martes, 21 de noviembre de 2017

Presos políticos


Las falsas democracias se reconocen por la existencia de presos políticos. Evitar reconocerlos como tales, forma parte del proceso de adoctrinamiento de una parte de la población en contra de las ideas del resto y da una idea del nivel de opresión y totalitarismo de esa falsa democracia.

No nos engañemos, este sistema hace mucho tiempo que está generando presos políticos: Bódalo, Alfon, los chavales de Alsasua… Pero el sistema, en su deriva fasciasta, se ha envalentonado y se ha atrevido con diez presos de una sola vez, en un golpe muy difícil de explicar racionalmente. Con dos o tres es muy fácil buscar excusas, incluso el error ideológico de un juez, pero diez de golpe y a través de tres causas en dos juzgados diferentes, marca una clara tendencia que no da lugar a dudas.

Para algunos, lograr que ONG’s especializadas en temas de represión  modifiquen su definición y hasta justifiquen lo injustificable, es signo de que el Estado tiene razón. Pero, como se dice en lógica matemática, lo que es, es. Así que hay que pensar que el problema aún es más grave de lo que pudiera uno imaginar. Cuando la prensa y otros medios financiados se alinean con un ideario y en contra de otro u otros, va a arrastrar con ellos a todos aquellos ciudadanos que se vean reflejados en el interés contra esos idearios proscritos, sin darse cuenta de que se convierten en parte de la represión y en soldados de una guerra interna contra las libertades civiles.

España es hoy una democracia de nombre, pero donde solo está permitido un ideario, la decadencia ha asolado la política y la moral, permitiendo un resurgimiento de las formas franquistas que deberían haber alertado hasta a los más tontos, y sin embargo, gracias a los pequeños egoísmos, la ceguera social parece casi total.

Lo que hoy sucede en nuestro país no es algo nuevo ni único, pero no por ello es menos peligroso.

Para acabar me gustaría recordar un conocido poema de Martin Niemöller que habitualmente se atribuye de forma errónea a Bertolt Brecht:

«Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a por los judíos,
no pronuncié palabra,
porque yo no era judío.
Cuando finalmente vinieron a por mí,
no había nadie más que pudiera protestar.»

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