Imagen extraída de http://www.sflbarcelona.org/
Independencia para no nacionalistas
Creo que hacía falta un texto lleno de
obviedades como este porque entre la publicidad de unos y los mensajes de
terror de los otros, perdemos de vista la realidad del día a día, lo que a los
ciudadanos de verdad les importa. Porque, para todo aquel que no sea un
nacionalista catalán o un nacionalista españolista, lo que realmente importa es
cómo cambiarán las cosas que nos rodean y en qué diferirá nuestra vida de hoy y
la de mañana.
Lo primero de todo es recordar que los
grandes cambios nunca afectan a nuestras vidas de inmediato. Ni siquiera los
cambios más traumáticos son repentinos, porque nosotros mismos establecemos un
periodo de adaptación a la nueva situación. Personalmente me cuesta concebir un
cambio más radical que la muerte de un familiar y, incluso en esos casos,
establecemos un periodo de tiempo, al que llamamos duelo, para acostumbrarnos a
ese cambio.
No digo con eso que la Independencia
pueda mostrarse como un cambio traumático. Es más, desde mi punto de vista, y
salvo un improbable conflicto bélico, el cambio será totalmente gradual y, me
atrevería a decir, que con más cosas positivas que negativas. Sin embargo,
donde si habrá unos cambios enormes, será en las macropolíticas, pero que a
nivel nuestro, de ciudadanos de la calle, tardarán bastante tiempo en
afectarnos y, sin duda, lo harán de forma muy gradual. Sin embargo, vamos a
intentar ver todos los aspectos.
Las primeras preguntas que se hace un
ciudadano de a pie, es que va a ser de su familia, su casa, su trabajo, su
vecindario, los precios, el salario, la jubilación, sus estudios… De todo eso,
lo que primero se verá afectado es lo que va relacionado con la economía y,
digan lo que digan, los unos y los otros, es una incógnita. La auténtica
realidad es que ahora estamos muy mal y el margen para empeorar parece menor
que el de mejorar, por lo que convierte a este momento en el mejor para
intentar un cambio de esta índole. Sin embargo, también en este ámbito podemos
aseverar que los cambios, a pie de calle tardarán en verse y, es posible, que
para el momento en que podamos notar sus efectos, estos ya estarán compensados
con medidas o con nuevos cambios en los niveles superiores.
Del dinero y del trabajo
Para entender mejor todo esto, debemos
trasladarnos al año 2006, en la cima de las políticas económicas del ladrillo.
Cuando los bancos llevaban mucho tiempo con sus reservas agotadas en créditos
inmobiliarios, pero que habían logrado suscribir líneas de crédito con bancos
franceses y alemanes, para seguir haciendo préstamos hipotecarios. En aquellos
momentos algunos economistas ya vislumbraban el problema que se nos venía
encima, pero a nivel de la calle estábamos en la cresta de una extraña ola en
que, seguíamos sin poder comprar un piso porque los precios eran prohibitivos,
pero nuestros salarios eran los más altos que habíamos tenido.
¿Era aquel nuestro mejor momento?
Pues seguramente no, porque a pesar de
esos salarios, no éramos capaces de pagar con ellos lo que queríamos, pero con
el tiempo vimos que lo que siguió a aquello aún era peor. Primero el cierre de
los grifos bancarios, después la pérdida de empleos y, por último, la
destrucción del estado del bienestar, los derechos y los rescates sociales.
Pasamos de una orgía de bancos, constructores, financieras y políticos, a la
miseria y el pago de los platos rotos por parte de quien menos culpa tenía. Lo
que algunos llamaron el milagro económico de Aznar, había resultado ser el
fraude más grande de la historia al pueblo español y, lo que es peor, ni la
alternancia política había sido capaz de desactivarlo.
Sin embargo, lo que nos interesa de
esa catástrofe económica que, de una forma u otra, todos hemos sufrido en
nuestras carnes, es que un error en las políticas económicas del año 2000, tuvo
que esperar siete años antes de explotarnos en los morros al enlazarse con una
recesión Mundial en auge y que salió a los medios en 2008 con la quiebra de
Lehman Brothers, pero que, seguramente, a nivel de calle, salvo alguna
excepción, no se notó realmente hasta 2009.
Los grandes movimientos económicos
llegan a nuestras vidas poco a poco, aunque algunas decisiones, que afectan más
abajo, si puedan aparecer de forma más repentina. Por ejemplo, un corralito
sería algo que nos afectaría de inmediato, ¿pero cuánto tiempo antes estaría la
prensa diciéndonos que todo va mal? Hay que reconocer que, posiblemente,
nosotros no hubiéramos notado esos problemas en nuestras carnes hasta que un
viernes nos encontráramos que no podíamos sacar dinero del cajero para hacer la
compra semanal. Pero el problema económico ya estaba allí mucho antes.
