Imagen extraída de la web del diario ·El Mundo".
Donald Trump
ha caído en su propia trampa.
Ni es el
gran empresario que muchos pretendieron vender, ni alguien que se preocupe por
otra persona que no sea él mismo y, sobre todo, no es alguien que desee pasar
desapercibido.
Es cierto
que el dinero le sale por las orejas, pero eso no le hace un gran empresario.
En su historial alterna grandes triunfos y grandes fracasos, pero siempre
destaca una cosa: a la hora de perder siempre pierden más otros. De todas las
empresas que ha llevado a la bancarrota, ni una sola le ha costado un duro, sin
embargo, no le ha temblado el pulso para dejar en la miseria a sus
trabajadores. Desde ese punto de vista nada tiene que envidiar a los grandes
ejecutivos españoles. Con esas premisas difícilmente se le puede considerar
como el más indicado para ordenar a la economía más trascendente del Mundo.
El
“buenismo” de todo candidato es algo que cuesta de ser creído en una persona
que carga airadamente contra mujeres, inmigrantes y todo aquel que en un
momento dado no le lama el culo de la forma apropiada. De hecho su verborrea
está cargada de negativismo, populismo e insultos por igual. Desgraciadamente
el populismo, especialmente de las derechas más facinerosas, es un “valor” en
alza.
Pero el gran
problema con Donald Trump es la combinación de su visión distorsionada de la
realidad y su afán por imponer sus opiniones como verdades de fe. En este
ámbito nadie debe olvidar sus acciones de los años 80 en Nueva York, cuando
fueron detenidos unos jóvenes afroamericanos acusados de la violación de una
muchacha en Central Park. A pesar de no estar claro que los detenidos fuesen
los autores de los hechos, Donald Trump pagó una brutal campaña en la prensa
con el fin de que la opinión pública no dudara de su condena. Fue aquel un
linchamiento mediático similar al que llevó a EE.UU a la Guerra de Cuba, casi
un siglo antes. Trump gastó millones para lograr la condena de aquellos
muchachos obviando los hechos que debieron ser lo único que contara. Si el
problema de la discriminación racial no era suficiente, Trump convirtió aquel
proceso en un infierno para los acusados que llegaron a ser considerados
culpables por un jurado totalmente influenciado por la vorágine mediática
pagada por el hoy candidato a la presidencia de los EE.UU.
Finalmente,
pasado aquel suplicio del que Trump fue el mayor responsable, se verificó que,
no solo eran inocentes, sino que los culpables casi escapan a la justicia por
culpa da la obstinación y falta de juicio de un millonario enloquecido: Donald
Trump.
Treinta años
después, ni la moral, ni la cordura del hoy candidato, han tenido medio, ni
remedio, para mejorar. Así que su elección solo puede ser la fuente de grandes
desastres.
Curioso que
alguien cuyos padres emigraron en su día hacia el sueño americano, pretenda ser
tan restrictivo con los nuevos emigrantes y, sobre todo, sea incapaz de
reconocer que hubo otros americanos, los indígenas, que, bajo las líneas de
razonamientos, deberían tener más derechos que él mismo.
Pero la
trampa que ahora atenaza el candidato, es su cosización del sexo femenino.
Durante años le hemos escuchado hablar en términos obscenos y denigrantes del
sexo femenino. Algo que en una sociedad machista no se criminaliza debidamente.
Y precisamente su rival es hoy una mujer. Así que no es de extrañar que sus
abusos frente al sexo femenino y su incomprensión deliberada hacia este, hoy le
pasen factura ¿Realmente no esperaba que
todas las mujeres que en su día se sintieron agredidas por sus formas abusivas,
hoy no hablaran? Puede que no todos los casos de agresiones y abusos sexuales
de los que hoy se le acusa, sean ciertos, pero basta con que uno lo sea, para
que deba dimitir de su candidatura y hasta de su presidencia si esta le fuera
otorgada por las urnas.
Sin lugar a
dudas Trump fija su mirada en el marido de su rival para justificar sus
excesos, pero olvida hasta qué punto aquel único proceso destrozó la vida
política del que podía haber pasado como uno de los mejores presidentes de la
era moderna. Donald Trump ni siquiera tiene una sola bondad con la que
compensar todas esas maldades de las que se le acusa. Ni siquiera esa
oportunista comparación, pues, le es favorable.
Conscientes
y avergonzados de todas estas realidades, son muchos los líderes republicanos
que abjuran de la figura del candidato que en teoría les representa en la
carrera presidencial.
1 comentario:
Bueno... y ahora que Trump, contra pronostico, ha llegado a la presidencia de los EE.UU, aún a pesar de la enorme oposición existente en su propio partido, solo podemos añadir que Dios salve a America, porque con Trump lo lleva crudo.
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