sábado, 1 de diciembre de 2007

Memorias históricas, transiciones y una de patatas bravas.


Dicen que "el pueblo que olvida su pasado está sentenciado a repetirlo", así que un mal drama se cierne sobre las españas. Nuestra democracia de hoy se sustenta sobre la constitución del olvido, la del punto y seguido, la que calla y otorga. Todo lo ocurrido antes de aquel 6 de diciembre de 1978 jamás a ocurrido, todos los abusos de poder y los pecados del mismo han sido borrados del alma de España tras rezar tres padresnuestros y un avemaría. Así que Sadam nunca nos ayudó cuando la crisis de la OPEP en los 70, nunca estuvo aquí hablando con Franco, el príncipe Juan Carlos, como tampoco nos enviaron carne para paliar la hambruna los hermanos argentinos, ni se perdió una bomba nuclear en palomares, ni a los herederos de Franco les ha regalado nadie nada...
Cuando nuestros amigos fachas del PP se empeñan en que no tengamos "Memoria histórica" pretenden que olvide como a mi vecina del sexto, con dieciséis años, fue apaleada por la policía, que olvide el miedo que se vivía en casa, la prohibición de hablar mal de Franco por miedo a que las paredes escucharan. Olvidar como un policía se plantaba en la puerta de tu casa a decir obscenidades que jamás habías escuchado, olvidar como tus padres se mataban a trabajar para vivir en la miseria para ver que esos que ahora te quieren hacer olvidar ya vivían vidas regaladas, olvidar quién es Carmen Martínez Bordíu y, seguramente, aceptar su palabra cuando afirma que nadie le ha regalado nada.
Tanto olvido ya me está produciendo dolor de estómago, pero no recuerdo muy bien por qué me duele. No se si me daña más que esos fachas protejan lo que ilegítimamente han usurpado, o el empeño de los que aprobaron la ley de memoria histórica a medias, sin devolver el honor a las víctimas de un régimen terrorista, sin llamar a las cosas por su nombre... sin recordar verdaderamente que esta tierra fue habitada un día por hombres de verdad.
Me hablan del terrorismo de ETA y me cuentan milongas, pero ETA sólo vierte sangre, posiblemente de inocentes, pero Franco mató mucho más. La dictadura se llevo por delante el espíritu vital de esta patria, la decencia y la honra. La derrota en la guerra mato las libertades, pero la derrota en la dictadura nos mató el alma.
Y hablando de recuerdos y memorias, cuando Juan Carlos I fue coronado, el presidente de la Conferencia Episcopal era Vicente Enrique y Tarancón. Eran tiempos difíciles, pero de ideas claras y sin ambigüedades. Don Enrique era conocido como el obispo rojo (aunque ya era cardenal desde 1969), sobrenombre que le pusieron los reaccionarios de la época.

"(...)en 1971, el 13 de septiembre, Vicente Enrique y Tarancón presidió la autocrítica Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes, que concluyó que los pastores de la Iglesia debían ponerse al servicio de la reconciliación de las dos españas y rechazar la diferencia entre vencedores y vencidos de la posguerra, lo que situó al cardenal en el centro de una agria polémica."
ESTE ES UN EXTRACTO DE SU BIOGRAFÍA EN LA WEB QUE EL AYUNTAMIENTO DE BURRIANA LE HA DEDICADO EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO (http://www.cardenaltarancon.org/) Es recomendable, para conocer la dimensión personal de este hombre, la Homilia dedicada en la coronación del rey, teniendo en cuenta el momento hitórico que se vivía.

Desde entonces sólo ha pasado el tiempo y las ganas. En aquellos últimos años de franquismo, figuras como Tarancón y otras más anónimas, en el ejército, aunque conocidas como UMD (Unión de Militares para la Democracia), fueron el bálsamo para el cambio. Hay que tener en cuenta que era mucho el aceite que hacía falta, los favorecidos por el sistema, las inercias institucionales, sobre todo en el mismo ejército y las fuerzas de orden público, así como puntales políticos como el presidente Carlos Árias Navarro, eran una fabulosa fuerza de oposición a la democracia. Frente a ellos, comunistas, socialistas y nacionalistas vascos y catalanes podía no tener la paciencia necesaria que el cambio pacífico requería. En aquellos momentos, desde dentro del perverso sistema dictatorial debían aparecer figuras capaces de abrir las puertas necesarias hacia la modernidad, así hoy podemos dar las gracias, por aquel paso, a figuras como Adolfo Suárez, Tarancón, Gutiérrez Mellado, el propio Don Juan Carlos y muchos anónimos individuos conscientes de que aquello no podía seguir así. También es de resaltar las renuncias parciales a sus propósitos, de hombres como Manuel Fraga Iribarne, Tierno Galván, Jordi Pujol, Trias Fargas, Santiago Carrillo, entre otros.
Pero ha llovido mucho desde aquellos esperanzadores días y parece que, lejos de seguir la senda evolutiva tomada por aquellos prohombres, nos hemos plantado en la marginalidad de aquel solitario paso hacia la ambigüedad de una democracia tutelada por la vergonzosa sombra de su pasado. Hoy son más notables los Aznares, Aceves, Raucos y Losantos que los hombres de bien en el camino de un deseable futuro.

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