miércoles, 31 de diciembre de 2008

Cinco horas con Gustavo (¡Feliz Año Nuevo!)


Imagen tomada de www.thewayfarer.info

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Gustavo se estaba volviendo avaricioso. Desde que descubrió que los gigantescos contenedores de basura del mercado, no venían a buscarlos hasta las nueve de la noche, se pasaba horas enteras revolviendo en aquel maremágnum orgánico. Pero terminábamos cenando de rechupete, sobre todo las vísperas de festivo cuando las paradas del mercado se desprendían de todo aquello que difícilmente llegaría, en buenas condiciones, al siguiente día laborable.
Aquel treinta y uno de diciembre, Gustavo iba a cometer un peligroso error… su último gran error.
Hacia las seis de la tarde, tan pronto se oscureció el cielo, Gustavo me dejó a cargo de su carrito y se marchó hacia el mercado. Recuerdo sus últimas palabras mientras me pasaba la botella de coñac:
--“Gsfj ahg me fjas djl”.
No hay duda de que el pedal no le dejaba ver la bicicleta. Pero lo que quería realmente decir es que esa noche tendríamos las doce uvas, o eso creo. Él ya sabía que del cava ya me encargaría yo, que siempre he tenido un don especial para el alcohol.
Me fui con los carritos de ambos bajo el puente del tren para coger sitio. Esa noche estaría muy concurrido, así que debía hacer mi hoguera lo antes posible. Tuve suerte de encontrar a Paco lenguas, un magrebí muy servicial al que ya había salvado varias veces de la poli. Paco me ayudó a ponerlo todo y, por un bocadillo de mortadela que guardaba en mi carrito, también aceptó vigilarlo. Paco ya no celebraba nada más allá de estar vivo, también había descubierto que la religión sólo sirve el que ya tiene el estómago lleno.
Así marché en busca de mi parte de la “compra” que, gracias a mi gorrito de Papá Noel, terminé pronto. Así que, a eso de las ocho, decidí pasar por el mercado.
Cuando llegué, estaba todo lleno de gente, policía, guardia urbana, bomberos, dos ambulancias y un camión de recogida de basura especial, los del mercado. En una de las ambulancias estaban atendiendo a uno de los basureros con una crisis de ansiedad.
--Ya estaba la prensa en marcha cuando lo oí gritar—repetía una y otra vez mientras balanceaba atrás y adelante su cuerpo sentado.
Un guardia urbano, unos metros más allá, le preguntaba a otro de los basureros por qué no habían mirado en el container antes de descargarlo en el camión.
--Hoy es Nochevieja, agente. Normalmente nos lo tomamos con calma y seguimos todos los procedimientos al pie de la letra. Pero somos personas y queremos comer las uvas con nuestra familia. Por eso entramos a trabajar una hora antes y aprovechando que los mercados también adelantan su hora de cierre, aceleramos todo lo posible.
Fue entonces cuando escuché la voz de Gustavo muy amortiguada y algo metálica. Oírla me tranquilizó hasta que interioricé lo que decía.
--¡Llamen a mi compadre Narciso!
Era alarmante porque se le había pasado la borrachera en menos de dos horas, él era el centro de atención y me había llamado por mi nombre cuando solía llamarme “Nachito” que, como saben, no quiere decir Narciso.
--Gustavo estoy aquí.
Un policía y un bombero me cogieron aparte y me llevaron al otro lado del camión para explicarme la situación. Al parecer, Gustavo, con la borrachera, se había quedado dormido dentro del contenedor y los basureros, a las siete menos cuarto, habían empezado a descargarlo en su camión. Justo después de la puesta en marcha de la prensa, Gustavo empezó a gritar, pero ya se había quedado atrapado por esta. Afortunadamente, el camión no estaba demasiado lleno y tenía espacio para respirar. Ahora los bomberos estaban a punto de hacer una puerta en la pared del camión con una lanza térmica, pero deben calcular bien cómo hacerlo para no dañar a Gustavo.
--¿Puedo hablar con él?
--Sí. Venga a la parte trasera del camión e intente tranquilizarlo.
Me extrañaba que, con lo que se había bebido, no estuviera suficiente calmado. De hecho su exceso de calma era lo que le había puesto en esa situación.
--¡Gustavo, soy yo!— Le grité.
--¡Nachete! –Gritó él con notable alborozo en la voz.
--¿Estás tranquilo?
--Estaría más tranquilo si no te hubieras quedado tú la botella de coñac.
--Me han dicho los bomberos que te van a sacar enseguida.
--Más les vale, porque esto está lleno de marisco y no va a aguantar mucho antes de que se estropee.
--Pues ve hincándole el diente ahora que puedes porque lo mismo no nos lo dejan llevar.
--“Ajshfgs”
--¿Qué dices?
--¡Que me cago en diez!
Hubo una carcajada general en todo el gentío que nos estaba escuchando. Cuando miré hacia el público me di cuenta de que varios focos y cámaras de diferentes emisoras de televisión, nos enfocaban, bueno al camión y a mí, porque Gustavo seguía dentro.
--Ya sabemos por dónde atacar.
Mientras decía esto el jefe de bomberos, un policía me alejaba unos metros del camión. Otro bombero hablaba con Gustavo y ya estaban perforando la chapa con la espectacular lanza térmica. Las cámaras se centraron en la acción.
Aunque la acción empezó con gran velocidad, tardaron más de media hora en hacer la puerta en la chapa. En ese tiempo vi a los desolados basureros lamentándose de cómo se había hecho trizas su Nochevieja.
Sobre las nueve y media, ya enfriada con agua la chapa, pudieron acceder los médicos al interior. Por el momento no me dejaron acceder a mí y durante veinte minutos sólo ellos entraban y salían. Finalmente uno de los sanitarios se dirigió a mí acompañado de un agente.
--Su amigo no está bien.
--¿Y qué esperan para llevárselo al hospital?
--Su amigo se muere…
--No veo la camilla ¿Qué esperan? –Me estaba desesperando.
--No podemos sacarlo. La prensa lo ha partido, interiormente, por la mitad. Si retiramos la prensa su presión arterial caerá de golpe y morirá.
--Tienen que intentarlo. Se muere.
--Sí. En esta situación le queda poco más de una hora de vida, pero solo podemos darle morfina para que no le duela.
El mundo se estaba desmoronando a mí alrededor. Gustavo era mi único nexo con la cordura y me estaban diciendo que se moría.
--No nos deja ponerle la morfina. Dice que quiere estar consciente lo que le queda de vida y quiere hablar con usted.
Me llevaron con Gustavo. Se notaba que habían adecentado aquel entorno y habían puesto focos. Bien mirado parecía un pesebre, pero en lugar de las figuras habituales había polis, bomberos, enfermeros y los dos chalados que éramos Gustavo y yo… y fuera los tres basureros.
--¡Me muero! – Me dijo Gustavo con una voz demasiado entera para su situación.
--Quieren ponerte morfina para mitigar tu dolor.
--¿Y pasar inconsciente mis últimas horas? ¡No, gracias!
--No creen que vivas tanto.
--¿Qué hora es?
Ante esta pregunta miré a uno de los agentes que, con una sonrisa tierna, nos dijo que eran las once menos cuarto.
--Bueno, con hora y media tengo suficiente.
--¿Suficiente?
--Es Nochevieja… ¿Tienes el cava?
--¿Quieres celebrar la Nochevieja?
--No tengo nada mejor que hacer.
Alguien debía haber pasado nuestra conversación al exterior, porque dentro de aquella caja empezaron a entrar bolsas con uvas, copas de plástico y botellas de cava.
--¡Narciso!
Me había separado unos metros de Gustavo, pero al llamarme por mi nombre acudí a su lado rápidamente.
--Narciso, me estoy mareando, pero tengo que aguantar hasta el fin del año, puedes pedirle a los médicos que me ayuden.
No hubo falta decir nada. Antes de que me diera cuenta le estaban inyectando algo y poniéndole un tubo de oxígeno en la nariz.
--No se preocupen, no es morfina –dijo el sanitario.
--¡Gracias! –Le agradecimos Gustavo y yo al unísono.
En aquellos minutos me conto su vida como tantas veces había hecho. Nada relevante. La miseria de siempre de una persona que realmente no ha conocido otra vida. Pero conforme se acercaban las doce de la noche, un rumor que iba aumentando poco a poco nos llegaba del exterior. Alguien, no recuerdo quién, nos pasó unas copas llenas de burbujeante cava y una papelina con las doce uvas. Por una megafonía exterior sonaron los cuartos y pronto empezaron las campanadas. Gustavo me miraba con ojos llorosos y una sonrisa en la cara mientras yo trataba de seguir las campanadas con los granos de uva.
--¡Feliz Año Nuevo!
Gustavo, que no había probado el fruto de la vid, pudo decirlo mucho antes que yo que peleaba con el relleno de mi boca.
--¡Feliz Año Nuevo! – Dije yo a la par que se oía por doquier.
Bebimos y ahora, aunque un solo sorbo, Gustavo si tomó del fruto de la vid.
--¡Gracias, Narciso!
--¿Qué dices?
--El pasado fue el mejor año de mi vida. Nunca nadie había sido capaz de aguantarme hasta que llegaste tú. Has sido el mejor amigo… el único amigo que he tenido jamás. Ni mis padres, que me expulsaron de casa cuando tenía dieciséis años, hicieron por mí lo que tú has hecho. Por eso no quería morir hasta escuchar las doce campanadas. No podía morir el mejor año de mi vida. No podía dejar que la muerte me robara mi único año de felicidad. Ahora puedo morir porque ya he vencido a la muerte.
Hasta aquel momento había podido aguantar mis sentimientos, pero en aquel momento me desmoroné y, con la garganta bloqueada por la emoción, me puse a llorar.
Gustavo llamó a dos de los policías para que fueran testigos de su último testamento. Me legó todas sus posesiones que, sólo dos días después, descubrí que valían más de un millón de euros.
--Nachito, tú vales mucho. No te dejes morir en esta mierda. Sal a luchar como un hombre. Pelea y, sobre todo, haz feliz a alguien, sólo así serás feliz.
Su estado se deterioró rápidamente, pero antes de morir me miró y me dijo, otra vez:
--¡Feliz Año Nuevo!