Nuestra mala economía doméstica de
hoy, no viene de hoy, ni del día que quebró Lehman Brothers, ni siquiera desde
que el BOE publicó la ley del suelo del gobierno Aznar. Lo que hoy vivimos es
consecuencia de cientos de años de políticas económicas y, también, del modo en
que cada uno de nosotros encajamos, o dejamos de hacerlo, en los planes que
otros han establecido. Pero de todo eso lo único que realmente nos importa (y
es así como debe de ser) es cómo nos afecta aquí y ahora.
Si con la Independencia se van muchos
de los inversores actuales y vienen otros nuevos, no lo notaremos
inmediatamente. Si los bancos modifican sus políticas crediticias, tendrá que
cubrirse toda la cadena de afectaciones macroeconómicas hasta llegar a nosotros
sus resultados. Lo que más rápidamente nos afectará es la subida de precios de
productos a los que les cueste más llegar, la bajada de precios de productos a
los que le cueste más salir, la aparición de nuevos empleos relacionados con
nuevas facetas que es mejor cubrir desde aquí y la perdida de aquellos que es
mejor cubrir desde fuera. Que la diferencia nos sea favorable o no, es algo que
no se podrá saber inmediatamente, porque todo cambio necesita alcanzar un punto
de equilibrio entre lo que entra y sale, y este tarda muchos años en que pasa
por periodos en que los cambios parecen, unas veces ir en una dirección y otras
en el contrario.
Claro que, la pregunta que todos nos
hacemos ahora es si habrá más trabajo con la Independencia. Y la respuesta es,
de entrada, que sí. Pero también es cierto que habrá personas que verán cómo se
extinguen sus trabajos. No obstante, globalmente habrá más empleo porque, sin
ir más lejos, harán falta muchos más funcionarios. Nunca se cubrirá la parte
proporcional de funcionarios que actualmente hay en Madrid, pero aun así
aparecerán cerca de 10.000 nuevos empleos. Otra fuente de empleos estará
relacionada con las nuevas sedes centrales de empresas que ahora ya no podrán
representarse desde Madrid y, finalmente, muchos consulados pasarán a ser
embajadas, incorporando personal adicional. Eso moverá un dinero adicional en
la ciudad de Barcelona que, a su vez, implicará más gastos, más ventas… con
todo lo positivo, y también lo negativo, que eso supone.
Pero todo eso, como ya hemos dicho, no
se notará inmediatamente.
Está claro que el sector servicios, el
administrativo y el financiero, vivirán una edad dorada, pero respecto al
sector industrial ya no lo tenemos tan claro, porque dependerá de muchas cosas
y, en especial, de los acuerdos comerciales e internacionales de los siguientes
gobiernos del nuevo país.
Por otra parte, el sector agrario, en
general, mejorará su situación, pero es posible el eso no se extienda al sector
vitivinícola que deberá bajar algo su producción.
Catalunya, como muchas otras veces en
su historia, deberá sacar provecho de sus posibilidades para el comercio
internacional. Él desarrollo de esta faceta económica deberá ser una prioridad
para nuestros gobiernos y será el deber del pueblo recordárselo en las urnas
porque de ello dependerá nuestro día a día en el futuro.
Junto al trabajo va lo que de verdad
nos importa: el salario ¿Qué pasará con nuestros sueldos?
Nuevamente no podemos hablar por
todos, pero más empleo significa menos paro, y menos paro implica más capacidad
de elección para el trabajador, por lo que los salarios subirán. La mala
noticia es que esto también elevará los precios y, en especial, si Catalunya no
consigue mantenerse en la UE o ingresar rápidamente. Por otro lado, la
obligación de mantener el euro como moneda y sin poder ejercer ningún control
sobre ella, implicará precios aún mayores. Por eso los primeros cuatro o cinco
años, sin políticas monetarias propias, el nuevo Estado catalán tendrá que tomar
algunas duras medidas correctivas. Esos primeros años no serán fáciles, pero
viendo como en estos momentos asumimos problemas ajenos y como nos vemos
perjudicados gravemente, puede que esas medidas pasen muy desapercibidas en
comparación a la situación actual.
Por otro lado, igual que Barcelona y
su primera corona verán subir los precios muy por encima de los actuales, más
allá, y conforme nos separemos geográficamente, el impacto de esas subidas será
menor. Lejos de Barcelona no tendrán que asumir el precio de la capitalidad.
La educación mejor cuanto más próxima
Si en el tema económico las cosas
parece que no están muy claras, en el educativo no habrá lugar a dudas en que
iremos a mejor.
Supongo que muchos tendrán miedo a que
la inmersión lingüística les deje totalmente al margen, pero la realidad es que
aquellos que están preocupados realmente por ello es que hace mucho que se
perdieron.
