En el mundo ya está teniendo lugar una gran guerra en la que
no luchan países. Los frentes se preparan desde la revolución industrial y,
tras la escaramuza de 1929, vivieron escondidos entre las guerras de las
naciones. Pero a principios de los 70 la crisis del petróleo los sacó de sus
trincheras y se definió un bando triunfador que se hizo llamar liberal (por su
similitud, solo por interés y continuas referencias al liberalismo económico). Nosotros sabemos
que es el neoliberalismo. Pero existe otro bando, aún atrincherado entre
derrotas, esperando el momento en que el abuso de sus armas tumbe por si solo a
su némesis. Y el momento ha llegado. Los “liberales” le llaman keynesiano, pero
me temo que no es tan fácil. Tanto tiempo aislado en sus zanjas y sin contacto,
lo ha convertido en una fuerza heterogénea que solo tiene una idea común: los
liberales se equivocan. Y están en lo cierto, pero ellos tampoco son la
solución.
Comunistas, revoluciones sociales, keynesianos,
neokeynesianos, humanistas, aislacionistas, antiglobalización, antisistema,
anticapitalistas, ácratas, anarquistas, proletarios, clases medias,
independentistas… Demasiados nombres, demasiadas tendencias, demasiadas ideas
para representar nada… y, sin embargo, los peones del neoliberalismo los atacan
a todos como si fueran una misma cosa en una actitud marcada por una total
paranoia, donde no faltan la grosería y las peores formas. En EE.UU. el Tea
Party abandera esta caza de fantasmas
(de brujas en algunos sitios). En nuestro país hay un partido político entero
conquistado por estos paranoicos del absurdo, que es el PP, pero en PSOE, CiU,
UPyD, PNV y en muchos otros, el neoliberalismo también se ha introducido con
fuerza. Ni que decir tiene que las grandes fuerzas económicas, esas que están a
punto de derrumbarse por el error de sus teorías, intentan obligar al Estado
para que las rescate. Pero esas son las estructuras, los peones están en la
prensa: “La Razón”, “El Mundo”, “ABC”, “Intereconomía”… pero sobre todo “Libertad
Digital” Con esto uno pensaría que Prisa o cualquier otro grupo de comunicación
no nombrado son sus rivales, pero no es así. Puede que Prisa no sean peones del
neoliberalismo (que lo dudo), pero tampoco forman parte de los contrario.
Aunque nadie conoce realmente a ese fantasma que se cierne desde todas las
direcciones sobre las corruptas estructuras del poder, los peones disparan en
todas direcciones insultando a todo aquello que no son ellos mismos, y metiendo
a todos sus “enemigos” en el mismo saco. Sí, el saco de su paranoia, esencial
para entender qué es lo que ocurre realmente. Un saco donde se introduce al
movimiento #15M llamándole socialista, donde se igualan a comunistas e
independentistas usando con ellos el trasnochado término de rojos, donde se
abusa del término “nacionalista” como una acusación para aquello que les huele
a catalán o vasco y finalmente el colmo de todo ello es zanjar con el término
de keynesiano a toda aquella alternativa económica que se les presente,
incluidas aquellas en el mismísimo radicalismo liberal de Shumpeter.
Para el neoliberalismo todo aquel que no apruebe hasta el
último de sus actos de fe es un radical, pero lo cierto es que los únicos
radicales y el gran desastre que nos está acaeciendo, son únicamente ellos
mismo que siguen sin reconocerse en el espejo de un mercado corrupto e incapaz
de autorregularse. Por si esto no fuese suficiente, la mayoría de gobiernos
mundiales están dominados por estas absurdas tendencias económicas responsables
del problema e incapaces de hacer nada que difiera de empeorar la situación.
Conocemos el problema, pero en nada ayudarán para
solucionarlo la explotación obrera, el dumping chino, el nacionalismo
argentino, las revoluciones bolivarianas, los extremismos religiosos, los
nuevos muros de la vergüenza israelís, el intervencionismo norteamericano, el
hambre de África, la expoliación de la selva amazónica, el abandono de Haití,
las falsas democracias, el excesivo tamaño de muchas multinacionales, el
control de los medios de comunicación, la intolerancia en general, los abusos
de poder, la posibilidad de veto en la votaciones del Consejo de Seguridad de
la ONU, la permisividad hacia la banca y la especulación, el poder excesivo de
algunos países dentro de la UE, la excesiva dependencia de las energías no
renovables, la falta de controles de doping a las personas que toman decisiones
importantes para toda la sociedad, la falta de cultura, la tolerancia con el
fraude y un montón de problemas morales más que nos atan de manos más allá de
esa guerra entre dos fantasmas con demasiado beneficiarios.
Si hay que salvar al mundo debemos asegurarnos que ni unos
ni otros puedan meter las manos en el pastel mientras acabamos con todos los
problemas enunciados. Y si no, tiremos de la cadena y esperemos que la muerte
sea los más rápida posible.
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