domingo, 28 de diciembre de 2008

NOTICIA BOMBA


Sin que sirva de precedente, vamos a utilizar el blog para transmitir una noticia… una magnífica noticia para escritores y compositores.

La cuestión es que algunos directivos de SGAE, hartos de las críticas vertidas sobre esta organización y las acusaciones de corrupción y de matar a los nuevos creadores, han decidido poner hilo a la aguja y demostrar que eso no es así. La solución tomada es que, con el cuantioso cajón de la SGAE, van a crear una editorial y un sello discográfico dedicado en exclusiva a la promoción de nuevos valores. Ellos mismos correrán con los gastos de la promoción.

¡Si es que en el fondo son unos santos!

Y pensar que yo creía que eran unos vulgares ladrones ¿Cómo pude equivocarme tanto?

¡Hasta los blogs de tanto plagista indiscriminado!


Imagen que no pega ni con cola con el tema del blog, pero que la cuelgo porque es mía y me da la gana.

¡Disculpe, señor! ¿Viaja usted mucho por los Internetes?

Sí, se lo he preguntado a usted. Al que toma de aquí y de allí, lo planta en su blog y ya está.

¡Ah! ¿Qué se cree usted que eso es correcto? ¿Así, por las buenas?

Esta semana me he pasado el tiempo leyendo blogs de desconocidos e intentando encontrar cosas interesantes y, la verdad, es que sí he encontrado cosas interesantes y algunas, incluso, realmente muy buenas. Pero también me he encontrado con los mismos irresponsables de siempre: los que convierten este fenómeno de los blogs en una vergüenza.

Un mismo chiste, o chisme, o lo que sea, en un montón de blogs y en ninguno de ellos manifiesta de donde lo ha tomado o quién pudo ser su autor.

Sigue sin existir una conciencia para proteger la creatividad y así es como los déspotas de las SGAE y similares nos terminan por comer el terreno. La mayoría de creativos de la web no pedimos dinero por nuestras obras, pero sí pedimos el reconocimiento y es justo que se nos dé. Sin embargo, en un número demasiado grande de blogs y foros, aún se transcriben nuestras obras sin reconocerse la autoría y, lo que es peor, dando a entender que ellos son los autores. Puedo creer que algunos desconozcan el daño que hacen, pero no todos. Por su culpa hoy tenemos el insidioso CANON que, dígase de paso, a los creativos de la web también nos perjudica, porque lo tenemos que pagar (como todo quisqui) y encima no vemos ni un euro.

Así que cuando algo les guste de una web, blog… o cualquier otro sitio, citen al autor o, si no es posible, la dirección URL de donde lo tomaron. Esa es la forma responsable de mantener los contenidos vivos.

Para terminar les voy a dar una dirección de un blog de alguien que lo intenta, pero no lo ha comprendido:

http://rvadillo-montxu.blogspot.com/

Al final del espacio pone el siguiente mensaje:

AVISO

Algunas citas de titulo y fotos los he recogido de distintas paginas en internet, si alguno de los autores de los temas decidiera que no desea verlo en este blog, agradeceria me lo comentara y lo suprimiria de inmediato.

Gracias a todos aquellos que no le importe el uso de sus fotos y citas. En este blog.

Permitidme que dedique a todos los que me leen, al menos que yo conozca, un post individual en agradecimiento al tiempo que habeis compartido conmigo desde que comencé esta pequeña travesia.

Un beso seas chico ó chica, con abrazo incluido.

Sin embargo, en las citadas citas (valga la… “rebuznancia”) y fotografías, no viene ni el nombre del autor, ni la URL de dónde lo tomo… Seguramente cree (no sin alguna razón, dado el elevado número de comentarios que recibe) que su blog es el centro del Universo y todo creativo está obligado a conocerlo y visitarlo periódicamente. Supongo que en su caso debe ser mera ignorancia (por lo del aviso), pero aún así se me revuelven las tripas.

Como siempre digo, si no eres capaz de reconocer la autoría de otros, tu mierda propia es mejor que el oro ajeno. Y el que no entienda esto, mejor que se haga mirar el tercer ojo que se le debe haber quedado pegado de laca.

¡Qué os aproveche!

Experiment

sábado, 27 de diciembre de 2008

Tres tipos con clase (II)


CAPÍTULO 2.

¿Quién tiene derecho a vivir para siempre? ¿Cuál es el precio de la inmortalidad? ¿Cuántas veces se puede morir? Todas esas preguntas estaban en las mentes de Papa Noel y los Reyes Magos, en todo momento, pero jamás se las hubieran llegado a plantear abiertamente antes de este suceso.

