Las necrológicas se llenan hoy de “ha muerto Manuel Fraga
Iribarne” y, como buenas maestras del su significación, hacen para el finado
una buena elección de elogios que llevarse a la tumba. Casi se diría que los
eligen al peso emulando esos puñados de tierra bendecida que se echan sobre el
féretro una vez ha bajado a la fosa de los enterramientos en el suelo. Las
buenas palabras son todo un rito llevado a cabo más para ahuyentar los miedos a
ese casi tabú que es la muerte, que como una sincera fórmula de recordar al
desaparecido y consolar a sus seres queridos.
Don Manuel no fue diferente en ese aspecto y tuvo cosas
buenas y cosas malas, aunque estas últimas fueron de las que dejan cicatrices
en el alma e incluso en los cuerpos. No en vano Fraga fue llamado la mano
izquierda de Franco y, en su papel de franquista firmo las sentencias a muerte
de muchos conciudadanos. Mientras otros respiraban bajo la sombra del dictador,
él salió al extranjero donde destacó en sus estudios, pero nada de los aires
que vivían aquellos pueblos quiso para el suyo. Aquí se limitó a ser el peso
muerto que la nueva democracia debía arrastrar del franquismo, el símbolo de
que el Caudillo lo dejó “todo atado y bien atado”. Aún así le llamaron “Padre
de la Constitución” cuando solo fue el muro de contención que evito que aquel
papel mojado que nos regalaron en 1978 como Carta Magna, llevara escritas las
palabras que pudieran darnos una plena democracia.
Hoy la prensa escrita va llena de frases y palabras que van
del elogio a la tolerancia por una figura política que ha muerto. Yo solo
espero que no queden muchos como él si es que queremos tener esperanza.
¡Descanse en paz!
NOTA FINAL: Lo peor no es lo que digo, sino lo que cayo.
Imagen extraída
de www.desmotivaciones.es
1 comentario:
Me quedo con lo que dices al cierre. Lo peor no es lo qeu dices, sino lo que callas.
No me alegro de su muerte, pero no le lloraré...
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