Imagen tomada de www.elpais.com
Con motivo de unas conferencias sobre el liberalismo económico, uno de los ponentes hizo una demostración del valor del dinero circulante frente al dinero parado. El ponente extrajo un euro de su portamonedas y pidió al público que ofertara productos para cambiar por él, para vendérselo por ese euro. Bolígrafos, mecheros, pañuelos, hasta un abrecartas que aún no se sabe muy bien como pudo traspasar la seguridad de la entrada al palacio de congresos. El ponente eligió un masaje cervical rápido que le ofreció una teórica quiropráctica. A continuación el ponente obligó a esta a cambiar su euro por el producto o servicio de otra persona del público. Las ofertas se repitieron y ella aceptó una… y así sucesivamente hasta que el euro volvió al bolsillo del ponente a cambio de un ejemplar de su último libro. A continuación nos preguntó que habíamos ganado con todo aquello. La mayoría pensó que nada, algunos creyeron haber perdido, pero tanto la quiropráctica como el que recibió el libro al final no dudaron en decir lo que habían ganado. Bueno, la verdad es que no fueron los únicos en creer que habían ganado. Aquel defensor del liberalismo quiso, a continuación, decirnos que en un mercado libre el dinero circula hacia las mejores ofertas encontrando su mejor camino que, posiblemente, algunos miembros del público no habían quedado contentos con sus compras y ventas porque el mercado que habían tenido delante no estaba totalmente liberalizado. Seguramente se habían visto obligados a aceptar una de las ofertas, aunque ninguna les convenciera, sin embargo, en un mercado suficientemente grande y libre siempre se encontraban las ofertas y demandas idóneas y el dinero podía circular sin problemas. La cuestión es que, con un solo euro, se podía mover una enorme parte de la economía, pero la economía no se movía con el dinero, sino cono la circulación de este. “Imaginen ahora cientos de millones de euros cambiando continuamente de mano: carreteras, palacios de deportes, viviendas, colegios, fábricas, trabajos, familias, niños…” El ponente los convenció a todos… a todos menos a mí.
Empíricamente me acababan de demostrar el valor del dinero circulante y no podía poner ni un pero a la demostración así establecida, pero de eso a aceptar las bondades del libre mercado había un abismo insalvable. El ponente (llamémosle señor John Smith… o mejor Adam Smith segundo, creo que a él le gustaría) ya había creado un mercado muy poco liberado y había forzado a circular el euro. De no ser por su presión el euro se hubiese detenido varias veces en determinados bolsillos. Ahora imaginemos ese gran mercado y totalmente liberado del que hablaba Adam Smith segundo. Para abreviar llamaremos a ese mercado “Liberalia”. Liberalia existe como mercado liberal dentro del mercado global mundial. En Liberalia se han especializado en obtener beneficios de una materia natural que tienen en abundancia: madera de sus enormes bosques. Leñadores, serrerías, fábricas de muebles, artesanía de madera, papel, imprentas, material de construcción de madera… A su vez, aunque hay fábricas e industrias de muchas más cosas, pero que meramente sobreviven con problemas frente a la competencia exterior, Liberalia es deficitaria en metales y sus derivados.
Imaginemos Liberalia como una economía floreciente que vende los subproductos de la madera al exterior y ese dinero, tras circular dentro de la economía local, sirve para comprar todas aquellas mercancías en que Liberalia es deficitaria. Todo es liberalmente perfecto, pero imaginemos que sucedería si aparecieran diferentes perturbaciones a ese equilibrio.
PROBLEMA 1
Una economía externa conoce el precio de la madera en origen dentro de Liberalia y decide comprarla directamente para fabricar en su país muebles y otros subproductos ya que ellos pueden hacerlo mejor y más barato. Como Liberalia es un mercado liberal acepta a cambio de subir un poco el precio de esa madera. Al alcanzarse el nuevo equilibrio habrán ocurrido varias cosas: primero se habrá encarecido la materia prima, con lo que los productos finales también se verán afectados; en segundo lugar la madera disponible para las industrias locales habrá disminuido, lo que implicará una bajada de salarios y menos puestos (despidos) en la industria del mueble; y en tercer lugar aumentará el talado de bosques porque el mejor precio lo hace más rentable, se contratarán más trabajadores en este sector (que no cubrirán los despidos de los otros), pero se aproximará el momento de un exceso de madera en el mercado y empezarán las preocupaciones por la deforestación. A estos efectos primarios se añadirán otros secundarios. Como se venderá menos materia manufacturada al exterior, el pago por la madera no cubrirá, con sus nuevas divisas, las que se dejan de ganar y Liberalia tendrá menos capacidad para comprar en el exterior y esto ralentizará a los demás sectores de la economía de Liberalia, con lo que aparecerá una pequeña crisis, pero que en un mercado liberal no tiene solución. Sin embargo los habitantes de Liberalia no se rendirán y sus empresas tampoco.
Solución liberal: Esperar al equilibrio de los mercados y a quien le toque fastidiarse que se fastidie.
