jueves, 9 de septiembre de 2021

¿Qué AENA va a gastar dinero en Catalunya? Eso no te lo crees ni tú...

 


Corrían los primeros días del verano y en una conversación entre amigos y familiares, todos de muy diferentes tendencias políticas, salió el “temita” de la ampliación de “El Prat” (no hay nadie, con dos dedos de frente, que se atreva a llamar “Josep Tarradellas” al aeropuerto de Barcelona). De hecho el tema lo sacó alguien que era de “Els Comuns” y se mostraba, por una parte muy indignado con el hecho de que se pudiera destrozar alegremente un espacio ecológicamente protegido, pero, a un tiempo, se mostraba esperanzado con que, estado Podemos en el gobierno, la propuesta mejoraría para hacerse viable para todos. Que días después Sánchez nombrara como ministra del sector a una alcaldesa de la zona, sin duda, reforzó su opinión hasta el punto de que casi llego a creérmelo.

Como en aquella conversación hubo personas de muchos colores dentro del espectro político catalán, no faltó alguien muy español y mucho español, cuya actual voluntad de voto desconozco, aunque juraría que la cosa debe ir muy en la línea de ese PSC descafeinado que se parece más al de los barones añejos y derechosos, que a aquel PSC que un día defendió a los catalanes. Este personaje (perdonen que lo diga así, porque además de ser injusto, no duda en tirarse piedras a su propio tejado) decía no entender por qué debía ampliarse un aeropuerto catalán cuando ya teníamos un gran aeropuerto en Madrid. Precisamente él que en plena pandemia se ha largado una semanita a Canarias haciendo uso de tan innecesario aeropuerto. Supongo que se puede entender qué me lleva a desestimar lo que acostumbran a decir esos catalanes tan españoles. Imagino que un poquito más de cultura y sentido común (que es el menos común de los sentidos) los desespañolizaría bastante.

También escuché la voz de un convencido socialista de toda la vida, de esos que les cuesta tanto asumir que el PSC lleva algo más de un lustro dándole la espalda a todos los catalanes. Este mostraba euforia ante la inversión de AENA y afirmaba que, sin paliativos, el propio Sánchez obligaría a la empresa aeroportuaria a adecuar su proyecto con las necesidades ecológicas. Tengo muchas ganas de saber cómo justifica la evolución de los hechos, desgraciadamente no he hablado con él desde entonces.

También había un par de afines a las post-convergencias, aunque sus opiniones diferían ligeramente, ambos coincidían en que no se fiaban de lo que pudiera ofrecer el Gobierno español. De todas formas, para uno lo importante era aceptar lo que se ofrecía como fuera porque era eso o nada. Sin duda tenía razón en parte. Por su parte el otro pedía el rechazo de entrada porque todo lo que no fuese desposeer a AENA del injustificable monopolio aeroportuario, era una tontería. Y, obviamente, también tenía parte de razón.

Había más personas y alguien próximo a las ideas de ERC confiaba en el diálogo con el Gobierno español para adaptar la propuesta, casi como lo que había dicho el del PSC, pero con una menor confianza en lo que se pudiera lograr.

Finalmente las dos personas de la CUP coincidían exactamente en que, no solo no debía ampliarse el aeropuerto, sino que había que limitar el tráfico aéreo y redistribuir parte de este entre los demás aeropuertos de Catalunya.

Los que estaban allí deberían recordar mi afirmación de que, en realidad, no existía ninguna oferta de ampliación de “El Prat”. Que recordaran que ya se habían incumplido demasiadas veces los proyectos de inversión del monopolio aeroportuario y que lo único que pretendían con aquella oferta imposible, era desviar dinero hacia el aeropuerto de Barajas justificándolo, como siempre, en la falta de voluntad de los agentes que deberían tomar la decisión respecto al aeropuerto catalán. Recordemos también que en la bolsa de Madrid la catalanofobia cotiza al alza.

Lo más curioso de toda esta indignidad del gobierno central y de AENA, es que alguien explicó muy claramente que, en lugar de ampliar la tercera pista, se podía hacer una cuarta pista transversal que saliera al mar con un bajísimo impacto sobre el delta de El Llobregat, sabiéndose que el único afectado sería el litoral marítimo que resulta ser de muy bajo interés ecológico. El problema de esta opción es que es notablemente más cara que el infumable proyecto presentado por AENA, aunque de un precio ridículo comparado con todo lo que AENA ha incumplido en Catalunya o lo que ha llegado a invertir en Madrid en los últimos años.

En definitiva, que si AENA no invierte en Catalunya es porque jamás tuvo intención de hacerlo, pero que el Gobierno de Sánchez tenga los santos cojones de culpar a las complicaciones de las negociaciones cruzadas del gobierno catalán por ello, es realmente indignante y pone en duda la buena fe de los socialistas y, al no plantarse por estas palabras, también la buena fe de sus socios de Podemos y “Els Comuns”.

Sea como sea, lo que queda claro es que no es asumible que siga existiendo el anacrónico monopolio de AENA que, para más inri supone una notable excepción en lo que supone el gobierno de la mayoría de aeropuertos europeos. A estas alturas lo único decente que el gobierno de Sánchez podría hacer es transferir las competencias aeroportuarias a las comunidades autónomas, al menos en lo que respecta a Catalunya porque el mal hacer de este monopolio nos ha perjudicado como país desde siempre. Y es que AENA siempre ha sido un lastre para “El Prat”, del que ha sacado pingües beneficios a costa de los catalanes y, lejos de invertir adecuadamente, siempre ha tirado por el lado fácil.

Otro día hablaremos de los puertos, las Cercanías, el AVE y las autopistas, porque aquí hay un mucho de publicidad y un muy poco de voluntad de dar a Catalunya las infraestructuras que merece, que le tocan y que necesita.


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