En las
películas ambientadas en la antigua Inglaterra, cuando un rey moría y se
coronaba en la siguiente escena al nuevo rey, se decía aquella frase: “El rey
ha muerto, viva el rey”. No decían “viva el nuevo rey”, se daba por supuesto
que, si el primero había muerto, el que vivía era el que había sido coronado a
continuación.
Está claro
que España no es como esa Inglaterra del cine. Aquí cuando murió Franco, aún se
tardó un par de días en coronar a Juan Carlos como rey. Así entre el “Franco ha
Muerto” y “¡Viva el rey!”, pasaron varias escenas... casi las suficientes como
para distinguir claramente a quién sucedía el nuevo monarca y en qué condiciones.
Ahora ya
no sabemos si la democracia ha muerto o si nació muerta, como llevan muchos diciendo también desde hace mucho
tiempo, pero a los que nos ha costado demasiado escucharles.
Pero si la
democracia ha muerto, ¿qué leches votamos cada cuatro años? ¿Y cada vez que hay
elecciones municipales o autonómicas?... De las elecciones europeas ya no voy a
decir nada, porque por mucha influencia que al final tenga la UE sobre nuestras
vidas, es algo que vemos tan remoto que nuestro voto siempre pareció algo... diminuto.
Digamos que nuestra percepción de lo que es democrático, o no, se diluye en
función de la importancia que tenga nuestro voto.
Europa es
vieja y es sabia. Europa no nos esconde nuestra insignificancia y el pobre
valor de nuestros votos en una urna. Pero España todavía nos engaña diciendo
que ese voto forma parte de la llamada democracia. Sin embargo, qué valor tiene
un voto cuando el programa electoral, de quien venció por mayoría absoluta, se
incumple punto por punto.
Solo hay
dos conclusiones posibles: o es un fraude o no existe democracia. Pero todo
fraude, como delito que es (o debería de ser) tiene que tener un castigo y una
rectificación, y aquí no la hay; así que, al final solo hay una conclusión
posible: NO EXISTE LA DEMOCRACIA.
Ahora la
cuestión es definir cuándo murió la democracia o si llegó alguna vez a nacer.
Pero esa respuesta ya tuvimos que haberla conocido en aquellas escenas perdidas
entre el “Franco ha muerto” y “¡Viva España y viva el rey!”.
Tres años
después, un 6 de diciembre... Un día en que, como decían los entrañables Tip y
Coll, hacía mucho frío, pero no nevaba... No, ululaba ¿Y cómo ululaba?
Uuuuuuuuuuuuh
uuuuuuuhhh
Ese día
nos creímos una nueva Constitución, una nueva esperanza, pero hoy nos
preguntamos si fue aquel un bebé robado sobre el que nos vendieron la ilusión
de creer que era nuestro o, tal vez, simplemente la democracia nació muerta y
alimentamos, sin querer, al bebé del vecino.
También es
posible que aquello fuese de verdad, pero con el tiempo, los que tenían que dar
paso al futuro no quisieron soltar las riendas y nos hemos estrellado en la
primera gran crisis que se nos ha echado encima.
Sea como
fuere, la cruel realidad es que vivimos en un país sin democracia. Y lo peor de
todo no es eso, sino que hay una gran cantidad de ciudadanos que desconocen el
significado de esa palabra... y, gracias a ellos, se perpetúa esa
circunstancia.
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