sábado, 24 de febrero de 2007

El país de la derrota.


Los españoles hemos nacido para perder. La historia de España es una continua derrota. Tan acostumbrados estamos a perder que hasta lo hemos convertido en nuestra forma de ser y vivir.
Pero los españoles, España, también hemos brillado, sobre todo en dos momentos estelares de la historia de la humanidad, dos momentos en que fuimos el gran referente para el mundo: la conquista de América y la Segunda República. En la primera, fuimos dejando que otros ocuparan nuestro sitio y se nos expulsó de las colonias antes que a nadie; en la segunda, rendimos nuestro derecho a ser grandes en una épica guerra donde España sólo podía perder. El mundo, considerablemente mezquino, nunca vio el momento de remojar sus barbas cuando España perdía, pero todos, tarde o temprano tuvieron que abandonar sus colonias con la deshonra de quien se ha aprovechado de otros, y de nuestra guerra, la que acabó con la democracia de las esperanzas y a la que abandonaron, para sufrir luego, en sus carnes, el azote del fascismo, cuando lo hubieran podido derrotar en las playas de España.
Y nuestro presente, otra derrota, renuncia tras renuncia. Primero renunciamos a castigar a cuantos, durante cuarenta años, habían vampirizado a los españoles, después renunciamos a una constitución completa, a unas fuerzas del orden y a un ejercito depurados. Y así, renuncia tras renuncia, hemos llegado al día de hoy, sin saber qué está bien y qué está mal y a escuchar la palabra libertad de los labios de aquellos que siempre nos la han negado.
Si dejamos que la palabra libertad pierda, ahora, su verdadero significado, será como si España perdiera de nuevo la guerra.

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