“Son muchos años” había dicho Noel cuando Baltasar perdió los estribos, pero que significaba realmente aquello. El hombre de rojo se había solidarizado con ellos y había venido a prestarles apoyo cuando lo necesitaban. Podían ser, en cierto modo, competidores, pero no encontrarían a nadie más que pudiera comprenderles. El hombro de “Santa Claus”, como le denominan los sajones, se había ofrecido a Gaspar y este no lo desaprovechó.

--Dos mil años.

--¿Cómo?

Y Gaspar empezó a relatar su historia.

“Hace unos dos mil años que nos conocimos en Antioquía del Tigris… Nisbis, creo que le llamaban también a la ciudad. Poco importa ahora.”

“Recuerdo que mi padre me mandó a la escuela de astronomía zoroastrista porque era la única que ofrecía conocimientos sobre otros tipos de saber que debía conocer un buen gobernante. Pero mis intereses se centraron en dos campos: la medicina y las mujeres. El último no era una buena elección porque los partos (habitantes principales de aquella parte de Persia) eran muy celosos con sus damas y, a la más mínima, te retaban a un duelo singular. La diferencia entre aquellos duelos y los que hoy conocemos, es que con un parto no había posibilidad de sobrevivir. Te montaban en un caballo a pelo, con un carcaj de cinco flechas y un arco de sabina. Ambos duelistas partían a un medio kilómetro de distancia desde ambos lados del campo de disputas y galopaban hasta tener un buen blanco uno del otro. Un buen parto, entrenado desde su infancia en aquellas lides, tenía bastante con la primera flecha para matar a su oponente. Los partos eran capaces de guiar y mantenerse, en su caballo a galope, sólo con sus piernas y, entre tanto, sus manos quedaban libres para manejar el arco y las flechas con una precisión espeluznante.”

“Yo sobreviví a uno de aquellos duelos imposibles atrapando las cinco flechas de mi rival con el brazo. Tres de ellas me lo atravesaron de lado a lado. Cuando lo tuve lo bastante cerca, use el arco como una porra. De un soberbio golpe lo desmonté y lo deje inconsciente. Tres días después, cuando se recuperó, me trajo a la dama fuente de la disputa y que resultó ser su criada. Costó hacerle entender a aquel jovenzuelo que cuando uno mira a una mujer bella no necesariamente quiere apoderarse de ella. Sin embargo, a pesar de su tozudez propia de aquellas tierras, hablamos y llegamos a entendernos.”

--Mi nombre es Appellicon y soy el hijo pequeño del Rha Minhart.

“Rha era el título del decano del centro de estudios zoroastrista”.

--Mi nombre es Amerín y soy el heredero de una corona sin nombre allá por las tierras de Armenía –le dije--.

--¿Armenia es esa tierra entre el Caspio y el Negro de donde nos llegan todos los metales?

--Sí. Y el reino de mi padre es el único que no posee ningún metal. Esa es su triste garantía de supervivencia, y por eso sus gobernantes tienen que aprender a ser sabios para seguir subsistiendo.

“Appellicon también estudiaba en el centro zoroastrista y, a pesar de su edad, era un alumno muy aventajado. En aquellos años apenas si se dejaba crecer una barba rala y juvenil que vi desarrollarse durante los cuatro años siguientes. Finalmente llegó el momento de volver a mi patria. Appellicon y su padre Minhart, a quien llegue a conocer bien y a valorar como hombre sabio, me dieron una formidable cena de despedida. Cena que también sirvió para despedir a mi amigo que marcharía, una semana después, para terminar sus estudios en Alejandría.”

“De tarde en tarde, durante los siguientes años, recibíamos una carta el uno del otro. Aún recuerdo cuando me hablo de las revueltas en su ciudad contra los romanos. Al principio no parecían cosa seria, pero cuando llegó la noticia de una guerra abierta entre los partos y Roma, comprendí que mi amigo y su familia podían estar en peligro, así que me puse en camino hacia Nisbis. Cuando llegué Roma ya había impartido la flor y nata de su Pax. No quedaba ningún edificio importante en pie, los de la escuela tampoco. Seguí la pista a la familia del Rha hasta Tiro, a orillas del Mare Nostrum. Encontrar a Melchor fue difícil porque había cambiado mucho su aspecto. Había vivido episodios terribles que ningún ser humano debía jamás llegar a conocer. Su pelo, incluida su, ahora magnífica, barba, se habían vuelto completamente blancos debido al sufrimiento. Además, su nombre ahora era Magalath. Era mucho más joven que yo, aún no había cumplido los treinta y ya parecía un anciano.”

En aquellos instantes, totalmente inmerso en la historia, Noel quiso saber algo que le intrigaba.

--¿Y cuando conocisteis a Baltasar?

jueves, 25 de diciembre de 2008

Tres tipos con clase (I)


Me da miedo que las cosas cambien. Los cambios se producen irremediablemente y continuamente, pero, aún así, con cada cambio nos dejamos algo en el camino. Sí, el cambio es avanzar. Aún así, siempre me pregunto si realmente vale la pena.

A todos aquellos que tienen muy claro aquello de que “toda crisis es una oportunidad” esta historia que hoy empiezo, tal vez, también debería hacerles dudar.

Tres tipos con clase.

CAPÍTULO 1

Aquel viejo barbudo y barrigón, se veía realmente compungido cuando se asomó al ataúd. Desde el otro lado del cristal protector, le hubiese podido mirar una imagen muy similar a él mismo, salvo que era más delgado, más triste, más joven y con más clase. Bueno, le hubiese podido mirar si no tuviera los ojos cerrados y… no estuviese muerto.

Una lágrima estaba a punto de resbalar mejilla abajo, cuando noto como una mano se posaba en su hombro con amistosa ternura.

--Te agradecemos que hayas venido, Noel. Es muy amable por tu parte, pero no crees que, dadas las circunstancias, resulta poco apropiado.

Cuando se giró, frente a él se hallaba un hombre de pelo casi rojo, ojos hinchados y aspecto regio.

--Tampoco podía dejar de venir. Realmente he sentido mucho su pérdida… Si yo pudiera hacer alguna cosa…

Su interlocutor necesitó algo de tiempo para procesar en su mente lo que había dicho, dado su marcado acento nórdico, pero, cuando lo asimiló, no pudo remediar fundirse con él en un abrazo fraternal y ambos lloraron la pérdida. Una vez descargado el golpe de amargura se separaron y Noel preguntó:

--¿Dónde está Baltasar?

--Está metido en la segunda habitación. Lo está llevando muy mal.

--Es lógico, Gaspar. Son muchos años…

En aquel momento, se abrió la puerta que, momentos antes había indicado Gaspar, y salió un varón de color con apariencia de unos cuarenta y tantos años y una estatura digna de un exjugador de la NBA. Miró hacia el ataúd, hasta que los vio a ellos. Hasta que lo vio a él.

--¿¡Tú!? – Gritó Baltasar fuera de sí--.

Antes de que se abalanzara sobre Papá Noel, Gaspar ya se había interpuesto en su trayectoria y lo sujetaba tratando de tranquilizarlo.

--¿Cómo puede estar aquí? – Repetía una y otra vez--.

--Él no tiene la culpa. Las cosas son así.

Y las cosas eran realmente así. Un desconocido, que seguramente debía ser médico, le puso una inyección en el brazo a través de la camisa y la americana. Pocos segundos después se le veía más calmado y, el mismo desconocido, le acompañó, de nuevo, al interior de la habitación de dónde había salido.

--¿Cómo sucedió?, Gaspar.

--Pues de la única manera en que pueden suceder estas cosas: con olvido.

--¿Y vosotros?

--Es el comienzo del fin.

--¿Y por qué Melchor?