Es verdad que un Estado catalán
tenderá a catalanizar más su educación, sus medios de comunicación, sus administraciones
y su vida en general. Pero seamos realistas, eso no es algo que se pueda hacer
de la noche a la mañana y si hay algún político que pueda creérselo, ya lo
bajarán las urnas de su nube.
De lo que si podemos estar seguros es
de que nadie mangoneará la educación de Catalunya desde un lugar en que no se
tenga “ni puta idea” de qué es Catalunya.
Es posible que, con los años, el
castellano pueda llegar a ser una lengua extranjera y se estudie como tal,
pero, para entonces, los niños de hoy contarán con edades de 40, 50 o más años.
Y, posiblemente, por aquel entonces, el inglés haya sido substituido por el
chino como lengua del comercio. Porque el mundo da muchas vueltas y nuestra
españolidad de más de 300 años no es algo que se pueda erradicar nunca, ni
reducir en una década.
Veinte años después seguiremos siendo
de los más cultos en lengua castellana, pero entonces, posiblemente, ya la
llamaremos, sin complejos, español.
Nuestras escuelas no dependerán de los
errores que se tracen más allá de nuestro territorio y solo tendrá que aguantar
los achaques de nuestros propios legisladores. Legisladores que, por su
proximidad y dependencia más directa de nuestros votos, obrarán evitando
determinados errores inadmisibles que los legisladores de hoy nos imponen.
No tengo dudas de que, si ya hoy la
enseñanza en Catalunya es de las mejores del Estado español, con la
independencia, aún con similar financiación, podrá mejorar mucho más.
Es de las pocas cosas que no tengo
duda alguna, porque los continuos palos a las ruedas que ha puesto el Estado
español a la enseñanza y a la cultura catalana, han dañado mucho al sistema
educativo y, en especial, han forzado a unos gastos inútiles que nunca debieron
ser asumidos.
Junto a mi casa la de mi vecino
Dice un dicho castellano: “¿Quién es
tu hermano? Tu vecino más cercano”. Y es que, una vez salimos de nuestra casa,
incluso dentro de ella, nos tenemos que valer de quienes nos rodean y, a un
tiempo, tenemos que estar dispuestos a ayudarles y socorrerles cuando haga falta.
Ese es el valor de vivir en comunidades humanas. Eso es lo que se llama el
vecindario.
De nosotros y de nuestros vecinos
depende esencialmente la calidad de vida que nos ofrezca el entorno. Sin duda
nuestros ayuntamientos colaboran con unos servicios de mayor o menor calidad,
pero nuestra actitud y la de quienes acuden a nuestro vecindario, es esencial
para que este resulte más agradable.
No podemos culpar al ayuntamiento de
los excrementos de animales domésticos, las basuras fuera de los contenedores,
las alfombras de chicles y colillas frente a las paradas de autobuses y centros
de enseñanza, los papeles en el suelo, las pintadas en persianas y paredes, los
vehículos aparcados en las aceras o en pasos peatonales, las bicicletas o
incluso vehículos a motor, circulando a gran velocidad por las aceras… De hecho
hay una cosa que se llama urbanidad que impide excusarse en los impuestos
pagados para justificar una patente de corso que nos permita realizar
cualquiera de estas u otras acciones que perjudiquen a nuestro entorno y hagan
perder valor a nuestro vecindario. Los ayuntamientos pueden gravar
económicamente, regular, incluso gastar mucho más en limpieza y recogida de
basuras, pero en último término es el ciudadano el que da valor a su entorno… y
este también califica a este.
No creo que la independencia pueda
cambiar este punto, ni para bien, ni para mal, porque solo depende de los
ciudadanos.
Respecto a la delincuencia, todo y que
la colaboración ciudadana puede ayudar, hoy por hoy, solo las fuerzas de orden
público pueden actuar, según la ley o bajo la petición de una orden judicial.
Y, al final, siempre será el sistema judicial el que determinara los castigos o
sanciones a que haya lugar. Poco o nada podemos hacer para cambiar esto y solo
nos queda la posibilidad de denunciar y socorrer a las víctimas de los delitos.
Y esto tampoco cambiará con la
independencia. Podrá mejorar o empeorar el sistema judicial, igualmente para
las fuerzas de orden público, pero todo eso dependerá de quién establezca las
leyes, de los jueces y de las capacidades, presupuestos y nivel de las fuerzas
del orden. Y todo eso, como siempre, se vinculará a nosotros mediante el
ejercicio del sufragio universal que nos permite cambiar de legisladores cada
cuatro años.
Curasana, curasana, culito de rana…
¿Qué sanidad queremos?
