lunes, 24 de enero de 2022

Los mitos dentro del Estado

 Los estados son estructuras políticas casi tangibles, pero tienen el problema de estar sustentados en muchos mitos como el de nación o naciones. Para un idealista eso no resultaría un problema, pero, por desgracia, los idealismos son modas y los patriotismos meros fanatismos extremos. Los interesados en mantener ese status quo o aquellos que pretenden enfrentarse a él, usan y abusan de la historia y la tradición para dar robustez a sus mitos, como si la historia no pudiese cambiarse a placer, como si no existieran modos de inventar héroes y tergiversar los hechos en un sentido u otro. Al final, para que un mito sea real, es necesario que se base en los deseos, necesidades y miedos de las personas que viven el presente.

De las tres fuerzas que verdaderamente sustentan el presente de un mito constituyente, el deseo es el más mutable, porque puede ser inducido desde fuera a la mayoría de individuos. Las necesidades son la fuerza más tangible y la que, en un estado de derecho no fraudulento, debería predominar. Y el miedo es la más fuerte y la más débil de todas. Los mitos sustentados mayoritariamente en el miedo, parecen invencibles, pero en realidad, un pequeño error, un atisbo a lo que hay debajo, y provocaría que el mito se desvaneciese en un instante.

Cuando hablamos de la voluble historia y de la tradición, en realidad estamos dando una excusa muy robusta a la fuerza de los deseos. Sin embargo, ninguna de las dos cosas nos aporta realmente nada. De hecho, historia y tradición conforman una parte muy pequeña de aquello que llamamos cultura y que si podríamos aceptar dentro de lo que llamamos necesidades. Y es que, aunque muchas de las necesidades están llenas de mitos como la justicia, la cultura, el idioma, la economía, los derechos humanos, etcétera, son los mitos que sustentan el bienestar de los ciudadanos. No en vano, aquello que llamamos “Estado del Bienestar”, ha sido a lo largo de la “historia” el mejor ejemplo de estabilidad en la conformación de estados.

Siempre que estemos frente a procesos de disidencia o secesión dentro de los estados modernos, tendremos que saber dejar de lado lo que es la mítica del deseo y centrarnos en la de las necesidades y, hasta qué punto se pudo abusar de la del miedo. Y, por supuesto, la explicación jamás la encontraremos en aquellos que no participaron de la disidencia porque obviamente pudieron ser la fuente del problema.

Apliquen esto a Ucrania, Palestina, el Sáhara… Pero también a Escocia, Catalunya, Córcega… Porque se ha escrito mucho y se sigue escribiendo demasiado, pero equivocando intencionadamente la temática. Y es que en estos temas los deseos, los prejuicios y la propaganda, parecen importar más que las necesidades de las personas, de los pueblos y de los estados.

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