--¿De verdad no lo sabes?

miércoles, 24 de diciembre de 2008

¡Feliz Navidad!



En su día prometí transcribir este cuento de Navidad. Una historia que demuestra que, incluso en las condiciones más miserables, se puede disfrutar de la Navidad y ser momentáneamente feliz con aquellos a los que quieres. Solo es cuestión de saber dónde y con quién. No en vano se dice que es mejor estar solo que mal acompañado, pero si se puede estar en buena compañía… mejor que mejor. Nuestros protagonistas lo saben muy bien.


¡Feliz Navidad!


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¡Feliz Navidad!


He tenido mucha suerte en la vida. Fui un auténtico zorro para los negocios. Mi vida era genial y con sólo veintitrés años ya había ganado mi primer millón de dólares y eso que entonces no era fácil. Encadenando éxitos me planté a comienzos de los noventa y me apunté al segundo gran pelotazo inmobiliario, fue una suerte porque en el noventa y tres llegó una pequeña recesión que arruinó a los que no habían sabido dar el salto. Pocos años después llegaron las “punto com”, entré con garra y salté a tiempo, como también lo hice con los “tigres asiáticos”. Mi fortuna en el noventa y ocho rondaba los diez mil millones de pesetas. Pero entre tanto me había casado dos veces y tenía dos hijos de mi primer matrimonio y otro del segundo. Si los negocios parecían sonreírme, el estado de abandono a que sometía a mi pareja estaba a punto de acabar con mi vida personal. Fue entonces cuando la descubrí.
Mi jornada profesional me arrebataba dieciséis horas al día y no me quedaba tiempo para mí, pero gracias a aquel bendito polvo blanco pude salvar mi matrimonio y vivir algunos polvos extra fuera de él que fueron fascinantes.
Pero yo era un idiota y, aunque todos los idiotas tienen suerte, los idiotas siempre quieren más. Ni que decir tiene que la palabra “más”, para este idiota, sólo tenía un significado: “más dinero”. De dieciséis horas pasé a trabajar dieciocho o diecinueve y pronto esnifaba más cocaína que gasolina despilfarraba mi Porsche.
Lo que pudo ser una gran suerte resultó ser una desgracia. En pocos meses mi presupuesto para estupefacientes se disparó, pero ya no causaban aquel brillante efecto del principio, sin embargo, cuando dejaba de tomarlos ni siquiera podía levantarme de la cama. Empecé a fallar en mis compromisos y en mi vida personal que se fue por un absurdo agujero. Aquel divorcio supo a OPA hostil, traicionado por mi abogado perdí todo mi patrimonio. Aquello sólo pude frenarlo con una cura de desintoxicación.
Después de un período razonable en el limbo, regresé a la vida pública. Un nuevo abogado y una nueva vida, me permitieron retomar algunos atributos de mi pasado, pero, un buen día, descubrí que todo aquello me importaba un rábano.
En el año dos mil regresé a mi pueblo para acudir al entierro de mi madre. Allí mis hermanos, fracasados triunfadores, vivían una vida profesional aburrida y trabajosa que combinaban con una gran actividad familiar, yo, en cambio, fui recibido como un verdadero triunfador y, sin embargo, envidié, como nunca, sus “tristes vidas”.
En la tumba de mi madre dejé enterrado el último trozo de mi ayer y me ahogué en una botella de depresión.
Durante tres años, mis entradas y salidas de diferentes clínicas y sanatorios fueron continuas, hasta que fui incapaz de pagar más facturas. Así llegue a este hospital de la vida donde uno reconoce a la perfección la buena suerte que ha tenido.
Sí, yo soy un tipo con suerte, porque cuando todo parecía haber perdido el sentido, conocí a mi colega Gustavo y aquí nos tienes, disfrutando juntos de las migajas que nos deja la vida.
Hoy es Nochebuena y siento algo de añoranza por no poder pasarla con mi familia, con mis hijos, pero tampoco tanto. Después de todo son unos perfectos desconocidos a los que he entregado todos mis sacrificios económicos, pero que ahora que soy un fracasado y ya no les doy ni un céntimo, ni siquiera se acercan a mí. Soy su leproso favorito, ese al que culpan de todos sus fracasos por no haber estado ahí y por haber recortado los flujos económicos que les permitían estar en la cima del mundo.
Hoy es Nochebuena y cenaremos solos Gustavo y yo.
Abrimos la puerta del cajero y cerramos por dentro. Tiramos unos cartones en el suelo y dejamos a un lado nuestros enseres. Yo saco de mi carrito una botella de cava que sustraje a la cesta que sorteaban en un bar. Bebemos a morro, pero con alegría. La noche se presenta larga y fría, pero, a nuestro modo, somos felices porque ambos hemos tenido suerte en la vida.
¡Feliz Navidad!


lunes, 22 de diciembre de 2008

Soy rojo, ¿y qué?


Ya estamos metidos en esas fechas que unos aman y otros deploran, pero que a ningunos dejan indiferentes. Amor, consumismo, pesadez, amistad, jolgorio, tristeza… todo eso y mucho más se mezclan en un caldo… “navideño”.

Para hacer honor al caldo, a los galets, las pelotas, los rellenos… y todo lo que en cada lugar contenga ese caldo, voy a dejar a un lado la programación habitual para retomar los temidos cuentos navideños. Ya me siento un poco como el Crepy con un gorro de Papá Noel, así que ahí va el primero espero que no se os atraganten las navidades…

(Disculpen las molestias. Aquí debían aparecer unas terroríficas carcajadas de Vincent Price sacadas del “Thriller”, pero, por diversas causas, no ha sido posible).

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Soy rojo, ¿y qué?

No entiendo la razón de que se me relacione con la Coca-cola. Sí que es cierto que hace cien años mi traje era verde, no el verde fosforito de esos de Enema o anatema o como quiera que se llamen los de esa compañía de teléfonos, sino de verde Navidad… mi marca favorita. Al parecer los del refresco de cola me pintaron de rojo y ahora salgo a la calle de tan chillón color, pero eso a nadie le importó durante mucho tiempo. Recuerdan, los que a finales de los setenta ya estaban aquí, que entonces se hablara del origen de mi color. Bueno, entonces el tema era que me habían traído las películas americanas para jubilar a los Reyes Magos. Pero la lógica se impone tarde o temprano y como nadie puede aguantar a los niños tan alterados hasta el final de las fiestas, yo he sido la salvación, soltarles unos pocos regalos en Navidad alivia la tensión y tiene a esos mocosos distraídos el resto de las fiestas.
Sí, soy rojo ¿y qué? Qué importa el color cuando hablamos de ilusiones.
¿Un ser fantástico o imaginario? Díganselo a ese niño de cuatro años que me mira con los ojos como platos y se queda mudo al sentarlo en mi regazo. Y, después de todo, tan imaginarios como yo, son los reyes magos y miren las caras de esos angelitos en la cabalgata de cada año… ¿De verdad, los Reyes Magos, son seres de ficción?
Cuando los padres buscan con mimo y dedicación los juguetes por las tiendas, cuando en mitad de la noche envuelven los regalos y los colocan en el lugar convenido por cada familia, ya sea la noche de Reyes o la de Navidad, cuando la ilusión se desborda a la mañana siguiente abriendo los paquetes… ¿es una ficción? ¿Cómo puede llamar nadie ficción a la ilusión y al cariño?
“La Navidad es consumismo” gritan amargados aquellos que no pudieron o no supieron guardar esa ilusión. Consuma lo que usted quiera que yo me quedo con mi viejo caballo de cartón, le he puesto unas tiritas y envuelto con un lazo rojo y ahora es un antojo para quien aún disfrute de la Navidad. Ni más buenos, ni más malos, tan solo unas horas felices, si lo gasto porque lo gasto y si no lo gasto porque no. Lo que importa es ser felices y romper la monotonía aunque sea porque toca, cada cual a su manera, pero la ilusión es la fuerza suprema.
Durante ochenta años nadie se preguntó por mi color, sólo sabían que les hacía ilusión. ¿Quién gana con desenterrar el origen de mi traje?¿Tienen miedo de que digan que fue Ferrari o, tal vez… “Vodafon”… la “Xiveca”, “Moet-Chandon” o el rojo libro de Mao? Ochenta años ilusionados con el significado de Papa Noel y a nadie le importó mi color ¿Racismo contra la imaginación? A la vejez viruelas. Ni yo, ni los Reyes Magos, tenemos nada que ver con nada que no esté en las mentes y que por una noche… también está en los corazones.
Y ahora, dejad paso a mi trineo si no queréis estar en la lista de los malos.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Rafael Gutiérrez