En los años 80 el Estado español
empezó a traspasar a la Generalitat de Catalunya la atención sanitaria de la
Seguridad Social, que no su tesorería. En aquellos momentos traspasó una cifra
aproximada de lo que el Estado español gastaba en esa Comunidad Autónoma. Tras
un par de años de adaptación, el experimento resulto un éxito, salvo que la
cifra no aumentó adecuadamente con los años y la Generalitat tuvo que empezar a
transferir dinero de otras áreas para mantener esta.
Viendo la situación de Catalunya y las
demandas de una mejor financiación de la Generalitat, J.M. Aznar decidió
trasferir este servicio a todas las CC.AA. Muchas de ellas ya no pudieron
hacerse cargo desde el primer momento y eso que la idea de Aznar era que esto
sucediese a largo plazo, liberando al Estado de unos gastos extra
excepcionales, pero endeudando miserablemente a la mayoría de CC.AA. de hecho
esa misma filosofía la hemos visto en el PP de Mariano Rajoy para desplazar la
deuda del Estado a las CC.AA. permitiendo mantener los gastos policiales, de
defensa, de administración, de salarios de políticos, las transferencias a la
Iglesia o el presupuesto de la Casa Real, a costa de los servicios sociales,
sanitarios, etcétera que dependían de las CC.AA. Es más, incluso se permitió
recortar las cantidades que por convenio debía suministrar el Estado. El caso
más hiriente es el de la Ley de Dependencia, en que el Estado adquirió el
compromiso de pagar el 50% y en la actualidad ni siquiera abona el 30%. En
Catalunya la Generalitat se está haciendo cargo de ese 20% adicional, aun
realizado insufribles recortes en tan sensibles, y hasta dramáticos,
presupuestos.
Con esta premisa no hace falta ser muy
inteligente para darse cuenta de que la Independencia no le puede ir demasiado
mal a la sanidad.
Es más, si tenemos en cuenta que habrá
más trabajadores cotizando a la S.S., el presupuesto de esta aumentará mucho
más que simplemente lo que ahora el Estado español no paga. Podemos decir que
la Sanidad, junto a la Educación, serán las grandes beneficiadas de la
Independencia. De hecho, los servicios sociales se verán beneficiados
globalmente.
Claro que, los detractores del Procés
Independentista, platean el argumento de que Catalunya no podrá tener presupuesto
para todo eso. Sin embargo, cuando se les pregunta por las cuentas recurren a
los presupuestos de Montoro. Unos presupuestos que incluyen “equitativamente”
todo lo que gasta el estado central, pero que es incapaz de explicar en qué
lugar de Catalunya se ha gastado un solo euro de forma justificada.
Al final la única cuenta que vale es
la de las gallinas que entran por las que salen, y sabemos las que entran,
sabemos las que se pierden, pero de las que salen en Catalunya las únicas que
nos explican hasta la saciedad son las de esos préstamos que llamados FLA, que
nos endosan cada vez que nos portamos bien y por los que aún tenemos que pagar
intereses.
¿Alguien se ha preguntado de dónde
sale el dinero del FLA?
Pues ahora imagínense el dinero del
FLA, sin intereses y sin depender de que nos portemos bien a los ojos de un
extraño que no está velando por nuestros intereses.
Y ahora imagínense que no hay Casa
Real, ni Conferencia Episcopal, ni un ejército derrochador, ni un AVE a San
Cogurcios del Cascajo, ni un Florentino Pérez, ni un Felipe González y que nos
importa una mierda Amancio Ortega porque paga menos impuestos que Messi… y
encima no se considera un defraudador y no se le puede pedir más.
¿Aún siguen creyendo que si Catalunya
se independiza no va a tener el dinero correspondiente para esos servicios?
¡Vamos, anda!
No me voy a jubilar jamás
Más dinero para financiación, más
trabajadores cotizando a la Seguridad Social y por más dinero… ¿Y nos preocupa
cobrar jubilación en una Catalunya independiente y no en España?
Hace algunos años los políticos
españoles se percataron de que el aumento de la esperanza de vida era una cosa
muy bonita, pero también suponía que el Estado debía pagar más dinero y, tarde
o temprano, la Tesorería de la Seguridad Social no recaudaría suficiente. Por
si esto no era malo, llegaba otro problema que era asumir las jubilaciones del
colectivo del Baby Boom que se dio entre 1958 y 1972 (especialmente en entre
1962 y 1966).
Las contramedida más importante debió
haberse empezado a tomar en los años 80 fomentando la natalidad, pero entonces
primaban los conceptos malthusianos de natalidad, para mejorar la situación de
la población. Entonces hubiera tenido de ponerse en marcha un plan al estilo
escandinavo que facilitara la conciliación de la vida laboral y familiar de los
ciudadanos para fomentar la natalidad. Sin embargo, todo esto se hizo tarde y
mal. No fue hasta la decadencia de la era Zapatero que se intentó fomentar la
natalidad con el absurdo, gravoso para el Estado e insuficiente Cheque Bebé.