Solución no liberal: Fuera del liberalismo económico, en el mercado real, existen varias opciones que no necesitan del proteccionismo. La primera medida la pueden tomar las propias empresas de muebles comprando las serrerías y las empresas de talado y formando un trust, lo que les permitiría obtener la madera a mejor precio que sus competidoras “extranjeras”, pero que les obligaría a un gran esfuerzo económico. La segunda medida sería política y estaría destinada a proteger la materia prima mediante leyes ecológicas. Se limitaría el talado de los árboles y se obligaría a repoblar para evitar la total deforestación del país. Eso aseguraría la economía en el futuro, pero también encarecería el precio de la madera. El encarecimiento no favorecería a las empresas, pero, sin embargo aumentaría la cantidad de divisas que llegarían por esa madera, haciendo que fuese el inversor extranjero el que pagara la reforestación. Sin embargo, el atractivo de talar en masa disminuiría y no se contratarían tantos trabajadores en el sector, además sus salarios tampoco aumentarían, pero tampoco habríamos perdido los del sector del mueble. Al final la entrada de divisa se sostiene. Las autoridades económicas de Liberalia también tendrían que tomar toda una serie de medidas destinadas a estos objetivos como facilitar los préstamos baratos a la industria del mueble para que creen sus truses y pagar subsidios de desempleo para aquellos que pierdan su trabajo en el proceso de equilibrado. También deberá crear un cuerpo público o privado que vele por el cumplimiento de la ley que ha de asegurar la perpetuación de los bosques que son la base de su economía. En este proceso también existe la crisis, pero al reequilibrar el sistema en el sentido que nos interesa esta no se perpetúa. Sin embargo hay que tener en cuenta, para este y otros casos, que todo desequilibrio debe analizarse correctamente para reequilibrarse, pero, a un tiempo, debe actuarse lo antes posible para evitar la mayoría de los daños a pesar de que las equivocaciones pueden pagarse caras. Afortunadamente es mejor que las soluciones liberal de no hacer nada y neoliberal de abaratar el despido y reducir sueldos que reduce la cantidad de dinero circulante.
PROBLEMA 2
Después de años basando su economía en la tala de árboles la deforestación empieza a modificar el paisaje y encarecer el precio de la madera, toda la industria subsidiaria se ve afectada y tiene que encarecer los subproductos. Liberalia se hace menos competitiva y aparece una crisis pues el exterior baja estrepitosamente las compras.
Solución liberal: No se hace nada esperando que la propia economía se oriente a otros sectores.
Solución neoliberal: Se reducen los salarios de todos los trabajadores y se abarata el despido.
Solución combinada: Se imponen medidas ecológicas de tasas de madera y reforestación como en el problema anterior, se pactan moderaciones salariales controladas en los sectores afectados y se promueven préstamos de bajo costo para la creación de empresas en sectores alternativos.
¿Cuál será la solución más efectiva?
CONCLUSIONES
En general, toda crisis implica un cambio en los mercados que se ven asfixiados por efecto de un abuso en alguna dirección. Los efectos más importantes de toda crisis son la falta de dinero circulante que genera o es causa de otros factores: paro, impago y hundimiento de uno o varios sectores de la economía que eran importantes hasta ese momento. Y hasta ahora los paquetes de medidas siempre han incidido en romper las economías más débiles (las de los trabajadores) para arrancarles sus últimos recursos a favor de los mismos que provocaron la crisis. Esto había funcionado, en cierta medida, porque los mercados nacionales eran extremadamente cerrados y las rupturas productivas se solucionaban dentro de la misma economía, pero con la globalización la pérdida de poder productivo en un lugar puede regenerarse muy lejos del punto en que se perdió y desequilibrar economías que deben garantizar el equilibrio de todo el sistema.
Para un neoliberal sin visión de la realidad, el abaratamiento de los despidos y la reducción salarial es la única solución, pero si se facilitan los despidos se pierden empleos que ya no se vuelven a generar en la zona sino en países donde se permite la explotación laboral y que, debido a la crisis, aún se verán más explotados. Por otro lado el trabajador que no cobra es un trabajador que no compra y, por tanto, esa economía se paraliza por falta de líquido. Sin embargo si se respondiera a la crisis entregando dinero a las bases y desposeyendo a los ejecutivos de sus propiedades (que a final de cuentas generaron la crisis y no hacen circular convenientemente todo el excesivo dinero que cobran de sus empresas) el dinero se movería y reactivaría la economía por sí solo. No harían falta más medidas. Pero no sería inmediato y esos personajillos que pretenden matar a los trabajadores, para aprovecharse de la situación, usarían ese tiempo para intentar hundir más la economía y acusar a esas soluciones que no les satisfacen. Ante este panorama no es de extrañar que a los entes pensantes del mundo se nos revuelvan las tripas cada vez que uno de esos traidores a la especie humana desata sus diarreas verbales en pos de sus objetivos egoístas. Palabras como las de Joan Rosell o el aún más inmoderado y fuera de lugar, José María Aznar, son perniciosas y malintencionadas. Nunca he creído que ellos mismos las creyeran porque si así fuera sólo demostrarían su inmadurez económica y su ineptitud… aunque, pensándolo bien, tal vez el señor Aznar, que es uno de los máximos responsables de la gravedad de nuestra actual crisis, si sea capaz de creérselo… “¡me gustaría averiguarlo!” Aunque estoy seguro que ya hay quien lo sabe.
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