Hoy no tenía pensado publicar nada, pero he sabido que un amigo sí quería publicar un texto de humor, pero a última hora se ha encontrado con una trágica noticia que le ha impedido cumplir con sus deseos, por eso intentaré aportar la dosis de humor de la que hoy, la red, se iba a quedar privada.

Perdonad la longitud de la historia, no estaba pensada para el blog, además no está terminada, pero creo que en el punto que la dejo es lo bastante “terminativo”.

Dedicado a Bolzano, con cariño. Espero que os agrade y os haga sonreír.

Rafael Gutiérrez.

La fiebre llevaba varios días consumiéndole, pero no se podía dar por vencido. Eran ya cinco las jornadas que habían transcurrido con él encerrado en casa y aún más los que la enfermedad llevaba alimentándose de sus energías. Algo de tos, un poco de fiebre al anochecer y que un antipirético cualquiera calmaba y, lo que en un principio no era nada, a base de ignorarlo, se había tornado en la actual losa invalidante. Todo empezó por no querer rendirse a la enfermedad. No quiso ceder su vida a la sintomatología que quería advertirle de lo que podía llegar y al final llegó. Ahora se consumía entre “febrígenas” tiritonas que ningún remedio casero lograba calmar.

Maldijo el día en que cambió de casa para marchar a aquel lugar donde nadie le conocía. Maldijo el día de su jubilación, el de su divorcio y, de paso, el plato de fabada enlata que se comió el jueves y que, aún subía y bajaba en su interior, cinco días después. Y, cómo no, maldijo a la seguridad social porque le daba lo mismo dónde viviera, la respuesta siempre sería la misma: “venga a la consulta, el doctor no puede desplazarse hoy”. “Mierda de dinero tirado a la basura por una sanidad tercermundista”, se dijo.

En esas circunstancias, lo más fácil, era ver la sombra de la Parca a los pies de la cama afilando su guadaña. Pero, a sus sesenta y ocho años, su instinto de supervivencia permanecía intacto y no podía, ni quería, permitirse el lujo de morir. Tenía algo mejor que hacer: vivir. “Vivir de una puñetera vez”, como le gustaba repetir… al espejo. Porque el espejo era el único, que de unos meses a esta parte, estaba dispuesto a escucharle. La decisión de ir hasta el centro de salud estaba tomada. Sin embargo, cinco días totalmente postrado, no sólo le daban muy mal aspecto, eso era normal y admisible por su enfermedad, sino que también le producían un terrible olor… hedor… pestilencia. Y él no estaba dispuesto a que ninguna bruja cotilla y “destripamomias” le señalara con su mirada rapaz, para tacharle como el típico hombre que vive solo y no sabe ni limpiarse detrás de las orejas.

Después de un millón de maldiciones en el proceso de arrastrarse hasta la ducha, por fin llegó una bendición: la del día que decidió ponerse aquella carísima ducha de hidromasaje con asiento. En su estado, hubiera sido poco menos que imposible permanecer de pie durante todo el proceso.

La ducha, ropa limpia y un poco de colonia y, su aspecto de enfermo, quedaba algo más digno. Con respecto a su barba de una semana, poco se podía hacer. En su estado, de proceder a afeitarse, el resultado podía ser digno de una película de terror. Nunca adquirió una maquinilla eléctrica, pero hacía años que no se afeitaba con su navaja barbera, aún así, las maquinillas desechables aún eran una mala opción. Con todo, pensar en ello le hacía gracia, a pesar de la fiebre, o tal vez por ella. Recordaba como los anuncios de esos productos habían ido evolucionando y, daban por cierta la idea de que más hojas cortantes implicaban un mejor apurado. Así su imaginación desbordante le hacía pensar en la “nueva maquinilla Filomena con treinta hojas que le dejan el hueso de la mandíbula más suave”.

Si al principio le había sido difícil sostenerse erguido, con el paso de los minutos había logrado dominar ese arte. También eso le procuro una sonrisa de optimismo. Se imaginaba a sí mismo como un bebé dando sus primeros pasos. “¿Dónde se guardará ese día?”, se preguntó.

Salió al rellano de su escalera y el ascensor, como de costumbre, estaba abierto en el cuarto. Podía escuchar a la bruja de doña Emilia, una solterona de más de setenta años (por mucho que ella los negara) y a la que Dios había dado la lengua más resistente de la historia. Desde hace bastantes años, según le habían contado, siempre le acompañaba un perrito que utilizaba para capturar a sus víctimas bajo su muralla de palabras aburridas. Y, como es de imaginar, una vez uno es atrapado, es terriblemente difícil deshacerse del lazo dialéctico… perdón, “monologuético”; de una solterona aburrida y con la pretensión imposible de ser encantadora… o, tal vez, sea sólo puro sadismo por su parte.

Como en su estado no podía esperar a que doña Emilia rematara a su pieza, ni tampoco darse el lujo de bajar dos pisos, más el principal, andando, optó por golpear la puerta metálica del ascensor. La susodicha gritó “¡ya va!” varias veces y, al poco, el ascensor estaba en su planta, pero con lo que se le antojó una jauría de hienas dispuestas a despedazarlo: doña Emilia y su chucho faldero.

--¿Tiene mucha prisa señor Gutiérrez?

--No señora, es que disfruto incordiando a los vecinos.

Tan pronto lo hubo dicho, Rafael Gutiérrez se arrepintió de haber abierto la boca. Cuando uno no tiene ganas de hablar, ni de escuchar como habla esto, lo último que debe hacer es lanzar una puya a doña Emilia.

--Me alegro de tener vecinos con tan buen humor. Por cierto, ¿se está dejando la barba? ¿Sabe una cosa? Precisamente hace un par de días, la señora Solá, la del cuarto segunda, me decía lo atractivo que era usted y lo elegante que iba siempre ¿No sé qué dirá de su barba? Claro que…

(NOTA DEL TRANSCRIPTOR: Los signos de puntuación en este diálogo son una cortesía mía, porque la señora Emilia no necesita tomar aire y habla a velocidades que superan la capacidad humana habitual).

Bla, bla, bla… la muralla de palabras aburridas se había desplomado sobre el pobre Rafael y estaba a punto de aplastarle. Que su maldito chucho no parara de hurgarle la entrepierna con el hocico, era una menudencia frente al terrorismo neural de su ama. Así que, tan pronto se abrió la puerta automática de la cabina, Rafael hizo uso de todas sus energía para escapar a aquel abrazo ofídico de palabras.

