo no puede ser muy grande, sin embargo la existencia de esta substancia demuestra que cualquier otra potencialmente más peligrosa (no es que el metamizol no lo sea, ya que su uso continuado puede producir agranulocitosis, que de no ser detectada a tiempo es mortal) puede llegar a nuestros grifos con cierta facilidad.
En cualquier caso, y durante los próximos días, en mi casa solo se va a beber agua mineral, pero tenemos un problema pues para cocinar el agua de grifo es necesaria y, aun substituyendo esta, no nos queda más remedio que lavar todo con esa agua contaminada y los residuos terminan llegando también a nuestro organismo.

Imagen sobre la degradación del metamizol extraída de la Wikipedia.

4 comentarios:

A. Lisérgico dijo...

Desde hace un par de días ya no hay este olor, pero tampoco es inodora ni huele simplemente a cloro. Ahora huele a mierda.

Anónimo dijo...

No os parece q vuelve a reproducirse ese olor a farmaco?

vhonkhamy dijo...

Por ahora en la zona Norte no lo he notado, pero prestaré atención.

vhonkhamy dijo...

Es cierto, ahora si huele también en la zona Norte, pero no es tan fuerte como el año pasado.