domingo, 5 de enero de 2014

DISCURSO (2 de 7)




En las películas ambientadas en la antigua Inglaterra, cuando un rey moría y se coronaba en la siguiente escena al nuevo rey, se decía aquella frase: “El rey ha muerto, viva el rey”. No decían “viva el nuevo rey”, se daba por supuesto que, si el primero había muerto, el que vivía era el que había sido coronado a continuación.

Está claro que España no es como esa Inglaterra del cine. Aquí cuando murió Franco, aún se tardó un par de días en coronar a Juan Carlos como rey. Así entre el “Franco ha Muerto” y “¡Viva el rey!”, pasaron varias escenas... casi las suficientes como para distinguir claramente a quién sucedía el nuevo monarca y en qué condiciones.

Ahora ya no sabemos si la democracia ha muerto o si nació muerta, como llevan  muchos diciendo también desde hace mucho tiempo, pero a los que nos ha costado demasiado escucharles.
Pero si la democracia ha muerto, ¿qué leches votamos cada cuatro años? ¿Y cada vez que hay elecciones municipales o autonómicas?... De las elecciones europeas ya no voy a decir nada, porque por mucha influencia que al final tenga la UE sobre nuestras vidas, es algo que vemos tan remoto que nuestro voto siempre pareció algo... diminuto. Digamos que nuestra percepción de lo que es democrático, o no, se diluye en función de la importancia que tenga nuestro voto.
Europa es vieja y es sabia. Europa no nos esconde nuestra insignificancia y el pobre valor de nuestros votos en una urna. Pero España todavía nos engaña diciendo que ese voto forma parte de la llamada democracia. Sin embargo, qué valor tiene un voto cuando el programa electoral, de quien venció por mayoría absoluta, se incumple punto por punto.
Solo hay dos conclusiones posibles: o es un fraude o no existe democracia. Pero todo fraude, como delito que es (o debería de ser) tiene que tener un castigo y una rectificación, y aquí no la hay; así que, al final solo hay una conclusión posible: NO EXISTE LA DEMOCRACIA.
Ahora la cuestión es definir cuándo murió la democracia o si llegó alguna vez a nacer. Pero esa respuesta ya tuvimos que haberla conocido en aquellas escenas perdidas entre el “Franco ha muerto” y “¡Viva España y viva el rey!”.
Tres años después, un 6 de diciembre... Un día en que, como decían los entrañables Tip y Coll, hacía mucho frío, pero no nevaba... No, ululaba ¿Y cómo ululaba?
Uuuuuuuuuuuuh uuuuuuuhhh
Ese día nos creímos una nueva Constitución, una nueva esperanza, pero hoy nos preguntamos si fue aquel un bebé robado sobre el que nos vendieron la ilusión de creer que era nuestro o, tal vez, simplemente la democracia nació muerta y alimentamos, sin querer, al bebé del vecino.
También es posible que aquello fuese de verdad, pero con el tiempo, los que tenían que dar paso al futuro no quisieron soltar las riendas y nos hemos estrellado en la primera gran crisis que se nos ha echado encima.


Sea como fuere, la cruel realidad es que vivimos en un país sin democracia. Y lo peor de todo no es eso, sino que hay una gran cantidad de ciudadanos que desconocen el significado de esa palabra... y, gracias a ellos, se perpetúa esa circunstancia.

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