--¿Dónde va señor Gutiérrez? ¿Ha dicho algo? ¿Adiós? ¿Señor Gutiérrez…?

Doña Emilia era uno de los puntos negros de su domicilio, pero, la proximidad del ambulatorio de la seguridad social, era un punto positivo del que ahora se alegraba.

Antes de que le recibiera el médico de guardia, tuvo que esperar cerca de dos horas. En ese tiempo, la fiebre subió de nuevo. Así, cuando le llamó la enfermera, estaba medio transpuesto y apenas pudo hacerse notar. De hecho lo hubiesen dado por ausente de no crear una gran impresión a todos los presentes. Fue al intentar levantarse de forma precipitada que su cuerpo dijo no. Entre varios le ayudaron a levantarse, incluso el doctor salió de su habitáculo para atenderlo. Su estado volvía a ser “sensiblemente lamentable”. Por eso, veinte minutos después, recuperó la totalidad del conocimiento en una ambulancia y camino del hospital. Un lugar donde podrían hacerle una exploración de urgencia con la adecuada profundidad.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Cocaine decisions



Chop a line now...
Cocaine decisions...
You are a person with a snow-jon
You got a fancy gotta go job
Where the cocaine decisions
that you make today
Will Mean that millions somewhere else
Will do it your way

Cocaine decisions...
You are a person who is high class
You are a person not in my class
And the cocaine decisions
that you make today
Will mean nothing later on
When you get nose decay

I don't wanna know
'Bout the things that you pull
Outta your nose
Or where they goes
But if you are wasted
From the stuff you're stickin' in it
I get madder every day
'Cause what you do 'n' what you say
Affects my life in such a way
I learn to hate it every minute!

Cocaine decisions...
You are a doctor or a lawyer
You got an office with a foyer
And the cocaine decisions
that you make today
Will not be discovered till
it's over 'n' done
By the customers you hold at bay

Cocaine decisions...
You are a movie business guy
You got accountants who supply
The necessary figures
To determine when you fly
To Acapulco
Where all your friends go

Cocaine decisions...
We must watch the stuff you make
You have let us eat the cake
While your accountants
tell you Yes Yes Yes
You make EXPENSIVE UGLINESS
(How do you do it? -- Let me guess...)
Cocaine decisions...
Cocaine decisions...
Cocaine decisions...



Las “cocaine decisions” de Frank Zappa no nos daban miedo en aquellos tiempos. Eran decisiones que se tomaban lejos, que se vivían lejos y no nos afectaban… pero eso ha cambiado. En aquella época la “nieve”, como se conoce la cocaína en algunos ambientes, tenía un precio elevado y, salvo unos pocos hijitos de papa, con poco poder de decisión y menos ganas de hacerlo, eran muy pocos los consumidores de este estupefaciente en nuestro país. La cosa empezó a cambiar, durante los años ochenta, con la entrada de dos grupos nuevos de consumidores: la gente guapa de las revistas del corazón y lo yuppies. En ambos casos era la conclusión de fiestas desenfrenadas que extendían el horario de vigilia más allá de lo que el cuerpo podía aguantar. Mientras la gente guapa no tenía ninguna trascendencia más allá de las revistas del corazón, los yuppies empezaron a ser los responsables de las primeras “cocaine decisions”. Fue la era de los pelotazos, cuando se creó en nuestro país un nuevo mito sobre la riqueza, cuando se empezó a hablar en términos como “la edad a la que ganó su primer millón de dólares”. Los JASP (Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados) eran realmente jóvenes avarientos sin principios que trabajaban duramente, estafando si era necesario, pero sin descanso. Estos nuevos valores de la economía furtiva, pasaban días enteros sin descansar y, para poder aguantar, esnifaban una cara raya que les mantenía despiertos, pero que alteraba su personalidad y, en último término, su percepción de la realidad. En esos estados alterados, estos individuos tomaban decisiones que afectaban a terceros y que, en muchas ocasiones, eran de una gran trascendencia, su mal percepción podía general graves daños: eran las “cocaine decisions” que habían llegado hasta nosotros.



Ya sabemos cómo terminó la era del pelotazo, pero las “cocaine decisions” no se terminaron ahí porque la droga siguió llegando y, cada vez, en mayores cantidades y precios más bajos. La nieve entró en los bajos fondos dónde fue un estupefaciente más, pero también escaló por las paredes de los castillos empresariales y, lo que es peor: entró en los parlamentos.


Todo son rumores, nadie da nombres, pero las “cocaine decisions”, según los periodistas, pueden estar gobernándonos. Nos dicen que los lavabos de las cortes y el senado están llenos de esa droga. Nos cuentan que el 80% de los billetes de 50€ tienen restos de “coca”. No hay duda de que en el parlamento se debaten ideas y se toman decisiones bajo la alterada percepción de un estupefaciente… ¿A nadie le asusta? Parece que a los periodistas no, porque afirman conocer a políticos consumidores y no son capaces de divulgar sus nombres para que nos podamos librar de ellos.


En los últimos tiempos el panorama deportivo está lleno de escándalos por consumo de drogas que acaban en brutales sanciones para los infractores. A nadie le parece mal, de hecho valoramos la limpieza de esas sustancias en la competición deportiva, sin embargo, el infractor sólo provoca daños irreparables a su persona, en cambio los políticos…


¿No sería lógico y necesario, crear controles de doping en los parlamentos, ayuntamientos, senado, juzgados, gobierno… para asegurarnos la limpieza de los poderes que nos afectan?


¿Deberíamos empezar a coger firmas?

sábado, 13 de diciembre de 2008

El Vampiro Pragmático (cap.1)




Últimamente todo el mundo habla sobre vampiros, las películas de vampiros están de moda, cuando voy a la librería a buscar mi dosis de pasta de celulosa con letras me encuentro con un montón de libros exitosos sobre esos seres nocturnos y empiezo a darle vueltas a la cabeza sobre ese fenómeno de las modas y me acuerdo de “El Quijote”.

Miguel de Cervantes y Saavedra era un magnífico escritor, pero no era el único en aquel siglo de oro. El éxito de su obra cumbre se debió al ataque lanzado contra las novelas de caballerías. Recuerdo que en la escuela me explicaban que su libro cortó por lo sano la fiebre por una serie de lecturas que se asemejaban a las novelillas del oeste, pero que en lugar de estrellas de sheriff y pistolas calientes, lucían espadas y armaduras (los caballos seguían siendo caballos). Pero, con el paso del tiempo, descubrí que, la fiebre por las novelas de caballerías, hacía tiempo que era algo muy minoritario. Digamos que antes de que “El Quijote” saliera a la palestra, ya existía una burla generalizada hacia los lectores de esas novelas obsoletas y sus lectores eran considerados los “freakys” de la época. Para ser justos, la buena obra de Cervantes fue la de rescatar a “Tirant lo Blanc” y el “Curial e Güelfa”, ambas obras escritas en catalán y ambas borradas de la traducción al inglés.

Buenos dejémonos de palabrería. Lo que quiero decir es que aún no está maduro hacer una obra que ridiculice a las obras de vampiros, sería un notable fracaso. Podría pasarnos como a Umberto Eco con su obra “El Pédulo de Focault”, pretendía hacer una especie de quijote sobre las obras de secretos grandilocuentes, entre masones, iluminatis, rosacruces y toda una serie de organizaciones secretas reales, falsas, míticas… que se parecían más a las páginas amarillas que a un código secreto. El libro era el perfecto “El Quijote”, pero estaba fuera de su tiempo, aún tenían que llegar obras como “El Código Da Vinci” y… y un millón más que siguen siendo best-sellers. Y, claro, Eco perdió la batalla.

