Después de más de cinco décadas de incidentes
provocados por sus aficionados ultras, el RCDE aún no se ha puesto las pilas
para intentar poner freno a semejante amenaza. Incluso después de ver como el
que fuese su vecino de barrio, el FC Barcelona, ya emprendió en su momento varias
acciones contundentes para erradicar los desmanes que periódicamente sus grupos
ultras hubieran podido realizar. Lejos quedaron las batallas campales que
aficionados radicales de ambos clubs protagonizaron en los 80, pero parece que
grupos similares a los autores de aquellos raids, por parte del club perico,
siguen existiendo hoy con modernizados métodos, pero similar falta de ética. El
caso es que por el Espanyol han pasado muchas directivas y ninguna ha hecho
nada más allá de lamentar las sanciones que de tanto en tanto le caen al club.
Entiendo que hay elementos que, desde el club,
tienen miedo a que si sancionan a los grupos ultras, que son los que “más
animan” en el campo, se pierda algo del carácter intimidador de la grada; pero
deberían entender que esa grada estúpida también está coartando a los
aficionados que desean ir con sus hijos y temen el mal ejemplo que ahora hay en
el campo y en sus alrededores.
El atropello en masa de ayer tuvo demasiado que ver
con esa grada más que gamberra, muchas veces sobrepasando la raya de lo
delictivo, y que aterrorizó a una conductora que se vio rodeada de aficionados
ultras descontrolados. No voy a defender tampoco la decisión, peligrosamente errónea,
que tomó esta para salir del embrollo, pero, por lo visto en las imágenes,
tampoco hay que quitarles la parte de culpa que se merecen a esos salvajes que
golpearon el vehículo y, muy probablemente, hicieron temer por su vida a la
conductora.
Siguiendo con el atropello, otro tirón de orejas le
corresponde al ayuntamiento responsable de ese acceso que, conociendo la
afluencia exagerada de público pasado de vueltas que se da en un derbi, no
cerró dicho acceso al tránsito de vehículos, a las horas de entrar y salir el
publico del estadio.
Y después nos alucina que el equipo rival no pueda
celebrar tranquilamente el título recién obtenido. Que no busquen más nombres para
el campo de los pericos, porque mientras no se remanguen y limpien el campo de
cavernícolas, no les cabe otro nombre que el de “La Caverna”.