Afortunadamente, con antelación, se
había tomado otra pequeña medida que podía retrasar el problema. Dado que la
generación del Baby Boom aún estaba en activo y había superávit en las
recaudaciones de la Tesorería de la Seguridad Social, se decidió hacer una
reserva que creció rápidamente. Desgraciadamente, la mayoría absoluta y
dictatorial del PP, ha decidido ir metiendo mano en la caja y gastarse ese
dinero de todos en sus chucherías, igual que hiciera su antecesor en el
partido, el señor Aznar, con la privatización de las empresas estatales.
Así nos encontramos que tras toda una
vida de trabajo, la solución de mariano Rajoy y sus secuaces, es alargarnos dos
años más la vida laboral. Y según sus técnicos alemanes, esto no será
suficiente. En cuanto Mariano tenga el apoyo de su amigo Felipe, puede que
hasta acaben con eso de la jubilación, al menos para los trabajadores
españoles.
Con esas premisas tan oscuras y la
alegría de los políticos españoles para tratar esos temas a la brava y sin un
ápice de rubor en la cara, ¿de verdad creen que la Independencia puede ser una
mala cosa para las perspectivas de cobrar una pensión?
No sé si las pensiones en una
Catalunya independiente podrán ser buenas o malas, pero me temo que, hoy por
hoy, son la última esperanza que tenemos para cobrar una pensión que nos
permita sobrevivir.
¿Qué pasará con mi familia que está lejos?
Es verdad que no tengo ni idea de qué
pasará con España si Catalunya se independiza. Está claro que, con lo dicho, el
porvenir de España parece muy oscuro. Pero tenemos que tener claro que ese
porvenir no se ha labrado en un solo día. Lleva muchas décadas boicoteando su
propio futuro. La falta de visión de sus políticos solo tiene justificación en
el afán de protagonismo, el deseo de enriquecimiento personal y el cultivo de
un patrioterismo neofranquista que produce arcadas hasta a los cerdos.
Y a todos esos elementos les votaron,
les votan y les votaran, un pueblo inculto y repleto de los mismos tics que
esos políticos dañinos.
Y sí, Catalunya no está exenta de esa
gente y esos políticos. Pero si una cosa tenemos que agradecerle al Estado
español, es que, en su afán por dañar a Catalunya, ha interceptado a muchos de
eso políticos y ha dado una lección al pueblo catalán que aún no ha recibido el
resto de España. Pero hay que tener claro que, si eso ha sido posible en
Catalunya, también es posible en el resto de España. Así que aún hay una
esperanza.
Esa es la esperanza para esa familia
que viva en cualquier otro lugar de la geografía española. Si no forman parte
del colectivo que apoya la decadencia de España, vuestras familias ya conocen
el hedor de su entorno y seguro que están haciendo algo por cambiarlo. Son la
esperanza.
Claro que seguro que os comentan eso
de que sin la solidaridad de Catalunya no podrán subsistir. Bueno, también es
posible que sean de los que dicen que Catalunya no sería nada sin España y que
Catalunya debe dinero a todos los españoles. En ese caso, perdonadme, pero no
tenéis familia, tenéis un mono con una pistola a punto de dispararla y mejor
que estéis lejos cuando eso ocurra. Por ejemplo en un país independiente.
Los puntos de vista distorsionados, no
obstante, no acostumbran a ser culpa del que los tiene, sino de personas con
poder divulgativo que desean hacer daño extendiendo la ignorancia. De hecho,
algunos sectores “periodísticos” han extendido estas falacias para recolectar
votos hacia partidos que, si fuesen vistos con su verdadera imagen, no serían
votados más que por la peor escoria y, sin embargo, ahí están, robando el
dinero y las vidas de todos.
La iglesia católica que ordena las
vidas de los españoles, desde mucho antes de que fuesen españoles, es la gran
responsable de inculcar toda una gama de sentimientos autodestructivos que
amansan al pueblo en su natural rebeldía contra un poder injusto. Por supuesto,
esta iglesia en perfecta simbiosis con esos poderes ora políticos, ora
militares, recibe su diezmo religiosamente o, de lo contrario, encuentra el
modo de deshacerse de ese poder por legítimo que sea; como ocurrió con la
Segunda República. Y poco le importan las vidas de inocentes que caigan en el
proceso. Por no importarle no le importan ni siquiera sus “soldados” de base a
los que sacrifica por el beneficio económico de la organización. A final de
cuentas, para la iglesia es más importante el sometimiento de las masas que sus
propios principios de fe.
