Los medios
de comunicación intentan controlar nuestras vidas y a un tiempo decirnos qué es
lo que tenemos que consumir. Más aún, a qué tenemos que dedicar nuestros desnutridos
presupuestos.
Cuando
apareció la TDT nos dijeron que nuestra TV iba a sufrir un gran y maravilloso
cambio. Y al principio parecía que así sería. Sobre todo durante aquel tiempo
en que pudimos ver hasta 6 partidos de fútbol por semana y en abierto.
Fue un
maravilloso cambio para los que nos gusta el fútbol. Pero eso no duró, y hoy si
quieres ver fútbol debes aflojar la mosca.
Yo ya no
veo más que los resúmenes... y a veces.
¿Por qué
tendría que tragarme, pues, sus programas bazofia y toda la retahíla de
anuncios con los que se financian?
Las
grandes cadenas son, a un tiempo, las fábricas de opinión más perfectas que
existen. Nos colocan a un grupo de contertulios a hablar de un tema y la gente,
que acostumbra a no informarse, acepta los argumentos expuestos como los únicos
existentes y las palabras de las voces más afines como verdades absolutas.
Después
hay un montón de pequeñas emisoras donde se sube el grito y se sesga el
discurso para, dentro de una parroquia menor, liderar ejércitos de zombies.
Así,
cuando uno se libra de todas esas cadenas y mira, por encima de ese plano, la
realidad de nuestro país, se sorprende de ese eterno bipartidismo en las urnas
que está totalmente injustificado en las hazañas de nuestros gobernantes.
Está claro
que alguien se ha tomado muchas molestias y ha gastado ingentes cantidades de
dinero para llevarnos a la situación en que estamos. Es decir, alguien tiene
que estar ganando mucho con nuestra miseria, porque de otro modo no tendrían
sentido esos esfuerzos.
Por eso
tenemos que desconfiar y poner en cuestión cuanto sale de la TV y, en general,
de los medios de comunicación. Poco importa la supuesta orientación de esos
medios.
Para esas
personas en que su mejor amistad es la televisión, tiene que ser muy difícil
aceptar que su mejor amigo resulta ser un mentiroso compulsivo y que en raras
ocasiones lo hace para favorecerles a ellos. Es más, la televisión intenta
perturbar sus puntos de vista para obtener su apoyo en cuestiones posiblemente
muy poco razonables e incluso faltas de toda ética.
Igual que
muchos ciudadanos confiaron en los directores de sus agencias bancarias, como
si fuesen realmente sus amigos, y se dejaron engañar para adquirir las famosas
“Preferentes”, la televisión es otro de esos falsos amigos en que, al confiar
en él, terminas saliendo perjudicado y además perjudicas a cuantos te rodean.
Pero ya se
sabe que, donde muchos salen perjudicados, unos pocos salen muy beneficiados...
y encima todo eso es legal.
Y ahora,
sobre todo cuando vaya a votar, o no vaya a hacerlo, piense hasta que punto
está mediatizado por esos falsos amigos, que lejos de dar la cara, le hablan
desde el otro lado de un cristal.
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