Entre 1997 y 1999 tuvo
lugar un juicio donde un juez de Lérida exoneró a un violador porque la victima
llevaba una minifalda que permitía verle las bragas. La repulsa social no se
hizo esperar, pero la sentencia que dejaba libre al violador ya era firme y con
el actual código penal ya no se pudo hacer nada. La segunda parte ya no sé si
es producto de la fantasía ciudadana a la que le encanta la justicia divina o
contiene algo de verdad. La cuestión es que se dice que, un par de años más
tarde, ese mismo violador violó a una sobrina, de 12 años, de ese juez.
Por lo general, eso de la
justicia divina no existe, de todas formas yo no veo la divinidad por ninguna
parte. Podría entenderlo si hubiese violado al propio juez, pero una inocente
niña de 12 años no creo que sea el justo castigo para un juez machista hasta
límites dañinos.
Todo esto viene a cuenta
de poder ilustrar lo que piensa una parte de nuestra sociedad, que sin ser
importante en número, si lo es respecto a los cargos que ostenta. Que personas
perniciosamente machistas, o arcaicamente mediatizadas por idearios
psudoreligiosos, como el del Opus Dei,
ocupen cargos de importancia en nuestra sociedad, es muy peligroso.
Las principales protestas
contra este juez se preguntaban si por el hecho de que una mujer fuese vestida
de forma muy provocativa o incluso desnuda por la calle, ya daba derecho a
cualquiera para violarla, porque en la ley no aparecía ese punto por ningún
sitio. Estaba claro que aquel juez se había saltado la legalidad a la torera,
pero es que además se había vengado, con aquella sentencia, de todo el sexo
femenino, por vaya usted a saber qué.
Y quien habla de la
inquina de este juez, igualmente puede hacerlo de la arbitrariedad sectaria del
actual ministro de justicia y su absolutamente medieval reforma de la ley del
aborto.
Reza la Constitución
española en su preámbulo que la Nación Española tiene la voluntad de “Consolidar un Estado de Derecho que asegure el
imperio de la ley como expresión de la voluntad popular”, pero no parece que la
voluntad popular apruebe un ideario legal que se aproxime siquiera al creado
por el PP en los últimos tiempos, pero mucho menos esa reforma del ministro
Gallardón. Si aún existen dudas sobre esa realidad, solo hay que consultar las
expresiones de las Redes Sociales o las que la ciudadanía ha llevado a la calle
desde el primer momento en que se formuló esa aberración propia de la secta
religiosa del Opus Dei.
Pero
si el mismo preámbulo de la constitución ya deja en fuera de juego esta y otras
leyes del gobierno del PP, cómo es posible que el TC no actúe contra ellas.
El
problema básico de este país es que tenemos una Constitución que se interpreta
literalmente cuando les conviene a un grupo de personas que se han parapetado
tras las puertas del Tribunal Constitucional y se obvia cuando ese mismo grupo
no está interesado. De este modo, la secta proselitista del Opus Dei, ha
colocado a sus miembros en lugares de poder y ejerce este con total despotismo,
lo que convierte, a final de cuentas, a la Constitución, en un papel mojado, y
al Estado en un mal simulacro de democracia. Así, pues, por culpa de este
sectarismo, la Constitución pierde su valor legal y, por extensión todas las
figuras y letras jurídicas del Estado. De este modo, la aplicación de toda ley,
en lugar de por imperativo legal, se está aplicando por imperativo de la ley,
pasando la afirmación constitucional sobre la creación de un estado bajo el
imperio de la ley a estar bajo un imperio de la fuerza bruta o policial.
El
proselitismo, la corrupción y las interferencias entre poderes, terminan dando
como resultado la supresión real de la democracia y de su espíritu, pero
dejando, a un tiempo, al Estado como carente de toda legitimidad.
En
base a estos principios, dentro de un estado marcadamente plurinacional,
cualquiera de las naciones sometidas a ese engaño, tiene la total legitimidad
para emprender las acciones que considere necesarias para separar su camino del
de ese otro Estado Fallido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario