domingo, 3 de febrero de 2019

Chamberlain y la Europa que nunca aprende


Arthur Neville Chamberlain, tenía mucho miedo a que se repitiera la tremenda sinrazón de la Primera Guerra Mundial, tal vez por ello no juzgó correctamente ni al fascismo, ni al nazismo que asolaban Europa. Precisamente, a pesar de la ingente cantidad de exiliados que llegaban de Alemania, su incomprensión de la amenaza nazi, le llevó de cabeza hacia aquello que tanto temía: otra gran guerra.
La historia culpa a Chamberlain de ser muy crédulo con un Hitler que se mostró como un gran anfitrión  en unas negociaciones donde el Reino Unido realizó unas concesiones que no eran de su incumbencia. Pero mientras el Primer Ministro británico regresó muy contento con los compromisos adquiridos por Hitler, este lo entendió como una prueba de debilidad. Sin embargo, esto no hubiese sido así si su predecesor, Stanley Baldwin, hubiese reaccionado cuando Alemania e Italia se incorporaron en la contienda de España. Claro, que el propio Chamberlain hubiera podido modificar ese error cuando llegó al cargo en 1937, especialmente teniendo constancia de los artículos sobre las Brigadas Internacionales que a diario aparecían en la prensa inglesa. Recordemos que Inglaterra (esto no es extensible a todo el Reino Unido) siempre se ha visto como el gran compensador de Europa, interviniendo como pesa para equilibrar la balanza de poderes y así evitar que ninguna nación europea lograra destacar sobre las demás. Sé que esto choca frontalmente con la filosofía del Brexit actual, pero creo que entonces no pensaba igual la sociedad inglesa, de lo contrario hubiese sido impensable firmar los tratados internacionales que al final llevaron a Gran Bretaña a los campos de batalla europeos.
Por si alguien lo cree, esperar de Francia algún tipo de acción que no ampliara su territorio, era algo impensable, por lo que, en ese aspecto, si los británicos no movían ficha, los líderes franceses no harían nada contra el fascismo y el nazismo más allá de sus fronteras. Por muy de izquierdas que fuesen los líderes franceses, Francia no lideraría una cruzada internacional contra el fascismo.
Al final, que Francia y Gran Bretaña no pararan al fascismo y al nazismo, en el tubo de ensayo de España, tuvo como consecuencia la mayor pérdida de vidas humanas en una guerra. Y esta vez sí fue sangre británica y francesa.
De aquel error el mundo no ha aprendido nada. La ultraderecha vuelve a conquistar cotas de popularidad en Europa que recuerdan al periodo de entre guerras. El fascismo y el nazismo nunca desaparecieron del todo, pero aprendieron el juego de la hipocresía y se enlazaron a los poderes más oscuros y corruptos de muchos estados. La hipocresía de los nuevos fascismos les ha permitido crecer dentro del corazón de las democracias, contaminando, incluso, muchas de las voces de la supuesta izquierda.
La corrupción, los grandes poderes económicos, la iglesia, los medios de comunicación… Un mensaje subliminal de odio, racismo e irracionalidad, ha contaminado nuestras sociedades. Incluso aquellos que salen a protestar por la llegada de las primeras consecuencias de esta ola, pueden estar contaminados de ella, sin embargo, es más preocupante su inserción entre el poder de los estados como Italia, España o, incluso, Francia.
Por todo esto tenemos que ser muy receptivos a los movimientos que se enfrentan a este gran paso atrás de la humanidad. Tenemos que apoyar la esencia de los movimientos de los “gilets jaunes”, “el Procés”, la nueva corriente feminista, movimiento LGTBI y cualquier lucha obrera por lejana que nos parezca (incluidos los taxis, por muchos fachas que les lideren). Porque tenemos que ser conscientes de que detrás de esta gran regresión de la humanidad están los beneficiados de siempre, los que explotaron África, los que asesinaron Palestina, los que crearon las dictaduras de Latinoamérica, los que facilitaron las matanzas del Yemen, los que destrozaron Chechenia, los que olvidaron a los kurdos, los que vieron armas de extinción masiva en Irak, los que distribuyeron el coltán que costó vidas de niños, los que trazaron fronteras en África con tiralíneas sin respetar sus idiosincrasias, los que permitieron Guantánamo, etcétera, etcétera, etcétera.
Por eso aquellos que tienen el poder deberían demostrarnos su compromiso con los pueblos y contra el fascismo, pero me temo que todos esos líderes nos han vuelto a demostrar su poca vergüenza rindiendo su pleitesía a la intromisión final contra Venezuela.
¿Quién coño ha votado a Guaidó?

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