Yo no voy a dejar que me ocurra eso, así que en lugar de hacer un “El Quijote” sobre los vampiros, me voy a unir a esa fiebre, para ver si pillo algo.

Os dejo con mi primer capítulo de mi historieta: “El vampiro pragmático”.

CAPÍTULO PRIMERO

¿Cómo lo iba a explicar en casa?

Si su madre ya lo tachaba de vago antes de esto, no era difícil imaginar lo que diría cuando le viera activo únicamente de noche. No colaría decirle que no le podía tocar el sol. Además, luego quedaba por explicar lo de la sangre. Siempre que veía sangre se desmayaba... Si es que no había nacido para vampiro. Todo y que le insistió e incluso le suplico a la condesa, no hubo forma, ella estaba muy interesada en convertirlo en un espíritu de la noche y como estaba tan buena...

Luego estaba su padre, sin duda le hincharía la cara a hostias. “Ni vampiro ni leches” le diría sin contemplación alguna.

La inmortalidad, a priori, parecía muy guay y todo eso, pero como podría acabar sus estudios de ingeniería electrónica sin poder ser tocado por el dios Atón.

Estaba claro que tenía que encontrar una solución a todos aquellos problemas. Ciertamente siempre se le habían dado bien los problemas difíciles y, hasta la fecha, ningún reto se le había resistido, pero esto de ahora parecía diferente... o, tal vez... no. Pero la condesa tendría que ayudarle.

--Oye Chati, tú me has metido en este lío y tú me tienes que sacar.

--¿De qué vas mocoso?

--Antes de que tú insistieras en pegarme bocado e inocularme tu virus de la noche yo tenía una vida, ¿sabes?

--Ahora será más larga ¿De qué te quejas?

--No sé si será más larga ¿Los vampiros pueden morir “ahostiados”?

--Depende, si no caen de todo corazón sobre una estaca va a ser que no.

--Pues eso.

La vampírica mirada de la condesa se ablandó, le acarició el mentón y le preguntó que necesitaba.

--Necesito salir a la calle de día.

La condesa se atragantó con la copa de sangre de gorrión con la que estaba deleitándose.

--No sé porque me sorprendo todavía. Todos los arrepentimientos tardíos son por el mismo tema, pero, como me caes bien, te daré un nombre y una dirección.

El doctor Franzbauer también era un vampiro y un bioquímico de primera. De hecho sólo una cosa le separaba del premio Nobel... la sangre, pero no la que se bebía con fruición, sino la del temperamento tan irascible y la mala leche que se gastaba. Sin embargo, él era la solución, sólo era cuestión de unir fuerzas.

Bueno nos saltaremos el primer momento en que ambos se encontraron a las dos y media de la madrugada, por ser muy desagradable y grosero y empezaremos en esa interesante parte en que ambos empiezan a tener ideas algo más claras.

--Mira muchacho, la luz solar contiene tres tipos de radiación ultravioleta, la UVC entre 200 y 280nm y que, por fortuna, absorbe la providencial capa de ozono, sino adiós vida planetaria. La segunda y nuestra enemiga, es la que va de 280 a 320nm, la UVB. Mientras en los humanos es responsable del bronceado, en nuestro caso es la muerte. Concretamente, la parte que nos afecta esencialmente es la que va de 300 a 330nm, lo que ya entra en la UVA. La UVA se considera de 320 a 400nm, son los rayos ultravioleta de menor energía, pero que, incluso en los humanos, atraviesan la epidermis y alcanzan niveles dérmicos profundos, envejeciendo prematuramente y provocando los terribles melanomas.

--Así que nos tenemos que preocupar de las frecuencias que van de 300 a 330nm ¿por qué? ¿Qué sucede para que sean tan dañinos?

--La piel de los vampiros es diferente a la de los humanos normales. Como nuestros glóbulos sanguíneos, que contienen altos niveles de cromo, son mucho más grandes, los microcapilares están secos, eso hace que las capas externas de piel no puedan alimentarse debidamente y nuestra dermis superior está necrosada de una forma peculiar que la hace transparente, de este modo la radiación incide directamente sobre capas vitales.

--Si esa es la razón, podríamos darnos una sustancia que cambiara la transparencia de esa piel muerta por una cierta opacidad.

--Cierto, pero hay un problema. Siempre se ha relacionado a los vampiros, absurdamente, con los murciélagos por ese otro vampiro alado de esa especie, pero la realidad es que estamos más emparentados con los anfibios.

--¿Y?

--El fin de la microcapilaridad hace que nuestros órganos internos pierdan mucha eficiencia, de ahí que sólo podamos subsistir a base de alimentos esenciales como la sangre o la leche de cabra...

--¿Puedo beber leche?

--Solo de cabra. Pero volvamos al tema.

--¡Sí, profesor!

--Como iba diciendo, nuestros pulmones no son tan efectivos como antes, por eso la piel debe cubrir su déficit. Los poros se han anchado y profundizado, convirtiendo las glándulas sudoríparas en micropulmones directamente conectados a los vasos sanguíneos. Por eso los vampiros tampoco sudan, sin embargo podemos regular nuestra temperatura mediante esa respiración si buscamos lugares lo bastante húmedos.

--Es decir, que ahora soy una rana.

--Me parece, muchacho, que tu saliste rana hace mucho.

--Habla usted como mi padre.

--¡Dios, que cruz!

--¿Qué dice?

--No te preocupes, que lo de las cruces es un mito.

--¿Y el ajo?

--Huele mal.

--¿Y las estacas?

--¿Puede sobrevivir algún ser sin corazón o sin cerebro?

--¡Luego no somos inmortales!

--No, pero nos regeneramos continuamente para compensar nuestras deficiencias anatómicas, lo que nos da una posibilidad biológica de vida superior a los 10.000 años.

--Sin embargo, no podemos salir de noche... aunque aún no me ha aclarado porque nos podemos hacer opaca nuestra piel.

--Bueno, la cuestión es que todas las sustancias que he probado hasta ahora taponan los poros y debilitan nuestra respiración.

--¿Cuánto podemos sobrevivir con los poros taponados?

--En todo el cuerpo 30 minutos, en el 50% hasta seis horas. Podemos sobrevivir varios días al 30% y soportamos hasta un 20%. También hay que tener en cuenta que hay zonas más importantes que otras.

--Y si usáramos sustancias que la piel absorbe y se degradan, como muchas cremas solares.

--En nuestro caso, para que la piel las absorba, deben ser de moléculas básicas o de proteínas que se destruyan bajo efecto de la propia luz solar.

--Es decir, como la mayoría de cremas solares.

--Pero necesitaríamos un factor 100 para protegernos. Y eso no existe.

--¿Que tal un factor 30?

--Sólo duraría seis minutos a plena radiación, pero ¿y los ojos?

--Las gafas solares no son un problema para nosotros.

--Siempre que sean lo suficientemente oscuras... y eso se puede hacer polarizando la luz en pares. Creo que en un par de días tendré unas...

--Y yo creo que voy a llamar a casa para avisar de que no volveré en un par de días.

--¡No puede quedarse aquí!

--¿Tiene miedo a compartir su ataúd?

--No diga estupideces. Está bien, tengo una habitación de invitados en el sótano –a pesar de sus palabras, la voz del profesor no sonaba a resignación, pero el nuevo ya sabía que era un gruñón con un inmenso corazón de vampiro--. Creo que tendré que hablar con la condesa respecto a sus nuevos reclutas.

