Respeto.
Sí, respeto. Eso es lo único que deseamos todos y, sin embargo, cuanto nos
cuesta darlo.
La mayor
parte de las veces no somos conscientes de cuan irrespetuosos podemos llegar a
ser. Esa es una falta de respeto que nace del desconocimiento y la ignorancia,
pero que tiene una fácil solución siempre que queramos aprender.
Pero
existe otra falta de respeto que surge de la parte más animal de nuestro ser:
del odio y del miedo. Odio y miedo que están mucho más relacionados de lo que a
menudo nos creemos.
Yo, casi
siempre he vivido en Barcelona. Un enclave de paso para muchos y punto de
llegada para otros. A pesar de lo habitual y continuado de ese hecho, siempre
ha existido gente con miedo a la diferencia y que, por tanto, ha actuado con
notable falta de respeto hacia ella.
Paradigmática
fue la llegada de inmigrantes procedentes de toda España en los años 60 y 70.
Los llamados barrios obreros, el Casco Antiguo y el Área Metropolitana, fueron
colonizados por gallegos, andaluces, extremeños, murcianos, castellanos...
Fruto de aquella llegada masiva de trabajadores, con sus respectivas familias,
se atacó un status quo que luchaba directamente contra la represión franquista.
Y si bien muchos de aquellos inmigrantes planearon su particular resistencia al
régimen, la gran mayoría habían llegado en un precario modo de supervivencia
que el régimen pretendía usar y uso como cojín para amortiguar la resistencia
del catalanismo. Y es en ese punto donde aparecieron las peores fricciones
entre los antigüos y los nuevos catalanes que llegan a constituir auténticos
guetos castellanizantes dentro de las áreas industriales de Catalunya. Nace así
una serie de continuadas fobias y faltas de respeto entre unos y otros. Las guerras
dialécticas entre polacos y xarnegos, llegan a menudo a las manos para alegría
del régimen franquista que casi ve desaparecer la enorme fuerza que la resistencia
del catalanismo de los años 50 llevó a la histórica huelga de tranvías. Así, a
comienzos de los 70, solo el PSUC, por medio de las Asociaciones de Vecinos,
parece crear un nexo entre ambas sociedades y hacer una tímida resistencia a un
régimen que se apaga (esto nunca lo entendió Jiménez Losantos, pero un día explicaremos la razón).
Fue aquel
el peor momento que vivió Barcelona en lo que es la falta de respeto, pero se superó porque hubo
una figura que sirvió para cambiarlo todo: Francisco Candel. La definición de
los otros catalanes que hizo, sirvió para que unos y otros pudieran entenderse
y comprenderse. Y los individuos que se comprenden ya no tienen excusas para no
respetarse. Aunque hubo dos factores que ayudaron a que ese hecho se produjera:
por un lado el tiempo (factor necesario e inevitable) y por otro la
normalización e inmersión lingüística, que sirvió para que los catalanes
pudieran recuperar su esencia cultural. Durante los años 80 se superaron así,
casi dos décadas de desencuentros. Sin embargo, fue tan grande el escollo a
superar que durante muchos años aún quedarán individuos que, a ambos lados,
intentarán negar una realidad: que aquellos nuevos catalanes ya no son nuevos y
que, mayoritariamente, se sienten integrados en la nueva Catalunya que igual
baila una sardana que una sevillana, que domina el castellano mejor que muchos
castellanos y escucha orgullosa los versos de Verdaguer y Maragall. Pero que es
consciente de que hace falta andar muchos caminos y ha aprendido a aceptar hoy,
con más facilidad, sus diferencias con marroquíes, peruanos o chinos.
Inevitablemente
siempre habrá personas que sientan miedo a las diferencias, es algo casi
inherente al ser humano, pero hoy, en esta tierra, hay una mayor
voluntad y capacidad de comprensión para superarlo. Una comprensión necesaria, siempre, por
ambos lados.
Pero el
respeto, tan necesario, aún no es una conquista global. Por eso me gusta tanto
una frase dicha por alguien con quien en realidad no me siento muy afín (pero
sí con la frase): “Yo voy a luchar para que todos los unionistas de Catalunya
tengan la oportunidad de votar "no" a la Independencia”. Porque tal es el
espíritu de la democracia y, en último extremo, el verdadero respeto.
Yo no me
puedo sentir a gusto entre personas que solo piensan en imponer su voluntad a
los demás, aunque comparta sus ideales respecto a lo que sería un mundo mejor.
Soy de esas personas que respeta el derecho de cualquiera a ser infeliz si esa
es realmente su voluntad. Es difícil saber porque alguien desea una cosa
diferente a la que deseamos los demás, pero aspiro a entenderlo porque deduzco
que podré aprender muchas cosas interesantes, e incluso importantes, con ello.
Pero no
puedo respetar a quien no respeta, porque lo primero que me está diciendo esa
persona es que a ella no le importan ni los sentimientos ni el bienestar de los
demás y ya no merece que me interese por ella.
No sé si
han visto en Internet el vídeo de un camionero que atraviesa uno de los ejes
viarios ocupados por la Vía Catalana justo después de deshacerse. Enrabietado
con la espera, empieza a insultar a los manifestantes y a decir toda clase de
inaceptables obscenidades que acaban en un rabioso “¡Viva España!”. En un
primer momento lo colgó en las redes esperando apoyos y, sin embargo, se ha
convertido en una de las mayores fábricas de independentistas. Encima, salvo
los pocos descerabrados de costumbre, ha conseguido que muchas personas de
otros lugares de España, comprendan un poco mejor el sentir de los catalanes y
qué es lo que ha llevado al actual proceso soberanista.
Este
señor, espero que comprendiendo lo que había hecho, retiró el citado vídeo de
las redes, sin embargo ya circulan demasiadas copias para que le sirva de algo.
Los que valoramos el significado del respeto esperamos una disculpa pública,
pero dudo que se atreva a decir esta boca es mía después de dar tan nefasta
imagen. Supongo que en lo único que pensará en este momento es en desaparecer y que se lo trague la tierra antes que en dar la cara.
Por
desgracia, tanto la falta de respeto al pueblo catalán, que es casi continuada,
incluso en importantes medios de comunicación, como respuestas poco afortunadas
de algunos supuestos catalanes de bandera, no hacen que el actual clima sea muy
agradable... para nadie. Por eso, desde aquí, piensen lo que piensen y crean lo
que crean, solo pido, a unos y a otros, respeto.
Por
cierto, sería deseable, y una muestra de respeto, que dejaran algunos (muchos,
demasiados) de ligar al President Mas con el movimiento independentista. Si quieren
ser respetuosos, deben entender que “El Procés” nació después de los ataques
recibidos contra el Estatut (especialmente azuzados por el PP) y es una
voluntad del pueblo catalán que han pillado al President Mas y a CiU,
totalmente a contrapie.
Puede que
Mas haya intentado obtener algún tipo de beneficio de este movimiento, no lo
dudo pues es algo muy propio de los políticos, pero es una muestra de respeto
necesaria, que no se personalice en él este proceso, ya que con ello se ningunea
la voluntad de los catalanes. Y en especial los de izquierdas, que somos la
mayoría de los que nos movemos en esta senda.
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