Y cuando un número importante de
españoles cuestiona esa nueva fe inventada y abre los ojos ante las
injusticias, siempre aparece una figura dictatorial, como Franco, para ejercer
un genocidio sistemático contra el posible gen de la rebelión. Así, el
sometimiento que no se logra en los altares, se entierra en las fosas comunes
de los cementerios y en cunetas olvidadas.
Así que lo que hoy vivimos como
simulacro de democracia y que tanto nos decepciona, no es culpa de nuestros
familiares en los pueblos de toda España. No, no es su culpa, porque como diría
la señora Rabbit, los han dibujado así.
Pero los españoles son buenos
trabajadores… o podrían serlo. De eso pueden dar fe los alemanes que se
beneficiaron de esa mano de obra barata allá por los años 60 y que hoy vuelve a
la carga con nuestros universitarios.
Esa es otra, porque para los que se
hicieron catalanes y dejaron a padres y hermanos en su regiones de origen, hoy
les cubre el miedo de que se haga muy complicado volverse a reunir una o dos
veces al año como ahora.
Yo no creo que haya problema para
ello. Lo que sí les pasará, como le ha ocurrido a generaciones anteriores, es
que con el paso de los años se va desconectando con el origen. Porque si al
principio uno se fue pensando en volver, lo más habitual es que se forme aquí
una familia y se tengan que repartir los tiempos de visita con el origen de la
pareja. Después se tienen hijos que crecen y, un buen día, empiezan a demandar
ir en otra dirección. Al final, muy pocos logran cumplir su deseo de volver
tras la jubilación. Sin darse cuenta, poco a poco, uno ya no encuentra
diferencias entre uno mismo y los vecinos que le saludan cada mañana con un
“Bon Dia”. De hecho, hacía muchos años que cuando volvía al pueblo, aquellos
que fueron sus compañeros de colegio, le decían “ahí viene el catalán”. Incluso
el marido de su hermana que, además, sabe que, en el fondo, no lo dice ni con
cariño ni con amabilidad. Es igual, aún hay muchas personas que le importan
allí, pero aunque la distancia es la misma de ayer, parece que hay muchos más
kilómetros entre ellos.
No, eso tampoco cambiará. Pero ahora
te has de preocupar de otra familia más importante y que se desvanece con más
dolor para tu alma. Ahora tú ves partir a los hijos, por los que te has
esforzado mucho en darles estudios, creyendo que era su futuro, pero que solo
logran obtener un trabajo en el extranjero. Con suerte se quedarán en Europa,
pero también pueden partir a América o, incluso, Asia o Australia. Eso sí son
kilómetros y no los que te arrancaron a ti, a tus padres o a tus abuelos, del
pueblo. Pero entiendes que el dolor tampoco estuvo ausente en aquella decisión.
Con tu hijo en el extranjero, producto
de una situación política y económica responsabilidad de gobiernos muy mal
escogidos en las urnas, tu familia del pueblo ya no es la misma prioridad.
Ahora duelen más los hijos y estás tentado a partir con ellos. Aunque hay otra
opción ¿De verdad vas a aceptar que es mejor malo conocido que bueno por
conocer? No, eso ya no vale. En Catalunya has montado tu hogar y lucharas para
que tus hijos tengan un sitio en él, y si España no te lo da, deberás probar
con una Catalunya independiente.
Es verdad, la Independencia no es una
garantía de nada, pero si seguimos en España sabes que tus hijos seguirán lejos
para siempre y que, con el tiempo, establecerán sus familias lejos de aquí,
como tú, en su día, viniste aquí buscando el aire que en el pueblo te faltaba.
¿Y el pueblo?
En el pueblo quedan los recuerdos, los
amigos de la infancia y una familia, cada vez más lejana. Y, como no, la
melancolía paseando por unos lugares que se modernizaron hace mucho tiempo.
Aunque tenga poco que ver, Europa y las
subvenciones mataron a España
¿Dónde quedó la esperanzadora España
que empezaba una democracia en 1978?
La mal llamada Transición fue un
proceso que nos llevó de la dictadura franquista a una democracia tutelada, que
nació con muchas esperanzas, y que murió entre reiterados incumplimientos. Al
menos es así como lo vemos hoy, pero no en 1978 cuando, entre el miedo a volver
atrás y los deseos de tirar hacia delante, no disimulábamos una ilusión capaz
de obviar lo que estaba pasando realmente.
