Los estados son estructuras políticas casi tangibles, pero tienen el problema de estar sustentados en muchos mitos como el de nación o naciones. Para un idealista eso no resultaría un problema, pero, por desgracia, los idealismos son modas y los patriotismos meros fanatismos extremos. Los interesados en mantener ese status quo o aquellos que pretenden enfrentarse a él, usan y abusan de la historia y la tradición para dar robustez a sus mitos, como si la historia no pudiese cambiarse a placer, como si no existieran modos de inventar héroes y tergiversar los hechos en un sentido u otro. Al final, para que un mito sea real, es necesario que se base en los deseos, necesidades y miedos de las personas que viven el presente.
De las tres fuerzas que verdaderamente sustentan el
presente de un mito constituyente, el deseo es el más mutable, porque puede ser
inducido desde fuera a la mayoría de individuos. Las necesidades son la fuerza
más tangible y la que, en un estado de derecho no fraudulento, debería
predominar. Y el miedo es la más fuerte y la más débil de todas. Los mitos
sustentados mayoritariamente en el miedo, parecen invencibles, pero en
realidad, un pequeño error, un atisbo a lo que hay debajo, y provocaría que el mito se desvaneciese en un instante.
Cuando hablamos de la voluble historia y de la
tradición, en realidad estamos dando una excusa muy robusta a la fuerza de los
deseos. Sin embargo, ninguna de las dos cosas nos aporta realmente nada. De
hecho, historia y tradición conforman una parte muy pequeña de aquello que
llamamos cultura y que si podríamos aceptar dentro de lo que llamamos
necesidades. Y es que, aunque muchas de las necesidades están llenas de mitos
como la justicia, la cultura, el idioma, la economía, los derechos humanos,
etcétera, son los mitos que sustentan el bienestar de los ciudadanos. No en
vano, aquello que llamamos “Estado del Bienestar”, ha sido a lo largo de la “historia”
el mejor ejemplo de estabilidad en la conformación de estados.
Siempre que estemos frente a procesos de disidencia
o secesión dentro de los estados modernos, tendremos que saber dejar de lado lo
que es la mítica del deseo y centrarnos en la de las necesidades y, hasta qué
punto se pudo abusar de la del miedo. Y, por supuesto, la explicación jamás la
encontraremos en aquellos que no participaron de la disidencia porque
obviamente pudieron ser la fuente del problema.
Apliquen esto a Ucrania, Palestina, el Sáhara… Pero
también a Escocia, Catalunya, Córcega… Porque se ha escrito mucho y se sigue
escribiendo demasiado, pero equivocando intencionadamente la temática. Y es que
en estos temas los deseos, los prejuicios y la propaganda, parecen importar más
que las necesidades de las personas, de los pueblos y de los estados.
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