sábado, 28 de abril de 2018

Democracia vs. Dictadura


¿Recuerdan cuando Albert Rivera dijo aquello de que las Dictaduras estaban bien porque tenían un cierto orden? Bueno, pues creo que él no lo sabía, pero esa es la base de la supervivencia de esos sistemas de gobierno: el orden. Por supuesto, no se molestó en comentar en qué consistía ese orden. Supongo que era demasiado pensar para él.

Una dictadura es, por definición, un régimen totalitario y, por tanto, las libertades ciudadanas quedan restringidas. El Sistema Penal  (leyes, jueces y castigos) y policial en un sistema autoritario, debe infundir el suficiente temor a la ciudadanía, como para evitar el desorden público y, en caso de producirse, debe ser rápidamente extinguido usando toda la fuerza a su alcance. Así pues, el triunfo de una dictadura, como sistema autoritario, estriba en la imposición del orden.

Por su parte, el gran valor de un sistema democrático, está en los derechos ciudadanos. Cuanta más libertad y protección de esta, tenga un sistema de este tipo, más democrático será. Por supuesto que democracia quiere decir gobierno elegido por el pueblo, pero su verdadero valor estriba en que los ciudadanos se sientan tan a gusto en él como para considerarlo su sistema. Por eso en una democracia deben escucharse las disidencias a tiempo como para poderlas compensar y que nadie, dentro de un estado con este sistema, se sienta atrapado por él.

Entre el orden represivo y la libertad total, hay un enorme número de pasos que recorren toda la gama de posibles sistemas políticos. Una gradación que, para no restringirnos a dictaduras y democracias, podríamos llamar “de esclavitud social a libertarismo”.

Queda claro que en una dictadura todo vale mientras exista paz social, pero en el momento en que los ciudadanos copen las calles, el valor de esa dictadura caerá hasta la imposibilidad de sostenerse.

Por su parte, en una democracia, el orden y la paz social no son necesarios, pero siempre deben respetarse unos ciertos derechos civiles. Porque la democracia puede cambiar y adaptarse a las necesidades de la sociedad que la componen para lograr esa paz social. Así, en un país donde un gobierno no puede alcanzar esa paz social, siempre se pueden hacer unas nuevas elecciones en las que el pueblo deberá elegir a otros representantes que puedan elegir esos problemas. El problema aparece cuando determinados poderes económicos limitan el ejercicio del poder o aquellos que son incapaces de resolver los problemas fuerzan el modo de seguir gobernando. Porque en una democracia, cuando un número suficiente de ciudadanos no encuentran encaje en el sistema, ese sistema ha fracasado.

Pero en una democracia aún hay algo peor que el hecho de que la ciudadanía no se encuentre a gusto o que parte de ella no logre su encaje, y es que los sistemas penales y policiales, traten de comportarse como en una dictadura.

Varios sindicatos judiciales se han extrañado estos días de las enormes protestas generadas por la sentencia a ese grupo de animales autodenominados “La Manada”. Por supuesto, estos señores no han querido recordar que el pasado 8 de marzo hubo una huelga quejándose del brutal machismo de nuestra sociedad. No han pensado que esta sentencia ya no es una más, sino que es la gota que colma el vaso en un estado en plena decadencia.

El gobierno del PP, bajo el apoyo y la tolerancia de Ciudadanos y PSOE, ha implementado una serie de leyes represivas que solo sirven para proteger a aquellos que están en el poder, mientras desasiste a esa ciudadanía a la que se deben. Por si esto no fuese suficiente, nos encontramos que en aquellos casos en que se vulneran las libertades individuales, la justicia no solo no está a la altura, sino que tiene los santos cojones de criminalizar a las víctimas. Por si fuese poco, vemos como miembros de los cuerpos policiales son escuchados y apoyados mientras judicializan sus mentiras y los ciudadanos de a pie ven pisoteados sus derechos en los tribunales por  ellas.

En pocas palabras, los ciudadanos no se sienten afines a un sistema que ya no ven como una democracia. Un sistema que ha limitado sus libertades, pero que, a un tiempo, le ha arrebatado su seguridad por un delincuente mayor que es el propio estado. Por otro lado, aunque el estado pretende mantener el orden, como lo haría cualquier dictadura, también ha quebrado en este ámbito porque las luchas pacíficas le sobrepasan y, en un toque de absurdidad de imitación democrática, trata de inventar violencia donde no la hay y negarla donde todos la estamos viendo.

Que un juez no sea capaz de ver hasta qué punto, tal y como está el país, la sentencia de “La Manada” ha destruido el mito de España, solo nos dice que no está capacitado para el cargo que ejerce… Y puede que para ningún otro.

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