El ya finado Padre de la Constitución,
Jordi Solé i Tura, comentó en una entrevista, poco después de las primeras
elecciones democráticas, que la Constitución de 1978 tenía que entenderse como
algo provisional nacido con la idea de tomar distancia con el franquismo. Entre
líneas se entendían las presiones ejercidas por los militares y que, por boca
de Fraga y algún otro, habían tomado forma en la Constitución como palabras y
frases que suponían cadenas al texto y por ende a las libertades de la naciente
democracia. El propio Solé Tura nos aclaraba que, en siete, o como máximo diez
años, debía realizarse un verdadero proceso constituyente que cerrara una verdadera
Transición con una Constitución generadora de una auténtica democracia. Pero
igual que inspiraba esta idea nos aclaraba sus dudas basadas en una ley
electoral pensada para que unos pocos partidos se asentaran en el poder y
formaran una oligarquía endogámica alternante. España no había aprendido nada
de su pasado y volvía a repetir sus propios errores con la excusa de evitar
errores ajenos, como la República de Weimar que llevó a Hitler al poder en
Alemania. La herramienta perversa que debía salvarnos del nazismo era la Ley
d’Hondt.
Hay que decir que, si alguna vez
existió una verdadera intención de abrir un nuevo proceso constituyente, este
se desmoronó por el devenir de los acontecimientos. Primero fue la caída de
Suarez a través de una conspiración interna de su partido, después el 23F que
sirvió para reforzar la institución monárquica, uno de los pilares del bajo
nivel democrático de la Constitución del 78. Y, finalmente, la pleitesía de
Felipe González a Ronald Raegan y la introducción de España en la OTAN.
Mientras tanto, España apuntaba a otro
hito que todos veíamos con ilusión, pero que, con el tiempo, a pesar de
permitirnos acceder al anestésico Estado del Bienestar, supuso unos grilletes
que deformarían nuestra economía: el Mercado Común.
Llegamos a un Mercado Común en
expansión, pero que también estaba modificando sus principios y ampliando sus
áreas de influencia técnica. Nos impusieron obligaciones, cuotas máximas de
producción, especialmente en el sector agropecuario y nos pagaron, tanto por
esas limitaciones, como, en forma de subvenciones, para el desarrollo de otras
áreas.
Si las cuotas y la baja productividad
obligaron a cerrar muchas empresas, el verdadero problema, que aún no se ha
comprendido, fue, es y será, el de las subvenciones.
Europa nos ha dado mucho dinero, pero
muy poco de ese dinero ha servido realmente para desarrollar nuestro país,
aunque ha sido muy útil para que la corrupción anide mejor en muchos lugares,
incluido entre algunos altos funcionarios de Madrid y, como no, políticos. Creo
que con esto no descubro nada a nadie, pero siguiendo un razonamiento
económico, si estos individuos han sido capaces de llevar subvenciones, por una
comisión, hasta empresas corruptas que de otra manera, por su ineptitud
económica, no hubiesen sobrevivido, ya empezamos a vislumbrar el problema.
La supervivencia de una mala empresa,
a base de subvenciones indebidas, hace que sus competidoras, más capacitadas,
se enfrenten en inferioridad de condiciones y, a menudo, perezcan a pesar de su
valía. De este modo, a través de la competencia desleal de las subvenciones,
prosperan empresas sin valor para el conjunto de nuestra economía y caen las
que si lo tienen, por lo que el conjunto de nuestra economía pierde, pero como
momentáneamente se conservan los empleos, en el global económico no se ve.
Si a esto unimos las grandes
cantidades de dinero que reciben de Europa familias-empresa como los Alba,
continuamente en barbecho, vemos el desperdicio de ese dinero y la forma en que
se usa para destruir al país.
Otro ejemplo terrible es el cultivo de
remolacha en Castilla-León para la producción de biocombustibles. Los dueños de
las tierras cultivan el producto hasta el momento en que debe recogerse y
después se deja que las remolachas se sequen en los campos. En el proceso se
han malgastado millones de litros de agua de unos pozos no preparados para ello
y que ahora muestran su agotamiento sacando trazas de arsénico que pasan al
agua de consumo humano. Recordemos que esas tierras habían sido históricamente para
cultivos de secano como los cereales de trigo, avena o cebada.
Desgraciadamente, Europa paga muy bien por metros cuadrados de cultivos
finalizados para producción de biocombustibles, sin embargo, las empresas que
optan al producto para producirlos, no pagan lo suficiente para rentabilizar su
recogida. Así que, al final, solo se cultivan subvenciones y se facilita que
las tierras, ahora de regadío forzado, se llenen de topillos que estropean las
cosechas vecinas que si están destinadas a productos que deben recogerse.
Las subvenciones no siempre acaban tan
mal, pero el dinero que se pierde, como vemos, no es lo peor, sino el daño que
hacen al global de la economía y que, por tanto, terminan reduciendo nuestra
riqueza en lugar de ampliarla.