Esta es una obra de suspense, porque la voy a dejar en suspenso hasta que encuentre los siguientes capítulos y que aún no sé donde los puse.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Asalto al tren de la cultura.



Los amantes de la literatura y de los videojuegos a un tiempo, podemos estar de enhorabuena, porque Nintendo se ha propuesto sacar un cartucho para su consola portátil Nintendo DS con 100 grandes obras de la literatura inglesa (Austen, Dickens, Shakespeare…). Lo malo es que por ahora sólo tendrán esa suerte los lectores de la lengua inglesa ya que el cartucho preparado por la editorial HarperCollins sólo estará disponible en ese idioma.


Responsables de la casa Nintendo han manifestado a The Times, que el título “The 100 Classic Book Colletion, sólo estará disponible en las islas británicas, no obstante, en función de su éxito, puede ampliar su experiencia a otros lugares y, quien sabe, tal vez veamos una versión en castellano de esos o de nuestros propios literatos (Cervantes, Unamuno, Espronceda…).


Cada vez más, literatura y electrónica van de la mano, sin embargo, hoy por hoy, los medios de lectura tecnológicos, aún están muy lejos de la versatilidad y adaptación de los libros en papel. En ese punto la consola DS no es una excepción, aunque Nintendo está preparando nuevas versiones de la misma con las que, tal vez, nos sorprenda.


Cuando acaban de fracasar los carísimos electronics-books, es una buena noticia que el asalto a la cultura no sea una batalla que se dé por perdida.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Finis


Hoy despido a “Libertad analógica”, no porque no queden artículos para reproducir, sino porque son mucho más beligerantes que mis sentimientos actuales y no me siento con ánimos suficientes para mantener la conflictividad que contienen. No es que abjure, porque realmente sigo opinando de la misma manera, pero creo que pueden ser una fuente de tensiones que no deseo para “El Mago pragmático”. Creo que en pocos blog’s se han tenido que borrar tantos comentarios por irrespetuosos (tanto a favor como en contra) y es que el escándalo estaba unido a “libertad analógica” y no por ello dejo de sentirme orgulloso de lo que representó. Sin embargo, ese blog, ha pasado a ser un blog de ayer como todos los que ya he ido cerrando. Pero yo soy yo y… que sería de mí sin la polémica. Por todo ello aún mantengo un blog reivindicativo, aunque sólo sea para experimentar cosas con él: “Blog Experimental” (http://experimentokhamy.blogspot.com/).

A partir de mañana la polémica quedará arrinconada a ese otro blog, aunque sea temporalmente, porque despediremos los dos blog’s más mimados en el tipo de contenidos.

Entre tanto, vamos a despedir la polémica como se merece, con este video sacado del Polonia hace un par de años…

…y debía ser cierto, porque con Franco yo estaba más delgado.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El milagro de la Navidad (1962).



Fotografía extraida de la web de el diario "El Mundo"



Hoy, aprovechando las fechas que se avecinan y el repaso que le estamos dando a “Libertad Analógica", os voy a contar un cuento de Navidad. Pero este cuento navideño no es cualquier cosa, porque sucedió de verdad allá por el 1962.



El milagro de la Navidad (1962).



No es fácil creer en los milagros cuando Dios es propiedad de tu enemigo y este ya es el dueño y señor de tu propia casa. Sin embargo, los barceloneses debieron pedir el milagro con mucha fuerza en 1962, porque Dios decidió que era el momento de que la estrella de la Navidad brillara en los corazones de esa ciudad durante unos días.
Aquellas eran unas navidades muy frías, de hecho lo venían siendo desde 1936, sobre todo para muchos barceloneses que substituían con cartones y maderas los cristales de las ventanas porque no había dinero para más. El día de Navidad agotaba sus últimos momentos de oscuridad invernal cuando los primeros copos, como descuidadas plumas de antiguas almohadas, se empezaron a dejar caer, como con vergüenza, por aquí y por allí. Primero parecía que aquello pararía, después que no, después… los niños pegaban sus naricillas al helor de las ventanas que aún conservaban el transparente vidrio y, en silencio, animaban a las nubes para que dejara ir toda su carga de blanca Navidad. Muchos deseos se agolpaban en aquellos copos que ya no tuvieron freno, para alegría de los pequeños, para sueños de los adultos y para malos presagios de algunos viejos que ya habían vivido historias de todos los colores.
Unas veces más fuerte y en otras de forma más suave, la nevada prosiguió toda la tarde y toda la noche para amanecer un día de
Sant Esteve radiante y blanco, con 65 centímetros de níveo espesor en las calles. Fue el día más feliz en muchos años para los niños de la ciudad Condal, pero un día muy laborioso para sus padres que debieron subirse a los terrados para quitar las enormes cargas del helado peso que hacía peligrar sus frágiles viviendas.
Una sonrisa cubrió Barcelona, pero que, en los días siguientes ya se entendió, salvo para los más pequeños, como una peligrosa amenaza a la vida de la ciudad. Una ciudad que, por la falta de costumbre, estaba indefensa ante la amenaza de la nieve. No había máquinas capaces de mover aquella ya insidiosa carga blanca y se tuvo que pedir ayuda a Andorra.
Andreu Claret i Casadesús era un republicano de pro, exiliado primero en Francia y luego en Andorra, donde se había convertido en el responsable de mantener, entre otros, el puerto de Envalira libre de los impedimentos que le asestaban las continuas nevadas y haciendo que el lado francés y el español, del pequeño país pirenaico, estuviesen siempre bien comunicados. Aquellas máquinas y aquel hombre, son los que debían venir al rescate de Barcelona. Un hombre que era “persona non grata” para las autoridades franquistas dados sus artículos tachando de asesino al dictador Francisco Franco y reconocido republicano que desde el país vecino se asomaba a las conciencias de quienes habían apoyado al régimen de terror que ahora gobernaba las horas de España. Uno de esos, el alcalde Porcioles, aún mantenía la amistad con aquel exiliado y no dudó en pedirle ayuda, a pesar del significado, por el bien de Barcelona. Y entre tanto, los enviados del gobierno central, los falangistas, los franquistas más duros, tuvieron que comerse sus rabietas porque, ni ellos, ni el renovado ejército, habían sido capaces de solucionar el problemático momento que vivía la ciudad.
Unos días después de que el milagro blanco de la Navidad bañara las vidas y las calles de los barceloneses, se dio otro pequeño milagro que muchos recordarían de por vida. Una fila de vehículos adaptados para retirar las nieves llegó a Barcelona, al frente de la comitiva, de pie saludando a los muchos ciudadanos que le recibían entre aplausos, Andreu Claret “el hombre de las nieves”, un republicano que llegaba para liberarles de la tiranía… de la nieve.
Andreu volvería a Andorra después de plantar la semilla de la esperanza en el corazón de mi ciudad y ya no volvería hasta la muerte del dictador. Pero entre los duros días de aquella España tercermundista, había colado un mensaje que algunos tradujeron por “Dios existe y no vive en El Pardo”.





Andreu Claret Casadessús murió el 4 de Enero 2005 a la edad de 96 años. Fue fundador de ERC aunque no participó en ninguno de los gobiernos de la Generalitat de su partido. Era un personaje muy conocido por sus conocimientos sobre la nieve y que le valieron el sobrenombre de “hombre de las nieves”, sin embargo, los sucesos de 1962 y su entrada triunfal en Barcelona, bien merecen este recuerdo.