lunes, 19 de junio de 2023

Los conceptos de bien y mal

 

Antes de empezar leamos este texto encontrado en Internet:

 

El bien y el mal son conceptos o nociones relativos al sentido, al valor o a las consecuencias de la actuación humana, y también son entendidos como lo que afirma —el bien— o lo que niega —el mal—ciertas exigencias o valoraciones. Así entendidos ambos, el bien es lo que se ajusta a lo exigido o satisface valoraciones como la verdad, la justicia, el orden, la armonía, el equilibrio, la paz o la libertad, o todo lo que favorece el bienestar, ya sea en el ámbito individual o comunitario. El mal, por su parte, es todo lo contrario a lo anterior. Fernando Savater —filósofo especializado en ética— afirma que el bien es todo lo que está de acuerdo con lo que somos y lo que conviene al ser humano, y el mal es lo contrario: lo que significa la negación de lo que somos y lo que no nos conviene como seres humanos.

(Introducción a un artículo en la web de Jorge L. Benítez R)

 

 

La generalización del señor Benítez me parece acertada porque recoge la ambigüedad suficiente como para abarcar la mayoría de situaciones dónde se clasifican el bien y el mal, pero la especificación de Savater contiene un error de bulto indigno de un filósofo que se precie como tal ¿Cómo puede decir que el bien es lo que conviene al ser humano y el mal la negación de lo que somos? ¿Entonces porque los conceptos de bien y mal difieren en cada civilización e, incluso, de una persona a otra? ¿Es que unos son personas y otros no? Y es que las visiones “ombliguistas”, como todas aquellas que nos conducen a un ideario donde el bien, el mal, la verdad, la razón, etcétera, pueden ser términos absolutos, ni siquiera son capaces de explicar la realidad de estos conceptos.

Así que podemos tener claro que la definición de bien y mal no es absoluta  y debe dejarse abierta, pero para que estos conceptos nos sean de utilidad deben obtener una definición mucho más concreta para cada momento y lugar. Los términos de bien y mal, pues, se utilizarán para establecer un marco de normas y reglas de convivencia puntuales. Esto lo entendí hablando del tema con mi hija cuando llegamos a la conclusión de que la diferenciación entre el bien y el mal es un mero constructo social y que, si bien hacer esa diferenciación es algo necesario, no solo para relacionarnos dentro de esa sociedad, sino también para nuestra supervivencia; pero su definición siempre depende de unas reglas algo arbitrarias que se establecen según el momento y el lugar. Por lo que no es de extrañar que un gran número de individuos se rebelen contra cada una de las definiciones que se puedan establecer, ya sean solo reglas morales establecidas bajo un concepto ideológico o religioso, o leyes que, bajo los auspicios de una autoridad, puedan generar repercusiones legales en forma de castigos.

Para los creyentes, que han abandonado su voluntad de pensar críticamente en el tema, todo es mucho más fácil porque su credo les ha establecido unas reglas muy claras basadas en su definición de lo que está bien o mal. Desgraciadamente los creyentes juzgan a todos en función de esas reglas no universales. Un problema más para aquellos que continuamente se adaptan a las necesidades del momento y buscan las definiciones de bueno y malo más adecuadas para el bienestar de todos. De esa adaptación de las reglas para buscar al bienestar de todos es lo que yo llamo política. Desgraciadamente se ha extendido una idea muy diferente de lo que es la política por culpa de la cual sufren millones de personas. Pero es que ante tanta disparidad de criterios, tantas influencias ideológicas y religiosas y, sobretodo, ante tantos intereses económicos, la mayoría de ellos muy egoístas, es muy difícil y complejo ejercer la política, pero, a pesar de ello, es necesario.

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