Después tenemos el problema de haber
tenido a unos políticos insensatos que han malgastado las ayudas para
infraestructuras, creando unos trenes de Alta Velocidad, cuyo mantenimiento ha
colaborado espectacularmente en el endeudamiento del país. Autopistas por las
que no circulan coches e, incluso, ayudas a empresas privadas, como las
autopistas de Madrid, que después quiebran y debemos subsanar sus pérdidas con el dinero de todos. Y no hay
que olvidar que toda infraestructura necesita de dinero para su mantenimiento
de por vida. Así que una infraestructura inútil es un gasto inútil y para
siempre.
No, las subvenciones europeas, se han
usado tan mal y se han ligado tanto a la corrupción estructural del país, que
han hecho más daño a nuestra economía que beneficio nos han aportado. Así que
cuando Felipe González volvía sonriente de Bruselas con un nuevo paquete de
subvenciones en la maleta, en realidad estaba jugando pan y votos para hoy,
pero miseria para mañana. El drama es que, desde entonces, todos los políticos
han jugado al mismo juego.
Si la España estructuralmente corrupta
ha hecho eso con las subvenciones europeas, ya podéis imaginaros dónde ha ido
la eterna solidaridad de Catalunya. Por eso en los pueblos de España se les
hace odiar a Catalunya con tanta facilidad y les cuesta tanto entender lo que
le cuesta a Catalunya su mantenimiento: el dinero no llega a donde debe.
Apreciaciones finales
Pregúnteme cómo le ira a usted con la
Independencia y le contestaré que ni tan bien como dicen unos, ni tan mal como
dicen otros. Que es obvio que en conjunto todo ira mejor, pero también que a
unos les ira bien y a otros mal. También hay que insistir que no será un camino
de rosas, pero que los cuentos de miedo que cuentan otros no son más que una
excusa para proteger unos beneficios y prebendas que ahora tienen y después no
tendrán.
Así que no hace falta que diga que, al
final, no es una cuestión de nacionalismos, sino de intereses. Pero yo te puedo
asegurar que si vives aquí y no eres un ladrón o un aprovechado, la Independencia
es lo que te conviene y lo demás son tonterías. Pero entiende que no me dirijo
a ti ni como nacionalista español, ni nacionalista catalán; me dirijo a ti como
persona que vive aquí y ahora, y que desea lo mejor para los suyos. Sin
banderas y sin puñetas.
Seguramente te habrás dado cuenta de
que en ningún momento te estoy hablando de cómo conseguir la independencia.
Tampoco he dicho nada de las medidas a tomar por esa España inmovilista para
evitar esa independencia… Y, finalmente, tampoco te he hablado del
reconocimiento internacional. Eso es porque yo no creo que la Independencia sea
cosa de un instante, ni de los seis años que llevamos desde que empezó el
Procés. La Independencia, por desgracia, es una carrera de fondo que nos dejará
casi exhaustos en muchos momentos y nos permitirá disfrutar del paisaje en
otros. Pero creedme cuando digo que es una carrera que empezó mucho antes del
llamado Procés, pero que ahora con este llega a sus etapas finales. Eso no
quiere decir que en julio o septiembre, como afirma Puigdemont, se logre llegar
a la meta. Sin embargo, conforme todos tomemos consciencia de que es lo que nos
conviene y se libere esa necesidad de los conceptos superficiales y
nacionalistas, la Independencia estará más cerca.
Tenemos que grabar en nuestras mentes
este momento, porque es posible que vengan tiempos aparentemente mejores y
tengamos la tentación de olvidar la verdadera razón de unos problemas que
quedarán aplazados, pero nunca resueltos. Tenemos que seguir en el
convencimiento de que este es el buen camino hasta que al gobierno español, o
al resto del Mundo, no le suponga ningún esfuerzo reconocerlo, porque cuando
llegue ese momento ya lo habremos conseguido. Y ese momento no será mañana, ni
pasado y es posible que tampoco dentro de un año, pero está muy cerca si no se
desespera.
Para acabar tengo que dar importancia
al hecho de no haber hablado ni de Corredores del Mediterráneo, ni de insultos,
injurias, judicializaciones de los problemas políticos y, en general, haber
tocado solo de refilón muchos de los agravios que nos separan de España. Pero
es que, dolidos o no, lo último que debemos hacer es malgastar nuestros
esfuerzos en hacer mala sangre contra unos hermanos que son más parecidos a
nosotros de lo que muchas veces queremos reconocer. Sin embargo, la
independencia nos la tenemos que plantear como una fórmula para intentar
mantener buenas relaciones con ellos, ya que viviendo en su casa y con unas
normas que nos resultan hostiles, no podemos estar a gusto… y ellos tampoco.
Dice un dicho castellano que “el
casado casa quiere”. Así que nuestra nueva familia debe separar su casa de la
de nuestra hermana castellana y mantener una relación de buena vecindad y una
sonrisa de familiaridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario