La
corrupción de los mercados como mecanismo del capitalismo neoliberal.
Por Vicente Salinas
Artículo publicado el 25/7/2011 en el blog
Economía Racional
El
sistema capitalista, para funcionar, necesita el estímulo de la riqueza
aprovechando la avaricia y el egoísmo como motores primarios. El liberalismo
afirma que, dejando que los mercados se regulen a sí mismos, estos motores
pueden beneficiar a toda la sociedad sin excepción. Por supuesto no cuentan con
que los mercados estén corruptos y no habla jamás de los peligros de ver la
sociedad como un mero fenómeno estadístico. Sin embargo, dejando de lado el
liberalismo con sus teorías del mercado, y centrándonos en el capitalismo puro
y duro, vemos como la acumulación de demasiada riqueza en muy pocas manos puede
llevar a graves problemas sociales.
Si entendemos la riqueza como una forma de energía
que mantiene viva la economía, debemos entender que su flujo debe mantenerse
activo.
Un flujo débil hace que las bolsas de pobreza no
puedan ser alcanzadas por las soluciones que puede ofrecerles el sistema
económico. Por otra parte los flujos económicos también tienen un límite
superior que, de traspasarse durante demasiado tiempo, se socaban los
principios generadores de la riqueza y sobreviene una crisis.
Con todo esto hay que tener en cuenta que cuando
hablamos de riqueza no lo estamos haciendo de dinero. Riqueza también lo son
los productos elaborados, las materias primas o la mano de obra activa… es
decir, todas aquellas cosas que tradicionalmente cambiamos por dinero, pero
cuyo valor al cambio puede variar. Como la riqueza siempre es la misma e
inmutable, lo que cambia de valor es el dinero, por eso se ha convertido en la
medida de la economía (no sé si esto es tan obvio).
Cuando hablamos de riquezas activas podríamos
compararlas a la energía cinética de la mecánica física. Por otra parte los
medios retenidos serían algo así como la energía potencial. La gran diferencia
con la física es que aquí el valor de esa riqueza depende del camino que toman
esas “energías” para pasar de cinéticas a potenciales (el comercio). El gran
problema, como ya hemos apuntado, es que su valor se calcula mediante las
diferentes monedas y el lugar (del tiempo y el espacio) donde se encuentran en
cada momento. Así tenemos que ver como muchas entidades reservan estos recursos
en la creencia de que son el verdadero significado de la riqueza. Aunque
también hay los que tratan con las riquezas básicas de forma insolidaria con el
fin de manipular los mercados.
Como consecuencia de lo anterior vemos que la
economía puede orientar sus flujos en determinadas direcciones. Si de los
puntos de llegada o de salida no existen otros flujos en sentido contrario que
los compensen adecuadamente, se producen bolsas de riqueza y pobreza (superávit
y déficit para algunos), generando unos gradientes de riqueza insuperables que
terminan bloqueando la economía. Ese es uno de los grandes dramas del
capitalismo y que tenemos que revivir en su cara menos amable cada vez que
sobreviene una crisis. Entonces, en lugar de solucionar esta con medidas que
igualen todo el sistema, las bases del capitalismo trabajan en lo que podemos llamar
un “sistema de depresión”. En la actualidad estamos viendo como se devalúa la
mano de obra y, en cambio, los ejecutivos de las grandes empresas se suben los
emolumentos absorbiendo todos los recursos que deberían utilizarse para
potenciar la economía.
Las grandes empresas de nuestro país, las
energéticas, los bancos, pero, sobre todo, los antiguos monopolios son el
perfecto ejemplo de este comportamiento. Vemos como, a pesar de tener recursos
suficientes para provocar una reactivación laboral más allá de sus cuentas,
prefieren deshacerse de empleo estable y trasladarlo a focos de empleo
precario, todo y que, económicamente hablando, no supone una ventaja real para
las empresas en sí. Sin embargo, en ese proceso, gran cantidad de riqueza se
convierte en dinero y se desplaza hacia manos no productivas que terminarán por
colapsar el flujo.
En el caso de la mayoría de empresas bancarias, a su
vez, no dejan de ejecutar hipotecas que
incrementan las bolsas de pobreza.
Por tanto, para devolver la economía a un
funcionamiento razonable deben tomarse medidas que vayan en contra de las bases
del capitalismo, sólo así se pueden evitar los llamados periodos de depresión y
que, una vez resueltos, vuelven a forzar flujos económicos mayores de lo que la
economía real puede sustentar y que, como consecuencia, generará una nueva
crisis.
La economía sana es la que mantiene flujos moderados
y estables que, en conjunto, se compensan. Sin embargo en capitalismo
neoliberal potencia la voluntad de forzar flujos “sobrepotenciados” en
direcciones concretas y facilitando situaciones de crisis. Esas crisis son
necesarias para el neoliberalismo ya que permiten desregularizar las barreras
de protección de aquellos que no quieren
o no pueden formar parte de la elite explotadora y crean nuevos caminos
para el flujo, lo que implica nuevos caminos para el enriquecimiento (a la par
que se generan nuevas bolsas de pobreza). Tenemos que ser conscientes de que en
general la riqueza ni se crea ni se destruye, solo cambia de manos. Y, por
tanto, lo que alguien inútil para el sistema gane de más (beneficios
financieros), será lo que deje de ganar aquel que realmente produce. No es que
el Mundo no pueda ser justo, es que el Mundo es imbécil.
Así visto queda claro que el sistema capitalista se
basa en el intercambio de periodos de bonanza (durante los periodos de bonanza
los receptores de riqueza dejan escapar pequeños flujos que alimentan el
entorno dando una falsa imagen de compensación) y de crisis (cuando los flujos deberían
invertirse, pero solo se reducen y se cierran los pocos flujos compensatorios
que pudieran existir, haciendo que las bolsas de pobreza se conviertan en pozos
de potencial insuperables). Durante las crisis se producen reajustes
estructurales para intentar reactivar los flujos e intentar compensar pasados errores. Durante las crisis
deberían eliminarse a aquellos elementos que se enriquecieron si aportar nada
al sistema, pero desgraciadamente son ellos los que impondrán las reglas del
cambio generando las depresiones. Entendiendo como depresiones procesos
innecesarios, pero ligados al capitalismo neoliberal, donde los elementos
improductivos de la parte superior de la pirámide siguen queriendo retener los
nuevos flujos que se van creando. Muchas veces podríamos identificar esas
rémoras económicas con personas con nombres y apellidos. Son individuos que no quieren
adaptarse a las nuevas reglas de la economía y “roban” (aunque ninguna ley lo
diga así) los recursos necesarios para cambiar la orientación del
funcionamiento del nuevo capitalismo resultante. Lo lamentable es que, a menudo,
cuentan con el poder para evitar la correcta regularización económica. Entre
estas personas contaríamos a los directivos de las grandes empresas como los de
la banca en general, muchos de los cuales son meros antiguos cargos políticos a
los que se les ha pagado su buena predisposición hacia las empresas durante el
ejercicio de sus cargos públicos con un cargo directivo en la empresa. La
depresión no beneficia, pues, más que a los individuos improductivos que aún
medran indebidamente en la cima del sistema, retrasando la llegada del
necesario periodo de bonanza económica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario