Hoy hace 10 años de uno
de los atentados más terribles que han asolado nuestro país y el mundo, y
también de uno de los episodios más decepcionantes de la política española. Y
si no, cómo es posible que un atentado cuyo origen ya parecía claro a la
ciudadanía media hora después, fuera
atribuido por el gobierno hacia una dirección opuesta.
Sabíamos que Aznar, el
entonces presidente, era una persona interesada, obcecada y poco inteligente;
pero, en aquellos momentos también creímos en la posibilidad de que, con la
aparición de evidencias, rectificaría en pocas horas.
La banda terrorista ETA,
llevaba meses asfixiada policialmente, de hecho interior había derrochado el
dinero de los contribuyentes poniendo un policía tras la sombra de cada vasco,
fuera etarra o no, pero había olvidado otras amenazas mucho más actuales. No
parecía, pues, nada probable que la banda pudiera llevar a cabo un atentado de
grandes dimensiones. Sin embargo, unas elecciones como las que tendrían lugar
un par de días después, eran siempre un objetivo importante para la banda.
Claro que, hacía unos días, habían sido desposeídos de la mayor parte de un
alijo de dinamita robada en Francia, al detener una furgoneta que aspiraba a
llegar a Madrid. Así pues, se sabía, casi con toda exactitud, con qué cantidad
de dinamita contaba ETA... y era mucha menos de la que explotó solo en Atocha,
por no hablar de los explosivos que reventaron en el Pozo del tío Raimundo.
La primera pregunta que
no podía contestar la obcecación gubernamental era: “¿De dónde había sacado el
excedente de explosivos ETA?”. Había dos posibilidades: o bien alguien fuera de
la banda les había facilitado los explosivos o, la más sencilla, no había sido
ETA.
En seguida aparecía una
segunda pregunta: “¿Por qué no seguía el modus operandi de la banda?”. Esta
pregunta no se podía responder, solo ignorar, y eso es lo que hizo Aceves como
Ministro de Interior. Porque lo cierto es que para ETA siempre fue más
importante mostrar al mundo sus atentados y por ellos concentraba sus
explosivos en una gran explosión. Como mucho podía usar segundo explosivos
orientados a interceptar a los cuerpos de orden público, porque, a pesar de ser
un grupo terrorista, concebían sus acciones como una guerra abierta contra el
Estado español. Así, cuando en alguna de sus acciones ponían en peligro a
ciudadanos no vinculados con el Estado, siempre avisaban con antelación sobre
la colocación de explosivos y, aunque el ministro salió a hablar varias veces
aquella mañana, ni una sola vez dijo nada al respecto.
Otra de las prácticas
habituales de cualquier grupo terrorista, es no negar la autoría de un
atentado, salvo que esta no le convenga. Pero si un atentado no es conveniente
para un grupo terrorista, por qué razón iría a cometerlo. Es más, ¿por qué iría
a malgastar tantísimos recursos en un atentado que no iba a servir a sus
propósitos? Creo que se pueden considerar preguntas retóricas dado que su
respuesta es obvia. Solo decir que, poco más de una hora después de los
atentados, Arnaldo Otegui salió a los medios de comunicación, arriesgándose a
decir que había hablado con la cúpula de ETA, para afirmar, de forma
categórica, que ETA no había tenido nada que ver con los atentados.
Con esa base, y en solo
dos horas, la autoría de los atentados quedaba definitivamente fuera del ámbito
de ETA. Y con ello, la suposición lógica de atribuirla a una célula islamista
quedaba como la única opción posible. Bueno, siempre hay paranoicos capaces de
culpar a quien no es. De hecho, se llevaba algunos días hablando de que el
Gobierno de Aznar era capaz de inventarse un atentado terrorista similar al que
propició que Aznar llegara a la presidencia, para lograr ganar las siguientes
elecciones; por lo que continuando con esa teoría, el PP estaría detrás de las
bombas del 11M. Pero eso no era más que una paranoia... Lo que nunca imaginamos
es que el gobierno del PP también continuara con su propia paranoia culpando a
ETA e intentando sacar réditos políticos de ello. Realmente absurdo. Para los
paranoicos que culpaban al Gobierno, esa era una prueba más de la culpabilidad
del PP en los atentados.
A los primeros paranoicos
(que no eran pocos) casi ningún medio de comunicación les escuchó, pero a los
segundos, por ser el Gobierno, les hizo caso toda la prensa, sacando a la calle
unos artículos que indignaron a una ciudadanía que tenía mucho más clara la
realidad de lo que lo estaba en los titulares. De hecho, al parecer, el propio
Aznar había llamado personalmente a las redacciones para jurar y perjurar que
su versión era la única y verdadera, y, por desgracia, la prensa no había
puesto demasiados reparos a creer al Presidente del Gobierno en unos momentos
tan graves de la historia de nuestro país.
Por si esto no dijera
bastante sobre las malas intenciones de Aznar y su ejecutiva (entre los que
estaba Mariano Rajoy y no ocupando precisamente un lugar secundario), el
presidente envió, aquella misma tarde, telegramas a todas sus embajadas para
que incidieran sobre esa oportuna postura oficial.
El problema a todo esto
es que, mientras el Gobierno se encerraba más y más en su postura oficial, la
ciudadanía ya había superado todas sus fases del duelo y buscaba responsables,
pero no unos responsables de conveniencia, sino los verdaderos responsables.
Aquel había sido un atentado al pacífico corazón del pueblo español y este no
aceptaría las convenciones y conveniencias políticas de los beneficiarios de
turno. Había verdadera sed de justicia y al Gobierno se le acababa el tiempo
para responder con justicia.
Es curioso que si el PP
se hubiera mostrado sincero desde el comienzo, los atentados del 11M hubiesen
podido significar la perpetuación del PP en el poder durante mucho tiempo, por
lo que aquella actuación tan chapucera, desde un punto de vista también
paranoico, podría entenderse como el intento de Aznar de acabar con su sucesor.
Dos horas después de los
atentados, en el ejercicio de mi trabajo, contacté con un compañero de Madrid.
En aquellos momentos, aunque ya tenía sus dudas, él creía en la versión
oficial. Haciendo uso de la mayéutica, no hicieron falta más de cinco preguntas para que, por sí mismo, fuera
consciente de las fisuras (por no decir falsedades) de la versión oficial.
Supongo que a lo largo del día fueron muchos los ciudadanos que se fueron haciendo
las preguntas correctas, especialmente porque eran preguntas obvias. Así que al
final del día, mientras Aznar enviaba su versión a las embajadas en el
exterior, los diferentes gobiernos interpelaban a sus propias embajadas aquí
donde los mensajes que contradecían la versión oficial se servían aunque fuera
con timidez. De hecho, la embajada de EE.UU. enviaba a su gobierno una copia
del telegrama de Aznar, mientras, internamente, sus servicios de inteligencia
elaboraban un informe que ponía en duda el valor de ese telegrama.
Como digo, la noche del
11M fue la última oportunidad del Gobierno Aznar para rectificar, porque por la
mañana, tras una noche en que mucha gente no había dormido y ya había empezado
a manifestar abiertamente sus dudas, la ciudadanía ya era beligerante con el
gobierno. Una rectificación, en aquellos momentos, hubiera frenado las
manifestaciones espontáneas que tendrían lugar durante aquel “día de reflexión”
y posiblemente hubiera salvado algunos
votos. Pero el daño ya estaba hecho. Sin embargo, la persistencia en aquella
paranoia abrió una brecha en nuestra sociedad que ha ido creciendo con los
años. Podemos decir que los conspiranoicos, que es como se conocen hoy los
defensores de esa absurda paranoia, son los responsables de la mayoría de
fisuras de nuestro país hoy... incluido el aumento de la voluntad secesionista
de Catalunya.
Sin lugar a dudas, Aznar
y el PP, el 11M de 2004, con su falta empatía hacia las víctimas del atentado y
sus familiares, y también hacia el pueblo español; rompió España y, es posible,
que ya no exista un pagamento que pueda volverla a unir.
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